XXII. DOS AÑOS DESPUÉS

XXII. DOS AÑOS DESPUÉS


Dos años después Ramiro Gajardo gestiona un pequeño pero lujoso burdel en la Avenida Balboa de la ciudad de Panamá. Después de un juicio que se extendió varios meses más de lo normal a causa de las maniobras dilatorias y las triquiñuelas procedimentales urdidas por Romano Cardelino, y de una importante suma de dinero en efectivo que le entregó personalmente al juez Rogelio Miranda, Gajardo fue dejado en libertad por falta de pruebas. Debió sin embargo devolver a la Colonia Hidalguía la suma de 18 millones de Globaldollards sustraídos por él indebidamente. Para disponer de ellos y salir del país con una suma que también le garantizara un buen pasar de por vida, procedió a modificar los estatutos de la Sociedad Anónima Hidalguía y puso en venta todas sus acciones, que fueron compradas por el Consorcio Cooperativo CONFIAR.

El burdel deja a Gajardo muy buenos ingresos que destina en gran parte a su entretención favorita. En las tardes se conecta al Criptomoney–sistem–game–hologramatic, que él mismo había inventado, pero que Rudolf Kurnov, siguiendo las indicaciones del nuevo Directorio de la Sociedad Hidalguía y Proyectos, había transformado en un exitoso sistema de Crowdfounding que captaba donaciones destinadas a financiar empresas e instituciones que cumplieran un conjunto de estrictas exigencias éticas, ambientales, educativas y sociales. El sistema, siempre operando desde el Recinto-9, captaba recursos provenientes de todo el mundo y favorecía iniciativas ubicadas especialmente en los países más pobres.

Ramiro Gajardo se había convertido en un asiduo participante, empleando inicialmente unos dineros que había puesto en el sistema cuando éste operaba bajo su control. Cuando el Criptomoney–sistem–game–hologramatic cambió su forma de operar, los que habían realizado inversiones en él fueron invitados a convertirlas en donaciones o a retirar su dinero. Gajardo quiso conocer lo que habían hecho con su invento, y se encontró con el holograma háptico de Vanessa, que seguía allí como uno de los premios a los que podían acceder los participantes en proporción al monto de sus donaciones.

Los premios virtuales a los que los donantes podían ahora acceder instalados tranquilamente en sus casas eran muchos y variados, incluyendo tours turísticos, viajes por el espacio, aventuras en la selva, experiencias de meditación que dirigía el monje Tathagata, sermones del padre Anselmo, y también los encuentros eróticos virtuales con la hermosísima Vanessa, en base a los registros audiovisuales y hápticos que le habían hecho durante los tres meses en que trabajó para la Colonia Hidalguía cuando tenía 23 años.

El hecho es que Gajardo quedó prendado de la belleza y de los atractivos de la joven, convirtiéndose en adicto a los encuentros virtuales con el holograma háptico de ella. Y para poder acceder a esas imágenes que transportaba a su habitación, transfería al Criptomoney–sistem–game–hologramatic la mayor parte de los ingresos que le generaba su negocio.

Ramiro Gajardo estaba, así, atrapado en su propia trampa, la que había ideado con la intención de que las personas se mantuvieran la mayor parte del tiempo encerradas en sus habitaciones y que redujeran al mínimo sus desplazamientos.


 

Después de la compra de las Acciones de Gajardo por parte del Consorcio Cooperativo Confiar, el Directorio de la Sociedad Anónima Hidalguía y Proyectos quedó conformado por Eliney Linconao como Presidente, junto a los Directores Alejandro Donoso, Fulvio Garmendia y Miriam Beraetze, en representación del CCC, y Vanessa Arboleda por sí misma.

Bustamante, Osorio y Sandoval se mantuvieron trabajando en la Colonia con los mismos cargos directivos, operando eficientemente ahora bajo la dirección de Eliney Linconao al que aceptaron y asumieron como su nuevo líder.


 

Las dos escuelas que mantenía Hidalguía, una en la ciudad y la otra al interior de la Colonia, fueron enteramente transformadas. La de El Romero quedó convertida en una Escuela de Artes, Oficios y Profesiones Técnicas. La de la Colonia se orientaba hacia la investigación y los estudios avanzados, tendiendo a ser un Instituto Universitario.


 

El monje Tathagata fue autorizado para crear en el lugar donde había instalado su domo, un monasterio budista en el que ya participaban otros tres monjes, y que comenzaba a ser visitado por los que ellos mismos llamaban no sin cierta sorna los “turistas espirituales”, pero entre los cuales de vez en cuando llegaban jóvenes y ancianos en busca de sanación espiritual, o que intentaban alcanzar experiencias espirituales auténticas.


 

La Escuelita de Antonella mantenía su pequeño tamaño inicial, que ella quería conservar, pero perfeccionando constantemente sus métodos pedagógicos y los contenidos de la enseñanza, en orden a formar personas lo más plenamente realizadas y felices posibles. Los estudiantes que egresaban de la Escuela tenían la posibilidad de seguir estudiando en las Escuelas de Hidalguía.


 

La Cooperativa RENACER continuaba expandiendo sus actividades, el número de sus asociados había crecido al integrarse a ella casi todos los parceleros de Los Campos de El Romero Alto, y en la ciudad se estaban formando cooperativas asociadas de consumidores, de ahorro y crédito y de artesanos. El sistema monetario de los Alientos se había extendido por todo el territorio y constituía una fuerza dinamizadora de la economía solidaria local.


 

En la montaña el proyecto de la Reserva de la Biósfera avanzaba constantemente en las tareas de restauración de los bosques y de mantención de la Cuenca. Todos los años en los meses de Marzo y Abril, se organizaba la colaboración de unas trescientas personas provenientes de la Colonia, la Cooperativa, las Comunidades Mapuches y la Parroquia de El Romero, que se ponían al servicio de las obras que era necesario realizar cada año para asegurar que no se produjeran desastres durante el invierno.


 

Eliney, Alejandro y Rodrigo se encontraban a menudo a conversar. Les atraía y entusiasmaba el proyecto fracasado de Gajardo, de constituir una Colonia Comunal Autónoma. La imaginaban incluyendo la Reserva de la Biósfera, la Colonia Hidalguía y Los Campos de El Romero Alto. Habían ya comenzado a pensar cómo debía estar organizada para asegurar la participación activa de todos sus habitantes: los trabajadores de la Colonia, los campesinos de la Cooperativa y los que vivían en las Comunidades Mapuches.


 

En la parroquia del padre Anselmo, después de la experiencia de trabajo en la montaña, se había formado una comunidad cristiana activa y entusiasta. Las misas del sacerdote habitualmente llenaban el templo. Antonella asistía todos los domingos acompañada por el Toñito, y de vez en cuando también por Vanessa. Ese día escucharon el sermón siguiente:


 

Queridos amigos y amigas, queridas hermanas y hermanos:

Dicen los teólogos que la misión de la Iglesia es salvar a los hombres. Lo que yo entiendo es que la misión de la Iglesia, de la religión, de todas las religiones, es ayudar a las personas a que vivamos felizmente como hermanos y que nos encontremos con Dios. Porque ¿qué otra cosa puede entenderse por la palabra ‘salvar’?

Pero hoy la Iglesia nuestra se encuentra en una muy aguda y profunda crisis. Lo demuestra, entre tantos otros, el hecho de que aquí en El Romero va quedando solamente esta parroquia, con éste único cura, cuando hace cincuenta años había aquí siete parroquias y doce capillas atendidas por catorce sacerdotes. Entonces, pienso yo, lo que parece necesario, y lo que nosotros quizás estamos llamados a hacer, es empezar por salvar a nuestra Iglesia de esta agonía lánguida en que se encuentra en el mundo actual; un mundo que está comenzando a salir de su propia grande crisis.

La crisis que vivimos en la Iglesia es muy profunda y extendida. Están en crisis nuestras creencias. Está en crisis nuestra acción en el mundo. Y está en crisis nuestro propio sentido espiritual.

Lo que yo pienso, amados hermanos, es que para superar esta crisis y salvarse del desastre, es necesario que sucedan tres cosas en nuestra Iglesia y me atrevo a decir que en las religiones en general.

La primera es una profunda renovación intelectual, una re-elaboración del mensaje de Jesús, en nuestro caso, a la luz de los nuevos conocimientos científicos y filosóficos. Los hombres de hoy han madurado, son adultos, necesitan una fe de personas inteligentes y conscientes, que ya no aceptan las creencias infantiles que durante mucho tiempo se predicaron a los pueblos humildes e ignorantes.

Hay que re-pensar las creencias sobre Dios y el mundo, sobre el hombre y el alma humana, sobre el sentido de la vida y de la muerte, sobre la relación entre las creaturas y el Creador, sobre la oración y sobre la vida espiritual.

Lo segundo que debiera suceder en nuestra Iglesia y en las religiones, es que hagamos nuestro, y que participemos activamente y nos comprometamos con entusiasmo, en el gran proyecto histórico de crear y desplegar una nueva civilización, en cada localidad y territorio y a nivel planetario. ¿Cómo podríamos no hacer nuestro el proyecto de una civilización de personas y comunidades creativas, autónomas y solidarias?

Es un grandioso proyecto civilizador, pleno de sentido, que por cierto no es exclusivo nuestro sino que, al contrario, está en curso por la acción y las iniciativas de muchos grupos, y al cual podemos y debemos sumarnos, contribuyendo con nuestras ideas, nuestros valores, nuestra solidaridad, nuestra inteligencia y nuestro amor.

Lo tercero que debe suceder para salvar nuestra Iglesia, y que ha de ocurrir en todas las religiones, que no es lo último sino quizás lo primero, puesto que es lo que nos dará la fuerza para los dos procesos anteriores, es una profunda renovación moral y espiritual. Es indispensable que surjan hombres y mujeres santos, de profunda y fuerte y consistente vida espiritual.

La Iglesia venera a sus santos. Siempre los ha habido, y han surgido en los tiempos más difíciles y duros de la historia de la Iglesia en el mundo. Se ha tratado, siempre, de hombres y mujeres normales, iguales a cualquier otro, pero que se propusieron en sus vidas llegar a ser más que lo que habían sido, y que con su empeño y con la ayuda de Dios lo lograron. Son hombres y mujeres singulares que se distinguen por su gran sabiduría, la pureza de alma y el compromiso existencial con sus hermanos.

Personas así han surgido especialmente en las épocas difíciles. Esas personas singulares poseen carismas especiales que corresponden a las necesidades de la humanidad. Algunas pueden leer la mente y el corazón de las personas; otras son capaces de sanar enfermedades; o de anunciar el futuro y de crearlo mejor que el presente; o de atraer multitudes con el poder de sus palabras; o de realizar obras sociales de inmenso beneficio humanitario, aún sin contar con los medios materiales para ejecutarlas. Poniendo en acción tales virtuosas singularidades, esos hombres y mujeres santos son los que a lo largo de la historia, poco a poco, van conduciendo a la humanidad entera hacia una vida espiritual más plena y hacia el encuentro con Dios.

Yo creo muy en serio que aquí, en la ciudad de El Romero y en sus alrededores, sean o no miembros de nuestra pequeña comunidad parroquial, existen y están trabajando numerosas personas así, comprometidas, generosas, santas, que trabajan en esta ciudad, en estos campos y en esos bosques y montañas que quienes fuimos a trabajar allí aprendimos a sentir que son nuestros y que tenemos sagradas responsabilidades con ellos.

Ahora, queridos hermanos y hermanas, la misa debe continuar.


 

Antonella se dio cuenta de que el Toñito estuvo todo el día retraído. No corrió de un lado a otro disparando con su honda ni se subió a todos los árboles de la granja. Lo vio pasearse tranquilo, sentarse en el césped y observar el paso de las nubes. Durante el almuerzo se mantuvo en silencio en vez de relatar con divertido entusiasmo todo lo que había hecho y visto. En la tarde se subió a un árbol y se estuvo quieto allí durante horas.

Cuando en la noche Antonella fue a darle el beso y desearle dulces sueños. le preguntó:

¿Cómo estás, Toñito? Noté que estuviste todo el día pensativo.

Sí, madre, estoy muy bien. Es sólo que he estado pensando en lo que dijo el padre Anselmo en la misa. Cuando terminó el sermón sentí como un calorcito en el pecho, algo en el corazón. Como una llamada ¿sabes?, una invitación a ser uno de esos santos de los que habló. ¿Crees, madre, que podría yo ser uno de esos hombres que se entregan a Dios y a los demás y que ayudan a salvar el mundo?

Antonella lo miró a los ojos, le dio un beso en la frente y le dijo:

Toñito, lo que yo creo es que tú puedes ser todo lo que quieras ser. Lo importante es que seas fiel a ti mismo, y eso significa seguir lo que te indique tu corazón y tu conciencia.

Eso estaba yo pensando arriba del árbol, madre. ¿Puedo pedirte algo?

Por supuesto, hijo, lo que quieras.

Quisiera que no me llamen más Toñito. Tengo ya doce años y medio. Y hoy por primera vez siento que ya no soy un niño chico. Siento que hoy día crecí mucho.

Eso me parece maravilloso. Dime ¿cómo quieres que te llamemos?

Antonio, como me llamo.

Seguro, Antonio. Y aunque eres grande ¿me dejas darte ahora un consejo?

Sí, madre, por favor, no dejes nunca de ser mi madre y de cuidarme y quererme igual que hasta ahora. ¿Qué quieres que haga?

Se me ocurre que podrías escribir eso que sentiste y que pensaste hoy día. Y, si quieres, podrías empezar a escribir un diario en que cuentes, sólo para tí mismo, lo que vayas viviendo, sintiendo y pensando.

¡Me gustó!

Entonces te paso un cuaderno.

Cuando Antonella volvió a la pieza con el cuaderno y el lápiz, encontró al Toñito sonriendo. Lo abrazó y lo dejó con sus nuevos sentimientos y pensamientos.


 

* * *


 

¿Y Vanessa? Vanessa había instalado en la ciudad de El Romero su soñado Centro de Cosmética, Terapias Alternativas y Bio-danza empleando en ello el dinero que le quedó de la venta de las parcelas y del palacete en Santiago, después de pagar las Acciones que compró a Gajardo. Con ella trabajaba Andrea Rosmino, la compañera de curso a la que había visitado en uno de sus viajes a Santiago, a quien encontró trabajando muy mal pagada en una empresa productora de perfumes y jabones, y a la que había prometido ir a buscar cuando instalara el Centro.

Pero no era eso lo único en que Vanessa ocupaba el tiempo. Por esos días lo que la hacía más feliz y sentirse plenamente realizada, era amamantar, cantar dulces canciones de cuna y pasear en un cochecito rosado, a la pequeña Mailén Antonella Linconao Arboleda, una bebé de tan solo tres meses, tan hermosa como debió hacer sido ella a esa edad.


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