XII. Con la propia cabeza.
Octubre, que hasta diez años atrás era un mes de clima sereno y templado, fue horrible. Se desencadenaron tornados en toda la costa; tormentas de rayos y relámpagos no solamente en la precordillera como ya era habitual, sino también sobre los barrios altos de la ciudad; vientos de hasta ciento veinte kilómetros por hora en todo el Valle Central y en gran parte del sur, temporales persistentes de lluvia extrañamente tibia colapsaron las alcantarillas y desbordaron ríos, riachuelos, canales y cauces menores.
La gente se encerró en sus casas y en los albergues públicos. Aún así, todos los días los informes oficiales daban cuenta de varios fallecidos y de centenares de heridos de diversa gravedad. La mayoría de las industrias paralizó sus faenas; el comercio se mantenía abierto por lapsos que no pasaban de dos a tres horas al día; el gobierno decretó que los servicios públicos operaran sólo para emergencias y en muy pocos locales de atención especialmente protegidos; las escuelas, colegios y universidades cerraron completamente sus puertas; las bandas delictivas redujeron sus asaltos, y los grupos juveniles de protesta social se decretaron “en reflexión y recuperación de fuerzas”.
Chabelita pasaba gran parte del día conectada a internet. Comenzaba el día estudiando todo lo que encontraba sobre drogadicción y alcoholismo juvenil. En la tarde leía novelas de amor que la hacían suspirar, identificándose a menudo con alguna protagonista inocente e ingenua e imaginando que Rogelio participaba en las tortuosas y apasionadas aventuras noveladas. Al anochecer realizaba el aseo de la casa y preparaba las comidas del día siguiente para ella y su padre.
Rogelio, por su parte, se encerraba en su habitación y, deprimido por no poder siquiera encontrarse con Chabelita, consumía los porros que le regaló Juno, dormía gran parte del día, y apenas comía lo que encontraba en el refrigerador y en las reservas enlatadas que mantenía su madre. Ella se quedó todo el tiempo trabajando puertas adentro en la casa de Halina y Samir Abeliuk por especial solicitud que le hicieron ofreciéndole un pago especialmente generoso.
Juan Solojuán, después de la conversación que sostuvo con Osmán que le había aconsejado prepararse para lo peor si querían sobrevivir en la ciudad, bosquejó un plan que les permitiera enfrentar las más difíciles condiciones climáticas y sociales. La meta era llegar a ser autónomos tanto para proveerse de agua potable como de energía eléctrica. El diseño contemplaba la construcción de un sistema de autodefensa capaz de resistir cualquier asalto que fuera realizado con los medios que habitualmente empleaba la delincuencia.
El plan incluía, como primera y más urgente obra, la construcción de una noria al fondo del terreno en que estaba la sede de la cooperativa, que les proveyera de agua potable. No podía saber a qué profundidad encontrarían la napa de aguas subterráneas en ese sector, pero con seguridad perforando la tierra en algún momento la alcanzarían. El sistema de extracción dependería de la cantidad de metros que hubiera que levantar el agua para llevarla a la superficie; de ello dependería a su vez la cantidad de paneles fotovoltaicos y la potencia de la bomba que la energía tendría que accionar.
La segunda obra constituía un desafío mucho mayor, pero no imposible para un grupo decidido de hombres que pudieran disponer de adecuadas maquinarias y herramientas. Se trataba de perforar un túnel subterráneo que conectara el terreno donde estaba la Sede de la organización, con el interior del Sitio 23, la manzana que estaban comprando a Abeliuk. Para ello la Cooperativa había encargado a un ingeniero civil un estudio sobre la factibilidad técnica de construir ese túnel, y que diseñara un plano de la obra. El túnel era muy importante tanto para garantizar la seguridad frente a cualquier amenaza, como para proveerse de los alimentos necesarios que podrían cultivar y criar al interior del Sitio 23.
De este modo, y sin contar con ningún permiso oficial que con seguridad les hubiera sido negado, Juan Solojuán y veinticuatro hombres de la organización comenzaron a cavar la noria con rudimentarias herramientas, trabajando día y noche en tres turnos, protegidos del viento y de las lluvias por una estructura que ellos mismos idearon y crearon.
Trabajaron sin descanso todo el mes, y al comenzar noviembre, cuando ya amainaban los vientos y las lluvias y llegando la excavación a catorce metros de profundidad, celebraron alborozados el encuentro de una napa subterránea de abundante agua fresca y pura.
* * *
– Compañeras y compañeros. Hemos trabajado muy duramente en las obras de protección y fortalecimiento de nuestra autonomía como organización. Con la noria ya tenemos agua; con los paneles fotovoltaicos contamos con electricidad; con nuestro huerto, el gallinero y la crianza de conejos nos proveemos de una buena porción de alimentos. Y hasta aquí, también vamos bien en la compra del Sitio 23, donde varios de nosotros ya estamos instalándonos provisoriamente a vivir. El proceso de aumento del capital social de la cooperativa, con los aportes que todos estamos realizando, lo estamos cumpliendo.
Juan hizo una pausa. Recorriendo con la mirada los tres círculos concéntricos de socios que lo escuchaban atentamente. Los rostros de satisfacción lo reconfortaron y animaron, porque sentía que sobre sus hombros recaía la responsabilidad de esos casi sobrehumanos sacrificios a los que él los había invitado. Enseguida continuó:
– Los sacrificios y los riesgos en que estamos incurriendo al vender nuestras casas y otros bienes, al aportar nuestros ahorros, y al trabajar sin descanso, es grande, es verdaderamente admirable. Le hacemos honor a CONFIAR, el nombre de nuestra cooperativa, porque estamos demostrando, nos estamos demostrando que confiamos en nuestra organización; o mejor dicho, que confiamos en nosotros mismos, porque la cooperativa es nuestra, y depende exclusivamente de nosotros.
Al observar esos rostros cansados pero satisfechos y alegres, pensó que era oportuno facilitar que esos sentimientos se expresaran de algún modo.
– Nos merecemos, compañeras y compañeros, nos merecemos aplausos.
Se puso de pie y comenzó a aplaudir mirando y orientando las manos hacia cada uno de los socios que lo escuchaban. El gesto fue imitado por todos, desencadenando una prolongada ovación acompañada de gritos que expresaban los sentimientos que los animaban. Humberto Farías, “el profesor” como lo llamaban todos, comenzó a entonar el himno cooperativo, seguido con entusiasmo por toda la asamblea.
“Marchamos todos unidos / hacia la vida y la patria / escoltados por el sol, el trabajo y la esperanza. / Nuestra luz cooperativa ilumina nuestra marcha / los senderos de la tierra y los caminos del alma. / Nos alimenta el pasado y el presente nos levanta / y el porvenir nos espera en el tiempo y la distancia. / Congregados por el pan y agrupados por el alba / luchamos por la blancura de la paloma más blanca. / Somos pueblo que conquista la libertad con el arma / del trabajo que redime y madura nuestra causa.”
Pasado el momento de las emociones y todos nuevamente en sus sillas, el Presidente de la cooperativa continuó, entrando directamente en el tema que debían tratar ese día en la Asamblea.
– Compañeras y compañeros, amigas y amigos. Recordemos que son tres los objetivos que nos propusimos hace ya cinco meses. El primero es crear un sistema de seguridad defensiva, capaz de resistir cualquier ataque externo, para proteger nuestras familias y la misma cooperativa de la delincuencia. El segundo objetivo es avanzar hacia la autonomía alimentaria y el auto–cuidado de la salud, para asegurar la subsistencia en el mediano y largo plazo, ante la amenaza de cada vez mayores y más frecuentes desastres ambientales. Y el tercer objetivo es el crecimiento de la organización, para alcanzar el tamaño indispensable para asegurar los dos objetivos anteriores. Esto implica integrar a nuestra cooperativa a muchas más personas, familias y unidades económicas. ¿Lo recuerdan?
Se escucharon varias voces confirmando.
– Pues bien. Hemos avanzado en los dos primeros objetivos; pero aún no comenzamos con el tercero. No hemos analizado ni planificado aún a quiénes invitaremos, ni cómo lo haremos. Ha llegado el momento de comenzar esta tarea, sin dilación, porque los tiempos apremian. Y porque es muy importante para que podamos asegurar los dos objetivos anteriores. Pues si nos mantenemos siendo pocos, no seremos suficientes ni para defendernos, ni para asegurar la subsistencia.
Juan se calló, estimulando con un gesto la intervención de los socios.
– ¿A cuántos nuevos socios, crees tú que debemos integrar? ¿Cuántos tenemos que llegar a ser? – inquirió Benito, el soldador que había diseñado y construido la caja fuerte.
– Cuantos más seamos, mejor – respondió Juan. – Pero hay un límite que nos pone nuestra capacidad de integrar socios, teniendo en cuenta el tamaño de nuestras instalaciones actuales y lo que podamos construir en el terreno y en las construcciones que estamos comprando. Hice algunas estimaciones, y calculo que en esta fase, y ateniendo a nuestras capacidades, debiéramos llegar a ser unos doscientos o doscientos veinte socios.
– ¿Tantos? – dijo Eleonora con expresión dubitativa.
Ella era la secretaria de la cooperativa y formaba parte del Consejo de Administración. Muy querida y respetada por todos, la duda que expresaba en su pregunta representaba una inquietud que comenzaba a aflorar en muchos socios. Reforzando su duda agregó:
– Significaría casi triplicar el número de los que somos. Somos setenta y dos. ¿tenemos que incorporaremos a ciento cuarenta nuevos socios?
Respondió Juan:
– Bueno, es la cantidad de personas, que deben ser socios y trabajadores a la vez, que según mis cálculos necesitamos, y que tendremos capacidad para integrar. ¿Cuál sería el problema que ves en que los nuevos sean tantos, Eleonora?
– Es que no sé. Los que aquí estamos llevamos varios años juntos, trabajando, esforzándonos, sacrificando muchas cosas. No es que no quiera que seamos muchos, pero siento que no será fácil encontrar tantas personas que sean como nosotros.
– Hay otro problema – agregó Tomás Ignacio Larrañiche. – Al integrarse ciento cuarenta nuevos socios, y siendo nosotros sólo setenta, la Cooperativa corre un gran peligro.
El abogado, habituado a darle peso a sus opiniones empleando ciertos trucos de oratoria propios de su profesión, se levantó de su asiento, dio tres pasos al frente y continuó explicando.
– El peligro es que en poco tiempo nos suceda que cambie la orientación de la Cooperativa. Esto debido a que sin duda cambiará la composición de la Asamblea, y también del Consejo de Administración, porque con el criterio cooperativista de que cada socio tiene un voto, los ciento cuarenta socios nuevos conformarán una gran mayoría en la Asamblea, y podrían nombrar un Consejo de Administración que tenga una orientación diferente.
Tomás Ignacio volvió a su asiento mirando a Juan Solojuán, a quien conocía bien y que suponía que habría ya pensado en el problema. Sabía que Juan estudió Derecho y que, si bien había ejercido la profesión sólo unos meses y la había abandonado con desencanto, mantenía una mentalidad jurídica que lo llevaba a considerar siempre los efectos de las decisiones y a evaluar sus pros y sus contras.
Siguiendo la dirección de la mirada de Larrañiche era ahora la Asamblea entera la que esperaba que Juan les aclarara el asunto, que sin duda era crucial. Juan explicó:
– Todos sabemos bien que nuestra Cooperativa fue creada con ciertos criterios y normas diferentes a los de la mayoría de las cooperativas. La principal diferencia es nuestro sistema de Acciones de Trabajo y las formas en que el capital aportado por cada socio es remunerado a la hora de distribuir las utilidades. 1 Sabemos, también, que somos enteramente autónomos como organización, y que esta Asamblea puede modificar los Estatutos y las normas que nos rigen. Pues bien, hasta ahora hemos mantenido el criterio cooperativo tradicional “Un Socio, un Voto”. Pero todo se puede re-pensar y cambiar, si nuestros racionamientos y las circunstancias nos orientan en algún sentido diferente al que hemos practicado. ¿No les parece?
Un murmullo de aprobación se difundió rápidamente en los tres círculos concéntricos en que estaban dispuestos los socios. Juan continuó explicando.
– Dos son las circunstancias nuevas que debemos considerar. La primera es el gran aumento del número de socios que nos planteamos, lo cual podría generar los peligros que nos ha hecho ver el abogado Tomás Ignacio. La otra novedad es que, como está ocurriendo desde que decidimos el enorme aumento de capital, ahora los socios nos estamos diferenciando más en cuanto al capital que cada uno aporta y posee en la Cooperativa. Algunos hemos realizado aumentos muy importantes al colocar en la organización el resultado de vender nuestros bienes. Otros han realizado aportes menores en base a sus ahorros y sus posibilidades. Estas diferencias significan, concretamente, que los riesgos económicos en que estamos incurriendo los socios son distintos; y como consecuencia de ellos, que los compromisos que asumimos en la organización serán también más altos de parte de algunos socios que los de otros. Pues nadie nos ha preguntado si hemos puesto todo, o sólo una parte de nuestros haberes. Eso no debe importarnos. Lo que nos importa es que todos estamos contribuyendo, y lo que cada uno aporta y arriesga es lo que ha decidido libremente. Y que los aportes de cada uno están exactamente contabilizados y bien resguardados. ¿No es así?
– Así es – confirmó Anita Méndez, la tesorera de la Cooperativa.
El Presidente continuó:
– Cuando los capitales aportados por cada uno eran pocos, y bastante similares entre nosotros, no había problemas en aplicar el principio “un socio, un voto”. Pero las diferencias, y el incremento de socios nuevos, nos plantean un problema, como bien nos explicó Tomás Ignacio, y nos obligan a tomar una decisión, que pudiera significar un nuevo cambio en los Estatutos que nos rigen. Veo tres alternativas, tres opciones entre las cuáles tendríamos que decidir.
El profesor Humberto Farías, uno de los socios fundadores de la Cooperativa y que conocía muy bien los modos en que Juan Solojuán proponía los asuntos que sometía a decisión por la Asamblea, se adelantó hacia la pizarra que se encontraba a un costado de la sala y se dispuso a escribir.
– La primera opción – dijo Juan – es continuar aplicando el criterio cooperativo tradicional, que tiene importantes valores. Entre esos valores se cuenta, principalmente, el que favorece el ambiente comunitario, y que se presenta y es reconocido como democrático, y que está legitimado por una larga experiencia histórica del cooperativismo. Tiene el problema que nos explicó nuestro abogado.
El profesor escribió con grandes y claras letras de imprenta en la pizarra:
Alternativa I. Un socio = un voto
– La segunda opción – continuó Juan – es tener en cuenta en la gestión de la cooperativa el mismo criterio que aplicamos para distinguir los aportes que realizamos y las retribuciones que obtenemos por ellos, medidos en Acciones de Trabajo. Este criterio parece justo, porque valora los riesgos y los compromisos de los socios; aunque hay que reconocer que se asemeja a lo que sucede en las Sociedades Anónimas de Capital.
Humberto Farías escribió:
Alternativa II. Una Acción de Trabajo = un Voto
Juan continuó:
– La tercera opción consiste en tomar un criterio diferente según los asuntos sobre los que se deba decidir. Sería, por ejemplo, que para la elección de los miembros del Consejo de Administración se diferencien los votos según las Acciones de Trabajo que posea cada socio; y que para todos los demás asuntos rija el principio cooperativista “un socio, un voto”.
El profesor Farías escribió:
Alternativa III. Elección del Consejo: Una Acción de Trabajo = un Voto.
Todas lo demás: Un Socio = un Voto.
– La decisión – terminó diciendo Juan Solojuán – la tienen ustedes. Lo decidirá por mayoría de votos esta Asamblea, en que como ha sido siempre hasta hoy, cada socio tiene un voto. Yo les digo desde ya que me abstengo. No quiero influir en su decisión, por lo que me retiro y dejo a Evelina, nuestra Vice-presidenta, presidiendo la Asamblea. Quienes pueden responder cualquier consulta y las dudas que ustedes tengan, son nuestro abogado Larrañiche y el profesor Farías. Reflexionen, dialoguen, formen grupos, conversen, analicen, y decidan. La decisión que se tome por la mayoría de ustedes es lo que se hará, como siempre. Y yo estaré feliz de aplicarlo.
Solojuán se levantó y salió de la sala, dejando a la Asamblea sorprendida. Evelina asumió la presidencia y ofreció la palabra.
Se alzaron simultáneamente dos manos, la de Humberto Farías y la de Tomás Ignacio Larrañiche. Evelina dio la palabra primero al abogado.
– Estimados socios. De todos los valores de la sociedad el más importante es la justicia. Cuando no hay justicia surgen inevitablemente el malestar de los afectados y los conflictos de intereses. Cuando alguien siente y piensa que una decisión colectiva no respeta sus derechos, o que se le niega lo que en justicia le corresponde, esa persona se resiente, toma distancia del colectivo, y en consecuencia tenderá en el futuro a reducir sus aportes y su colaboración a la obra colectiva. Justo, y por lo tanto también beneficioso para la comunidad, es que los aportes y sacrificios que realizan las personas, sean reconocidos y recompensados en las justas proporciones que corresponden a cada uno. La consecuencia de esto es que los derechos y los deberes que asumen las personas en una organización, sean proporcionales a sus aportes, contribuciones y trabajos. Y esto solamente puede quedar garantizado cuando cada miembro del colectivo participe en las decisiones del grupo en proporción a los aportes que haya realizado, que no son todos iguales, Por eso, en mi opinión, no cabe en nuestra cooperativa establecer el principio “una persona, un voto”, sino “una acción de trabajo, un voto”. Es lo que pienso como lo más justo entre nosotros. Estimados socios, ¡no caigamos en el igualitarismo y el colectivismo!
La palabra la tomó ahora el profesor:
– Compañeras y compañeros, una cooperativa es ante todo una comunidad, un colectivo. Para que tenga éxito, es necesario que exista una voluntad colectiva, un fuerte Factor C, que significa colaboración, comunicación, comunión, compartir, comunidad. Esa voluntad colectiva se expresa en una Asamblea de socios iguales, hermanos, que estén todos en las mismas condiciones. O sea, compañeros y compañeros, lo mejor es el antiguo y sabio principio cooperativo de “una persona, un voto”, sin hacer distinciones. Si no somos todos iguales, se crearán desaveniencias, malestares y conflictos. La solidaridad, compañeros y compañeras, debe estar por sobre la justicia a la que alude el socio Larrañiche. Por favor, compañeros, ¡no caigamos en el economicismo y el liberalismo!
El abogado levantó la mano para replicar; pero Evelina, previendo que se daría una discusión interminable entre los dos profesionales, decidió evitarlo y hacer que el debate continuara entre todos, por lo que procedió a organizar los grupos de reflexión.
Transcurrieron más de dos horas, tiempo que Juan Solojuán dedicó a la lectura de una entretenida novela de ciencia ficción escrita por Matilde Moreno, una joven inquieta y talentosa que había conocido en un evento sobre cultura, tecnología y cambio climático, y que se mostró muy interesada en la experiencia cooperativa de CONFIAR. Hasta él llegaba el murmullo de los grupos de conversación, y de vez en cuando alguna voz que intentaba imponerse, volviendo pronto todo a la normalidad de una discusión razonada. Finalmente Eleonora fue a buscarlo. En la pizarra estaban indicados claramente los resultados de la votación:
Alternativa I. Un Socio = un Voto. I I I I I I I I (8 socios)
Alternativa II. Una Acción de Trabajo = un Voto. I I I I I I I I I I I (11 socios)
La tercera opción había sido modificada. Decía:
Alternativa III. a) Elección del Consejo de Administración:
– Presidente y Vicepresidente: 1 Socio = 1 Voto
– 5 Consejeros: 1 Acción de Trabajo = 1 Voto.
b) Decisiones de inversión, aumentos de capital, Créditos y otros asuntos que impacten el funcionamiento económico de CONFIAR: Una Acción = un Voto.
c) Cambios de Estatutos: 1 Acción = 1 Voto.
d) Todas las otras decisiones: 1 Socio = 1 Voto.
I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I I (49 socios)
Alternativa IV. Sin Preferencia y Abstenciones: I I I (3 socios)
Juan Solojuán continuó presidiendo la reunión.
– La decisión se toma, entonces, por una mayoría contundente. Pero – agregó Juan – ¿me pueden explicar por qué se establece un criterio distinto para elegir la presidencia, del que se aplica a los otros consejeros?
La secretaria resumió en breves términos los acuerdos tomados y sus razones, deteniéndose a explicar que el argumento para diferenciar el modo de elegir al Presidente y el Vice de los Consejeros, fue que se pensó que la Presidencia debía representar al colectivo como tal, mientras que los Consejeros representarían a los socios según sus intereses.
Después de unas breves palabras con que Juan elogió el trabajo de los socios, se fijó una nueva Asamblea para el martes siguiente, en la que decidirían sobre los criterios para invitar a nuevos socios, y los procedimientos y modos de integrarlos a la organización. Solojuán dio por concluida una muy importante reunión que se había extendido más de lo previsto.
Cuando Juan llegó a su casa Chabelita le preguntó cómo había estado la Asamblea.
– Muy bien, hija. Primó el sentido común, por encima de la ideologías colectivistas y economicistas, e incluso por encima de las tradiciones del cooperativismo. Todo bien, Chabelita. Tenemos una cooperativa muy sólida, porque tenemos socios que piensan y deciden con su propia cabeza.
– Yo me inscribiré apenas tenga para la cuota inicial. Ya lo conversamos en nuestro emprendimiento de conservación y comercialización de alimentos.
– Cuando hayamos aprobado los nuevos Estatutos de la cooperativa te pasaré una copia para que ustedes los estudien y decidan ...
– Con nuestra propia cabeza – terminó Chabelita la frase.
1 Esas singularidades de la Cooperativa CONFIAR están descritas y explicadas en la novela LOS CUADERNOS DE JUAN SOLOJUÁN.
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