15. ¿QUÉ HACER CON EL PASADO?

15. ¿Qué hacer con el pasado?

 

La mañana siguiente Matilde llamó a Juan Solojuán. El sueño la había preocupado y quería saber si su viejo amigo se encontraba bien de salud.

—Estoy perfectamente, querida Matilde —le respondió Juan. —Sigo muy entretenido leyendo tu novela, pero de eso hablaremos otro día. Y ¿tú como estás? ¿Cómo va la preparación de la conferencia?

—Todo bien, amigo querido, sigo estudiando y aprendiendo mucho y a un ritmo que me tiene sorprendida. ¿Y cómo está Chabelita?

—La Chabela está muy bien, sumamente entretenida, porque la convocaron a integrar el Jurado Ciudadano para un proyecto de empresa familiar muy interesante. Es para una empresa que quiere promover la difusión de mascotas vegetarianas: cabras, conejos, llamas.

—¿Mascotas vegetarianas? ¡Qué interesante! No sabes, querido Juan, cuánto sufrí cuando tuve que desprenderme de mis dos perritas y llevarlas al servicio de eutanasia animal.

—Sí, fue una de las decisiones duras de cumplir, pero necesarias, que tomó la Dictadura Constitucional Ecologista.

—Muy cierto, Juan. Después de la Gran Devastación Ambiental no podemos darnos el lujo de criar y mantener perros y gatos, que está científicamente demostrado que en el campo son los más grandes y peligrosos depredadores, y en las ciudades, aunque sean alimentados con preparados industriales, éstos implican la matanza de aves, animales y peces.

—Así es, Matilde. Cualquier perro o gato come más carne y grasa animal que un humano que no haya optado por la alimentación vegana. Había una gran contradicción en aquellos que optaban por ser vegetarianos porque rechazaban que se matara animales, y sin embargo mantenían perros y gatos como mascotas.

—Será muy interesante la evaluación que se haga en el Jurado Ciudadano sobre la inocuidad ambiental, el beneficio social, la viabilidad económica y las condiciones laborales del proyecto de esta nueva empresa.

—Bien, Matilde. Nos vemos el domingo en la celebración de Ambrosio.

—Por cierto, ahí estaremos. Lo espero con ansias. ¡Hasta entonces!

 

***

 

En la tarde Matilde fue a retirar la segunda grabación de sus amigos científicos y filósofos. Se encontró de paso con Gabriel, con el que se encontrarían más extensamente el domingo en la casa de Lucila y Ambrosio. Le ofreció su ayuda como ‘pinche’ de cocina; pero Gabriel le dijo que tenía todo bajo control y que no era necesario que se molestara.

Como era temprano y no estaba muy lejos de la oficina de Juan Solojuán, Matilde decidió ir a verlo para informarse de alguna novedad que hubiera sobre los asuntos que los tenían preocupados esos días. Juan le contó, una vez desconectados los aparatos electrónicos, la conversación que había tenido con Tomás Ignacio a propósito del problema que afectaba a Antonella y Arturo. Le dijo del compromiso asumido por los jóvenes de mantenerse al margen de cualquier actividad sobre el caso, y que el equipo jurídico del Consorcio se había hecho cargo de continuar la investigación iniciada por la organización en que participaban los muchachos.

—Me quedo tranquila y me alegra mucho saber que el asunto se haya canalizado de este modo— dijo Matilde cuando Juan terminó con la información.

Pero Juan, levantándose y tomando su bastón, se puso a caminar de un lado a otro de la oficina mientras decía:

—Pues, amiga Matilde, yo no estoy tan contento ni tan tranquilo. Por cierto, apoyé la decisión de nuestro abogado jefe, quien me explicó que tomar el caso en sus manos fue el modo que encontró para que los muchachos no siguieran metiéndose en un problema que seguramente los llevaría a tener muy malas experiencias con la CIICI. Pero te confieso que estoy preocupado, incluso más de lo que me preocupa la situación que se ha creado a raíz de la conferencia que darás en nuestro Centro Cultural.

—¿Crees que tomen represalias contra CONFIAR?

—No, no es ese mi temor. Tomás Ignacio es un abogado de primera, prudente y astuto. El llevará todo con inteligencia y evitando afectar a nuestra organización. Mi inquietud es otra. No quisiera que trascienda a los medios y a las redes la noticia de nuestro involucramiento en una investigación relacionada con esas situaciones del pasado. No es porque nos afecte a nosotros, sino porque el prestigio de nuestra asociación puede llevar a que muchas otras personas y organizaciones piensen que es la oportunidad de abrir casos similares, de los cuáles hay decenas de miles en el país. Pero eso, pienso, no sería bueno, porque se reactivarían heridas dolorosas y conflictos del pasado que queremos dejar atrás, y pudieran generarse reacciones fuertes de aquellos que lo sientan como una amenaza, y todo eso dificultaría el tránsito hacia una etapa de justicia y de paz en que sea posible la recuperación de la política y de la democracia.

—Pero las víctimas, o los cónyuges, los hijos y los parientes de las víctimas, tienen derecho a conocer la verdad y a que se haga justicia ¿no crees?

—Sí, tienen ese derecho. Pero no estoy seguro de que ejercerlo o buscar que se cumpla ese derecho sea lo mejor para la sociedad ni para ellos mismos. Te confieso que no tengo claridad sobre este problema, tan importante en este momento y siempre presente a lo largo de la historia. Tal vez en la historia pueda encontrarse una respuesta, pues seguramente ha sido enfrentado de muy distintas maneras, con resultados que debiesen ser también diferentes. Seguro que tu hermano puede enseñarnos sobre esto.

—Estoy segura de que sí. El domingo podemos poner el tema y sin duda tendrá mucho que decirnos.

—Pero nos han invitado a celebrar el galardón que le confirieron en París. No me gustaría molestarlo con cuestiones teóricas.

—¿Molestarlo? Conozco muy bien a mi hermano, y sé que nada le interesa ni lo entretiene más que conversar temas serios, preguntas importantes, sobre todo si se refieren a asuntos históricos y morales. Y como estará también Gabriel el filósofo, resultará muy entretenido para todos. Esos hombres tienen la que Agustín de Hipona llamaba líbido sciendi, el placer y la pasión por el conocimiento, más fuerte que la libido sentiendi o placer sensual o de los sentidos. Por otro lado, el tema me interesa especialmente porque forma parte de lo que debiera incluir el derecho penal, y como dijiste, si es mal resuelto puede dificultar la recuperación de la política y la organización de un orden social superior.

—Entonces dejémoslo por ahora hasta aquí y esperemos lo que nos digan el domingo nuestros amigos sabios. En cuanto a la conferencia, debo informarte que el interés por ella ha trascendido más allá de todo lo que podíamos imaginar. Serás escuchada en varios países, porque desde diferentes centros intelectuales y culturales nos han pedido conectarse. Que te hayas atrevido a abordar un tema tabú ha despertado enorme interés en todas partes, lo cual debe tener bastante inquietos a los funcionarios de la CIICI. ¿Has tenido alguna noticia o has sabido algo al respecto?

—Nada más que el aumento totalmente desproporcionado del ruido en nuestro barrio. Pero ya que me acordaste de ello, debo volver a mi casa antes de que se haga noche.

—Tienes razón. También es hora de retirarme. Y hagámoslo rápidamente porque recibo en este momento un aviso de que se aproxima una tormenta.

—¡Hasta el domingo, entonces!

—¡Hasta el domingo, pues!

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***

 

Esa noche Juan Solojuán se enteró de muchas cosas que habían ocurrido en el mundo de ficción creado por Matilde en su anterior novela. El Comité Intergaláctico, advertido por los Observadores de los efectos de su experimento, puso término a la acción de los aretes sobre las mentes de los humanos, que volvieron a disponer de sus inteligencias normales. El hecho había producido un conjunto importante de problemas, pues muchos científicos dejaron de comprender el sentido de las investigaciones que estaban realizando; numerosas empresas que estaban innovando sistemas y procedimientos los dejaron sin concluir por no saber ya discernir los efectos que podrían tener en el mercado. Hubo estudiantes que habían sido particularmente destacados que reprobaron inesperadamente sus exámenes. Y, en general, la economía y el desarrollo tecnológico disminuyeron sus ritmos de expansión; pero nada fue demasiado grave, y más allá del desconcierto de muchos la sociedad continuó su curso hacia el desastre, sólo que más lentamente.

Se informó también Solojuán de que el Consejo Supremo Intergaláctico decidió realizar en la tierra un segundo experimento salvador, esta vez destinado a potenciar los afectos y las emociones de los humanos. Decidieron que sería una intervención sutil, apenas perceptible por cada uno, y sobre todo, que afectaría por igual a todas las personas, de todas las edades, sexos, condiciones intelectuales y modos de pensar.

Influir sobre las emociones de los humanos era mucho más fácil que hacerlo al nivel de su inteligencia racional. De hecho, ellos mismos lo habían aprendido a hacer empleando drogas y medicamentos que, puestos a circular en su torrente sanguíneo, afectaban áreas específicas de los lóbulos cerebrales. Pero, contrariamente a lo que ocurría con la razón, las emociones y sentimientos humanos eran muy cambiantes e imprevisibles. Por ello la intervención que decidieron realizar en este segundo experimento sería una operación de baja intensidad.

Para realizarla aprovecharon la ocurrencia de un eclipse solar y la simultánea conjunción de varios planetas, que concitaron la atención de los astrónomos y astrólogos de todo el mundo distrayéndolos de otros fenómenos celestes que no podían siquiera imaginar. Fue así que durante cuatro horas la tierra se cubrió entera de una muy tenue y casi imperceptible nube azulada portadora de una rara forma de energía cósmica.

El efecto inmediato fue que doce horas después de que la nube se retiró hacia el centro de la Vía Láctea habiendo cumplido su misión, los humanos comenzaron a amarse y atraerse, a entristecerse y alegrarse, a llorar y reir, a gozar y sufrir, a sentir y emocionarse ante los hechos cotidianos de la vida, con una vitalidad aumentada respecto a lo que habían sido hasta entonces sus estados sentimentales. Los sabios extraterrestren esperaban que lo que no habían logrado potenciando el intelecto de los humanos, podría obtenerse potenciando su afectividad y lo que algunos impropiamente llamaban “inteligencia emocional”. La expectativa era que los afectos y las emociones fortalecidos los llevarían a establecer mejores, más armónicas y amorosas relaciones entre ellos mismos y con la naturaleza.