2. UN TEMA SUBVERSIVO

2. Un tema subversivo.

 

El crecimiento de la producción editorial multimedia y la sorprendente expansión de la lectura se contaban entre las pocas consecuencias positivas y esperanzadoras que se generaron después de los lamentables sucesos que comenzaron con el Levantamiento de los Bárbaros. ¿Qué había ocurrido?

La carestía y la pérdida del bienestar y de la calidad de vida que siguieron al aumento exorbitante de los precios de los combustibles fósiles; la bancarrota del sistema financiero debida al sobreendeudamiento de las personas, las empresas y los estados; la drástica depresión y el desempleo que afectaron de modo creciente a los consumidores y a los trabajadores; la crisis fiscal resultante de la reducción de la recaudación de impuestos y la consiguiente contracción de los servicios públicos, habían dado lugar a la indignación ciudadana que se expresó en numerosas, masivas y violentas protestas sociales. Fueron quemados cientos de miles de automóviles que quedaban abandonados en las calles, se hicieron habituales los saqueos de bancos, supermercados y negocios de todo tipo, y no pasaba un día sin que se incendiaran escuelas y edificios públicos. Los gobiernos no fueron capaces de controlar la situación, la policía se restaba de actuar frente a hechos que la amenazaban a ella misma, y los ejércitos se dedicaron a asegurar su propia subsistencia.

Esos hechos que fueron divulgados y en parte fomentados por la prensa que los empezó a identificar como el Levantamiento de los Bárbaros, se prolongaron por tres largos años. Pero no terminaron por haber sido sofocados o por perder su energía destructiva, sino por la emergencia de unos procesos aún más graves y destructivos, consecuencias del cambio climático que vino a trastornar todos los equilibrios naturales. Se produjeron tempestades de viento y agua que arrasaron pueblos y barrios populares enteros que no resistieron los embates de las fuerzas naturales desatadas. Numerosos cultivos agrícolas fueron destruidos por las inundaciones, las granizadas y los sorpresivos cambios de temperatura durante las estaciones que perdieron sus características diferenciadoras. Lo que ocurrió fue una verdadera destrucción de la ecología natural, en un fenómeno de larga duración que fue llamado Gran Devastación Ambiental.

Bandas armadas y grupos de hambrientos y desesperados asaltaban las viviendas de los barrios acomodados, los que a su vez se organizaron para repeler los ataques y lograron sobrevivir e imponerse disponiendo de mejores armas, más fuertes barreras y sistemas de protección, y de una más eficiente organización defensiva y agresiva.

En el contexto de estos movimientos y procesos fue cundiendo en la población la demanda por una Dictadura que restableciera el orden público, que reorganizara la actividad económica y que intentara la recuperación de los equilibrios ambientales. Esta demanda social fue encauzada por un movimiento cívico-militar que aglutinó tras de sí a los movimientos ecologistas, a los industriales y agricultores, y a amplios grupos de intelectuales, comunicadores sociales, profesionales y trabajadores. Fue un proceso político que concluyó en la instauración de una Dictadura que concentró el poder político, dotada de amplias atribuciones, regida por una Constitución que reconocía las libertades de pensamiento, de expresión y de comunicación, pero que prohibió los partidos políticos y restringió los derechos de asociación y de reunión, exigiendo que cada actividad que convocara en un lugar público a más de cincuenta personas debía ser previamente autorizada por un órgano estatal competente.

Fue así que, mediante la aprobación por una gran mayoría de votos expresados por los ciudadanos en un Plebiscito Vinculante se estableció la Dictadura Constitucional Ecologista. Ésta restableció el orden público aplicando en ello un plan sustentado en tres pilares: la creación de una muy temida Central de Información, Inteligencia y Control Ideológico (conocida como la CIICI), el fortalecimiento de un sistema policial provisto de una consistente fuerza militar de represión y contenimiento de las manifestaciones y protestas callejeras, y un sistema de justicia y derecho penal fortalecido en sus funciones y endurecido en las penas que se aplicaban a los delincuentes que atentaran contra la vida, la propiedad privada y el orden público.

La economía fue reorganizada conforme a la llamada Producción en Base a Proyectos, un sistema basado en el principio de “la propiedad privada y la libre iniciativa emprendedora bajo autorización de la sociedad civil”. Este consistía en que cada persona o asociación de personas y de capitales podía elaborar un Proyecto de Empresa en cualquier rubro de actividad; pero debía justificar su inocuidad ambiental, su beneficio social, su viabilidad económica y sus adecuadas condiciones laborales. Quien evaluaba si los proyectos cumplían esas condiciones no era un organismo estatal, porque se había comprobado que funcionarios burocráticos resultaban fácilmente sobornables, sino Jurados Ciudadanos, escogidos al azar, caso a caso, entre los habitantes del territorio o área geográfica donde el proyecto se pretendía establecer. El Jurado escuchaba los argumentos de quienes proponían el proyecto, y las razones de quienes los impugnaban por motivos ambientales y sociales, pudiendo además expresarse representantes de grupos de ciudadanos que por cualquier razón creyeran que se verían afectados si el proyecto fuera aprobado.

Los únicos rubros de actividad económica que quedaron exentos de estos controles ciudadanos fueron la investigación científica, la edición y comunicación por medios virtuales de todo tipo de obras literarias y artísticas, la educación en la modalidad e-learning, y las actividades religiosas y espirituales que se realizaran en templos y espacios cerrados. Rubros estos que experimentaron una enorme expansión debido a que reemplazaban a la educación escolar presencial.

El cierre de las escuelas y colegios de enseñanza básica y media fue una de las primeras medidas que adoptó la Dictadura Constitucional Ecologista, argumentando que los métodos, los contenidos y los procedimientos de la enseñanza que habían sido tradicionalmente establecidos por la burocracia estatal y la decadente clase política, habían sido los causantes del deterioro de la creatividad y del espíritu cívico de una entera generación de bárbaros escolarizados.

A todas las personas en edad y condiciones de realizar trabajos útiles, desde temprana edad, se les daba ahora la oportunidad de participar en las Brigadas de Recuperación Ambiental, que se organizaron bajo la dirección de científicos, ingenieros y técnicos. Así se realizaban numerosas actividades de reforestación, canalización de aguas, recuperación de zonas desérticas, reconstrucción de viviendas y obras destruidas por aluviones, inundaciones, tempestades, incendios y otros fenómenos, e instalación de fuentes energéticas renovables y no contaminantes. A las personas que participaban en las Brigadas se les garantizaba un lugar seguro de alojamiento, alimentación y atenciones médicas, y los mayores de 18 años recibían un casi simbólico pago en dinero para gastos menores. Era todo lo que podía ofrecerse en el estado en que había quedado la economía.

El modelo económico-político de la Dictadura Constitucional Ecologista fue implantado, con matices y diferencias que respondían a los mayores o menores niveles culturales, en casi todos los países del mundo, que habían sido afectados, aunque en diferentes grados de intensidad, tanto por el Levantamiento de los Bárbaros como por la Gran Devastación Ambiental. Procesos que, en conjunto, significaron una disminución demográfica de más de un quince por ciento de la población, y la disminución de la expectativa de vida de entre diez y treinta años, según la gravedad que alcanzaron los sucesos en los diferentes países.

Matilde y Ambrosio habían sido poco afectados por estos procesos porque el comienzo del Levantamiento de los Bárbaros sucedió cuando ellos estaban realizando una gira de presentación de la traducción de sus libros en Alemania, donde los fenómenos adquirieron reducida intensidad. Volvieron a Chile después de la instauración de la Dictadura Constitucional Ecologista, encontrando sus casas saqueadas, pero las estructuras principales habían resistido.

 

***

 

Habían pasado varios días desde el lanzamiento de su novela y Matilde se sentía vacía de ideas, sin un argumento ni personajes para iniciar la escritura de una nueva historia. Escribir novelas era su oficio y no se sentía bien cuando no estaba trabajando en algún relato que le exigiera mantener activa su imaginación y su intelecto. Vivía sola en la enorme casa que había heredado de sus padres adoptivos, los que habían fallecido con pocos días de distancia uno del otro hacía veintiocho años.

Tendida en la cama empezó a rememorar los momentos tristes y los momentos felices de su adolescencia, que vivió con sus padrastros y acompañada de cerca por su hermano Ambrosio. Trató de recordar una conversación que había tenido con él, con su amigo Gabriel y con Lucila la enamorada de su hermano. Algo le decía que en esa conversación se encontraba la semilla de una idea que pudiera dar origen a su próxima novela; pero no podía recordar nada que le permitiera darle cuerpo a esa idea.

Desde muy niña había querido ser escritora; pero ¿qué la había llevado a adoptar como suyo el género de ciencia ficción, o más exactamente, el de la literatura futurista o de anticipación histórica? Se lo habían preguntado en muchas entrevistas, pero la respuesta que daba le parecía siempre insuficiente e incompleta. Pensando en ello recordó algo que había leído hacía muchos años en un cuento de Isaac Asimov. El personaje era un escritor que decía algo así como que un buen autor literario debía comenzar la escritura de una novela teniendo muy claro el desenlace, la escena final, porque saber cómo termina la historia es lo que va guiando al escritor en la configuración de los personajes y en el entramado de los acontecimientos.

Entonces lo recordó todo: la conversación en que Ambrosio había expuesto su teoría sobre la causa eficiente y la causa final, que juntas explican, decía su hermano, tanto los procesos de la evolución natural como los acontecimientos que configuran la historia de la humanidad. La idea de que operaba en el mundo, de manera invisible y misteriosa una finalidad, un sentido, una energía que atraía desde el futuro, pero no deterministamente, la evolución y la historia. Matilde pensó que era una idea interesante de tener en cuenta en su próxima novela; pero no se le ocurría cómo pudiera utilizarla. Lo que por el momento tuvo claro fue que para comenzar su próxima novela debía imaginar ante todo el final, que debiera ser suficientemente sorpresivo y sorprendente para los lectores después de que hubiesen leído todo el relato.

No tenía deseos de leer y menos aún de mirar algún film, lo que no dejaba de ser extraño en ella, lectora incansable y aficionada entusiasta del cine. Pasó por su mente que pudiera estarse poniendo vieja, pero desechó la idea asumiendo que comenzar los setenta en la plenitud de sus facultades mentales y con excelente salud corporal era algo bastante excepcional en los tiempos dífíciles por los que estaba pasando el mundo.

Tal vez deba hacer algo distinto a lo habitual, se dijo interiormente. Entonces recordó la invitación de Juan Solojuán y pensó que sería entretenido visitar a sus amigos del CCC y darles la conferencia que le habían pedido. Cogió su IAI y lo llamó:

—Juan ¿todavía están interesados en tener una charla conmigo?

—Querida Matilde, desde el día del lanzamiento de tu libro aquí no dejan de preguntarme detalles del evento, y tu libro ha sido bajado de internet por varios cientos de nuestros trabajadores. Puedo asegurarte que nuestro salón de novecientas butacas estará repleto si das la conferencia, y que a través de las conexiones con las distintas sedes de la cooperativa y en las casas de nuestros amigos te escucharíamos al menos veinte mil personas. Sólo tienes que indicarnos tus honorarios para fijar el valor de las entradas y de las conexiones, y darnos unos días de tiempo para organizar la logística y coordinarnos con las autoridades para los necesarios permisos de reunión.

—Amigo Juan, nada de honorarios, pues con gusto haré la conferencia; pero no quisiera hablar de literatura esta vez.

—Ya te dije que la invitación es enteramente libre, para que expongas sobre el tema que quieras.

—Así lo entendí; pero debo advertirte que me gustaría hablar ... de política, y sabes que eso es asunto delicado. ¿Todavía te interesa?

—¡Por supuesto! Si hay algún lugar en nuestro país donde se puede hablar libremente es en nuestra organización cooperativa. Aquí no hay censuras de ningún tipo, ni nos asustan las autoridades, que respetamos, pero no permitimos que reduzcan nuestra libertad de pensamiento ni de organización.

—Lo sé bien, y los admiro por eso. Es por la falta de autonomía y la rigidez de los controles ideológicos que hay en las universidades que yo dejé la actividad académica; y es porque aprecio más que nada mi libertad de pensamiento que organizamos con Ambrosio y con varios otros amigos nuestra propia Empresa Editorial. En ella nos pasa lo que imagino les ocurre también a ustedes, que el éxito económico de lo que hacemos nos garantiza ser respetados e incluso protegidos por las autoridades.

—Así es, así es, querida Matilde. Nosotros producimos alimentos para mucha gente, de nuestra organización depende el trabajo y los ingresos de muchos miles de familias, y los impuestos que pagamos son apreciados por el gobierno. Pues bien, entonces, dime qué día y a qué hora te convendría venir.

—Pues, si tendremos tanta audiencia como dices, tendré que preparar muy bien lo que diga. Necesitaré unos dos meses. Quisiera conversarlo también con mi hermano Ambrosio, que llegará de París en dos semanas, y con mis asesores científicos a los que consulto en cuestiones complejas que trato en las novelas de ciencia ficción y de anticipación histórica, pero que también me podrán ayudar en esto.

—Excelente, octubre es un buen mes. Aunque la primavera no es ya como antes, todavía crea un estado de ánimo de apertura emocional e intelectual y convoca a pensar en el futuro. ¿Te parece un sábado en la mañana, para facilitar la concurrencia de los trabajadores? ¿Podemos fijar ya la fecha?

—Debo mirar mi agenda.

—Está bien, me pasa que me entusiasma la idea de una conferencia tuya sobre política, y ¿sabes? cuando uno ya ha cumplido los ochenta quiere hacerlo todo muy rápido porque siente que el tiempo escasea. ¿Tienes ya un título de la conferencia, para que empecemos a promocionarla?

—No sé, no lo he pensado. Sólo sé que tengo ganas de plantear algunas reflexiones que vengo haciendo sobre la realidad de nuestro país en el contexto mundial.

—¡Ese es un título excelente! La realidad de nuestro país en el contexto mundial.

—No, eso es prometer demasiado. Déjame pensar un buen título, que sea atractivo y que corresponda bien al contenido de la conferencia. Mañana te llamo, fijamos la fecha y el título.

—De acuerdo querida Matilde, mañana hablamos. Estaré ansioso esperando tu llamada.

 

­­­­­***

 

El día siguiente Matilde se levantó muy temprano. Salió al jardín con la intención de comprobar el estado de sus rosas. El cielo estaba encapotado y en la cordillera comenzaba a desatarse una tempestad de relámpagos y truenos. Pensó, no sin cierta secreta satisfacción, que una vez más el pronóstico del tiempo que había anunciado un día sereno estaba equivocado. A Matilde le encantaba observar las fuerzas de la naturaleza que se desencadenaban sin que los gobiernos ni las grandes industrias tecnológicas pudieran controlarlas. Aunque le habían enseñado en el colegio que la naturaleza estaba regida por leyes físicas inmutables, los fenómenos meteorológicos eran para ella manifestaciones eminentes y enseñanzas sublimes de libertad y autonomía. Sentía un secreto y en cierto modo maligno placer cuando comprobaba que, no obstante todos los medios tecnológicos que los centros de análisis meteorológicos empleaban en la predicción del clima, no anticipaban las tormentas de truenos y relámpagos ni los grandes ventarrones, aguaceros, nevadas y granizadas que se desataban con frecuencia. Era, por cierto, el cambio climático que fuera anunciado durante varias décadas y que no pudiendo ser oportunamente enfrentado por la especie humana obligaba ahora a adaptarse a sus efectos.

Matilde tenía la idea, que había desarrollado en variadas escenas de sus novelas, que el hecho de vivir en un contexto natural y económico muy cambiante e impredecible hacía que las personas fuesen más creativas y disponibles al cambio, la experimentación y la innovación, con significativas consecuencias también sobre sus valores éticos y sus creencias y experiencias espirituales. Estaba convencida de que la vida muy rutinaria y previsible que había caracterizado a los países industrializados durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI había condicionado a las personas a adoptar comportamientos burocráticos y costumbres consumistas y derrochadoras, viendo en ello el origen de muchos de los hechos que ocurrieron primero durante el Levantamiento de los Bárbaros y luego en la Gran Devastación Ambiental.

Empezaban las precipitaciones de lluvia y granizo, por lo que volvió a entrar a la casa. Si hubiera tenido cuarenta años menos se habría quedado todavía un rato en el jardín; pero a sus setenta debía cuidarse. Se preparó un mate con leche y se sentó en su sillón preferido, mirando a través del ventanal la lluvia que caía intensamente y el viento que sacudía las ramas de los árboles. La sensación de vacío con que había empezado el día había desaparecido enteramente. Al contrario, se sentía llena de energías y con muchas ideas que empezaban a bullir en su mente, sin adquirir todavía formas pero empezando a generar un pequeño caudal, igual como hacía la lluvia en la calle.

Poco a poco se fueron diferenciando en su mente dos campos de elaboración creativa. Por un lado el de la novela, en que empezaba a imaginar un final sorprendente aunque todavía impreciso, y por otro lado el de las ideas políticas que expondría en la próxima conferencia.

Si ambas elaboraciones encontrarían en algún momento puntos de encuentro no lo sabía, ni quería tampoco pensarlo por ahora. Eran dos asuntos muy distintos, correspondientes a épocas muy separadas en el tiempo. La diferencia residía, sobre todo, en que en un caso se trataba de imaginar con plena libertad e incluso con caprichosa imaginación una historia que se desarrollaría en un futuro remoto, una historia de ficción volcada a entretener; mientras que en el caso de la conferencia, no con menos libertad pero asumiendo todo el peso de la responsabilidad que sentía recaer sobre ella, tendría que proponer a la gente de su propio tiempo unas reflexiones y unas sugerencias que debían ser realistas y orientadas a incidir en la vida social de sus contemporáneos.

Empezó a sentir frío, y aunque en su casa había un buen sistema de calefacción decidió no encenderlo todavía, consciente de que la energía eléctrica que ocupara en ello implicaba reducir su disponibilidad para personas que vivían en casas mucho más precarias y desprotegidas que la suya. Optó por abrigarse con su manta preferida de lana de alpaca. Luego tomó el IAI para comunicarse con Juan Solojuán.

 

***

 

A la misma hora en que Matilde contemplaba sus rosas Juan comenzaba a leer la novela de su amiga.

Cuando comenzó a difundirse la moda de que los hombres usaran dos aretes, igual como acostumbraban hacer las mujeres desde hacía siglos, nadie sospechó que ello respondía a un estudiado diseño tendiente a salvar el planeta tierra de la acción depredadora de la especie humana, que había demostrado evolucionar poco y mal en el desarrollo y el uso de la inteligencia. Lo había decidido el Consejo Intergaláctico como un plan de última instancia, después de haber comprobado el fracaso de todos los esfuerzos realizados por las pocas mentes lúcidas que hasta ahora había generado en la tierra la vida que sembraron en ese pequeño planeta sus ancestros, cuatro mil millones de años terrestres atrás. Ante el inminente fracaso de la experiencia realizada en ese pequeño planeta no les quedaba más alternativa que efectuar una segunda intervención, sembrando esta vez en la mente de los humanos una semilla inmaterial portadora de un surplus de racionalidad.

Como la escasa inteligencia de los hombres y de las mujeres se expresaba en su irresistible tendencia a la imitación y el seguimiento de cualquier cosa que se convirtiera en una moda, el asunto no resultaba técnicamente complejo de realizar, si bien la decisión había sido objeto de los más profundos análisis y debates desde el punto de vista ético. En efecto, lo que decidieron finalmente implicaba nada menos que incidir en algo tan íntimo de cada persona como son sus ideas y sus modos de pensar y de conocer. Pero el análisis ético los llevó a limitar su intervención en dos sentidos.

Por un lado, decidieron que no entrarían en aquél ámbito sagrado del individuo donde reside su conciencia moral y su libertad, interviniendo solamente en el orden cognitivo, con lo que quedaba abierto un amplio margen de incertidumbre sobre el resultado final de la operación proyectada para salvar el planeta. Los interventores no podrían prever lo que harían los humanos con los conocimientos y el aumento de la inteligencia que les serían inculcados.

Por otro lado y como una segunda manera de respetar el curso de la evolución, acordaron que la acción de los aretes sería transitoria y recaería solamente sobre una generación de seres humanos, y durante tres años de sus vidas, después de lo cual las dinámicas personales y la evolución de la especie volverían a sus cauces y sus ritmos normales. Si cumplido el proceso pedagógico la especie humana quisiera aún persistír en sus luchas por la riqueza y el poder, no tendrían más que aceptar su suicidio colectivo.”

La alarma del IAI sacó a Solojuán del arrobamiento que ya empezaba a provocarle la lectura, pero se alegró al ver en la pantalla el rostro sonriente de Matilde

—Amigo Juan, te llamo porque tengo ya el título de la conferencia y una fecha que proponerte.

—Estaba esperando tu llamada. Acabo de empezar tu novela y ya me tienes atrapado. Pero dime, soy todo oídos.

—La fecha que te propongo para la conferencia es el sábado 23 de octubre, a las diez de la mañana.

—Excelente. Espera que anoto. 23 de octubre de 2056. OK. ¿Y el título?

—“Repensar la política y el orden social”. Tienes que decirme si un título así no les creará problemas a ustedes que son los organizadores del acto.

—Uy, uy, uy. Me encanta, sí, me encanta. Está de más que te diga que es lo más peligrosamente subversivo que podías pensar, desde que la política es una actividad prohibida en el país y en gran parte del mundo.

—Sí, por eso decidí hablar de política, y hacerlo abiertamente. ¡Y tendrán que escucharme! Pero, dime ¿no molestará a algunos en el CCC?

—Tal vez a algunos, no sé decirte; pero serán los menos. En todo caso, si habrás leído la carta en que te invitamos, dice que escojas libremente el tema.

—Correcto, ya lo tuve en cuenta al pensar en este título. Así asumo yo toda la responsabilidad, pues ante cualquier problema que tengan podrá demostrarse que ustedes no tuvieron responsabilidad en el tema que escogí ni en lo que yo diga.

—¡Pero nosotros no pensamos en eso! Lo que queríamos decirte en la carta era que cualquier tema que escogieras estaba bien para nosotros.

—Lo sé, amigo; pero ahora esa frase tiene un nuevo sentido, porque estoy segura que ustedes serán interrogados por la Central de Inteligencia y Control Ideológico.

—No te preocupes, amiga y ... ¡compañera! No será la primera vez que nos visite la CIICI, ni será tampoco la última. Pero tú sí tendrás que cuidarte, porque si nos lo permites, haremos una gran difusión y publicidad a la conferencia.

—También yo haré mi parte con nuestros medios. No te preocupes, no creo que me digan nada, y si se atreven, ya sabré responderles.