4. PRESENTE INMEDIATO Y FUTURO REMOTO

4. Presente inmediato y futuro remoto.

 

Matilde activó el transcriptor de voz disponiéndose a dictar los primeros apuntes preparatorios de una nueva novela, de la cual, por el momento, no tenía más que una vaga idea de su posible final. En la enorme pantalla que pendía de la pared frente al sillón donde estaba tendida aparecieron las primeras palabras que pronunció:

Título de la novela: La Transvaluación”. Pero debió interrumpir de inmediato el dictado al aparecer en la pantalla el aviso de que una persona se encontraba frente a la puerta de su casa solicitando ser atendida. Matilde ajustó la imagen y pudo ver que se trataba de una mujer de mediana edad que mostraba una credencial que la identificaba como Roberta Morgado, Doctora en Psiquiatría, funcionaria de la CIICI.

¡Vaya! Con qué rapidez se despertaron las alarmas. Veamos qué viene a decirme esta señora. Será importante que al atenderla le entregue la menor información posible, y por mi parte recabar la mayor cantidad de datos que me permitan comprender qué es exactamente lo que preocupa al gobierno y cuáles son los planes de control que están organizando. Haré como que no miré su identificación, obligando a que se presente y me explique la razón de su visita.

Matilde abrió la puerta activando un pulsante, sin levantarse del sillón. Dejó encendido el transcriptor de voz, que escondió bajo la manta, pero apagó la pantalla de modo que la conversación quedaría grabada sin que lo supiera la investigadora. Pensó que probablemente la visitante estaría provista de algún sistema de grabación, de modo que en ese sentido ambas se encontrarían en igualdad de condiciones, en lo que sería una suerte de enfrentamiento intelectual y emocional entre ellas. Respiró hondo, relajándose todo lo que pudo, mientras decía:

—Entre por favor, estoy aquí en el living. Me disculpo por no levantarme a recibirla. Estaba dormitando.

Roberta Morgado entró en la habitación. Era una mujer de unos cuarenta años, alta y delgada, con el ceño adusto y mirada inquisidora y profesional, que al entrar recorrió con la vista toda la sala para formarse una idea de los gustos y aficiones de la escritora.

—Buenos días señora Matilde Moreno. Habrá ya visto en el intervisor de entrada que soy la doctora Morgado, de la Central de Información, Inteligencia y Control Ideológico.

—Buenas tardes. No, no me fijé en el visor cuando le abrí la puerta.

—Pues, es usted muy confiada. Debiera estar muy atenta y protegerse, porque en los últimos meses ha aumentado la delincuencia en estos sectores de la ciudad.

—¿Ha aumentado? Pero yo me confío en la eficiencia de los organismos públicos para la protección de los ciudadanos. He vivido convencida de que si se acercara un delincuente a mi casa recibiría de inmediato la información en mi dispositivo IAI. ¿Me equivoco?

—Pues, verá usted, hacemos lo que podemos. Pero no he venido para hablar de los servicios del Estado.

—Dígame a qué se debe entonces su visita.

—Es por la conferencia que se ha anunciado que dictará usted en la Sede Cultural del CCC.

—Así es. ¿Y por qué eso despierta el interés del gobierno?

—No se haga usted la inocente, señora Moreno. Sabe usted que la política está prohibida en el país, como en casi todo el mundo. Recordará usted que fue una decisión tomada por la inmensa mayoría de los ciudadanos en el plebiscito que se realizó después de la Gran Devastación Ambiental.

—Sí, lo recuerdo muy bien —dijo Matilde, agregando después de unos segundos: —En efecto, fueron los partidos demagógicos y los políticos populistas los que exacerbaron las demandas y exigencias al Estado, con total irresponsabilidad, a sabiendas de que no podían ser cumplidas. Con ello incendiaron los ánimos de grupos rebeldes y violentistas, generándose un clima social de incontenibles divisiones y conflictos. A todo ese desorden se puso definitivamente término con la instauración de la Dictadura Constitucional Ecologista que todavía hoy, después de casi veinte años, nos rige.

—Manteniendo el orden social que piden y necesitan los ciudadanos —enfatizó la visitante. —Pero usted dice, al menos por lo que indica el título de la conferencia que se propone dictar, que quiere que el orden social sea “repensado” —la psiquiatra enfatizó esa palabra al pronunciarla —y da a entender que quiere reactivar la política, que como usted misma acaba de recordar, se demostró tan dañina en el pasado.

—Mi distinguida señora, no olvide que yo soy escritora y que trabajo con las palabras. ‘Repensar’ no es lo mismo que reactivar. Y vea usted, la política es algo que tuvo origen en la antigua Grecia, hace dos mil quinientos años, y ha existido política por todos estos siglos, hasta su abolición hace menos de veinte años. Pues bien, usted sabe que “pensar” es una actividad legítima, enteramente permitida, lo que implica que también está permitido “repensar”, que significa, volver a pensar, pensar otra vez, pensar dos o más veces, que es siempre algo prudente antes de actuar a tontas y a locas. Repensar la política implica poner bajo el análisis de la razón una actividad que ha sido muy importante a lo largo de la historia de la humanidad.

La psiquiatra se estaba impacientando. Replicó con energía:

—Una actividad que ha significado tantas guerras, conflictos y desgracias en todo el mundo, no lo olvide usted. Pero nosotros no somos ingenuos, especialmente cuando dice que además de ‘repensar’ la política, se propone ‘repensar’ el orden social.

—¿Y qué hay con eso? Si la política es mala y usted cree que repensarla no es conveniente ¿por qué objeta también repensar el orden social, que compartirá conmigo que se trata de algo indudablemente bueno?

—¡Porque el orden social es algo existente, ya establecido, y no hay nada que repensar al respecto!

Matilde se limitó a sonreir. Esto hizo que la psiquiatra Morgado, ya definitivamente molesta ante las respuestas de la escritora, cambiara de actitud. Extendiendo el brazo derecho y apuntando con el índice a la cara de Matilde exclamó con voz y mirada amenazante:

—Usted entiende bien que lo que está proponiendo es peligroso para la sociedad, y que el Estado tiene los medios suficientes para defender a la población de las influencias ideológicas nocivas. ¡Tenga usted cuidado, mucho cuidado, señora Moreno!

—Ya me dijo usted al entrar que debiera tener más cuidado, y ya le expliqué que confío mucho en la protección que nos garantiza el gobierno y el mismo Servicio estatal para el que usted trabaja.

La psiquiatra la miró echando chispas por los ojos. Abrió el maletín que había mantenido en todo momento afirmado con la mano izquierda, extrajo una hoja de papel y se la pasó a la escritora diciendo:

—Queda usted citada, debiendo comparecer en la fecha que se indica en ese documento, ante la Subdirección de la Central de Información, Inteligencia y Control Ideológico, para ser interrogada y verificarse su nivel de lealtad con la institucionalidad vigente.

Diciendo esto la psiquiatra se levantó. Matilde tomó el papel. Se sorprendió por la cantidad de logos y firmas que tenía, y sin leerlo lo depositó sobre la mesa de centro que estaba frente al sillón que ocupaba. Pensó en levantarse para acompañar a la psiquiatra hasta la puerta pero se contuvo temiendo que el transcriptor de voz que mantenía escondido bajo la manta pudiera caerse. Se limitó a explicar:

—Me disculpo por no acompañarla hasta la puerta. Es que estoy sumamente cansada y me duelen las piernas.

—Hasta muy pronto, señora Moreno. ¡Hasta muy pronto!

—Hasta luego, señora ... ¿cómo dijo que se llamaba?

—Roberta Morgado, doctora en psiquiatría, funcionaria de la Central de Información, Inteligencia y Control Ideológico del Gobierno. ¡Hasta pronto!

Cuando la visitante salió de la casa Matilde encendió la pantalla, comprobando que toda la conversación había quedado fielmente transcrita. Hizo una copia y la transfirió a su amigo Juan Solojuán por medio del IAI. En seguida lo llamó:

—Querido amigo Juan, perdona que te moleste. Es que acabo de recibir una visita de una funcionaria de la CIICI. Te he mandado copia de la conversación que tuve con ella, donde podrás apreciar la situación. Y te informo que he sido citada a un interrogatorio, dentro de tres días. Me gustaría conversar contigo al respecto.

Juan Solojuán pensó que lo más probable era que el IAI de Matilde estuviera ‘pinchado’ por la CIICI, porque sabía que era lo primero que hacían cuando comenzaban a investigar a una persona. Pensó que, después de la llamada de Matilde seguramente ‘pincharían’ también el suyo. Se limitó a decirle:

—Matilde querida, no me digas nada más, y no te preocupes. Mañana a medio día paso por tu casa y podremos almorzar juntos y conversar.

Media hora después la psiquiatra Morgado tuvo un verdadero ataque de rabia al ser informada por Julio Bustamante, el experto informático de la CIICI, de que la conversación que había tenido con la escritora había sido registrada y que de ella el viejo Juan Solojuán ya tenía una copia. Reaccionó pidiendo escuchar la grabación de la llamada que Matilde había hecho al viejo dirigente del consorcio cooperativo.

—¡Maldición! Debí haber imaginado que la muy astuta escondía un transcriptor de voz debajo de la manta.

Fue en seguida a informar a su jefe, al que dió a conocer los detalles tanto de la conversación que tuvo con la escritora como del hecho que había sido registrada sin que ella lo advirtiera. A solicitud del Director le resumió el contenido de la conversación de la escritora con Pedro Juan Iriarte, alias Juan Solojuán..

Después de reprender a la psiquiatra por haberse dejado sorprender tan ingenuamente, el coronel Ascanio Ahumada dió instrucciones para que el día siguiente a mediodía estuviera apostado un vigilante cerca de la casa de Matilde, bien provisto de un sistema de escucha a distancia, y que siguiera a los sospechosos hasta donde fueran a almorzar, seguramente un lugar público, y que registrara todo lo que hablaran allí la escritora con el viejo zorro que era don Juan Solojuán.

 

***

 

“No dejaré que nadie me condicione en mis pensamientos”, se dijo Matilde interiormente. Decidió continuar con lo que estaba haciendo. Mirando la pantalla comenzó otra vez a dictar:

Título de la novela: La Transvaluación.

Época: Mitad del siglo XXXI, más precisamente agosto del año 3056, esto es, exactamente dentro de mil años.

Contexto ecológico: El planeta tierra ha restablecido sus equilibrios fundamentales. La especie humana había terminado de aprender, ya en el tercer siglo del segundo milenio, cómo funcionan los delicados nexos e interacciones entre los fenómenos naturales y las dinámicas artificiales producidas por el hombre en los procesos demográficos, económicos y tecnológicos, y en base a dichos conocimientos se había logrado repristinar la hidrósfera, la atmósfera, la biósfera y la estratósfera. Se han limpiado los mares, conservado los glaciares, reencauzado los ríos y establecido sistemas que purifican y reciclan todas las aguas servidas. Los climas han cambiado, pero las zonas afectadas por la desertificación y las sequías se han reducido, al mismo tiempo que aquellas otras que antaño sufrían inundaciones, tempestades y ciclones ya no experimentan eventos catastróficos. El calentamiento global es cosa del pasado, y en gran parte del mundo los climas son benignos, aunque suficientemente variados y variables como para favorecer la más amplia diversidad biológica. Se ha terminado con la polución que caracterizó durante siglos a las grandes ciudades, y la capa de ozono se encuentra enteramente recuperada.

Contexto demográfico y económico: la población se ha reducido y estabilizado en 7 mil millones de personas, y a nivel global la expectativa media de vida es de 126 años, siendo numerosas las personas que alcanzan edades de hasta 140 abriles. En las grandes ciudades existen enormes y hermosos parques y numerosos centros de cultivo biológico de alimentos, que se han creado despejando grandes áreas antiguamente cubiertas de edificios y de asfalto. Un elevado porcentaje de la población se ha trasladado a pequeñas aldeas donde conviven grupos de familias que se autoabastecen en sus necesidades de alimentación, salud y educación, estando conectadas a todos los grandes centros de generación y difusión de las artes, las ciencias y la filosofía.

Las industrias pesadas han sido trasladadas al espacio, algunas a la luna y el planeta marte, y otras circundan la tierra configurando un enjambre de satélites esféricos cuyo paso es apreciado en las noches por los habitantes que gustan mirar las estrellas. Las industrias son operadas por robots y sistemas de máquinas e impresoras tridimensionales automatizadas, que no requieren ser manejadas ni alimentadas por el trabajo humano directo. Se autoproveen de energía solar, y en relación con ellas funciona un organizado sistema automático de abastecimiento de materias primas e insumos para la producción, que opera también el transporte de los productos terminados hasta los centros de distribución en la tierra.

El desplazamiento de las personas por las ciudades y entre las aldeas se realiza en aceras y calles móviles por donde las personas circulan a pié o en velocípedos que combinan la energía muscular con la que es captada del sol por las bandas mecánicas, que la transmiten directamente a los vehículos que circulan por ellas o que vuelan sobre ellas.

Los bienes y servicios están a disposición de los habitantes que los necesiten, quienes los pueden comprar o arrendar por tiempos definidos según las necesidades y deseos de cada consumidor, pagando por ellos el equivalente exacto de sus costos de producción, y atendiendo a la cantidad de días o de operaciones que pueden cumplir esos productos antes de entrar en obsolescencia y proceso de reciclaje.

Para solventar sus gastos cada persona recibe mensualmente una cantidad de dinero virtual, estimada según las necesidades correspondientes a su edad, sexo y características corporales y mentales. Las personas deciden en forma enteramente libre en qué utilizan su dinero, estando también la opción del ahorro y la acumulación en función de proyectos de inversión y de gastos que programen realizar en el futuro. No existe inflación ni deflación de precios; tampoco se cobran tasas de interés por los préstamos que pueden hacerse libre y recíprocamente las personas.”