XIV. ​​​​​​​Gustavo Cano había mentido

XIV.


Gustavo Cano había mentido diciendo que Vanessa pensaba hacer un viaje a Venezuela, y en esa mentira radicaba una gran debilidad de su plan, porque si era descubierta perdería completamente la confianza tanto del jefe como de la muchacha. Y no era improbable que Gajardo lo informara a Rosasco o a Iturriaga para apresurar la negociación, y que estos, para motivarla a vender pronto, le hicieran referencia a la inminencia de su viaje. La única forma de salir del problema era meterle en la cabeza a Vanessa la idea y el deseo del viaje, y llevarla a pensar en la posibilidad de realizarlo. Pero debía hacerlo en forma tal que ella lo pensara por su cuenta, y que no fuera a creer que fue una sugerencia suya.

Cano se pasó una tarde entera estudiando en la Internet-5 sobre los atractivos turísticos de Venezuela y sobre sus gentes y costumbres. Necesitaba mucha información y conocimientos para conversar con ella y motivarla a pensar en su país de origen y en sus raíces, que siempre atraen a las personas aunque ya no mantengan vínculos concretos.

Tengo recuerdos muy hermosos de tu país – le dijo una noche después de hacerle tener un orgasmo especialmente intenso.

¿Qué? ¿Estuviste en Venezuela?

Dos veces – mintió Gustavo. – No olvides que fui marino y que navegué todos los mares de nuestro continente, recalando en tantos puertos. Una vez el barco tuvo unos graves desperfectos que reparar, producidos por una tormenta que nos hizo encallar en el Puerto La Cruz y nos tocó quedarnos casi un mes en la Isla Mochima y las playas de la Isla De Plata. En otra ocasión estuve dos semanas en la Isla Margarita. Un paraíso, te lo aseguro. Ah! Qué hermosas playas de color turquesa, y qué tibias las aguas de los mares venezolanos. ¿Las recuerdas?

La verdad que no. Viví en Caracas hasta los doce años, en un barrio pobre, y mis padres no tenían dinero ni tiempo para tomar vacaciones. Una vez fuimos a mirar el mar con un grupo de amigas, pero fue un solo día y nos tocó mal tiempo, había olas enormes y estuvo prohibido ir a la playa.

¡Qué lástima, Vanessa! Porque una de las cosas más ricas que hay en la vida es nadar en las tibias, puras y transparentes aguas del mar venezolano, y dejarse llevar por las olas, y enfrentarlas y saltar sobre ellas. Nuestras playas de Chile también son hermosas, pero el agua es fría y bañarse en ellas no es como hacerlo en tu país.

Yo siento que Chile es mi país, Gustavo. Soy venezolana de nacimiento, pero chilena por adopción, digo yo. Y tengo todos mis papeles chilenos en regla.

Lo sé, querida, lo sé. Solamente me estaba recordando lo feliz que fui ese mes y esas semanas que pasé en Venezuela. Y no era sólo el mar y el sol, sino también la gente.

¿Las mujeres venezolanas?

Sí, también. Son muy hermosas las mujeres venezolanas. Claro que ninguna tan bella y tan sexy como tú, querida. – Y agregó, pensando que también podía tentarla . – Los hombres en Venezuela son también muy buenos mozos. Algo hace que allá en Venezuela el sexo sea muy apasionado. Tal vez el clima, no sé, pero algo especial pasa allá.

Te creo, porque yo soy venezolana y muchos me han dicho que soy apasionada y especial.

Lo eres, lo eres. Yo también te lo he dicho tantas veces …

Vanessa se distrajo recordando su dura pero también alegre infancia con su familia en Caracas. Después comentó:

Me gustaría ir a Venezuela y conocer todas esas bellezas que me cuentas, y nadar en sus mares, y hacer allá el amor, en la playa y a pleno sol. ¿Crees que podríamos?

Lo que Gustavo se había propuesto le estaba resultando mucho más fácil de lo que había imaginado. Replicó:

¿De verdad? ¿De verdad que quieres viajar a Venezuela?

Sí, me gustaría. Pero no quisiera ir sola. ¿Irías conmigo?

Qué quieres que te diga. ¡Me encantaría! Es un sueño para mí, volver a la isla Margarita, y mucho más estar allá contigo, y hacer el amor en la playa de Puerto Cruz y a pleno sol.

Entonces ¡vamos!

Ay, querida. Yo no soy tan libre como tú. Tendría que pedir permiso en mi trabajo.

¡Pídelo, ya! Y no te preocupes de la plata, que yo te invito.

¡Eso no! Por ningún motivo. Sabes que yo también tengo dinero, más que suficiente.

Bueno, cada uno paga lo suyo; pero vamos, vamos pronto, que las cosas cuando se piensan hay que hacerlas ya. Si no, se pierde la magia ¿sabes?

Estoy de acuerdo contigo, mi amor. Pero no sé si me darán permiso. Quizás después de que vuelvan los que están trabajando en la montaña, porque sin ellos nos toca trabajar el doble y me necesitan más que nunca.

Yo tampoco puedo ahora porque tengo que cuidar al Toñito y mantener la granja de m,is amigos; pero apenas regresen iremos ¿verdad?

Te lo prometo. Si tú quieres, apenas pueda liberarme del trabajo unas semanas ¡iremos a tu Venezuela hermosa! Ahora, ven acá, ven acá.

Espera. Voy a ver si el Toñito está durmiendo y que no necesite nada.

¿Lo quieres mucho, ah?

Sí, lo quiero tanto, tanto. Lo quiero como si fuera mi hijo.

Entonces anda a verlo dormir, y regresa pronto porque te estaré esperando.


 

* * *


 

Tres días después Vanessa recibió la visita de Iturriaga. El abogado no tenía mucho que decirle, porque su instrucción era insistir en que Gajardo no estaba dispuesto a aumentar su oferta y, lo más importante, verificar si era verdad que preparaba viaje a Venezuela y la fecha de éste.

¿Quién te dijo que voy a viajar? – inquirió Vanessa, recelosa, porque de viajar había conversado solamente con Gustavo, y ni siquiera en una conversación muy seria.

Me lo dijo ayer personalmente el señor Gajardo. Sabe usted que estoy negociando directamente con él, defendiendo sus intereses, señorita Vanessa; pero él se mantiene inconmovible. ¿Por qué me lo pregunta?

Por nada. Es sólo que no me gusta que él sepa de mis cosas y de mi vida. No tiene por qué interesarle si viajo o no viajo ni adonde voy.

Iturriaga concluyó que era cierto lo del viaje, pero debía conocer la fecha en que pensaba realizarlo. Por eso insistió:

Lo que creo señorita Vanessa, es que Gajardo quiere saber si continuar negociando con usted ahora o después de su viaje.

¿Tú crees que él prefiere apurar o retardar el asunto?

No tengo idea, señorita. Sólo estoy suponiendo que ese puede ser el motivo por el que quiere saberlo. Pero, señorita, a mí también me interesa saber si usted va a viajar y cuando lo hará, porque tengo otros asuntos que atender, y debo organizar mis tiempos y viajes a Santiago.

Entonces te diré, pero no le cuentes nada a Gajardo que no tiene por qué saber de mis cosas. Tal vez viaje, es verdad, pero nunca antes de que regresen mis amigos que están en la montaña en los trabajos.

O sea, en unas seis semanas.

Yo no tengo idea de cuando regresan; pero de aquí no me muevo hasta entonces.

Bueno, señorita Vanessa, si le parece bien yo podría intentar que la venta de sus Acciones se realice antes de su viaje.

Me da igual. No me interesa mucho ¿sabe? Si él se interesa, que me haga una buena oferta y empezamos a negociar.

Está bien, señorita, entiendo su punto de vista. Haré lo que pueda por usted.

Vanessa quedó muy enojada. Gustavo no tiene por qué ir a contarle nuestras cosas a Gajardo. Se las voy a cantar claritas.

Cuando Gustavo llegó al anochecer Vanessa lo recibió friamente. Como el hombre no pareció darse cuenta de su enojo y tomó posición en el living como de costumbre esperando que ella fuera a tenderse a su lado, lo encaró.

Estoy indignada contigo ¿sabes? Tengo tanta rabia que no sé si te voy a echar esta noche de aquí.

Gustavo, alarmado, replicó:

Pero ¿qué pasa, querida? ¿Qué hice de malo?

¿Qué hiciste? ¿Y me lo preguntas?

Es que de verdad no sé qué te tiene tan furiosa conmigo.

Vanessa se acercó, se puso delante de él, de pié con los brazos cruzados mirándolo fijo; él sentado en el sillón mirándola hacia arriba.

¿Qué no sabes? Te lo digo al tiro. ¡Fuiste a contarle a tu jefe lo que conversamos anteayer!

¿¡Qué!?

No te hagas el tonto. Vino mi abogado con el cuento de que voy a viajar a Venezuela. Yo no le he dicho a nadie lo que conversamos. Solamente puedes haber sido tú. ¿Te parece que puedes ir a contarle a tu jefe lo que conversamos entre nosotros?

Gustavo simuló darse por enterado del motivo del enojo de Vanessa y se distendió.

Pero, querida. Yo solamente fui a pedirle permiso para tomarme un mes de vacaciones. Como sé que demora tiempo para que me puedan reemplazar, me adelanté.

Está bien, tú puedes hacer lo que quieras; pero ¿por qué hablarle de mí? Él no tiene por qué saber nada de lo nuestro ¿no lo entiendes?

No me quería escuchar, y me preguntó para qué quería las vacaciones. Tuve que contarle. No pensé que te molestaría. Nunca he hablado nada de tí con Gajardo. ¡Nunca! Y no lo haré nunca más. ¿Me perdonas, amorcito?

La cara de pena y de arrepentimiento que puso Gustavo conmovió a Vanessa.

Está bien, está bien. Te perdono esta vez. Pero no lo hagas nunca más, porque ya sabes que no quiero y que me enoja mucho. ¿Lo prometes?

Lo prometo, lo juro, nunca más, mi amor. Sólo tu y yo.

Y ¿te dio permiso?

Dijo que lo iba a pensar; que por ahora es imposible, pero que va a pensar cuándo podría ser.

Mmm! Ese Gajardo te tiene bien esclavizado ¿sabes? Eso no me gusta nada ¿sabes? De verdad que no me gusta nada.

Gustavo prefirió no agregar nada más. Se paró y le dio un abrazo apretado besándola en el cuello y acariciando sus cintura hasta que sintió que ella se relajaba en sus brazos.


 

* * *


 

Gajardo tenía nuevas instrucciones para Cano. Había comprobado que lo del viaje de Vanessa a Venezuela era cierto, y esto le hizo aumentar su confianza en el hombre que estaba preparando para reemplazar a Kessler en sus planes. Como siempre que le daban deseos de tener sexo con alguien que no fuera Graciela, su jovencísima asistente que lo estaba ya aburriendo porque no se mostraba siempre dispuesta a darle todo lo que él le pedía en la cama, se instaló en la chaise longue frente a la piscina, donde sabía que al verlo llegarían a bañarse dos o tres prostitutas que esperaban que él las eligiera para pasar la noche y obtener la correspondiente generosa propina. También era probable que invitara a conversar a alguno de los ejecutivos, lo que les daría la oportunidad de ser más de una o dos las que tuvieran trabajo bien remunerado esa noche. Por eso, cuando vieron al Administrador de Campo acercarse y sentarse al lado del jefe, se alegraron y prepararon para darles un buen espectáculo.

Es hora de dar un nuevo paso con la putita – comenzó Gajardo. – Me refiero a la putita venezolana, no a éstas que se están preparando ahí delante para nosotros.

Por supuesto, don Ramiro. Mande usted lo que debo hacer.

Tengo todo pensado, y tu serás el que ejecute el plan.

Sí, señor.

Lo primero es muy sencillo. Es hora de que Vanessa sepa que yo decidí que la compra de las Acciones se hará a tu nombre. Le dirás que estás reemplazado a Kessler en la organización de la Colonia, y que eso incluye tener esas Acciones a tu nombre.

Es fácil, señor. ¿Qué más?

Es fácil, pero debes hacerlo bien. Es importante que no te muestres demasiado interesado, y que ella entienda que tener esas Acciones no te hará rico, porque aunque tienen un valor, son solamente papeles que no te darán un poder especial en los asuntos internos de la Colonia. En otras palabras, ella no debe pensar que sus Acciones valen mucho dinero, sino al contrario, que son más una responsabilidad que un beneficio el que te estoy haciendo al ponerlas a tu nombre. ¿Entiendes?

Por supuesto, señor, no sólo lo entiendo, sino que también lo pienso así. Sé que estoy solamente poniendo mi nombre a títulos que en realidad son suyos y de nadie más.

Sí, pero esto último no debe pensarlo la chica. Si entiende que serás sólo un ‘palo blanco’, seguirá convencida de que me está vendiendo a mí, y como ella me odia no habremos ganado nada.

Entiendo perfectamente. ¿Debo intentar que baje el precio?

No, no. Solamente que cambie su actitud y se decida a vender de una vez. Lo del precio lo resolveremos de otro modo, y es la segunda cosa del plan que tú deberás ejecutar.

Voy comprendiendo todo, señor, y ya le dije que estoy dispuesto a ejecutar lo que me indique.

Bien. Debes preparar todo lo necesario para retener y encerrar al muchacho, Toño me dijiste que se llama. Y para pedirle a Vanessa un rescate por valor de seis millones de Globaldollars si no quiere verlo muerto.

Perfectamente señor. ¿Piensa que lo encierre en el búnker?

Gajardo lo miró, bajó los brazos y exclamó:

Gustavo Cano, te creía más inteligente.

Perdón, señor. Es que …, es que no he pensado en el asunto. Cuando el otro día me habló usted de esto, entendí que era solamente una idea.

Te lo diré una sola vez. Cualquiera sea el desenlace, sea que ganemos y soltemos al muchacho, sea que tengas que asesinarlo, nadie, nunca, podrá pensar que el secuestro tiene algo que ver con nosotros. Debes encontrar un lugar que no pueda relacionarse con la Colonia, y pedirle el rescate a Vanessa en forma enteramente anónima y que sea imposible que te relacionen de ningún modo. Recuerda que las compra de las Acciones, por la misma plata del rescate, será hecha a tu nombre, de modo que cualquier error te llevará a estar muchos años en la cárcel. A mí será imposible ayudarte si algo sale mal. ¿Entendido?

Entiendo, señor. No será tan difícil.

También yo creo que no lo es. Si fueras Kessler ni siquiera querría saber nada más. Pero como no te estoy encontrando tan inteligente, antes de ejecutar el trabajo me informarás de todos sus detalles.

Por supuesto, señor. Prefiero que sea así. Sé que no tengo la experiencia del general Kessler, señor; pero le aseguro que lo haré todo bien.

Diez días, un máximo de quince, me parecen suficientes para que prepares todo y vengas a informarme para darte el ¡vamos!

Sí, señor. Es tiempo suficiente.

Bien, entonces ahora nos relajaremos. ¿Te parece encerranos con esas tres putitas, los cinco juntos, esta noche?

Gustavo comprendió que no era una pregunta sino una orden. Asintió, aunque hubiera preferido irse a la granja y pasar la noche con Vanessa.


 

* * *


 

El sermón del padre Anselmo no había convencido a Eliney Linconao porque si su cultura mapuche lo llevaba a encontrar plausible todo eso del espíritu, su formación científica lo distanciaba de toda creencia en realidades de las que no se pudiera tener experiencias verificables. Pero la pregunta sobre el destino final del hombre siguió dando vueltas en su cabeza. Tuvo una idea y fue a conversarla con Rodrigo.

Me pareció interesante el sermón de Anselmo – le dijo cuando se sentaron a almorzar debajo de un quillay.

A mi también me gustó. Aunque no sé si lo entendí todo.

Yo pienso que el tema de la conciencia y del espíritu es en verdad importante. Como científico no se me ocurre por donde agarrarlo. Pero tengo una idea.

Dime, amigo.

¿Que te parece si invitamos una tarde de éstas, al padre Anselmo, al monje Tathagata y a la Machi Calfullanca a conversar sobre esto?

Excelente idea. Podríamos invitar también a Antonella, de la Cooperativa.

¿En razón de qué? ¿Por qué piensas en ella?

Porque he visto que todos los días se levanta muy temprano y se va a orar.

¿Todos los días?

Sí, madruga incluso más que el monje y sale a caminar. Después de un rato se pone de rodillas sobre el pasto, junta las manos y mirando al cielo reza durante varios minutos. Es una chica inteligente. Me contó que tiene una escuela en El Romero. Puede ser interesante lo que tenga que decir.

¡Hecho! Pero organízalo tú, porque si lo hago yo pueden pensar que es algo oficial y formal, dado que soy el coordinador.

De acuerdo. Te aviso. No creo que nadie se reste.


 

La conversación se realizó el sábado al terminar los trabajos, a la luz de la luna, bajo un sauce a orillas del río. Linconao introdujo el tema.

Creo, Anselmo, que tu sermón nos conmovió y nos dejó reflexionando un poco a todos. A mí en particular, como biólogo, me interesa comprender la conciencia. La neurociencia estudia el cerebro y sus funciones, descubriendo que la aparición del conocimiento sensible y su evolución hasta llegar a convertirse en reflexivo y consciente, se fue dando a medida que el cerebro fue alcanzando una creciente complejidad en los mamíferos superiores. ¿Por qué, entonces, no aceptar que la conciencia sea una realidad puramente material y biológica de alta complejidad?

Anselmo, interrogado directamente, respondió:

Yo no niego, al contrario, estoy consciente de que los fenómenos de la conciencia tienen sede en el cuerpo y en el cerebro. Las drogas, actuando sobre el cerebro, pueden crear estados de conciencia extraños, o hacernos cambiar nuestro ánimo. Pero la cuestión no es si, para que surja la conciencia tiene que haberse formado un cerebro complejo, de lo cual no dudo. Creer que los fenómenos de conciencia suceden desconectados del cerebro sería suponer que el ser humano está compuesto de un alma y un cuerpo enteramente separados y desconectados. Eso, por supuesto, no es así. De lo que se trata es de saber si todo fenómeno de conciencia se agota en lo que sucede en el cerebro. Pregunta pertinente porque, como dije en el sermón, las ideas y los razonamientos no son, en sí, materiales y biológicos, en cuanto son abstractos, esto es, representan formalmente, pero no materialmente, las cosas a que se refieren. La idea de árbol no contiene nada del árbol físico, y es distinta de la imagen del árbol que formamos en nuestra mente cuando lo percibimos con los sentidos. La ‘idea de árbol’ no se refiere a un árbol en particular, sino a todos los árboles, por lo que se dice que las ideas son universales. Las ideas trascienden el tiempo y el espacio.

¿Qué piensas tú? – Eliney dirigió ahora la pregunta a Tathagata.

Yo sé muy poco y nada, y solo ando en busca de la iluminación. Puedo contarles que en cierta ocasión Buda, después de una iluminación de varios días, fue a compartir lo que en ella aprendió, diciendo “he observado que nada puede existir por sí solo; cualquier cosa debe inter-ser con todo lo demás. He visto que todos los seres están dotados con la naturaleza del despertar”. Thich Nhat Hanh, un monje budista vietnamita, escribió que el Buda enseñaba a meditar sobre el reino de lo condicionado y el reino de lo incondicionado. En el reino de lo condicionado existen el nacimiento y la muerte, el antes y el después, lo interior y lo exterior, lo pequeño y lo grande. En el reino de lo incondicionado no estamos sujetos al nacimiento ni a la muerte, al llegar ni al partir, al antes ni al después. El reino de lo condicionado es la ola. El reino de lo incondicionado es el agua. Entre un reino y el otro no existe ninguna separación.

Se produjo un silencio. Los distrajo una bandada de pájaros que llegó a posarse en las ramas altas del sauce. Intervino la machi Calfullanca.

Todos los seres poseen un espíritu. Las personas, los animales, las plantas, las montañas, las nubes, las estrellas, las lluvias, los ríos, todo posee espíritu. El espíritu es el que hace actuar a todos los seres para bien o para mal, porque los espíritus son buenos y malos o intermedios. La machi escucha a los espíritus y ellos le enseñan lo que ella debe saber en favor de su comunidad. La machi también presenta ante los espíritus los sufrimientos y las necesidades de la comunidad. La tierra es como un paraíso habitado por muchísimos seres, que son y que no son los que vemos y oímos y tocamos.

Calfullanca guardó silencio y cruzó los brazos, como indicando que ya lo dijo todo. Pero Rodrigo no quedó conforme y quiso saber qué pensaba de la otra vida y del más allá.

No hay más allá y más acá. Todo es parte de lo mismo.

¿Qué pasa cuando morimos?

Cuando un hombre o una mujer mueren, el cuerpo regresa a la tierra y el espíritu visita a los abuelos. Todo es uno y todo vive y se mueve en el ciclo permanente del tiempo y del espacio.

Pasaron varios minutos en silencio. El cielo se había poblado de estrellas.

Fue Rodrigo el que finalmente tomó la palabra.

Recuerdo haber leído que Vincent Van Gogh, el gran pintor impresionista, en una carta a su hermano Teo, decía que cuando sentía muy fuerte la necesidad de religión, salía de noche a mirar las estrellas.

Anselmo comentó: – Creo que todas las personas tenemos necesidad de religión.

Y por eso las inventamos – replicó Eliney. – Hace tiempo leí que, o Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, o fue el hombre el que creó a Dios a su imagen y semejanza. Una de las dos afirmaciones debe ser la verdad. Y pienso que es verdad la segunda, porque en todos los pueblos las ideas sobre Dios y los espíritus son tan distintas unas de otras. Ellas corresponden a las culturas, a los modos de vivir, a las estructuras sociales y políticas de cada pueblo. Claramente, los humanos hemos sido los que creamos la idea de Dios y esas creencias sobre los espíritus. Creamos en nuestra mente dioses y espíritus semejantes a nosotros; seres que piensan y juzgan, que aman y odian, que tienen sentimientos y pasiones parecidas a las nuestras. Los hemos creado a nuestra imagen y semejanza, sin duda alguna.

Eso que dices es muy interesante – comentó Rodrigo. – Los dioses y los espíritus que hemos creado, son, valga la redundancia, espirituales. Si los creamos espirituales, y son nuestra imagen y semejanza ¿no será porque nosotros mismos somos espirituales? Si fuéramos solo materiales y biológicos, los crearíamos semejantes a nosotros, o sea materiales y biológicos, pero no espirituales.

Es muy interesante, Rodrigo – comentó Anselmo. – Además, no se trata de que si es verdad que creamos a Dios a nuestra imagen y semejanza sea falso que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Las dos afirmaciones pueden ser verdaderas, porque aunque emplean las mismas palabras “crear”, “Dios”, “semejanza”, significan distintas cosas. Cuando se dice que Dios creó al hombre, la palabra Dios se afirma como un ser, y el verbo crear tiene el sentido de poner algo en la realidad, de la nada. En cambio, cuando se afirma que el hombre creó a Dios, se trata de que el hombre elaboró una idea de Dios.

Antonella había escuchado todo en silencio pero muy atenta. Rodrigo pensó que era el momento de que dijera lo suyo.

Y tú Antonella ¿qué piensas? Te he visto rezar en las mañanas…

Yo creo y sé que hay Dios y que nos ama y que podemos comunicarnos con él en espíritu.

¿Lo crees o lo sabes?

Lo sé y lo creo.

¿Cómo es que lo sabes?

Porque lo siento. Lo sé, porque encuentro a Dios dentro de mí, y en las personas, y en todas partes y me comunico con él en la oración.

¿Y por qué dices que ‘crees’ en Dios?

Tengo fe, porque Él mismo nos ha dicho quién es y qué quiere de nosotros. Lo dicen los libros sagrados. Sé que hay Dios porque lo siento. Tengo fe porque él mismo se nos ha revelado.

¿Así de simple?

Pues, sí. ¿Por qué se complican tanto? ¿No les parece evidente, mirando las estrellas, los paisajes, los pájaros, los niños, que todo eso no puede ser por pura casualidad? ¿Y que el mundo tiene que tener un sentido y un fin, y también cada uno de nosotros? A mí me parece tan evidente que no tengo que pensarlo mucho para creer.

Anselmo quiso saber más sobre la joven que había visto varias veces en la iglesia los domingos.

Eres católica. Te he visto en las misas de la parroquia, aunque te sientas al fondo y nunca te acercaste a hablar conmigo. Pero no, no me estoy quejando, por Dios, al contrario. ¿Puedo preguntarte si crees que Jesús es Dios? Porque yo mismo, a veces, dudo.

Creo que Cristo es hijo de Dios, y si es hijo de Dios, es divino como el Padre.

Comulgas en la misa. ¿Crees en la eucaristía? ¿Que Jesús está en el pan y en el vino consagrados?

Él dijo que se quedaría con nosotros, y que lo recordáramos compartiendo el pan y el vino. Eso creo. La verdad es que me gustaría que la misa fuera una cena de verdad, y que compartiéramos el pan y el vino alrededor de una mesa, como en la última cena. Como era al comienzo de la iglesia, creo. Pero supongo que el modo de hacerlo tuvo que cambiar cuando los cristianos empezaron a ser multitudes. Supongo. Pero para mí no es lo más importante dónde se hace presente Jesús y comulgamos con él. Lo importante es que sea, que suceda.

¿Y crees que tenemos un alma?

Creo que también nosotros somos hijos de Dios, y por tanto que también somos algo divinos. Jesús decía: Padre nuestro, nuestro padre. No decía padre mío. Decía que él y nosotros somos hijos de Dios. Y que Dios nos ama como hijos. ¿Por qué no creer en todo esto? Es sencillo. Además, es lo más bello que pudiéramos imaginar. Para mí, que sea bello, y que sea bueno, son excelentes razones para pensar que sea también verdadero. Lo complicado es tratar de entenderlo todo.

Tathagata le preguntó:

Dijiste que sientes a Dios. ¿Has tenido experiencias místicas? ¿Iluminaciones?

No sé muy bien lo que eso significa. Pero en la oración siento que me comunico con Dios, que estoy con él, que estoy junto a él. Le hablo y sé que me escucha. Siento su amor y despierta mi amor. No sé qué más decir.

Se había hecho tarde y era necesario descansar para estar en condiciones de trabajar el día siguiente. Linconao se levantó y asumiendo ahora su rol de coordinador de las obras indicó que era hora de irse todos a dormir.

¿Dirás misa mañana? – preguntó a Anselmo cuando se iban.

Mañana no. La gente está muy cansada. Yo también, y no quiero quitarle horas al descanso de nadie.


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