X.
Wilfredo Iturriaga se comunicó directamente con Ramiro Gajardo. Ya no era la contraparte en las negociaciones con Vanessa puesto que operaba a su servicio, y no necesitaba la intermediación del abogado Rosasco que podría complicarlo todo.
– Le tengo una noticia buena y otra mala, don Ramiro.
– Dime de qué se trata.
– La buena es que la señorita Vanessa está dispuesta a venderle todo.
– La putita Vanessa querrás decir. ¿Cuál es la mala?
– La mala es que no acepta el precio que usted le ofrece. Está conforme con el precio de las parcelas, pero afirma que sus acciones en la Colonia valen mucho más de lo que usted le ofrece.
– ¿Cuánto quiere?
– Está pidiendo veinticinco millones, señor. Sé que es una locura, traté de convencerla, pero hace cálculos por el valor de las hectáreas.
Se produjo un silencio. Gajardo no confiaba en Iturriaga, y si debía negociar con Vanessa lo haría a través de Rosasco y no del que se demostró tan ansioso de hacerse rico fácilmente.
– Mira Wilfredo. Yo ya hice mi oferta, y te quedan sesenta días para que la concretes. Si no, simplemente no hay negocio. Házle saber a la putita, que estoy seguro de que tarde o temprano se va a dar cuenta de que le conviene. Me encargaré de ablandarla; pero haz tu parte.
– Entiendo, señor, entiendo y le encuentro razón. Pero esa chica es muy porfiada y está muy convencida de que la Colonia Hidalguía vale muchísimo dinero.
– Lo que vale Hidalguía no es lo que importa. Lo que debe a ella importarle es que yo soy el único comprador posible de esas acciones. Tienes que hacérselo saber. Explícale bien que los estatutos son muy claros al respecto.
– Seguro, señor, seguro. Es un buen argumento. Y si usted la ablanda, como dice, saldremos adelante con el negocio. Hasta luego.
– Hasta luego, señor.
Media hora después Gajardo ya tenía una idea de como ablandar a Vanessa y convencerla de que le venda al precio que él quería. Se había convencido de que amenazarla directamente era arriesgado, porque la putita se había demostrado más astuta de lo que creía, y no podía descartar que ella pusiera sus acciones al resguardo. Podría incluso ser que el mismo Iturriaga la estuviera asesorando, engañándolo a él, y que le explicara que poseer esas acciones eran como tener un seguro de vida, desde el momento que si ella fallecía el Estado se haría cargo de su herencia, que era un peligro mucho mayor para el proyecto Hidalguía, que el que representaban esas acciones en manos de Vanessa. Llamó al Administrador de Campo, que era el que más que ningún otro en la Colonia la conocía.
– Gustavo, necesito un informe detallado de las amistades de Vanessa. Las personas que ella más quiere, y por las cuáles estaría dispuesta a jugarse.
– No la conozco tanto, señor, para saber eso. Además – le mintió – hace tiempo que no la veo. Creo que la asustamos con los ratones y la caída del caballo, de lo que me culpó.
– No creía que tuvieras tan pocos recursos, Gustavo. Anda, acércate a ella, sedúcela otra vez.
– Pero, mi trabajo, señor.
– Te doy una semana de vacaciones. Vé a buscarla donde sea que se encuentre, y averigua quienes son sus amistades. Si en una semana no me tienes la información que necesito empezaré a creer que el cargo de Administrador de Campo te queda grande.
– Señor, no dude usted, que le entregaré un informe completo de lo que me pide.
Para Gustavo Cano tener una semana libre para pasarla con Vanessa era algo fantástico que no se esperaba. Conocer a sus amistades era una de las más fáciles tareas que le habían encomendado. Y su conciencia …, su conciencia ya estaba orientada a engañar de modo vil a la putita con la que pasaba muy agradables y placenteras noches.
* * *
El abogado Iturriaga quedó muy inquieto después de la conversación con Gajardo. Éste se había mostrado inflexible y no le había dado ningún margen de maniobra para negociar con Vanessa, y sabía que la chica era caprichosa y en su simpleza de pensamientos no era fácil de convencer. Decidió presentarse por sorpresa en el departamento de ella pensando que podría obtener su consentimiento a la oferta de Gajardo más fácilmente si la pillaba desprevenida y no le daba tiempo para prepararse. Tenía, también, la secreta expectativa de que Vanessa se presentara casi desnuda como la había encontrado la vez anterior que la visitó en su casa. Si es putita como dice Gajardo...
Tocó el timbre, pero quien se presentó en la puerta fue un hombre descalzo y sin camisa.
– ¿Qué desea? – preguntó Gustavo Cano abriendo apenas la puerta.
– Perdón. ¿No es aquí que vive la señorita Vanessa?
– ¿Quién la busca?
– Me disculpo, señor. Soy Wilfredo Iturriaga, abogado de la señorita Vanessa Arboleda. ¿Se encuentra ella en casa?
– Espere un momento señor Iturriaga – respondió Cano cerrando la puerta.
Dos minutos después la abrió Vanessa, despeinada, cubierta con una bata blanca. Detrás de ella el hombre que la acompañaba. A Iturriaga empezó a parecerle que en alguna parte lo había visto, pero no recordaba dónde. Vanessa le habló duramente:
– Wilfredo, te pasé mi número y quedamos en que me llamabas, no en que vinieras a verme.
– Me disculpo señorita. Lo que sucede es que hablé con el señor Gajardo y es urgente que conversemos.
– Bueno. Pasa, pero rapidito porque estoy ocupada.
Pasaron al living. Vanessa y Gustavo se sentaron en el diván y Wilfredo en un sillón frente a ellos. El abogado se distrajo un momento cuando la bata de Vanessa se deslizó dejándole ver una pierna; pero ello lo advirtió y se cubrió rápidamente.
– Señorita, lo que tengo que conversar con usted es delicado y debe ser en privado.
Vanessa miró a Gustavo y éste, comprendiendo, se levantó sin dejar de mirar al abogado. Recordó. Sí, lo había visto en la Colonia Hidalguía. Entró en la habitación, cerró la puerta, pero pegó la oreja esperando escuchar la conversación.
– Me disculpo nuevamente por molestarla, señorita Vanessa; pero era urgente hablar con usted. Lo que pasa es que presenté al señor Gajardo el precio que usted pide por las Acciones. Se rió a carcajadas cuando se lo dije. Yo le había advertido a usted que era demasiado.
– ¿Y cuánto me ofrece?
– Señorita, hice todo lo que pude para que subiera su oferta y logré que la aumentara a seis millones después de mucho insistir; pero no está dispuesto a pagar más, afirmando que es un buen precio. Y como yo persistí explicándole que usted había hecho el cálculo del valor por hectárea, me respondió que él era el único que podía comprarle sus acciones, porque los estatutos de la Sociedad Hidalguía establecen que pueden venderse solamente a los socios. Y eso es verdad, mire usted lo que dice aquí.
Iturriaga abrió su maletín, sacó un documento y le mostró un párrafo que había destacado en amarillo. Vanessa lo leyó, y después de pensar un poco argumentó:
– Bueno, si él es el único que puede comprarme las acciones, yo soy la única que se las puede vender. Así que estamos iguales. Si él no sube la oferta, yo no bajo la mía. Dile eso a Gajardo de mi parte.
El abogado se disponía a insistir, pero no se le ocurrió un buen argumento contra lo que había afirmado Vanessa. Ésta se levantó y caminó hacia la puerta dando a entender que la conversación había terminado. Wilfredo Iturriaga se retiró pensando que nunca había tenido clientes tan tercos como el jefe y la muchacha, ni que lo trataran con tanta displicencia. Pero debía aceptarlo. Lo que estaba en juego era mucho dinero para él. Pensó, además, que tenía una importante carta en la mano que mostrarle al jefe.
Vanessa tiró la bata al sillón y entró a la pieza donde la esperaba Gustavo tendido en la cama.
– Escuchaste todo ¿verdad?
Gustavo Cano había oído y entendido perfectamente la conversación entre Vanessa y el abogado. Una idea nueva había empezado a formarse en su mente; pero debía pensarlo bien y no decirle nada.
– Entendí que Gajardo no quiere dar su brazo a torcer.
– ¿Cómo lo ves?
– Me parece que es como un duelo entre tú y él. Me gustó lo que dijiste: él es el único que te puede comprar, pero tú la única que le puede vender.
– ¿Quién crees que va a ganar?
– Ay, no sé. El jefe es muy astuto; pero yo te cuidaré, y si me cuentas todo, lo podrás vencer. Pero debo decirte que el abogado ese no me parece tan de fiar. No vaya a ser que Gajardo se lo haya comprado.
– Lo pensé el otro día ¿sabes? Pero no creo. Lo conozco hace tiempo y es amigo de unos buenos amigos míos.
Vanessa se avalanzó sobre él. Gustavo entendió que no era el momento de preguntarle quienes eran esos amigos. No es el momento de hablar. Tengo que pensar. La tomó entre sus brazos, la besó con pasión y empezó a darle las caricias que sabía que la hacían temblar de placer.
* * *
Eliney Linconao dio comienzo a la reunión. Era la primera vez que se conocían y que se encontraban alrededor de una mesa. Estaban presentes los principales responsables de las actividades económicas, sociales y políticas que estaban transformando la vida de los habitantes del territorio determinado por los flujos de agua que conformaban la Cuenca de El Romero. Linconao había conversado antes con cada uno de ellos, convenciéndolos de que debían reunirse para analizar las condiciones y los severos problemas que los unían. Algunos habían aceptado la invitación con entusiasmo, otros se habían mostrado renuentes; pero todos finalmente aceptaron, al explicarles que un grave peligro los amenazaba a todos si no tomaban medidas urgentes para enfrentarlo.
Allí estaban Ramiro Gajardo y Benito Rosasco por la Colonia Hidalguía, Alejandro Donoso y Manuel Rosende por la Cooperativa Renacer, Rodrigo Huerta y Cecilia Campos por la Reserva de la Biósfera, el lonco Cayumanque y la machi Calfullanca por la comunidad Mapuche, el padre Anselmo por la parroquia, el monje Tathagata simplemente porque a Eliney Linconao se le ocurrió invitarlo, y la alcaldesa Simone Godoy por la Municipalidad de El Romero.
Linconao proyectó en el muro blanco un mapa de la zona que mostraba la compleja geografía del lugar, con los principales cursos de agua que como un complicado sistema circulatorio alimentaban la vida en sus variadas formas. Resaltados en distintos colores se apreciaban los espacios correspondientes a las organizaciones que se encontraban representadas por los asistentes a la reunión.
Ramiro Gajardo se sorprendió al ver que en el mapa aparecían con notable precisión y detalle la represa y las obras de canalización que la Colonia había construido no hacía mucho tiempo, las diferentes obras que habían instalado en el campo, incluido el Recinto-9 hacia el que llegaba el agua entubada y los motores que proveían la energía que mantenía el sistema tecnológico allí instalado. Incluso estaba marcado el domo en que vivía el monje en un claro del bosque. Por supuesto, él sabía que mapas detallados como ese se habían hecho en el pasado sobre todo el planeta; pero habían sido interrumpidos hacía varias décadas, en la época del Derrumbe del Poder económico, tecnológico, mediático y político global.
Al ver la sorpresa de algunos asistentes al ver el mapa, Linconao explicó que formaban parte de una gran investigación científica que estaba realizando un consorcio de universidades de varios países que operaban un sistema satelital inter-universitario. La investigación se centraba en el conocimiento de las condiciones en que se encontraban las principales Cuencas en peligro de destrucción de Sudamérica. Explicó que él se mantenía vinculado a ese proyecto de investigación, y que el mapa que les mostraba era el más reciente, cuya elaboración había solicitado expresamente para informar a los presentes sobre las peligrosas condiciones en que se encontraba la Cuenca de El Romero.
Enseguida procedió a mostrar una secuencia de fotografías, realizadas por él, todas del interior de la Reserva de la Biósfera. En ellas se apreciaba el grave deterioro en que se encontraban los bosques y plantaciones forestales de la parte noreste de la Reserva, precisamente aquella que se encontraba por sobre la Colonia, los campos de El Romero Alto y la ciudad de El Romero.
– Pero esto que ven no es lo más grave – explicó Linconao –, sino las consecuencias que el deterioro de los bosques ha tenido sobre el curso de las aguas que bajan de la cordillera y que confluyen en la Cuenca que nos sostiene a todos. Pueden ver, en esta segunda secuencia fotográfica, los avances de la erosión en todo el sector de los montes y quebradas de la precordillera, y esas enormes rocas que podrían caer en cualquier momento al río y provocar inmensos aluviones sobre los cauces que llegan a la represa. Si esto llega a ocurrir, y los estudios que me mandaron los colegas dicen que el peligro es inminente y que podría suceder en cualquiera de los temporales que ocurrirán en el invierno próximo, la represa será destruida, grandes cauces de agua se verán transformados en destructivos flujos de piedras y lodo, la agricultura de la zona quedará anulada por la irrupción de las aguas de regadío, y la ciudad de El Romero tendrá que ser despoblada por causa de la destrucción del sistema de agua potable.
Las fotografías eran demasiado elocuentes, poniendo en evidencia que la información que proporcionada Linconao era no solamente cierta sino realmente escalofriante. Se produjo un silencio, que finalmente fue interrumpido por el lonco Cayumanque que preguntó:
– ¿El gobierno está informado de esto? ¿Tiene el gobierno algún plan para enfrentar la situación?
Linconao miró a Rodrigo Huerta, quien explicó:
– Disponemos de esta información completa desde hace apenas una semana. Nosotros sabíamos del deterioro de los bosques y de la Cuenca, por eso organizamos esta reunión. Pero no conocíamos el peligro inminente de los aluviones. Cuando Eliney Linconao me informó lo que había descubierto recorriendo la montaña y siguiendo los cauces que forman el río, lo primero que pensamos fue que debíamos informar al gobierno central. Pero decidimos no hacerlo, considerando necesario que antes de tomar por nuestra cuenta cualquier iniciativa, debíamos informar a ustedes y analizar en conjunto la situación.
– La razón de esto – continuó explicando Linconao – es que nosotros sabemos lo que hace el Gobierno en situaciones como ésta. Como todos sabemos, el Estado no cuenta con recursos suficientes. Todos sabemos que apenas puede mantener malamente los servicios sociales básicos. Informado el Gobierno, lo primero que haría, lo sabemos, es decretar de inmediato todo el valle y la ciudad en peligro de desastre, y emitir la orden para que el ejército desaloje enteramente toda la zona en peligro. ¿Qué hizo el gobierno recientemente frente a la peste? Emitió un decreto de cuarentena, e hizo rodear la zona por el ejército. El Estado actúa así, y es lo que podemos esperar que haga.
Rodrigo Huerta tomó la palabra:
– La pregunta que nos debemos hacer es ésta: ¿informamos al Gobierno y nos preparamos para abandonar lo antes posible la zona y nuestros proyectos, o nos ponemos todos, seria y responsablemente, a enfrentar el problema, movilizándonos como sociedad organizada y poniendo en común nuestros mejores recursos para una tarea gigantesca, pero que podría realizarse en pocos meses si contáramos con miles de personas unidas tras el objetivo de salvar nuestro territorio?
Rodrigo Huerta tomó la palabra nuevamente:
– Ésa es, señoras y señores, la situación en que estamos. Si en esta reunión no sale un acuerdo convincente y que nos garantice a todos nosotros la posibilidad de enfrentar el problema con éxito, tendremos que informar al gobierno y a todos los ciudadanos para que se preparen para emigrar rápidamente hacia otros lugares más seguros.
– ¿Tienes un plan, supongo? - preguntó Gajardo.
– Sabemos lo que hay que hacer. Hay que ejecutar una serie de trabajos en toda la parte alta de la cuenta. Es necesario mover grandes árboles caídos y juntarlos en lugares seguros, donde no puedan rodar. Hay que despejar varios kilómetros de arenas en los cauces. Hay que remover en los bosques, material orgánico acumulado en la superficie, que impiden el escurrimiento de las aguas bajo tierra, y hay que hacerlo sin afectar la nutrición natural de los árboles y plantas vivas. Y hay que crear algunos diques, desplazando muchas y grandes rocas, en sectores especialmente afectados por la erosión y por anteriores aluviones. En resumen, un trabajo gigantesco. Que, además, debe ser realizado con ciencia y conciencia, porque los errores pueden ser fatales.
– ¿Has calculado qué es lo que, concretamente, se necesita?
– Para realizar los trabajos principales antes de que llegue el invierno, calculo a grosso modo que habría que contar con unos mil quinientos trabajadores bien dispuestos a trabajar duro durante dos meses; carpas resistentes para instalarse allá arriba con cierta seguridad; la logística necesaria para alimentar a toda la gente; camionetas y todos los medios de transporte y remoción de tierras que se puedan conseguir; herramientas manuales tales como carretillas, palas, chuzos, sierras, sogas, cuerdas, cadenas y otras. Podrían ser útiles algunos caballos de tiro y de montar. Y un equipo de ingenieros y técnicos, algunos ya trabajan con nosotros en la Reserva de la Biósfera, y hay otros que ya he contactado y que están dispuestos a venir a capacitar a los operarios y a dirigir obras.
Eliney Linconao concluyó diciendo:
– Tienen ahora ustedes la palabra. Lo primero es decidir si comunicamos la situación a las autoridades en Santiago, o decidimos enfrentar en conjunto la emergencia.
Los presentes no tardaron mucho en decidir unánimemente no informar al gobierno y enfrentar entre todos el problema. Quien fue más renuente a no informar a las autoridades de Santiago fue la alcaldesa Simone Godoy, pero finalmente adhirió a la opinión mayoritaria, de la que fue el más decidido impulsor Ramiro Gajardo, que temía más que nadie que el gobierno pudiera decretar la evacuación de la zona.
Gajardo comprometió tres jefes de obras, 400 obreros, una retroexcavadora que podría operar un máximo de 120 horas por la dificultad de obtener combustible, y dos camionetas de energía fotovoltaica. Rodrigo y don Manuel explicaron que esperaban contar con una gran participación de los campesinos socios de la Cooperativa, pero que cada familia debía decidirlo libremente. Aseguraron tres carretas de tiro y diez caballos. El lonco Cuyamanque y la machi Calfullanca aseguraron que podrían movilizar al menos doscientos buenos trabajadores mapuches. El padre Anselmo prometió plantear el asunto en la misa del domingo y convocar a todos los feligreses que pudieran contribuir. El monje Tathagata dijo que podían contar con sus brazos y con sus conocimientos de arquitectura. La alcaldesa explicó que los recursos municipales para emergencias se habían agotado, pero prometió hacer todo lo que le fuera posible, explicando sin embargo que los protocolos internos del Municipio requerían tiempo. Se comprometió a movilizar el Cuerpo de Bomberos y a otras organizaciones sociales con las que la Municipalidad se relaciona permanentemente.
Finalmente decidieron que cada grupo se encargaría de organizar su campamento y de asegurar la alimentación de su gente, proporcionando también las herramientas manuales que pudieran conseguir. Recalcaron la necesidad de no crear alarma en la población, por lo cual la convocatoria debía hacerse con motivaciones positivas de orientación ecologista.
Antes de retirarse acordaron hacer juntos, el martes siguiente, una visita a los lugares que les había mostrado Linconao en fotos, para cerciorarse cada uno personalmente de las condiciones en que debían organizar a su gente y sus aportes. Tathagata se excusó explicando que ya conocía toda el área.
* * *
– ¡Quiero que conozcas a mis mejores amigos! – Enfatizó Vanessa contoneando sus caderas y meciendo sus senos puntiagudos ante un Gustavo Cano que esa noche parecía ausente.
Era en eso mismo que el hombre estaba pensando. No terminaba de decidir cómo proponerle algo tan sencillo, que es lo más natural del mundo entre amantes que se quieren y que pretenden que su relación sea algo más que sólo encuentros sexuales pasajeros e intrascendentes. Pero Gustavo se complicaba por la sencilla razón de que conocer las amistades de Vanessa no era algo por él deseado porque la amara, sino un explícito encargo que le había hecho el jefe, y que él sabía que escondía la intención de dañarla. Por otro lado, sus propias intenciones le exigían proceder con extrema cautela ante ella, porque cualquier error podría desbaratar lo que había comenzado a planear.
Gustavo Cano, ex-teniente de la Marina, Administrador de Campo de la Colonia Hidalguía, se había propuesto volverla loca de amor y pasión, hasta el punto que estuviera dispuesta a seguir ciegamente sus consejos respecto al asunto que por azar e inesperadamente había caído en sus manos y que lo volvería definitivamente un hombre rico, poderoso e importante. Para ello necesitaba poner a Vanessa en condiciones de perder toda capacidad de sospechar de sus aviesas intenciones. Lo que había concebido era nada menos que lograr que Vanessa vendiera sus Acciones de la Colonia Hidalguía a Gajardo, pero que pusiera la condición de que ellas quedaran a su propio nombre, tal como antes el jefe las había puesto a nombre de Conrado Kessler, que fue durante años su hombre de confianza.
Para lograrlo tenía que jugar muy fino, pues era necesario no sólo obtener simultáneamente la confianza de la vendedora y del comprador de las acciones, sino además, hacer que ambos le otorgaran la misión de negociar informalmente en su beneficio y, finalmente, que decidieran conforme a sus indicaciones.
La invitación de Vanessa a conocer a sus mejores amigos le resolvía el primer dilema: obtener la información que le pedía el jefe sin tener que preguntarle nada, y por tanto, sin levantar la menor sospecha en Vanessa. Además, no solamente tendría los nombres sino que podría dar al jefe detallada información de donde vivía, en qué condiciones, cuáles eran sus relaciones sociales y todo lo que fácilmente averiguaría en la visita que haría.
– Si tu quieres que los conozca, está bien, querida. Por mí preferiría no … – Cano dejó la frase sin terminar; pero en seguida agregó: – Si es lo que tu quieres, por supuesto que sí. Vamos a visitarlos cuando tú quieras.
Vanessa saltó de contento y se lanzó sobre él cubriéndolo de besos. Comenzaba a creer que era posible que su relación con el ex-teniente llegara a ser algo más que un episodio más de su variada y compleja vida sexual.
– Me estoy enamorando de tí ¿sabes?
– Yo también querida, yo también. Pero no querrás que vayamos ahora donde tus amigos, porque tengo ideas de algo mejor y más entretenido que podemos hacer aquí esta noche.
– Y yo quiero conocer esas ideas nuevas que dices.
Gustavo estiró un brazo y cogió uno de los claveles rojos con los que llegó a encontrarla esa noche y que ella celebró repitiendo que eran las flores más hermosas que había recibido en su vida. Vanesa cerró los ojos cuando comenzó a sentir la suavidad de los pétalos que recorrían sus senos y el aroma que la hizo imaginar que estaban en un jardín ameno de flores y de mariposas de todos los colores.
Cuando despertó en la mañana recordó que el padre Anselmo en un sermón había explicado que el sexo con amor es infinitamente mejor que el sexo que responde sólo a las necesidades del cuerpo. Sí, estoy enamorada. Por primera vez en mi vida estoy de verdad enamorada.
– Quiero que vayamos esta tarde a visitar a mis amigos.
– Como tu quieras, Vanessa, como quieras.
Cuando ella se metió en el baño Gustavo llamó al jefe para explicarle que no volvería a la Colonia hasta la noche, porque estaba a punto de obtener toda la información que necesitaba.
Llegaron a la granja en la camioneta roja. El Toñito al verlos entrar corrió hacia ellos y se pegó a Vanessa en un largo abrazo impidiéndole avanzar, mientras miraba con sospecha al hombre alto que la acompañaba. Antonella y Alejandro los recibieron con la sencillez y el cariño acostumbrados.
Vanessa les había anunciado la visita con una formalidad que le desconocían, por lo que comprendieron que para ella se trataba de algo especial: iba a presentarles a su novio, al que amaba y ante quien quería mostrarle que tenía tan buenos, inteligentes y bellos amigos. Para ella, que había tenido una vida siempre azarosa y desordenada, sus amigos representaban lo que más se aproximaba a lo que podía imaginar que fuera una familia.
Vanessa se había esmerado en estar bellísima y radiante, aunque había preferido ir en pantalones para no incomodar a Vanessa que no apreciaba que a Alejandro se le desviara la vista hacia sus largos muslos al sentarse en los sillones. Había decidido que esa tarde todo sería perfecto. También Gustavo estaba interesado en dar una buena impresión ante los amigos de Vanessa pensando que le sería útil ganarse también su confianza. Por ello iba en blue jeans y chaqueta deportiva, queriendo mostrarse juvenil, informal y despreocupado.
Vanessa quiso guiar a Gustavo por toda la granja. Toñito no se separó de ella y los acompañó tomándola de la mano. Ante cada lugar que recorrían Vanessa iba explicando a su novio los detalles que le parecían más interesantes, y le fue contando como ella misma había trabajado desmalezando el huerto, alimentando a las gallinas, cosechando frutas, cortando el pasto, en aquél mes que reemplazó a Antonella en la escuela cuando ella se rompió la cabeza al caerse de la higuera. Gustavo se ganó la confianza del Toñito al contarle que había sido marino y recorrido en barco mares inmensos.
– Ella fue profesora en la escuela y los niños la querían mucho – quiso también hacer su aporte.
– ¡Eso no me lo habías dicho! – comentó Gustavo mirando a Vanessa. Y en seguida dirigiéndose a Toñito:
– ¿Quieres que te lleve en hombros?
Así, con el Toñito en hombros de Gustavo y Vanessa tomando de la mano a su novio, Alejandro y Antonella los vieron acercarse a la casa y los invitaron a servirse lo que habían preparado para atenderlos. Gustavo, bajando al niño que corrió a sentarse a la mesa, preguntó donde podía lavarse las manos.
La conversación que tuvieron esa tarde fue cordial y entretenida. Gustavo se mostró interesado en conocerlo todo sobre la vida en la granja, las actividades de Alejandro en la Cooperativa y sobre Antonella y Toñito en la escuela. Menos dispuesto se mostró a hablar sobre la Colonia Hidalguía, y cada vez que Alejandro le preguntaba algo trataba de desviar el tema y contar algo de sus experiencias y aventuras cuando fue marino, sobre lo cual contó con el interés especial de Toñito. Vanessa lo comentaba todo con entusiasmo, tanto lo que explicaba Alejandro como lo que contaba Gustavo.
Solamente Antonella, que poseía la singularidad de intuir y comprender la intimidad de las personas, se mantuvo casi todo el tiempo en silencio, observando los comportamientos, gestos y miradas que sucedían en su presencia, y siguiendo atentamente el curso de las conversaciones. No le gustaba, no le gustaba nada el tal Gustavo Cano, ex-teniente de la marina, actual Administrador de Campo de la Colonia Hidalguía, y amante y novio de su muy querida amiga Vanessa. Intuía que algo turbio y oscuro había en ese hombre, que le parecía que en todo momento estaba actuando, y cuyas intenciones le parecían torcidas y engañosas. Pobre Vanessa, tan enamorada que está. Con todo lo que ha vivido no debiera ser tan ingenua. Cómo va a sufrir la pobrecita cuando descubra que este hombre al que adora no ha hecho más que engañarla, con quizás cuáles oscuros propósitos.
Ver el entusiasmo con que Vanessa celebraba cada pregunta, comentario o anécdota que contaba su novio, y “saber” que Gustavo no era el hombre que ella creía, le producía un profundo malestar. Pero no podía decir lo que pensaba y por eso prefirió mantenerse casi toda la velada en silencio. Solamente cuando Gustavo y Vanessa se disponían a retirarse les preguntó, solamente para ver la reacción de ambos:
– ¿Hacia dónde irán ahora? ¿A la ciudad o a la Colonia?
Gustavo miró a Vanessa esperando que ella respondiera.
– A mi departamento ¿verdad? – preguntó Vanessa mirando a su novio.
– Sí, por supuesto, como tú prefieras. Te llevo al departamento. ¡Vamos, mi amor!
Al verlos subirse a la camioneta y partir rumbo a El Romero Alejandro comentó:
– Me cae bien Gustavo. Creo que es el hombre que Vanessa necesita. Y se la ve tan feliz que da gusto verla. ¿Te parece a ti también?
No fue Antonella sino el Toñito el que respondió:
– A mi también me gusta Gustavo. Es simpático.
Antonella no dijo nada. No podía decirles que ese hombre le pareció falso, oscuro y oportunista. Pero no tenía derecho a expresar lo que pensaba, porque apenas lo había conocido y lo que sentía sobre él era solamente una intuición enteramente subjetiva. Además, el consejo evangélico de ‘no juzgar’ lo tenía siempre presente y no le gustaba ni siquiera pensar mal de nadie. La embargó la tristeza. Nadie conocía a Vanessa tan bien como ella, lo duro de su existencia, su soledad, y su inmensa capacidad de amar y de darse. Una lágrima corrió por su mejilla, que secó con el dorso de la mano para que pasara desapercibida. Sintió que debía protegerla, porque sabía que para ella era su única verdadera amiga; pero ¿cómo? La intensidad de su deseo de ayudarla se expresó en una oración ferviente que elevó al cielo. No nos dejes caer en la tentación. Líbrala del mal.
* * *
Ramiro Gajardo recibió a Gustavo Cano frente a la piscina, donde le gustaba mirar durante largo rato a las bañistas desnudas antes de llevarse a una o dos a su habitación. A una de ellas había hecho traer una botella de whisky, por lo que la muchacha podía entender que en esa ocasión probablemente fuera la preferida, lo que le permitiría sumar unos cuantos Globaldollars en su cuenta de ingresos y gastos que mantenía en el Criptomoney-sistem-game, que lamentablemente se encontraba casi siempre en rojo.
– Tengo toda la información sobre la chica, aunque tuve que superar barreras que en un momento me parecieron infranqueables – comenzó Cano pensando hacer el cuento largo para ganar puntos ante el jefe.
– Vamos al grano, que me interesa la información y no cómo la obtuviste.
El Administrador de Campo tuvo que hacer un buen recorte en la explicación que había preparado; pero igual procedió a informar al jefe aproximándose poco a poco a lo que sabía que más le interesaría.
– Wilfredo Iturriaga – comenzó – es una persona muy importante para Vanessa hoy día. Es su abogado, el cual forma parte de …
– Lo conozco. Sigue adelante.
– Vanessa tiene muchos amigos en Santiago. Algunos de ellos son personas muy importantes, como la esposa del ex-senador Larrañiche y la escritora Matilde Moreno. Ellos ...
– A esos también los conozco y no me interesan. Ahórrate los detalles y continúa.
– Hay una chica venezolana que Vanessa considera que es una buena amiga. Se llama Danila. No pude saber su apellido, que quizás ni Vanessa conoce.
– Esa Danila me interesa. ¿Qué averiguaste sobre ella?
– No mucho. Vanessa me la nombró en una ocasión y no pude hacer que me contara mucho. Supe que es venezolana y que tiene en Santiago un centro de masajes. Parece que se conocen hace años, pero están distanciadas por algún motivo que no me quiso contar. Por alguna razón no quiere hablar de ella.
– Mmm. Continúa.
– Vanessa cuenta que cuando estudió en un Instituto en Santiago tenía algunos compañeros, pero que perdió los contactos cuando se casó con el fallecido Carlos Cortés y se vino a vivir a El Romero.
– Bien. Y aquí en El Romero ¿a quienes frecuenta?
– Heredó una parcela que compró su difunto marido, por lo que forma parte de una Cooperativa de nombre Renacer, que tiene un almacén en El Romero. Pero Vanessa no se interesa mucho, no asiste a las reuniones y rara vez va a comprar a ese almacén. Es todo lo que pude saber de esa cooperativa, en tan poco tiempo.
– Bien. Me interesa que averigües todo sobre esa cooperativa y las relaciones que Vanessa tenga con esa gente.
Y agregó Gajardo, como hablando consigo mismo: – Da la idea de una mujer solitaria, lo que es extraño en una putita ...
– Pues, sí, es una chica solitaria. Solitaria e independiente. Me parece que no hace amistades estables con las personas que conoce. Pero falta lo principal. Vanessa sí tiene amigos en esta zona. Una pareja que mantiene una granja a la orilla del Camino en Los Campos de El Romero Alto. Se llaman Antonella Gutiérrez y Alejandro Donoso. Vanessa dice y repite que son sus mejores amigos. Una vez me dijo incluso que eran sus únicos amigos.
Ramiro Gajardo tuvo un ligero sobresalto que pasó desapercibido para Gustavo Cano cuando mencionó a Antonella Gutiérrez. Todo le indicaba que era la misma muchacha que Kessler y él tuvieron secuestrada en Santiago. También sabía de Alejandro Donoso, uno de los jóvenes que había contribuido a malograr sus planes. Se encontró con él en la reunión sobre la Cuenca y la Reserva de la Biósfera, pero en ese momento no lo relacionó con aquellos hechos. A Antonella y a Alejandro, Gajardo no los había llegado a conocer personalmente, pero sabía muy bien quienes eran porque Kessler le había entregado la más completa información sobre ellos. Información limitada a aquellos años pasados, por lo que no tenía idea de que se encontraran actualmente tan cerca.
– Dime todo lo que sabes sobre estos dos.
– Alejandro es el Presidente de la Cooperativa Renacer.
– Lo conocí el otro día. Háblame de su mujer.
– Antonella es una joven, hermosa y atractiva pero muy seria y callada. Tiene una pequeña escuela en El Romero, la Escuela Renacer.
– Algo sé sobre esa escuela, porque hace un tiempo un profesor de nuestra Escuela Hidalguía nos creó un serio problema con ellos. ¿Qué más sabes de Antonella?
– Viven con un niño, el Toñito lo llaman. No es hijo de ellos sino adoptado. Un día, hace alrededor de un año, llegó a su granja escapando y contando que alguien mató a su padre y a su hermano. Es un chico encantador, al que Vanessa quiere mucho. Lo vi aferrarse a ella cuando los visitamos en su casa, y a ella acariciarlo y jugar con él como si fuera un hermano menor. Creo que ese Toñito es la persona que Vanessa quiere más que a nadie en este mundo.
– ¿Fuiste a visitarlos?
– Sí. Estuve en su granja, que recorrí entera. Me costó un poco convencer a Vanessa de que entráramos a verlos, un día que pasamos frente a su casa.
– Bien hecho. ¿Qué más puedes informarme?
Gustavo le contó todo lo que llegó a saber sobre los mejores amigos de Vanessa, que era lo que realmente le interesaba en esta ocasión. Cuando finalmente confesó al jefe que no tenía más que informar, Gajardo le preguntó si quería quedarse esa noche con una de las prostitutas que, después de bañarse en la piscina se paseaban seductoramente delante de ellos con la expectativa de ser las elegidas. Gustavo se excusó diciendo que estaba cansado, pero ante la insistencia del jefe, a quien no le convenía disgustar ni contradecir, escogió a la más chiquita, una niña que difícilmente tendría dieciocho años, que le pareció suficientemente bonita y sexy como para pasar con ella una noche agradable. La muchacha le recordaba a una menor tailandesa que conoció en uno de sus viajes por el mundo.
* * *
El padre Anselmo estaba contento porque los asistentes a la misa no habían seguido mermando. No era que le gustara demasiado ver la iglesia llena, porque sabía que la mayoría iba a misa con la misma disposición con que se asiste a un espectáculo o a una reunión social. Esta vez quería que los asistentes fueran muchos porque la invitación que tenía que hacer a los feligreses era realmente importante, y necesitaba no sólo que muchos de ellos se sumaran sino que se convirtieran en promotores de la iniciativa entre sus familiares y vecinos.
Recorrió con la mirada las primeras filas, esperando ver a Vanessa, y luego las últimas donde acostumbraban sentarse Antonella y el Toñito. No podía saber que a esa hora Vanessa estaba durmiendo después de pasar la noche con Gustavo, y Antonella estaba preparando junto con Alejandro y la directiva de la Cooperativa Renacer la movilización de los campesinos para la recuperación de la Cuenca.
Queridos amigos y amigas, queridos hermanos.
Tal vez hayan ya escuchado que se está organizando una gran movilización ciudadana debido a que toda la provincia de El Romero enfrenta un serio peligro de sufrir un desastre de grandes proporciones. Un desastre que es necesario y posible evitar si todos le ponemos el hombro, juntos, antes de que llegue el invierno.
Yo no los quiero asustar, y de hecho se nos ha pedido expresamente que no debemos crear alarma pública para que la gente no salga arrancando de aquí; pero yo no les puedo mentir, y la verdad es que hay un peligro real y próximo de que, de aquí a dos o tres meses, se produzcan grandes aluviones en la zona de Los Campos de El Romero Alto y más arriba, que mezclarían las aguas con piedras y lodo y las desviarían de sus cursos actuales y incluso inundarían la ciudad, dejándola por cierto sin agua potable por mucho tiempo, de modo que todos tendríamos que emigrar hacia otras zonas, dejando abandonadas nuestras casas, negocios y actividades.
Lo que sucede, amigas y amigos, y yo lo he podido comprobar personalmente porque formé parte de una delegación que visitamos el lugar, es que la cuenca de agua que parte en la montaña y forma el río que riega los campos agrícolas y provee agua a la ciudad de El Romero, está a punto de colapsar. Causantes de ello han sido, por un lado el cambio climático, que ha alterado los antiguos equilibrios ecológicos, y por otro el abandono y la explotación irracional de los bosques, realizada sin respetar los ritmos naturales de recuperación de la biósfera. Se han producido deslaves, erosiones y acumulación de rocas, arena, troncos y materiales orgánicos en descomposición. Una cualquiera de las grandes tormentas de lluvia, nieve y vientos huracanados que acostumbramos tener en invierno, podría fácilmente provocar un inmenso y nunca antes visto aluvión de nefastas consecuencias para la vida humana en todo el territorio nuestro.
Las principales organizaciones de la zona, entre las cuales la Municipalidad con sus Servicios de Emergencia; la Cooperativa Renacer, la Colonia Hidalguía; la Reserva de la Biósfera; el Cuerpo de Bomberos, y por cierto nuestra parroquia, hemos decidido poner todos nuestros recursos y convocar ampliamente a todas las personas y organizaciones con las que mantenemos actividades, a una amplia movilización ciudadana, no por cierto para salir a la calle a protestar, sino para desplazarnos organizadamente hacia la montaña, instalándonos en campamentos provisorios, con herramientas, alimentos y la logística necesaria para sostenernos allá arriba durante aproximadamente dos meses de trabajo intenso.
Con el Equipo de Administración de la parroquia y con nuestras comunidades cristianas estamos organizando nuestra participación. Yo participaré en los trabajos, por lo que les adelanto que en las próximas semanas no tendremos misa en la parroquia sino en el campamento que crearemos en la montaña. Desde esta misma tarde, en nuestra oficina parroquial cada uno de ustedes puede obtener toda la información necesaria sobre la actividad, e inscribirse para participar voluntariamente en ella, sea aportando recursos o alistándose para integrarse a los trabajos allá arriba.
Esta actividad la realizamos como personas y habitantes que compartimos un territorio común, no como católicos. Nos sumamos a una movilización civil y ciudadana en las mismas condiciones y con la misma motivación que todos los demás grupos, que es la de salvar nuestro habitat, nuestras casas y nuestras formas actuales de vivir.
Sin embargo, quisiera compartirles algunas reflexiones de si acaso el hecho de que seamos cristianos implique que nuestro compromiso y trabajo tengan alguna cualidad o significado especial.
Las creencias que tengamos sobre el sentido de la vida y de la muerte nos influyen, en cuanto nos predisponen a actuar de un modo o de otro, con distintas actitudes, con mayor o menor confianza o temor. En este caso, las creencias cristianas pueden ser inspiradoras de un fuerte compromiso con la vida humana, con el bien de la comunidad, y con el cuidado y buen cultivo de la naturaleza entendida como creación de Dios. Pero pienso, por experiencia y conocimiento de mucha gente, que motivaciones y compromisos tan fuertes con la vida, la comunidad y la naturaleza se encuentran igualmente entre los ateos, los agnósticos, los de otras religiones y en personas de las más variadas creencias. Estoy seguro de que así lo vamos a comprobar una vez más cuando nos encontremos personas de diferentes orientaciones y pensamientos, en la dura tarea de restaurar la cuenca y domeñar el cauce de las aguas.
Pero más que las creencias, lo que nos proporciona energías diferentes, que nos hacen tener distintas actitudes y comportamientos, son los valores éticos, las virtudes morales y las experiencias espirituales que hayamos asimilado y vivido personalmente. En las Bienaventuranzas encontramos un catálogo de las mayores virtudes. Constituyen el ideal de vida que propone Jesús. Ustedes las conocen: Bienaventurados los pobres de espíritu, o sea, las personas que se saben y reconocen carentes y necesitados de Dios, que no se creen espiritualmente ricas ni superiores moralmente, que no son soberbias, ni afirman poseer las mayores riquezas espirituales. Bienaventurados los mansos, personas que poseen un espíritu de mansedumbre. Bienaventurados los que lloran y se entristecen frente al mal, el dolor y el sufrimiento que hay en el mundo. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Bienaventurados los misericordiosos, que saben perdonar y acoger a los demás sin discriminar a nadie. Bienaventurados los limpios de corazón, esto es, los que no piensan mal de los demás y están abiertos para amar a todos. Bienaventurados los pacificadores. Bienaventurados los que se la juegan por causas justas sin temor a ser perseguidos.
Tengo que decir que también estas virtudes, estas actitudes, estos modos de ser y de vivir, no son exclusivos de los cristianos. Muchos no cristianos viven a fondo esas virtudes, y muchos creyentes cristianos estamos muy lejos de ser consecuentes con ellas. También esto lo sabemos todos por experiencia.
Entonces, la pregunta es ¿hay algo que haga diferentes a los cristianos de los demás hombres y mujeres? Yo tengo, para esa pregunta, solamente una respuesta: tratamos de encontrar a Dios en todas las cosas, anhelamos tener una experiencia de Dios, aspiramos a la unión con Dios. Y eso nos mueve a buscar la plenitud humana, algo que podríamos llamar también la perfección. Es el llamado de Jesús que dijo: “Sean perfectos, como perfecto es el Padre de los cielos”. Algo que nunca alcanzamos, pero a lo cual aspiramos y buscamos, en el fondo, todos los seres humanos. Por eso yo digo siempre que todos tenemos necesidad de religión, o sea, de Dios.
Esta es la esencia del cristianismo. Pero que tampoco es exclusivo de los cristianos, pues pienso y veo que esa búsqueda de la plenitud, de la perfección y de Dios, se encuentra viva y activa, si no en todas, en muchas religiones y búsquedas espirituales. Porque esa es, en realidad, la esencia de la religión y de la espiritualidad, que se vive de distintos modos en las diferentes épocas, asociada a variadas creencias, experimentada de modos diversos según los contextos sociales y culturales.
Dicen que las montañas nos ayudan a encontrarnos con nosotros mismos, y nos llaman a mirar hacia lo alto. Espero que muchos nos sumemos y nos encontremos allá, en la gran misión de restaurar nuestra cuenca y nuestro territorio deteriorado, que nos convoca a todos.
¿Sigamos la misa?
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