VIII. El poder de la tecnología.
Juan Solojuán acompañado por Tomás Ignacio Larrañiche y por Anita Méndez, Tesorera de la Cooperativa, se encontraron con Samir Abeliuk, el abogado de éste y su ejecutivo de sus cuentas, en una pequeña sala interior del Banco Español. Ahí se realizaban habitualmente las operaciones comerciales importantes, especialmente aquellas que se pagaban en monedas internacionales y en oro.
Los directivos de la cooperativa entregaron a Abeliuk dos mil ciento setenta gramos de oro de dieciocho quilates, debidamente certificados, correspondientes a la primera de las doce cuotas pactadas. Se firmaron los documentos que dejaban constancia de que Samir Abeliuk había recibido conforme el oro, en tiempo y forma, y que la Cooperativa CONFIAR recibía las llaves y la autorización para tomar posesión de dos de las casas desocupadas del Sitio 23.
El dinero quedó resguardado en la bóveda del banco a nombre de Samir Abeliuk, los documentos que daban a la cooperativa el derecho a uso de la casa fueron directo a la cartera de Anita Méndez, y las llaves de las casas las guardó Solojuán en el bolsillo del pantalón.
Al salir del banco, después de despedirse de su abogado, Samir se dirigió a Juan, Tomás Ignacio y Anita.
– ¿No quisieran compartir una botella de buen vino conmigo?
Tomás Ignacio no tenía el menor interés en trabar amistad con ese hombre mujeriego al que recordaba pontificando sobre la relación entre el dinero y las mujeres, por lo que se disculpó aduciendo que tenía un compromiso familiar. Anita, que era la compañera de vida de Rubén Donoso, el antiguo dueño del terreno donde habían levantado la sede de la organización, explicó que debía volver al trabajo. Juan Solojuán aceptó la invitación:
– Tienes razón, Samir, este primer cumplimiento de nuestro contrato merece que lo celebremos.
Una hora después, cuando el mozo llenaba sus copas con la tercera botella de vino, Samir sintió que podía confiar en Juan Solojuán, ese hombre tranquilo que lo escuchaba atento y sin contradecirlo, y que había demostrado ser de palabra. Lo que contó esa noche el turco fue toda una sorpresa para Juan, que no terminaba de creer que el relato de Samir fuera verdadero.
Samir Abeliuk empezó explicando que tenía un hijo en Estados Unidos, no de Halina su esposa, a la que entonces aún no conocía, sino de la hija de un gran empresario norteamericano que había conocido en Long Beach, la hermosa playa de Long Island cerca de New York, hacía casi treinta años. Fue una fugaz aventura de verano. Él tenía veinte años y ella poco más de dieciséis. De esa relación nació Osmán.
– Es ahora un connotado científico experto en ingeniería cuántica. Te sorprendería saber en lo que está trabajando.
– ¡Ah! No sabes cuánto me gustan las personas que inventan cosas nuevas.
– Entonces te diré algo. No todo, porque me dice siempre que no le cuente a nadie. Pero, en fin, sin entrar en detalles, la cosa es que en Estados Unidos y en otros lugares del mundo están construyendo una civilización tecnológica hiper-avanzada, que ni siquiera podrías imaginar. Dicen que es para salvar al menos una parte de la humanidad del desastre ambiental, económico, social y político que está ocurriendo en todo el mundo.
Juan levantó la copa invitando a Samir a chocar la suya. Al hacerlo comentó:
– Es lo mismo que queremos nosotros con la cooperativa, salvar el mundo, o al menos a una parte. Yo no creo que la salvación sea mediante la tecnología, que es muy frágil y que se está también desmoronando. Ya supimos de la caída de Facebook, y hace dos días anunciaron que Internet se divide en cinco. Creo que a nosotros de habla hispana nos darán la Internet 5. Será difícil, amigo mío, salvar el mundo.
– Lo que viene será duro. Es lo que me explicó mi hijo, y por eso me iré a vivir con él.
– Ya es bastante duro; pero sí, la delincuencia está desatada y cada vez hay más desgobierno.
– Sí, pero no se trata solamente de eso. Lo que me dice Osmán es que podría suceder una gran devastación ambiental, por el cambio climático. Solamente ellos, los de la civilización tecnológica, se están preparando de verdad para sobrevivir.
– Pero esas tecnologías avanzadas ¿cómo podrían resistir a una devastación que afectaría a todo el mundo? Estados Unidos no está a salvo, al contrario, ya hemos visto a los huracanes destruir buena parte de la costa este. Creo que estamos mejor aquí en Chile, protegidos por la cordillera de Los Andes por un lado, y por la cordillera de la Costa por el otro; y entre medio los cordones montañosos transversales. No es que el cambio climático no nos afecte; pero será menor que en otras regiones del mundo. Por cierto que el daño grande está siendo y será mayor en las ciudades costeras.
– Devastación, amigo mío. Te aconsejo que se preparen, aunque no sé cómo. Y tienes razón, gran parte de los Estados Unidos será gravemente afectado. Pero los científicos del proyecto de la civilización tecnológica han escogido, en Estados Unidos y en otros continentes y países, un conjunto de lugares que serán los menos dañados. En esos lugares están construyendo ciudades fortalecidas, capaces de autoabastecerse de todo lo necesario para subsistir, provistas de los más avanzados sistemas tecnológicos, robots con inteligencia artificial y todo eso que yo no entiendo.
– Y tú, Samir ¿te vas a uno de esos lugares?
– Así es, mi hijo nos consiguió cabida para mí y para Halina.
– ¿Y sabes cuántos son los que se van a salvar en esas grandes Arcas de Noé?
– Sí, son como Arcas de Noé. Una vez escuché a mi hijo decir que el plan es para doscientas millones personas.
– ¡Mmm! Algo así como el dos por ciento de la población mundial. Si es verdad, ustedes son muy privilegiados. Me imagino que para eso es el oro.
– Bueno, sí; pero no puedo contarte nada más. Me lo tiene prohibido, y ya te dije más de lo que debía. Así que, amigo Juan, será mejor que nos tomemos este último trago y nos vayamos.
– Tienes razón, Samir, tres botellas son demasiado.
* * *
Un mes después Samir Abeliuk confidenció a Juan Solojuán que su hijo Osmán, el físico experto en ingeniería cuántica, vendría pronto a visitarlo. Fue tanta la insistencia de Juan que terminó convenciendo a Samir de que era sumamente importante encontrarse con él. Así, cuando Osmán llegó, Samir decidió hablar con su hijo. Una tarde, después de compartir un buen café turco y fumar marguile en pipa de agua, una costumbre turca entretenida y relajante, Samir planteó el tema a Osmán.
– Pienso que quizás debieras conocer al hombre que me está comprando el Sitio 23.
– Sabes, padre, que mis venidas a Chile son por trabajo, y que no debo encontrarme sino con la familia.
– Lo sé, Osman, es que es un tipo que pudiera interesarte conocer. Él fundó y está desarrollando una especie de utopía económica cooperativa. Es para hacerla crecer que nos está comprando esas propiedades en nombre de la organización que dirige.
– ¿Por qué crees que me puede interesar conocerlo?
– Bueno, porque igual que tú, piensa que se producirá muy pronto una gran devastación ambiental, que todo el sistema económico colapsará, y que estamos ya entrando en un caos social.
– Son muchos, padre, los que creen en eso.
– Pero la diferencia es que este tipo está trabajando seriamente para crear un sistema que pueda resistir a todo eso y asegurar la sobrevivencia de los que participen.
– ¿Aquí en Santiago?
– Sí.
– No es tan mal lugar ¿sabes? La cordillera y las montañas que circundan la ciudad y que tantos problemas les han creado con el smog porque no dejan escapar el aire contaminado, tienen ahora la ventaja de que la ciudad esté más protegida que muchas otras grandes metrópolis. El problema es que la ciudad es demasiado grande, demasiada gente. ¿Y qué está haciendo ese hombre? ¿Cuál es su proyecto?
– No sé mucho. Lo que él dice es que hay que crear una nueva civilización. Una forma de vivir muy distinta a la actual. Creo que está construyendo un sistema defensivo frente a la delincuencia y el caos social, porque dice que los gobiernos ya no pueden controlar a los vándalos desatados. Un día me habló también de que querían alcanzar la autosuficiencia alimentaria.
– ¿En la ciudad? Es bastante utópico; pero si se hace bien, con las tecnologías apropiadas, es posible.
– ¿No te parece que podrían conversar, y aconsejarle con algo de lo que tú sabes?
– Mmm. Está bien, invítalo. Tendría que ser mañana, en la cena, porque es la única ventana de tiempo que tengo por el trabajo. Ya sabes que debo regresar el sábado. Ahora, padre, tengo que trabajar.
Mientras Osmán se retiraba a su habitación y se conectaba con ARKINSULAND, Samir llamó a Juan.
– Juan, te tengo una buena noticia. Lo que me pediste lo conseguí. Osmán está dispuesto a conversar contigo.
– ¡Excelente! Dime a qué hora y dónde.
– Un momento. Antes tienes que prometerme que no le dirás que te conté del proyecto en que está trabajando. ¿Lo prometes?
– ¡Lo prometo! Sabes que soy de palabra.
– Bien. Es que me tiene prohibido contar nada, a nadie. Por eso le dije, solamente, que le resultaría interesante conversar contigo sobre tu proyecto, el de la cooperativa.
– Está bien. Ya veremos de qué conversaremos. Quédate tranquilo. ¿Dónde y cuándo?
– Mañana en mi casa, a la hora de cena. Cenamos a las nueve; pero puedes llegar unos minutos antes.
– Ahí estaré un cuarto para las nueve. Gracias, Samir. ¡Muchas gracias!
Al día siguiente, sentados en el salón de la casa de Abeliuk, fue Osmán quien comenzó la conversación. Como buen científico y porque tenía poco tiempo entró directamente al asunto.
– Me contó mi padre que fundaste una cooperativa. Que eres su presidente. Que frente al caos social y al desastre climático que se avecinan estás construyendo un sistema de autodefensa y de autonomía alimentaria.
– Es así – respondió Juan sorprendido por la precisión con la que Osmán se refería a su proyecto.
– ¿Puedo preguntarte detalles?
– Adelante. No mantengo secretos más allá de los estrictamente operativos.
– Bien. ¿Para cuántas personas están proyectando el sistema?
– Actualmente somos setenta y seis socios. Con las familias, constituimos una unidad de aproximadamente doscientos cincuenta personas. En una primera fase, de aquí a un año o algo más, esperamos llegar a doscientos socios; y de ahí en adelante creceremos, espero yo, hasta llegar a ser diez mil, veinte mil, o más. Pero, claro, todo depende de que los primeros doscientos logremos sobrevivir con nuestras familias. Si quieres que te lo diga todo, en mi mente se trata de crear, de construir, una nueva civilización.
– ¿Una nueva civilización? ¿Qué entiendes por eso?
– Para decirlo brevemente, lo que queremos es desarrollar entre nosotros, e integrar poco a poco a todas las personas que deseen participar, un modo de vivir distinto al actual. Otra manera de trabajar, de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, de organizarnos, de producir, de consumir, de asegurar el futuro. Todo eso, con solidaridad, en comunidad.
– Un sueño, verdaderamente una utopía.
– Nosotros creemos que es posible, porque ya lo estamos realizando.
– Sí, no me entiendas mal. Decía que es una utopía en el sentido de algo fantástico, excelente. Se me ocurre que, en alguna medida, es posible.
Juan iba a decir algo pero se contuvo, dándose cuenta de que Osmán estaba pensando. Era mejor esperar y dejarlo hablar. Lo que reveló Osmán, después de dudar y decidir, fue más de lo que Juan hubiera esperado.
– Si no estuviera yo trabajando para construir otra civilización, distinta a la de ustedes, pero igualmente orientada no solamente a asegurar la sobrevivencia sino a lograrlo con un modo mejor de vivir, me quedaría contigo y participaría en vuestro proyecto.
Juan lo dejó continuar.
– No puedo contarte mucho de lo que hacemos; pero te diré lo que pienso que puede ayudarles a ustedes en su propio proyecto. El nuestro es muy distinto. Se basa en las tecnologías más avanzadas. Mucha gente cree que nos estamos preparando para crear colonias humanas en Marte, o en la Luna. Eso sería una soberana tontera, teniendo este planeta Tierra que, por más devastado que llegue a estar, es y seguirá siendo infinitamente más habitable que cualquier otro astro al que podamos colonizar. Hemos identificado en la Tierra una serie de lugares que por condiciones naturales y por el trabajo humano realizado allí, son los más propicios porque serán menos afectados por las luchas sociales, las guerras y el cambio climático. Se trata, casi todos, de lugares apartados de las grandes ciudades. Estamos creando alrededor de ellos una sólida protección basada en las más avanzadas tecnologías. Y al interior, plantas de generación de energía sustentables de quinta generación; un sistema de información y comunicación basado en la inteligencia artificial, la robótica, la computación cuántica, y otras invenciones que no te puedo ni siquiera mencionar. En esos lugares, que constituyen una especie de archipiélago repartido por todo el planeta, estamos implementando sistemas productivos automatizados para aprovisionarnos de alimentos, medicinas, esparcimiento, conocimientos y ciencias. Además, conservaremos semillas y los adn de la mayor variedad de especies de la flora y fauna del planeta.
Juan quiso saber:
– ¿Alguno de esos lugares se encuentra en Chile? Lo digo porque has venido aquí …
– Voy a confiar en ti, Juan; pero te pido absoluta discreción, porque cualquier intento de forzar nuestras barreras de protección informática no harían otra cosa que atrasarnos en el proyecto, con grave daño para la humanidad. Sabes que hay en Chile un lugar, un observatorio astronómico, el mejor, el más grande y más avanzado del mundo, que es parte del proyecto. Pero ya se encuentra inaccesible para los que no trabajan en él. Hemos creado una extensa área de protección a su alrededor, porque se estaban instalando caminos, casas, empresas, y la iluminación que proyectaban esas obras cambiaban las condiciones de la observación astronómica, con grave daño para la ciencia. No te puedo decir nada más. Lo que sí me interesa explicarte, son los cambios que ocurrirán en el mundo en los próximos años, y que es muy importante que tú los conozcas, para que el proyecto de vuestra cooperativa los tenga en cuenta y se prepare.
– Te escucho con atención, Osmán.
– Me referiré al que nuestros analistas consideran como el escenario más probable, de algo más del cincuenta por ciento de probabilidad de ocurrencia. Debes saber que en este escenario benigno, se derrumbará el sistema Financiero, Industrial, Militar e Informático de las grandes Corporaciones globales. Esos gigantes que parecen indestructibles, caerán por su propia avidez, por su lógica de concentración y acumulación de capital. Los científicos hicimos todo lo posible por convencerlos de que cambiaran de rumbo, que dejaran de fusionarse, de luchar por el control de los mercados y por obtener ganancias desmedidas. No nos escucharon, llevados por su implacable lógica económica interna. Eso nos convenció, a un grupo de científicos del más alto nivel, de que era necesario crear un sistema financiero, industrial e informático autónomo, capaz de conservar y desarrollar las mejores tecnologías existentes.
Osmán hizo una muy breve pausa y continuó, como si el tiempo corriera en su contra y hubiera que vencerlo hablando con mayor celeridad:
– No es necesario que te diga que, a medida que continúe derrumbándose ese enorme sistema de poder económico, habrá una brutal contracción económica, que acentuará el caos social, y que hará insostenibles a los gobiernos nacionales, que en gran parte se sustentan en los recursos que les proporcionan esos conglomerados del Poder financiero, industrial y tecnológico. Habrá desabastecimiento, hambrunas, pestes, que diezmarán a la población. Y todo esto, acentuado por los cambios climáticos que afectarán, con mayor o menor gravedad, los territorios habitados, en todos los continentes.
Osmán guardó silencio. Parecía haber terminado. Pero Juan quería saber más, por lo que comentó y preguntó:
– ¿Puedes decirme cómo están viendo a la humanidad del futuro, afectada por estos cambios?
– Creemos que la humanidad se fraccionará, y permanecerá dividida por más de un siglo, hasta que se reconstruyan los nexos que unifiquen a los sobrevivientes. Habrá cuatro principales agrupamientos humanos. Uno será el nuestro, del que te he contado algo, y que esperamos llegue a contener doscientos millones de habitantes. El resto de la humanidad, pensamos que quedará conformada por tres categorías sociales. La más numerosa será la de las personas que sobrevivan creando pequeñas empresas, trabajando y comerciando para subsistir en los campos y en algunas ciudades. Allí estarán ustedes, vuestra cooperativa, entre miles y millones de iniciativas, la mayoría de ellas pequeñas y desorganizadas. Esa gran categoría de personas que lucharán por subsistir, estarán sometidas a la acción de los otros dos grupos sociales, o sea, de dos fuerzas que buscarán extraerles los medios para su propia subsistencia. Por un lado, las estructuras burocráticas y políticas de los gobiernos, incluidas sus fuerzas militares y policiales. Por el otro lado, los vándalos, las mafias de delincuentes, más o menos organizadas, que los amenazarán permanentemente y que sobrevivirán apropiándose de lo ajeno con brutalidad.
Una pequeña luz roja y un zumbido casi imperceptible se encendieron en un minúsculo instrumento que colgaba del cuello de Osmán.
– Esta señal, estimado Juan, me indica que debo movilizarme. No podré quedarme a cenar. Pero antes de salir quiero comunicarte algo más.
– Adelante.
– Te aconsejo que resguardes en normales aparatos de computación, no en las “nubes” sino en servidores propios, la mayor cantidad de información sobre tecnologías apropiadas que encuentres, en temas de alimentación, salud, energía, vivienda, protección y todo lo que les parezca que pueda ser útil en el mundo que vendrá. Y quiero que sepas que, por nuestra parte, estamos resguardando todo el conocimiento acumulado por la humanidad hasta hoy. Y que llegará el momento en que lo pondremos a disposición de quienes puedan servirse provechosamente de ellos. Eso será más adelante, cuando sea necesario y lo estimemos oportuno. Debes recordar una palabra clave: ARKINSULAND. Ahora debo partir. Lamento no quedarme a cenar. Voy a despedirme de mi padre.
– Muchas gracias, Osmán. Recordaré todo lo que me has dicho, y espero encontrarnos en otra ocasión.
Se estrecharon la mano. Tan diferentes uno del otro, con proyectos tan distintos, ya se sentían amigos y compañeros.
Llegando a su casa Solojuán buscó en Internet ARKINSULAND. No encontró nada.
Comprar versión E-book