XIX. Florencia sacó un cuaderno de su mochila y comenzó a estudiar.

XIX.

 

Florencia sacó un cuaderno de su mochila y comenzó a estudiar. Le molestaba que Cecilia la vigilara, por lo que apenas vio que la secretaria caminó hacia el baño se levantó y cerró la puerta. Cecilia no tardó en volver, y viendo que la puerta de la oficina de San Julián estaba cerrada la abrió de par en par, sin decir nada.

Florencia, molesta por la desconfianza que le mostraba la secretaria, puso los pies sobre el escritorio del profesor y se recogió el vestido dejando ver enteramente sus piernas desnudas. Cecilia entonces se acercó a ella y le dijo con voz enérgica:

— ¿No te das cuenta de que aquí vienen profesores y estudiantes? ¿Qué pensarán si te ven así? ¿Qué pensarán y qué dirán del profesor?

Florencia la miró sin cambiar de posición y respondió con voz suave, apenas audible:

— Entonces, cierra la puerta y no dejes entrar a nadie.

Cecilia emitió un gruñido y salió de la oficina dando un portazo.

Cuando una hora después volvió el profesor la secretaria se apresuró a abrirle la puerta. Se tranquilizó al ver que Florencia estaba sentada y bien compuesta con el cuaderno en las manos, estudiando.

— ¿Cómo estuvo la reunión? – le preguntó cuando él cerraba la puerta.

— Todo bien. Asuntos administrativos que resolver, nada especial.

— Entonces ¿puedes ahora decirme si crees que Dios existe?

— ¿Por qué me lo preguntas?

— Es que, cuando me explicabas que los científicos no crean las micropartículas y sus interacciones con sus hipótesis sino con los experimentos, me acordé de que una vez en el colegio le pregunté a un cura cómo hizo Dios para crear el mundo. Me dijo que lo creó con el pensamiento, pensando. Lo relaciono con lo que me explicaste. ¿Será que en eso consista la acción de Dios, que crea las realidades al concebirlas, y que con el pensamiento genera realidades independientes de él mismo?

— Muy interesante lo que dices, Florencia. Lo cierto es que crear con el pensamiento es un poder que nuestra limitada conciencia humana no llega a tener. Pero, como ves, si mi hipótesis es correcta, no estamos tan lejos de ello, pues creamos realidades nuevas con experimentos guiados por nuestras ideas e hipótesis. ¡Fíjate! Hasta hace poco nuestra capacidad de crear se limitaba a la posibilidad de combinar elementos existentes, dando así lugar a nuevas estructuras y formas complejas. Construíamos por combinación de cosas, de partículas, de energías dadas. Ahora la física nos pone en condiciones de crear por fraccionamiento. No construir realidades más grandes a los elementos con que las hacemos, sino más pequeñas. Creamos realidades más simples, más pequeñas que las existentes, y con ellas podríamos imaginar que en el futuro podamos crear otras formas de la materia, realidades complejas antes inexistentes, combinándolas de formas completamente originales esos nuevos elementos simples. Esto, en el supuesto de que mi hipótesis sea cierta.

— Me gusta más creer que es posible que se haga todo lo que pensemos e imaginemos. Porque entonces ¡todo sería posible! ¡Absolutamente todo!

— Seríamos Dios.

— El cura decía que según la Biblia somos semejantes a Dios.

— Bueno, si Dios existe como creador, seríamos semejantes a él. Pero no pienso que sería más hermoso si creáramos con nuestra conciencia. Sería más fácil crear y transformar el mundo, pero no más hermoso, por una sencilla razón: nuestra subjetividad es limitada, no somos capaces ni siquiera de imaginar la infinita riqueza y variedad de realidades increíbles que encontramos ya hechas en la naturaleza y que nos sorprenden cada vez que las vamos descubriendo. Piensa en la infinita variedad de especies animales y vegetales, de paisajes, de estrellas y fenómenos celestes. Piensa en el fascinante mundo de lo infinitamente pequeño y de lo infinitamente grande. ¡Qué lejos se encuentran nuestros artistas de inventar todo aquello! Y eso que en sus creaciones utilizan y se basan en esas realidades ya existentes. Piensa ¿acaso nosotros hubiéramos podido crear una materia en proceso de creación de sí misma, que da lugar a la creación de realidades nuevas a través de nuestra propia ciencia?

— Tal vez tengas razón. En todo caso, tu teoría es fascinante. La física es fascinante.

— Pero no es sólo eso —agregó San Julián sin comentar esta vez la observación de Florencia. —Hay algo más que me parece entrever. Mira, si mi hipótesis es cierta, en ella estaría contenida, en germen, la posibilidad de unificación de todas las ciencias, tanto de las ciencias físicas como de las ciencias históricas. El sueño de toda filosofía y de toda ciencia podría cumplirse. Porque si es verdad que participamos en la creación de la materia, la realidad física no sería algo enteramente dado, algo que está ahí. Se nos presentaría más bien como acontecimiento. De hecho, la biología nos muestra la aparición y evolución de la vida, y la física nos pone en presencia de la evolución de la materia: nos muestra el nacimiento y la muerte de partículas pequeñísimas y también de estrellas, de galaxias, de hoyos negros. Pero la historia de la materia y la historia del hombre han estado hasta hoy enteramente separadas. Pero ahora, cuando el científico produce nueva materia, partículas, ondas, energías nuevas, nos estamos introduciendo en la historia de la materia. La historia de la materia y la historia del hombre, la del objeto y la del sujeto, se unieron en un punto y en el exacto momento en que en su laboratorio un físico produjo el primer acontecimiento humano de creación de un nuevo tipo de materia. Desde entonces la historia del hombre se entrelaza con la historia natural, y ya no hay sino una sola evolución. Y en el futuro será posible la unificación de todo el saber, porque la física se habrá convertido en historia, o mejor, en algo así como "histofísica", ciencia única de la realidad objetivo-subjetiva en proceso de permanente transformación.

El entusiasmo de San Julián iba creciendo a medida que hablaba, y ese entusiasmo se iba trasmitiendo a Florencia, que sentía que su espíritu se expandía junto al de su amado profesor. Por primera vez intuyó lo que podría ser aquel placer intelectual del que le hablaba Fernando con tanto entusiasmo y pasión, y que en ella se entremezclaba en ese momento con el amor que sentía en su corazón. Un ligero estremecimiento recorrió todo su cuerpo. Su conciencia, sin embargo, estaba en el máximo de su lucidez. No quería que el profesor diera por terminadas sus explicaciones, por lo que agregó para incitar a San Julián para que continuara hablando.

— Pero tú decías hace un momento que la realidad es objetiva y no subjetiva como nuestra conciencia. Pues, con lo que dices ahora estos conceptos de lo subjetivo y lo subjetivo ya no me resultan tan claros, porque ambos se entremezclan en la realidad. ¿Qué significa que nuestra conciencia es subjetiva y que la realidad es objetiva?

— No es exactamente así. La realidad puede ser objetiva y subjetiva. Nuestra conciencia es parte de la realidad objetiva, y es subjetiva.

— Pero ¿qué significa eso?

— Mira, nuestra conciencia es real; pero no hay en ella un átomo de materia, ni siquiera la más minúscula de las partículas que encontramos o creamos en la materia. ¿Cuánto pesa o cuánto mide la idea de relación, o la idea de forma? ¿Cuántos Quarz podrán encontrarse en el concepto abstracto de pauta probabilística? ¿Y cuál es el peso específico o el número atómico del amor que siento por ti?

— Pero es una corriente de fuerzas que atrae irresistiblemente tu mirada hacia mis ojos ¿no es así?

San Julián sintió que su corazón se inundaba de gozo, pero respondió como si nada hubiera ocurrido en ese momento en su alma.

— Sí. Pero ¿crees que un experimento físico podría identificar la longitud de onda de dicha corriente de amor? ¿O la cantidad de gramo-ponds que despliega esta fuerza?

— ¡Bah! Espero que no se trate sólo de gramo-ponds, sino de kilo-ponds, o ¿tal vez de toleladas-ponds?

— Toneladas, toneladas —respondió muy serio el profesor extendiendo los brazos hacia el infinito dejando traslucir la gracia que le hizo la observación de Florencia.

— Bueno, sí, tienes razón, porque en esto parece que eres lo más subjetivo e impreciso posible. ¿De verdad me quieres mucho?

— De verdad.

— ¿Me amas?

— Te amo. ¿Y tú, me amas también un poquito?

— Un poquito. Pero estamos hablando de otra cosa ahora.

— ¿Sólo un poquito?

Florencia no respondió, limitándose a levantar los ojos y los hombros en un gesto ambiguo.

— Entonces ¿qué más quieres saber?

— Todavía no me has explicado qué es lo objetivo y qué resulta ser después de todo esto la materia. Porque pareciera que nos hemos reconciliado con las partículas y con las ondas, que antes creí que habías descartado para quedarte con tus famosas pautas probabilísticas.

— Veo que tu intelecto funciona muy bien. Entonces te explicaré otra idea que se me hizo clara en aquella intuición mientras miraba el mar...

— ¡En mis ojos! ¿Pero entonces significa que me estabas ocultando algo importante? ¡Eso no es justo, no es leal, no pensé que pudieras hacerlo! Creo que te odio.

San Julián se hizo el desentendido con el supuesto enojo que asomó en los ojos intensos de Florencia y agregó:

— ¿Qué es la materia? ¿Qué es la realidad objetiva? ¿Cómo se compone internamente? Esa es la pregunta crucial. Lo que he llegado a entender es que ella se compone de... No, no es que se componga... No sé cómo explicarlo. A ver, empecemos de nuevo. Decíamos que la realidad existe antes que nuestra conciencia, como algo que está ahí; pero el sujeto, la ciencia interviene en la generación de realidades nuevas que antes no existían. Entonces, antes de la acción del sujeto la realidad era algo; después de su intervención ha cambiado, tiene un "algo más". No sólo eso, sino que ha llegado a ser algo distinto en lo más íntimo. Pero ese "algo más", o eso distinto, ¿existía ya en la realidad objetiva? No en cuanto tal realidad objetiva; pero sí como potencialidad de llegar a existir y ser de ese modo. Digamos, entonces, que la realidad es algo, como resultado de su proceso anterior. A eso llamémoslo "acto", para usar una palabra antigua. Pero ella está en movimiento, en devenir, cambia, y llega a ser lo que estaba entre sus potencialidades, empiezan a existir las que antes eran realidades puramente "virtuales", posibles pero no realmente existentes.

— ¿Y entonces?

— Ten paciencia, que ya llegamos. Las potencialidades de la realidad, de la materia, parecen ser múltiples, tal vez infinitas, no sé; pero múltiples, como lo demostraría el hecho de que distintas hipótesis o postulaciones conceptuales de los científicos pueden llegar a ser reales, pueden llegar a convertir en acto lo que han postulado, a través de apropiados experimentos. La ciencia postula una onda, y descubre o crea una onda. Postula una partícula, y la descubre o crea también. Postula una pauta de relaciones probabilísticas, y allí aparecen. Tratada la materia como onda se comporta como onda según lo esperado. Tratada de otro modo se comporta como partícula o como pauta según lo esperado en esa ocasión. Y así, múltiples otras posibilidades son abiertas por las investigaciones científicas que intervienen creativamente en la realidad.

— A ver si entiendo. Dices que la materia es una realidad compleja que en parte es y en parte no es: es lo que es y no es todavía lo que puede llegar a ser. En ello interviene la acción del sujeto, de la ciencia. ¿Eso?

— Exactamente. El sujeto no es un ser pasivo que simplemente descubre lo que existe y que es activado en su conocimiento al ser afectado por los fenómenos físicos. Es también un sujeto activo, que interviene y posibilita con sus hipótesis y experimentos la actualización de algunas de las tantas potencialidades de la materia. El intelecto y el sujeto muestran ser, a la vez, pasivo y activo, agente y paciente, como decían los antiguos. Receptor de estímulos que convierte en sensaciones, perfecciones y conceptos, y a la vez agente de procesos nuevos que transforman lo que existe y hacen aparecer realidades nuevas. Es generador de las realidades que postula, pero no por postularlas, sino por actuar conforme a esas postulaciones, modificando la materia con la materia, no con el pensamiento puro y abstracto. ¡Somos co-creadores de la creación! ¡Colaboramos en la creación de una realidad que no se encuentra terminada!

— Bueno, aceptemos que no podemos hacer cualquier cosa que pensemos. Pero dime, ¿hasta dónde es posible que llegue la ciencia? ¿Hasta dónde llegan nuestras posibilidades de crear realidades nuevas? ¿Acaso podamos hacer realidad todo aquello que intensamente deseemos?

— ¡Todo lo que la realidad y nuestros medios científicos nos permitan!

San Julián se calló, pero Florencia, entusiasmada con sus explicaciones quería seguir con el tema. Sólo se ocurrió decirle:

— No respondiste mi pregunta. ¿Crees que Dios exise?

— Eso no lo sé, mi amor. Como científico no puedo saber nada sobre Dios, porque la ciencia se basa en lo que conocemos del mundo por experiencia, y en la experiencia científica no aparece Dios. Pero debo reconocer que esto no significa que Dios no existe, porque si Dios no es material, no podemos experimentarlo con los sentidos.

Florencia se quedó pensando. No le parecía suficiente la respuesta de Fernano. Le objetó:

— Con los sentidos no; pero con la conciencia y con la razón, no podríamos experimentar a Dios?

— Bueno, eso dicen los creyentes. Pero la conciencia y la razón son muy creativas, como acabamos de ver, y pudiera ser que Dios no fuera sino una creación de la conciencia y de la razón.

— Mmm! Pero yo quiero saber si tú, como persona, no como científico, crees en Dios.

El profesor demoró en responder. Florencia entendió que estaba pensando y no lo apuró. Le importaba su respuesta, no tanto por la cuestión en sí sino porque quería conocer a Fernando en eso tan íntimo. Finalmen San Julián le dijo:

— Es un misterio. La existencia del mundo, de la materia, del universo, del tiempo y del espacio, es un misterio. Estamos conociendo cómo es la realidad, pero no podemos saber por qué existe ni para qué existe. Es un misterio. Tal vez Dios sea la explicación. No lo sé. Para mí es un misterio.

— ¿Por qué tan misterioso? ¿No es acaso tan simple como pensar que todo existe porque ha sido creado por Dios? Y ¿para qué? Bueno, para que lo conociéramos y lo amáramos, nos decía el cura.

— Puede ser, pero yo no lo sé. Mira, este es un tema, una pregunta, que trasciende a la ciencia, propiamente filosófico. Aunque si tengo razón en que los humanos podemos crear microcomponentes físicos con nuestros experimentos, estaríamos acercándonos a los umbrales del conocimiento de lo que significa crear. ¡Al misterio de la creación!, que nos lleva a comprender, o mejor dicho, a intuir, acaso exista un nexo entre la acción de un posible Dios y nuestra propia capacidad de crear. Pero yo no llego a entender nada de eso, y va más allá de la intuición intelectual que tuve ....

— Mientras mirabas el mar en el azul de mis ojos.

Florencia sintió que en su cabeza no cabían ya más ideas en ese momento. Tenía que dejar reposar todo lo que había escuchado, tratar de entenderlo bien, de ordenar las ideas.

— ¿Me prometes que me contarás todo lo nuevo que llegues a descubrir en tu investigación?

— Te lo prometo, sí. Puedes estar segura de ello, porque la verdad es que me encanta explicarte estas cosas. Pero tú también debes prometerme algo. ¡Que no le contarás a nadie lo que te acabo de enseñar! Porque es una hipótesis que estoy todavía formulando, y no quisiera que algún colega por ahí llegue a adelantarse publicándola con su nombre, haciendo suya una idea como esta.

— No se me ocurre que eso sea posible. ¡Sería un robo! ¡Un hurto! Una acción miserable, que no creo que pase entre personas tan distinguidas como son los científicos y académicos.

— Sin embargo sucede mucho más de lo que puedas creer. La verdad es que, desgraciadamente, ocurre todos los días en el mundo, y cada vez más, en un ambiente académico que se está volviendo siempre más competitivo.

Florencia se quedó pensativa. Sintió que si le llegara a pasar algo así a San Julián sería como si le ocurriera a ella misma. Después de todo, también ella había tenido algo que ver en el origen de esa fantástica teoría del profesor, y que si se la robaban a él, también algo suyo sería robado. Además, sólo ella, sólo ella en el mundo sabía lo que había aprendido del profesor. Se sintió más reina que nunca, sentada en la cima de la ciencia al lado de San Julián.

— Espero que no te suceda una cosa así, por lo que debes tener cuidado con tu computador. Pero si alguien se atreve a hacerlo —agregó, frunciendo la nariz en un gesto coqueto y divertido— ¡que tenga cuidado! porque yo podré jurar ante todos los jueces de la ciencia, que soy testigo ocular de que esta brillante teoría científica surgió en la mente luminosa del profesor Fernando San Julián, en mi propia presencia, cuando él, completamente enamorado de mí, en un estado de éxtasis intenso provocado por mis ojos azules, recibió directamente del limbo, o tal vez no directamente de allí sino a través de mi mirada tierna y amorosa, una luz inmarcesible que lo hizo caer en un profundo sopor.

San Julián se rió alegremente.

— ¿Y se puede saber —volvió a preguntar Florencia— en qué consiste el trabajo de investigación que estás haciendo ahora en base a esta idea luminosa?

— Esta es la parte ardua y trabajosa de la investigación científica. La intuición de la hipótesis es lo más importante y es la parte fascinante de la ciencia, la que proporciona puro gozo y placer intelectual. Es la parte gratuita que se recibe como un don o una gracia. Después viene la parte de uno, el trabajo propiamente tal. En este caso, se trata, primero de la formulación rigurosa, en términos científicos precisos de la hipótesis, y luego, de buscar los antecedentes y elementos de prueba que uno pueda proporcionar. Lo que estoy haciendo en este momento es un estudio cuidadoso de las últimas investigaciones físicas en las cuales se han "descubierto" nuevas partículas, ondas, pautas y demás "componentes" de la materia, desde los Quarz en adelante. Examino cada una de esas investigaciones, las hipótesis con que se trabajó, los experimentos que se hicieron, los resultados que dieron, y las conclusiones que sacaron los científicos. Y veo si todo ello puede ser interpretado en conformidad con mi teoría. Para comprobar o al menos dar sustento válido a mi hipótesis necesito demostrar que ella da una explicación convincente de lo que sucedió en esas investigaciones y de sus resultados. Por eso estoy examinando todas las revistas y publicaciones científicas y tomando contacto con quienes las efectuaron.

— ¿Y cómo va la cosa? ¿Se comprueba tu intuición?

— Va bastante bien. No puedo decir que haya validado la hipótesis y que todo lo que encuentro sirva para confirmarla; pero "la cosa", como dices, está avanzando bastante bien. Pero de esto, por favor, ni una palabra, ¿de acuerdo?

— Bueno, guardaré celosamente el secreto. Pero, para sellar mis labios —agregó coqueta— tienes que cerrar mi boca con un beso apasionado.

El profesor la aprisionó amorosamente entre sus brazos. Se besaron como dos adolescentes enamorados. Florencia se estremeció, conmovida de saberse amada por un hombre que podía tener todas esas ideas en la cabeza. San Julián se estremeció de felicidad pura y simple.


Luis Razeto

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