Capítulo 3. INFORMACIÓN Y ENTUSIASMO

III. Información y entusiasmo.


Rogelio, siento mucho lo que le pasó a tu hermano.

El muchacho sintió el brazo de Juno presionando sus hombros. Lo interpretó como una señal de comprensión y cariño por parte del jefe de la banda. Juno insistió:

Sí. Eso no debía pasar. El Jovino era todavía un niño.

Rogelio se secó unas lágrimas que aparecieron en sus ojos, tratando de que Juno no se diera cuenta. Uno de los lemas de la banda, que había escuchado tantas veces, era que “la cosa es sin llorar”. Se mata y se es matado, la ley de la selva y la ley de la guerra.

Un relámpago iluminó la plaza. El trueno que se escuchó casi al mismo tiempo alertaba que la tormenta estaba muy cerca y se acercaba peligrosamente. Juno, sin dejar de llevar a Rogelio tomado de los hombros, apresuró el paso.

Lo vengaremos, Rogelio. Lo vengaremos. Pero no ahora, porque ese barrio demostró estar organizado para defenderse. Lo que necesitamos es, amigo, inteligencia. Quiero decir, información.

Al Juno no le importaba la muerte del Jovino, que no era más que un niño recién integrado a la banda. Por eso llegó sin mayores preámbulos a lo que quería decir a Rogelio. Después de la reciente derrota que habían experimentado, debiendo retirarse sin haber logrado ningún botín apreciable, había decidido que era necesario formar un “servicio de inteligencia”, dedicado a obtener información confiable sobre los barrios que pensaban asaltar. Y Rogelio, que había demostrado ser valiente y astuto, era la persona justa para iniciar la tarea.

Nubes negras y densas cubrían el cielo que se iluminaba con cada vez más frecuentes relámpagos. La tempestad estaba por desatarse. Juno comprendió que debía apurarse y terminar lo que se había propuesto, para llegar pronto a su protegido escondite. Le tenía terror a las fuerzas desatadas de la naturaleza que eran siempre imprevisibles. Maldito cambio climático.

Rogelio, he decidido encargarte una tarea especial. Y te voy a premiar muy bien por cada resultado que obtengas.

¿De qué se trata? Tú sabes que estoy siempre listo para cumplir lo que mandes.

Lo sé, por eso te he elegido. Necesitamos inteligencia, información. ¿Has visto en las películas que las operaciones exitosas se basan siempre en una buena información sobre los lugares donde se realizan? Eso debemos hacer nosotros. Cuando vayamos a intervenir en un barrio, debemos conocer exactamente el lugar, los accesos y lugares de escape, los espacios donde sea posible esconderse. Y sobre todo, saber las costumbres de la gente que vive ahí, si están organizados, si tienen armas, si funcionan las alarmas. Y también, si poseen autos, bicicletas u otros medios, y cuáles son los bienes más preciados y dónde los esconden. Yo quiero que tú recorras las calles que te indicaré, hables con la gente del sector, te informes lo más que puedas, tomes fotografías y anotes todo lo que te parezca importante que conozcamos antes de intervenir en esas calles. No dirás nada a nadie. Sólo a mí me informarás. A nadie más, ¿entendido?

A nadie más, entendido, jefe.

Bien. Te estoy encargando una misión importante, y debes sentirte privilegiado por ello. Si lo haces bien, pasarás a formar parte de mi primer círculo de confianza. Y serás recompensado como corresponda.

Muchas gracias, jefe, no te defraudaré.

Pero debes saber también, Rogelio, que si fallas, si cometes errores y me entregas información falsa, serás castigado, porque de tu trabajo dependerá en gran medida el resultado de nuestras incursiones. ¿Lo entiendes?

Sí, jefe, lo entiendo. Haré lo mejor posible.

Bien. Me han dicho que te drogas. ¿Es verdad?

Rogelio dudó un momento antes de responder.

Sólo a veces, jefe. Igual que todos. No más que todos.

Bien. De ahora en adelante deberás controlarte, porque tu misión exige que estés muy lúcido. Cuando necesites un pito y ya no puedas estar sin él, me lo dices y yo te daré lo que necesitas. Pero todo bien controlado ¿lo entiendes?

Sí, jefe, lo entiendo. Y estoy agradecido por todo lo que haces por mí y por mi familia.

Bien. No hablemos más. Mañana te daré las primeras instrucciones. Ya sabes dónde encontrarme.

El Juno bajó el brazo que había mantenido sobre los hombros de Rogelio y se alejó casi corriendo. Alcanzó a oír a Rogelio que alzó la voz para asegurarse que lo oiría.

Hasta mañana, jefe. Cuenta conmigo, como siempre.

Casi inmediatamente comenzó un fuerte chubasco. A Rogelio le gustaba sentir la lluvia caer sobre su cuerpo, golpear el pavimento y formar charcos que no esquivaba al caminar. Siguió caminando contra el viento que arreciaba. Estaba contento. El jefe le confiaba una misión especial y eso lo enorgullecía. Y le había prometido ser parte de su primer círculo de confianza. No sabía qué significaba eso; pero entendía que era un alto honor. Por su mente cruzó la idea de que la lluvia borraría las últimas manchas de la sangre de su hermano en la calle. Sí, sabré cumplir; el jefe estará orgulloso de mi. Y también descubriré quién mató al Jovino. ¡Lo vengaremos!

Una fuerte ráfaga de viento lo obligó a apoyarse en los barrotes de protección de una ventana. Una secuencia de relámpagos iluminó el cielo encapotado y el estruendo retumbó en sus oídos. Rogelio alzó el puño al cielo y un grito agudo salió de lo más hondo de su alma herida. ¡Sí! ¡Sí! ¡Que se desate una tormenta inmensa!¡Que no quede nada!


 

* * *


 

Chabelita y su padre estuvieron tan ocupados, cada uno en lo suyo, que en las dos semanas que transcurrieron desde la noche en que los despertó el enfrentamiento armado entre los delincuentes y los vecinos se habían limitado a los saludos matutinos y a darse las buenas noches. Salían como siempre muy temprano en sus bicicletas; pero Chabelita no se dirigía al colegio sino a encontrarse con sus amigas y amigos, y Solojuán no iba a su oficina sino que recorría calles y barrios cercanos buscando el sitio apropiado donde la cooperativa pudiera concentrarse y defenderse.

Chabelita llegó a su casa cuando al poniente el sol todavía arrebolaba las nubes que se deslizaban lentamente hacia el sur. Tenía mucho que contarle a su padre y se había hecho la idea de que él también llegaría más temprano que de costumbre. Estaba en la cocina sacando del horno un pay de manzana con almendras, que había preparado porque sabía que a él le gustaba especialmente, cuando lo sintió llegar, hablando en voz alta, casi cantando, alegre como si hubiera bebido más de la cuenta, algo que muy rara vez sucedía.

¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¡El sitio 23!

Chabelita se asomó y fue a abrazarlo.

¿Qué encontraste, papá? ¿El sitio para la cooperativa?

Sí, Chabelita, encontré el sitio que andaba buscando. ¡Y es ideal!

Cuéntame de qué se trata, papá, y dime porqué estás tan contento que creí que habías estado bebiendo.

Es una manzana grande entera, veinte mil metros cuadrados, con calles por los cuatro costados, casas y negocios que dan directamente a las calles, y un enorme espacio interior lleno de materiales y desechos de los más variados tipos, prácticamente abandonado. Un sitio donde podremos vivir muchos, instalar negocios, cultivar hortalizas, criar gallinas. Está en venta todo entero, Chabelita, el terreno y las construcciones, ¿te das cuenta de lo que significa eso?

¿Lo llamaste Sitio 23, o te oí mal?

El dueño, un turco bastante simpático por lo demás, lo llama así. Me explicó que eran 23 propiedades más chicas que fue comprando una a una y uniendo los roles, y que por eso al conjunto lo llama Sitio de las 23.

¡Mmm! Veintitrés propiedades, supongo que el conjunto debe valer muchos millones.

Bueno, hija, sí. Si fuera un tiempo normal, digamos, hace veinte años cuando todavía las empresas inmobiliarias construían edificios y condominios, ese terreno y esas casas tendrían un valor inmenso, incalculable. Pero ahora en que ya nadie construye nada, y en que hay tantas propiedades en venta, de gente que lo único que quiere es irse a vivir al campo o emigrar a otros países, dudo que haya alguien dispuesto a ofrecer mucho dinero por esa propiedad tan grande y semi-abandonada, donde imagino que en las noches se juntan drogadictos y delincuentes.

Y está en venta toda ¿dices?

Es de un turco, un empresario rentista que arrendaba las casas y los locales comerciales. Pero ya no puede controlar el negocio, muchos se han ido sin pagarle durante meses, dos o tres casas se incendiaron hace poco, y lo que colmó su paciencia fue el saqueo de varios de los más prósperos negocios que quedaban. El hombre lo único que quiere es encontrar a alguien que le compre todo e irse a vivir tranquilo a otra parte.

¿Crees que la cooperativa podrá comprarlo? ¿Supiste el precio?

Por el momento, el hombre pide demasiado; pero está dispuesto a negociar, y estoy seguro de que llegaremos a un acuerdo, a un precio justo. Tu sabes, Chabelita, que cuando uno desea algo intensamente …

Identifica los medios necesarios para realizar su voluntad – completó Chabelita la frase que tantas veces había escuchado decir a su padre.

Ahora, hijita, cuéntame de ti, que hace tiempo que no me dices en qué andas.

Vamos a la cocina, papá, porque preparé un rico pay de manzanas con almendras. También yo tengo buenas noticias que darte.

¡Excelente! Me encanta el pay que tú preparas.

Se sentaron, Chabelita sirvió un trozo pequeño para ella y otro grande para él, y comenzó a explicar lo que con su grupo habían decidido.

Decidimos, papá, que en las mañanas vamos a estudiar y que en las tardes vamos a trabajar; pero por cuenta propia. ¿Qué te parece?

Pues, me parece ideal, la combinación perfecta. Pero, dime, ¿ya tienen decidido en qué trabajarán, y qué estudiarán?

Lo del trabajo lo tenemos ya bien pensado. Descubrimos que con los cortes de la luz la comida en los refrigeradores se daña, y que hay un gran problema con la conservación de los alimentos. La gente está desesperada, y comienza a ser cada vez más difícil la alimentación sana. Por eso nos dedicaremos a producir todo tipo de alimentos conservados, sin necesidad de energía eléctrica. Aprendimos de la abuela de una compañera, y hemos también visto en internet, que se pueden conservar frutas secadas al sol; se pueden hacer conservas de verduras en aceite y en vinagre; se puede conservar la carne como charqui; y el pescado ahumado; se pueden hacer salsas de tomates, mermeladas, frutas confitadas, y muchas cosas más. Estamos seguras de que lo podemos hacer, y que habrá mucha gente que comprará nuestros productos, que venderemos a precios justos, lo suficiente para pagar los materiales, los envases, nuestro trabajo, y algo de ganancia para hacer crecer la empresa. Ya estamos recogiendo y juntando todo tipo de botellas y frascos, que lavaremos y usaremos para los distintos productos. Esperamos que la gente nos colabore, y a nuestros clientes les diremos que nos devuelvan los envases para continuar produciendo. Formaremos una cooperativa, papá. Tienes que ayudarnos para constituirla, aunque los estatutos, la organización, los criterios de funcionamiento y todo eso, los queremos pensar nosotros solos.

Chabelita hablaba con entusiasmo, casi sin respirar entre una frase y otra. Juan Solojuán la escuchaba atentamente y se emocionaba al apreciar el entusiasmo y la claridad de propósitos de su hija.

¿Qué te parece, papá? ¿Te gusta nuestro proyecto?

Me encanta, hija mía, me encanta. Y puedes contar con mi ayuda, si la necesitan y me la piden.

Gracias, papá. Sé que podemos contar contigo; pero también sé que estás muy ocupado y tienes muy poco tiempo.

¿Ya han pensado dónde trabajar, dónde se instalarán?

Por ahora, para comenzar, compraremos en las ferias; produciremos en nuestras casas, en las cocinas, en los patios; y venderemos en nuestros barrios, llevando directamente los productos a la gente. Estamos seguros de que nos irá bien. Lo tenemos todo bien pensado, papá.

¿Cuántas personas forman el grupo?

Somos cinco compañeras que estábamos en el colegio. La Almendra, la Blanca, la Jacinta, la María José y yo; y se han agregado dos muchachos. El Enrique, que es el hermano de la María José. El otro es el Nico, que está enamorado de la Jacinta y que están de novios. En el grupo de estudio estamos la Almendra, la Jacinta, el Lucio y yo, que nos salimos del colegio el mismo día.

Ya veo. ¿Me cuentas también de eso? ¿Qué van a estudiar? ¿Cómo van a hacerlo?

Estamos todavía pensando. Pero sabemos lo que queremos. Queremos ayudar a los niños drogadictos y alcohólicos. Hay muchos, y nos da pena verlos cómo están destruyendo sus vidas. Es como si quisieran suicidarse de a poco. Entonces, queremos prepararnos, estudiar todo lo que sirva para entender lo que les pasa, lo que los lleva a caer en eso, y para hacer terapias y ayudarlos a salir de esas adicciones. Pensamos que habría que saber de filosofía, de biología, de psicología, de neurociencia, de sociología, o sea, muchas cosas. No tenemos claro por dónde comenzar; pero estamos investigando. Ya tomamos contacto con la señora Consuelo Pedreros, una Asistente Social que es socia de la cooperativa. Ella nos va a orientar. La próxima semana nos reuniremos con ella en su casa. ¿La conoces?

Sí, la conozco. Es una persona excelente. Me alegra muchísimo que estén en contacto con ella.

La conversación fue interrumpida por una gran explosión. Se asomaron a la ventana, Una casa, a poco más de cien pasos de ellos se estaba incendiando.

Tenemos que ayudarles – dijo Juan, tomando un balde.

Sí, vamos – comentó Chabelita. – Voy a buscar la manguera del patio. Puede que haya donde conectarla.


 

* * *


 

Rogelio, ansioso por la cita que tendría en la tarde con el Juno, se paseaba por la plaza ensayando en voz baja el informe que le daría. Tenía la esperanza de que el jefe no solamente lo felicitara, sino también que lo integrara a su círculo de confianza, como le había prometido.

Había pasado justo un mes desde que el Juno le encargó vigilar e informarse de todo lo relacionado con unos extraños movimientos que sucedían en un pasaje de poco más de cien metros, que terminaba en un sitio cerrado con elevados muros, un portón de gruesas placas de hierro que permanecía siempre cerrado, y una puerta al costado, también de hierro, por el que entraban y salían cada día numerosas personas que a menudo ingresaban con cajas y bolsas pesadas, y salían después con esas mismas cajas y bolsas vacías. En varias ocasiones las personas habían llegado cargando sus objetos en triciclos, en carretillas e incluso un par de veces en una vieja camioneta.

Rogelio no había logrado saber lo que ocurría dentro, pues una vez que intentó que le abrieran le explicaron que solamente podían ingresar los socios de la cooperativa, y aunque intentó mirar hacia dentro por la puerta entreabierta, solamente pudo ver una construcción que parecía una bodega o una sala grande, al lado una casa de madera y detrás al costado algo que parecía un invernadero.

Pero Rogelio tenía mucho que informar al jefe, porque al comprobar que no podía conocer lo que ocurría dentro, se las ingenió para seguir a casi veinte de los hombres y mujeres que entraban y salían. Sin ser notado, supo dónde vivían, cuáles eran sus movimientos diarios, y de dónde sacaban las cajas y objetos que después llevaban al misterioso sitio cerrado. Los fotografió con su celular, sentado en un rincón a la entrada del pasaje, haciéndose pasar por un drogadicto. Después, en su casa, registró cuidadosamente lo que había descubierto sobre cada uno, sus pasos y actividades, sus casas y los lugares que frecuentaban. Sí, había trabajado a conciencia, tenía mucho que informar, y estaba convencido de que el Juno estaría contento y que lo premiaría.

Habían acordado encontrarse en la plaza a las seis de la tarde. Rogelio lo esperó desde media hora antes. El Juno llegó casi dos horas más tarde, cuando Rogelio estaba ya por irse, decepcionado. Pero lo vio llegar y fue a su encuentro.

Te estaba esperando, Juno.

Nada más que tu deber – respondió Juno malhumorado. – Y llámame “jefe”, ¿entendiste?

Por supuesto, jefe.

Aún siendo el jefe, Juno sintió que alguna explicación debía dar por su atraso.

Estuve despachando mercancía. Pero vamos al grano. Quiero un informe completo sobre todo lo que sucede en ese misterioso sitio al fondo del pasaje.

Sí, jefe. Tengo mucho que informar. Funciona allí una organización. Cooperativa la llaman. No parece que sea una empresa, ni un negocio. Es como un lugar de acopio de productos de los más variados tipos. Son más de sesenta las personas que entran y salen, sin orden, o sea en distintos horarios. Llegan con cajas, sacos y bolsas, llenos de cosas. Me dí cuenta de algunas cosas, las más grandes, como televisores, herramientas, muebles, cuadros. Otras son cajas cerradas y no pude saber de qué se trata. Imagino que pueden ser joyas, o vajilla, pero objetos valiosos, porque mueven esas cajas con mucho cuidado. Entran siempre con cosas, y salen sin nada. Deben tener una montaña de mercancías valiosas ahí dentro, porque son muchos. Algunos llegan cada dos o tres días, otros entran y salen dos o hasta tres veces en el mismo día.

Bien. ¿Eso es todo lo que pudiste saber? ¿Nada más?

No, jefe. Tengo mucho más que informar. Los sábados a las tres de la tarde llegan todos y salen juntos como a las ocho. Supongo que tienen una reunión, o que hacen algo ahí dentro.

¿Se van todos los que llegan, o se quedan algunos dentro? No puedo imaginar que dejen todo y no quede nadie para cuidar las cosas.

Hacen turnos para quedarse. Me fijé bien, y llevé la cuenta de los que salen y entran, y pude comprobar que se quedan cinco hombres en las noches. No son siempre los mismos, sino que cambian cada tres días, por eso digo que hacen turnos.

¿Algo más que debas informar?

Sí, jefe. Saqué fotos de casi todas las personas de esa organización. Las tengo aquí en mi celular y te las puedo traspasar, si quieres. Y no sólo eso. Pude seguir a varios hasta sus casas. Tengo las direcciones. Ahí descubrí algo bien raro. Varias casas de esa gente están en venta. Tienen un cartel “Se Vende”. Otras anuncian “Venta de Bodega”. ¿No te parece raro?

Me parece interesante. Es como si todos fueran a dejar sus casas para irse a vivir al sitio donde van a dejar sus cosas. ¿Te parece que puede ser eso?

No sé, jefe. Puede ser; pero no estoy seguro, porque el sitio no parece tan grande como para que vivan todos ahí. Yo no pude averiguar de dónde sacan las cosas que llevan al sitio, porque los he seguido después de que las dejan. En todo caso, es como si llevaran al sitio solamente objetos de mucho valor. No he visto que lleven camas, ni roperos, ni mesas, ni cocinas o refrigeradores. Es raro todo.

Bien, Rogelio. Es muy interesante. Tendremos que ver cómo podemos entrar a ese sitio donde se están guardando tantas cosas valiosas. Sigue vigilando. Sobre todo, trata de ver si hay algún día, o algunas horas, en que haya menos vigilancia. Cuéntame cualquier novedad que te parezca importante. Te voy a dar mi contacto, porque ya casi te considero parte de mi círculo de confianza.

Gracias, jefe. Haré lo que me pides.

Bien. Pásame todas las fotos, y anótame las direcciones de las casas de esa gente.

Lo haré, jefe.

Juno pasó un brazo sobre los hombros de Rogelio. Después le preguntó:

¿Cómo está tu madre?

Mal, Juno. No se puede consolar de la muerte del Jovino.

¿Y tú?

Me hacen falta unos porros, o mejor una rayas, Juno, tú sabes. Desde hace un mes que no consumo, y me empieza a doler el estómago y me tiritan las manos. ¿Puedes ayudarme?

El Juno metió la mano al bolsillo derecho, sacó unos billetes y se los pasó.

Estos son para tu madre.

Después, abrió una pequeña bolsa que tenía en el bolsillo izquierdo, y sacó unos papelillos.

Estos son para ti. Es de la buena, ya lo verás. Te lo mereces.

Y sin decir nada más se alejó. Rogelio alcanzó a decir:

Gracias, Juno. Muchas gracias. Cuenta conmigo en todo.

Lo sé, Rogelio, lo sé.