32. Manifiesto.
La muerte de Juan Solojuán impactó muy duramente el ánimo de Matilde Moreno. Volvía repetidamente a su memoria el momento en que lo vió, apoyado en su bastón y acompañado por Chabelita, con un ejemplar de su libro en la mano solicitando que se lo autografiara. Habían pasado apenas dos meses desde ese día, durante los cuáles se habían encontrado más que durante todo el transcurso de sus vidas. Dos meses intensos, vertiginosos, que si bien no estuvieron exentos de peligros, jamás imaginaron que pudieran concluir en esa forma trágica, encontrándose él herido de muerte por una bala asesina, y ella secuestrada y abandonada en un campo solitario en medio de una tempestad de viento y granizo.
Matilde pensaba que sucesos tan trágicos y tan exaltantes a la vez, no podían carecer de algún sentido trascendente, que en ese momento de zozobra no lograba identificar, aunque no dudaba de que algún día sería manifiesto. Lo que agitaba su mente frente a la muerte de su amigo y ante todo lo sucedido, era la pregunta por el sentido de la vida de un hombre, que intuía que debía enlazar de algún modo con la pregunta por el sentido de la historia de la humanidad.
¡Cuántas veces había conversado con su hermano Ambrosio sobre esas dos preguntas y su misteriosa relación! Pero todo lo que habían llegado a responderse le parecía ahora confuso y abstracto, y peor aún, no lograba traerlo a su memoria.
***
Evitando caer en el desaliento y para no dejarse avasallar por el dolor que le producía la pérdida de su amigo, Matilde hacía esfuerzos por concentrarse en la novela que, durante esos dos meses había llegado a esbozar. Una pregunta adquiría poco a poco forma en su mente: ¿Qué relación tenía todo lo sucedido en el presente real, con lo que estaba proyectando en un imaginario futuro remoto?
Tantas veces le había escuchado decir a Ambrosio que el presente es la clave explicativa del pasado, porque lo contiene todo entero; y no al revés, como suelen afirmar los historiadores que buscan en los hechos pasados la explicación del presente. Pero si es como dice Ambrosio —pensó Matilde—, entonces la clave explicativa del presente, su significado y su sentido, sólo podrán realizarse y conocerse en el futuro. Lo que hoy nos parece absurdo e incomprensible, será algún día esclarecido por los acontecimientos que ocurrirán más adelante. Pero si es así, es preciso ir, y en cierto modo adelantarse, no solamente hasta el futuro, sino hasta el futuro del futuro. Lo cual solamente puede ser vislumbrado, tal vez, por la imaginación creativa.
¿Cual podrá ser —se preguntó en consecuencia —el futuro de aquel futuro remoto que estoy creando en la fantasía literaria?
Pensando en esto se le ocurrió que en su novela debía prefigurar de algún modo lo que pudiera ser el futuro del futuro remoto. Lo cual, en la novela ambientada en el siglo XXXI, le pareció que pudiera ser representado a la manera de un Proyecto de algo aún por realizar en aquél remoto porvenir, tal vez a lo largo del que sería el cuarto Milenio. Un Proyecto que debía ser propuesto e impulsado por los jóvenes protagonistas que en su novela buscaban darle sentido y plenitud a sus vidas personales, articulando y desplegando la Utopía de una nueva humanidad.
Tendida en su sillón preferido, conectando el transcriptor de voz, cerrando los ojos comenzó a dictar:
“MANIFIESTO DE LA TRANSVALUACIÓN.
Iluminados por las sabidurías ancestrales y por las experiencias místicas de amor universal, de unión cósmica y de fervor divino que nos enseñan los Grandes Espíritus Cordiales del presente;
Potenciados por las ciencias físicas, biológicas y humanas, que nos han habilitado para desplegar todas las energías del universo y transformar y perfeccionar la materia, la vida y la psiquis;
Relacionados, comunicados e integrados en armoniosas, creativas y solidarias comunidades y redes, por las tecnologías de la información y las comunicaciones, y por las potentes realidades virtuales derivadas de sus extraordinarias y sorprendentes aplicaciones;
CONVOCAMOS A LA HUMANIDAD ENTERA A DAR EL GRAN SALTO HISTÓRICO, CÓSMICO Y METAFÍSICO DE LA TRANSVALUACIÓN.
Transvaluación, que es lo que la Humanidad ha buscado siempre a lo largo de la historia, sin saberlo y sin haberle dado nombre hasta ahora.
Transvaluación, que es la misión que el Cosmos Noético ha asignado a los seres humanos que realicemos en este planeta y en esta parte del universo.
Transvaluación, que es lo que el Ser espera que nos propongamos realizar, con total libertad y autonomía, mediante nuestros conocimientos, con nuestra creatividad, y en amorosa fraternidad.
En lo más íntimo de cada ser humano, y en lo más general y común de nuestra especie, late el deseo y la búsqueda de SER MÁS, ser más que lo que somos y de lo que hemos llegado a ser como fruto de nuestros conocimientos, artes, actividades y trabajos.
Ser más que Full Informatizados, más que Potenciados Vitales, más que Espíritus Cordiales; que son lo que hemos llegado a ser, hasta ahora, los humanos, como resultado de nuestras búsquedas y de nuestros esfuerzos milenarios.
Esto que somos es el resultado de una evolución cósmica, iniciada hace muchos millones de milenios, no sabemos aún si fue a partir de un pulvíscolo disperso y caótico diseminado en el espacio infinito que se fue unificando, o en la explosión de un cuerpo pequeñísimo y denso que contenía en sus inicios todos los componentes del universo.
Lo que sabemos es que en esa materia original, dispersa o condensada que estuviera, estaban contenidas todas las energías y todas las posibilidades y potencialidades necesarias para evolucionar y organizarse la materia hasta generar, miles de millones de años después, seres vivos, autopoiéticos y sensitivos, que a su vez evolucionaron hasta dar origen a individuos cognoscentes, conscientes y espirituales que se han hecho capaces de asumir en sus manos y en su psiquis, libremente, el futuro de sí mismos y, en cierto sentido la misma evolución cósmica, hacia nuevos horizontes.
En la intimidad infinitesimal y quántica de la materia, y en las macroestructuras espacio-temporales del cosmos, descubrimos que estaban latentes y en cierto modo predispuestas para que pudiéramos activarlas, energías e informaciones con las que fuimos capaces de generar realidades virtuales, inteligencias artificiales e interconexiones comunicativas, las que puestas a nuestra disposición y servicio, nos permitieron desarrollar conocimientos científicos y articulaciones tecnológicas crecientemente complejas, refinadas, rigurosas y potentes. Así llegamos a SER MÁS que lo que éramos, alcanzando los niveles que se manifiestan en los más avanzados exponentes del grupo humano de los Full Informatizados.
En la intimidad de las microestructuras de los genes y de las células, y en las dinámicas evolutivas de las especies, descubrimos que estaban latentes y en cierto modo predispuestas para que pudiéramos activarlas, energías e informaciones con las que fuimos capaces de perfeccionarnos genéticamente, y perfeccionar los órganos de nuestro propio cuerpo, incluido el cerebro y el sistema nervioso y neuronal, facilitando su funcionamiento saludable y permitiendo la prolongación de la vida de cada individuo. Así llegamos a SER MÁS que lo que eramos, alcanzando los niveles que se manifiestan en los más avanzados exponentes del grupo humano de los Potenciados Vitales.
En la intimidad de nuestra conciencia y de nuestro intelecto personal, y en las conformaciones comunitarias y colectivas que nos unen en sociedad, descubrimos que estaban latentes y en cierto modo predispuestas para que pudiéramos activarlas, energías y sabidurías espirituales, con las que fuimos capaces de alcanzar elevados niveles de desarrollo moral y místico, que nos hacen posible vivir experiencias luminosas, de sabiduría y de amor universal. Así llegamos a SER MÁS que lo que éramos, alcanzando los niveles de felicidad, generosidad, sabiduría y amor que se manifiestan en los más avanzados exponentes del grupo humano de los Espíritus Cordiales.
Nos concentramos tan intensa y dedicadamente a SER MÁS en cada una de estas tres direcciones de crecimento, transformación y perfeccionamiento, que nos fuimos separando en tres grupos humanos, cada uno altamente perfeccionado en lo suyo, pero también cada uno subdesarrollado y carente en las dimensiones que desplegaron los otros.
De un modo similar a como en la segunda mitad del siglo XXI iniciamos el proceso para superar la división social del trabajo, que habíamos establecido en los siglos anteriores como resultado de la especialización tendiente a aumentar la productividad y mejorar las condiciones económicas y sociales de la existencia, así corresponde iniciar ahora, un milenio después, en este siglo XXXI, la superación de la división antropológica que hemos venido estableciendo como resultado de los esfuerzos por perfeccionar al ser humano y a la sociedad.
Debemos integrar los avances logrados por la espiritualidad, las ciencias y las tecnologías, en la formación de personas humanas integrales. Todos debemos ser personas potenciadas biológicamente, intercomunicadas tecnológicamente, y expandidas espiritualmente. Así habremos cumplido un gran salto histórico, llevado a cumplimiento la misión que el Cosmos Noético nos ha encomendado como vanguardias de su propio perfeccionamiento. Y habremos expandido y profundizado nuestro espíritu avanzando hacia la unión con el Ser.
Pero la integración entre los tres desarrollos humanos no es la simple combinación de tres dimensiones que han estado demasiado desconectadas entre sí. No es la pura fusión horizontal de especializaciones logradas por separado y que requieren integrarse. La unificación de ellas solamente podrá realizarse accediendo a un nivel superior, a un vértice común, más alto y por sobre cada una de ellas, al que podemos ascender solamente si nos tomamos de la mano unos con otros, aportándonos lo mejor de lo que hayamos cada uno alcanzado, y desplegando unidamente nuestras capacidades creativas.
Podemos comenzar por seducirnos recíprocamente, intercambiar emociones y saberes, y encontrarnos en amistad fraternal, caminando juntos hacia horizontes desconocidos. Cada humano tiene algo que compartir y con lo cual puede enriquecer a los demás. Así, nos transvaluamos mutuamente, y así irá realizándose la Transvaluación de cada uno de nosotros y la Transvaluación de la humanidad como un todo.”
Matilde abrió los ojos y cerró el transcriptor de voz. Lo que había escrito era un esbozo del que imaginaba que algún día sería reconocido como el texto cumbre de su obra literaria. Había mucho que perfeccionar, que pulir, que precisar. Ahora se sentía cansada. Pero el haber retomado los apuntes para su próxima novela era el mejor modo en que podía superar la tristeza que se había apoderado de su espíritu desde la muerte de su amigo Juan Solojuán.