PARA CREAR UNA SOCIEDAD DEBEMOS ENTENDER NUESTRO PUNTO DE PARTIDA

Yutriz Pernía [1]

 

Año 2018, + 7.000.000.000 de personas, coexistiendo en el mismo planeta, distribuidos en países, cuyo número exacto es difícil de establecer, hay 193 países miembros de las Naciones Unidas y la FIFA tiene 211 países afiliados. Parece que pertenecer a la FIFA es más fácil o más importante que pertenecer a la ONU.

Todos nacemos en distintos puntos de partida, nacer blanco o negro, hombre o mujer, holandés o sirio, rico o pobre, lo cambia todo. El acceso que tenemos a la salud, a la seguridad, al trabajo, a la comida, a la educación, es muy distinto. Desde que nacemos somos desiguales.

 

LOS HECHOS

 

Distribución de la Riqueza

La siguiente pirámide, muestra el resultado de un estudio del Credit Suisse Research Institute. Si bien, la obtención de la data, los parámetros tomados en cuenta y todas las variables involucradas son relevantes, lo más importante de esta pirámide es que presenta de manera clara, la desigualdad en la distribución de la riqueza. El 0,7 % de la población mundial posee el 45,9 % de la riqueza. Al fondo de la pirámide se encuentra un 70,1 % de la población mundial con el 2,7 % de la riqueza. 

 

Figura 1: La pirámide de riqueza global 2017

Fuente: Credit Suisse Global Wealth Databook 2017

Esta pirámide trae consigo muchas interrogantes, una de ellas es ¿quiénes tienen el dinero? Como no es de extrañarse, la figura 2 muestra, que en el tope de la pirámide se encuentra mayoritariamente Europa y Norteamérica. El fondo de la pirámide lo domina Asia, incluyendo China y la India y el continente africano.

Figura 2: Membresía regional de estratos de riqueza global

Fuente: Credit Suisse Global Wealth Databook 2017

Diferencia de Género

No resulta una sorpresa para nadie, que en el mundo los hombres ganan más dinero que las mujeres, ocupan más posiciones de poder dentro de las empresas e instituciones públicas y ocupan más cargos políticos. En términos generales, se puede afirmar que los hombres controlan la riqueza y el poder.

De acuerdo con el Banco Mundial, las mujeres representan el 39,3 % de la fuerza laboral en el mundo. El Foro Económico Mundial reporta “A los hombres se les sigue pagando mucho más que a las mujeres. Y sus ganancias están aumentando más rápidamente. Esto significa que la brecha salarial se está ampliando, a pesar de las numerosas iniciativas para romper los techos de vidrio y forzar la divulgación de salarios” El reporte indica: “El salario promedio para las mujeres en 2017 fue de $ 12.000, en comparación con $ 21.000 para los hombres. Estas cifras se incluyen en el amplio Informe Mundial sobre la Brecha de Género 2017 del Foro Económico Mundial, que analiza las diferencias entre hombres y mujeres en cuatro áreas clave: Salud, economía, política y educación” 

Las estadísticas de la UNESCO muestran que “de los 57 millones de niños que no asisten a la escuela primaria en todo el mundo, 31 millones son niñas, y el número es aún mayor para la secundaria. Del mismo modo, dos tercios o 493 millones de la población analfabeta de adultos del mundo son mujeres.”

En cuanto a la política, hace unos 100 años las mujeres no podían ni siquiera votar y hoy en día hay mujeres presidentas en el mundo, pocas, pero hay. La participación de mujeres en política sigue siendo minoritaria, pero cada año, más mujeres ocupan posiciones dentro del ámbito político.

La diferencia de género existe, pero debemos reconocer, por lo menos en Latinomérica, que en cada generación la brecha entre hombres y mujeres se acorta. Nuestras abuelas tuvieron una realidad muy distinta, amas de casas y madres en su mayoría, nuestras madres estudiaron y trabajaron y hoy en día las mujeres ocupan cargos de trabajo en todos los ámbitos laborales.

Nos separa el color de piel, la religión y la sexualidad 

Año 2018 y aún estamos hablando de discriminación, la gente es juzgada y hasta condenada por su color de piel, religión y sexualidad. En mi opinión, esta es una consecuencia de vivir en una sociedad jerárquica y poco tolerante, donde no impera el respeto y el entendimiento por las personas distintas a nosotros.

A continuación listo sólo algunos ejemplos de las consecuencias de la discriminación:

Este año la India descriminalizó la homosexualidad, no podemos hablar de una sociedad igualitaria, si la tendencia sexual es penalizada como un crimen. La lucha de la comunidad LGBT continúa, las parejas homosexuales no tienen los mismos derechos que las parejas heterosexuales, eso sin contar a las personas que han tenido problemas en su vida profesional y personal, como consecuenca directa de sus preferencias sexuales; que han sido víctimas de abuso sexual, físico, psicológico y que incluso han sido asesinados por el hecho de ser homosexuales.

La discriminación y el asesinato por religión aún existe. The Guardian reportó que en el 2017 “6.700 musulmanes rohingya asesinados en un mes en Myanmar”.  En sociedades como la latinoaméricana, la discrimación por religión no es un tema, porque la mayoría de la gente es cristiana, así que hay un lenguaje cultural común, pero para muchas sociedades, la convinvencia entre personas de distintos credos puede resultar bastante difícil, de nuevo el tema de la intolerancia, de no poder coexistir con gente que tiene una visión del mundo distinta.

En cuanto a la discriminación por el color de piel, cito como ejemplo al Centro para el Progreso Americano, en su artículo Inequidad Sistemática, expresa: “los afroamericanos tienen menos acceso a empleos estables, buenos salarios y beneficios de jubilación en el trabajo. Los afroamericanos poseen aproximadamente una décima parte de la riqueza de los estadounidenses blancos. La persistente brecha de riqueza racial deja a los afroamericanos en una situación económicamente precaria y crea un círculo vicioso de lucha económica”. La inequidad racial se refleja, no sólo en la distribución de la riqueza, en el acceso a los trabajos, en el simple hecho de ser juzgado y catalogado por el color de piel.

EL DESAFÍO

  • El desafío de la sociedad actual consiste en equilibrar la balanza y lograr mayor justicia y equidad racial, económica, de género. 
  • Para ello se requiere un marco legal que garantice la igualdad de derechos y la inclusión. Políticas que ayuden a los miembros más débiles de la sociedad y se les permita acceso a la educación, salud, trabajo y calidad de vida en general.
  • Un sistema educativo que enseñe además de conocimientos, valores, valores humanos. Vivimos en una sociedad que nos obliga a competir, toda la visión de la economía se basa en la competencia. Individuos prevaleciendo sobre otros individuos, no tenemos una visión o consciencia comunitaria, hay una carencia de valores sociales tremenda, falta un simple pensar en el otro, que no se están enseñando ni en casa, ni en las aulas. 
  • No puede haber equidad, sin consciencia colectiva, vernos los unos a los otros, como miembros de la misma sociedad, es imperativo para hacer una sociedad más horizontal. Todos, como individuos debemos cambiar, para poder lograr una sociedad justa y equitativa. Para poder buscar cambios dentro de la sociedad, debemos lograr cambiar en nosotros. 
  • Las personas con posiciones ventajosas, tenemos que alzar nuestras voces ante situaciones de injusticia. Las personas en posiciones ventajosas tendremos que ayudar a los miembros más débiles. No puede haber un cambio de distribución de la riqueza, sin que la clase alta coopere. No puede haber un cambio de equidad de género, sin que los hombres cooperen. No puede haber un cambio de equidad racial, sin que el grupo étnico mayoritario coopere con los grupos minoritarios.
  • La única manera que la pirámide de la distribución de la riqueza se achate, será con que los miembros que están arriba, ayuden a los miembros que están abajo. Las personas en posiciones con ventaja ayuden a los que están en desventaja. 
  • El reto de lograr la equidad de género, implica insertar a las niñas en las aulas de clase, penar la violencia de género, educar a las niñas a luchar por lo que quieren y educar a los niños a respetar a las mujeres y a verlas como iguales. La equidad de género no se va a lograr sin la ayuda de los hombres. Las mujeres y los hombres somos diferentes, eso es un hecho, pero tenemos las mismas capacidades. Para lograr la equidad, la mujer tendrá que salir más a la calle a trabajar y las responsabilidades de la casa y de los hijos tendrán que compartirse con el hombre. 
  • La tolerancia es vital para lograr la convivencia. Pero lo que debe ser intolerable es la discriminación, racial, de género, de clase, de religión, de sexualidad. La igualdad, comienza con el respeto a los otros, especialmente a aquellos que son y piensan diferente.

REFLEXIÓN FINAL

El modelo de sociedad que yo imagino, apuesta por la inclusión, apuesta por  el respeto, la tolerancia, la equidad, las oportunidades, la justicia, apuesta por una sociedad con una visión comunitaria, por condiciones más justas, donde la gente tenga acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a la seguridad.  La interrogante es ¿cómo construir esa sociedad, partiendo de la nuestra?

 

 

 

SALARIOS, INGRESOS Y DESIGUALDADES DE LA RIQUEZA EN CHILE: ORÍGENES Y PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS.

Paulina Jara Osorio[2]

 

1. Tendencias en los salarios de Chile.

Ante la diversidad de cambios políticos y económicos en Chile, la trayectoria de los salarios ha sido diversa. Durante la dictadura militar (1973-1990) se introdujeron importantes brechas salariales, se enfatizó en la expansión comercial,  y a nivel laboral se acentuó la inserción de nueva tecnología, destruyéndose la férrea institucionalidad existente, aumentando las brechas salariales.

Con el fundamento de privatizar la economía, disminuir el aparato estatal y generar un empresariado poderoso, se vendieron empresas públicas, las que fueron generadoras de bases patrimoniales privadas, ya que accedieron a ellas pocos agentes económicos, ligados directamente al régimen militar y a la política de privatización (Meller, 1997). 

También se privatizaron empresas públicas, lo que permitió la entrada del capital privado nacional e internacional en actividades generadas por el sector público anteriormente. La apertura comercial afectó a los sectores transables aumentando las diferencias debido a su inserción tecnológica (Arechaga, 2013). 

Posteriormente, con el retorno a la democracia (1990) no se puso límite a la concentración patrimonial, se entendió como condición implícita de competitividad. Los procesos de mercado intensificaron esa orientación, reproduciendo una enorme brecha patrimonial entre los grupos y familias que concentran los activos y los pequeños empresarios. Se estabilizó la brecha salarial implantada durante la dictadura. 

El diferencial salarial de Chile es similar al de EE.UU., principalmente por la absorción de tecnologías de economías globalizadas (Arechaga, 2013). Al ser desigual la distribución del progreso técnico entre los sectores de la economía en Chile, se ha creado una estructura de empleos y de ingresos diferenciada, que repercute en los salarios.

Es así como en la economía chilena existen sectores dinámicos, altamente intensivos en capital, que pagan remuneraciones relativamente altas y que han crecido de manera más rápida (minería). Pero existen otros sectores más intensivos en mano de obra con remuneraciones que han crecido lentamente, o decrecido (agricultura) (González, 2007). 

Los sectores de mayor productividad, tienen límites en la demanda y absorción de trabajo. Las condiciones de competencia y los estándares tecnológicos pueden ser más importantes que el nivel bajo de salarios, en cuanto a la demanda de trabajo. Adicionalmente, los sectores con bajas remuneraciones medias, como el comercio, constituyen proporciones altas de los ocupados (González, 2007).

En cada sector productivo se configuran mercados segmentados, con condiciones de trabajo y salariales muy desiguales. Existen diferentes ocupaciones que se distinguen con calificaciones, responsabilidades y estatus dentro de las empresas y sociedad. 

La estructura productiva existente en el país ha generado una alta presencia de ocupaciones de poca calificación, aumentando las distancias salariales entre ellas y las áreas más cualificadas.

Las empresas que compiten en los mercados internacionales, ya sea exportando o compitiendo con importaciones, tratan de reclutar y mantener trabajadores con mayores niveles de calificación y una actitud favorable a la toma de riesgos (Solimano, 2009). 

En el rango profesional y ejecutivo estas personas vienen de familias acomodadas, con buenas conexiones sociales, por lo que  existe un “premio salarial” a quienes cuentan con mayores niveles educativos, de formación técnica y mejores conexiones sociales.

El factor educativo contribuye en la dispersión de los salarios y por ende en la desigualdad de ingreso, influyendo el capital humano en la determinación de sus salarios. Por cada peso que recibe un alumno de la educación pública (primaria y secundaria), el alumno de colegio privado recibe cuatro pesos chilenos (Solimano, 2009). 

Los ingresos de gerentes y directores, dividendos y utilidades de los dueños de grandes empresas –que fueron a colegios privados- tienden a ser mucho más altas que los salarios de los trabajadores y personal administrativo y de servicios de estas mismas unidades productivas, generando una dispersión salarial significativa (Solimano, 2009).

En ese sentido, es posible evidenciar una discriminación de clase o grupo social de referencia. Esto quedó demostrado en un estudio que analizó 12 promociones de egresados de Economía de la Universidad de Chile, y detectó que personas provenientes de la misma facultad, con niveles académicos comparables, mismo nivel de idiomas, eran objeto de diferenciales de hasta un 35% en las remuneraciones, debido a su comuna de origen y apellido (González, 2007). 

Los salarios en Chile difieren por razones que no corresponden a capacidades de las personas relacionadas directamente con el trabajo que realizan, ni a las características de los trabajos. Existe una discriminación salarial, pues se castiga o premia a un determinado grupo con un menor o mayor salario por condiciones externas a sus capacidades laborales y que refieren a características inherentes a ellas (Fuentes, Palma y Montero, 2005). 

Una importante discriminación corresponde al género. Chile registra una de las tasas más bajas de participación laboral de la mujer en la región y una gran brecha salarial de género, con un salario mensual femenino que representa apenas un 67% del salario mensual masculino (Peticará y Bueno, 2009). Las mujeres perciben un salario menor que los hombres (27%) teniendo el mismo capital humano (Fuentes, Palma y Montero, 2009). 

Esta brecha salarial se amplía a medida que aumenta el nivel de escolaridad. Hombres y mujeres de bajos niveles educativos tienen menos diferencias relativas en sus remuneraciones, que hombres y mujeres con ocupaciones calificadas (González, 2007).

La discriminación aumenta del 10% al 40% si el foco se pone en los percentiles de ingresos más altos. La discriminación en contra de la mujer es mayor a medida que éstas tienen más años de escolaridad y experiencia laboral (Fuentes, Palma y Montero, 2005).

También se identifica segregación ocupacional, pues las mujeres tienden a agruparse en labores menos desarrolladas, lo que determina que obtengan menores salarios. 

Es evidente que las condiciones sociales y culturales son muy influyentes en la determinación de salarios. Existe una doble implicancia entre ingresos y otras dimensiones de la realidad, en que aquellos determinan calidades y condiciones de vida, pero también son determinados por características socio-culturales que presenta la sociedad.

En el caso de trabajadores que pertenecen a sindicatos, se negocian sus condiciones salariales a través de ellos, por lo que la firma de convenios o contratos colectivos, obligan el cumplimiento de las condiciones pactadas (Marinakis, 2006). Sin embargo ello ocurre en pocas instancias pues en general el empresariado chileno se niega a la negociación colectiva para segmentar las relaciones laborales. 

Esto explica la importante dispersión y discriminación salarial que existe en el país, ya que estudios del Banco Mundial y la OCDE han concluido que una mayor cobertura de la negociación colectiva está asociada con una menor dispersión de los salarios, una menor brecha entre salarios de trabajadores calificados y no calificados, así como una menor brecha de salarios entre hombres y mujeres (CPDFAE USACH, 2011). Landerretche, Lillo y Puentes (2011), indican que la sindicalización tiende a vincularse con mejores salarios para aquellos que están en lo más abajo de la distribución de ingresos.

2. Ingresos en Chile: desigualdad de la riqueza.

En Chile existe gran desigualdad en los ingresos, el 10% más rico recibe el 40% de los ingresos autónomos y el 10% más pobre, el 1.7% (González, 2007). El promedio del ingreso laboral monetario en el décimo decil es 2,4 veces el promedio del noveno decil.

Según López, Figueroa y Gutiérrez (2013) el ingreso per cápita del 1% más rico es 40 veces mayor que el ingreso per cápita del 81% de la población. Chile está entre los 4 países de mayor participación del 1% de más altos ingresos entre 21 países con datos comparables[3].

Estos autores plantean una forma de medir la desigualdad de los ingresos diferente, incorporan las principales fuentes de ingreso: ingresos del trabajo y utilidades de empresas (distribuidas o no distribuidas). Lo cual no se considera en las usuales técnicas de medición (CASEN e Índice de GINI).

Según la medición conservadora del ingreso de los súper ricos, su participación en el ingreso personal total es alta, llegando a más del 30% para el 1% más rico, 17% para el 0,1% más rico y más de 10% para el 0,01% más rico en promedio (periodo 2004-2010).

La encuesta CASEN presenta quela participación en el ingreso total del país del 1% de los chilenos más ricos fue solamente de 15,1%, mientras que las estimaciones de estos investigadores, a partir de los datos del Servicio de Impuestos Internos (SII), muestran que dicha participación fue de 21,1%. La participación del 1% más rico calculada con datos de la encuesta CASEN implica una subestimación de casi 40%. 

Asimismo, el coeficiente de GINI para el período 2004-2010 calculado con los datos de la encuesta CASEN resulta ser de 0,55, mientras que con los datos del SII es 0,58, lo que indica que la desigualdad en Chile es significativamente mayor a la reportada oficialmente.

Otro hallazgo interesante es que el real problema de distribución en Chile está en lo más alto de la distribución y no tanto dentro del grueso de la población (90% o aún 99% de ella) donde la distribución tiende a ser relativamente pareja. Es realmente en el 1% más rico y sobretodo en el 0,1% y 0,01% más rico donde se concentra el ingreso (López, Figueroa y Gutiérrez, 2013)

En general, la participación del 1%, el 0,1% y el 0,01% de los más ricos en el ingreso total del país es más alta en Chile que en otros países para los que existen estas estimaciones; salvo dos excepciones: las participaciones del 0,1% y el 0,01% más ricos en EE.UU.

López, Figueroa y Gutiérrez (2013)indican que para el año 2010, casi un tercio (31,1%) del ingreso de Chile llegó al 1% más acaudalado de la población, mientras que sólo algo más de los dos tercios (68,9%) restantes se distribuyó entre el 99% de los demás chilenos.

Si se analiza la evolución de las participaciones 1%, 0,1% y 0,01 más ricos de Chile en el ingreso total para el período 2005-2010, se evidencia que el 0,1% más acaudalado varió entre 18,2% y 23%, y fue, en promedio, de 19,9% para dicho período. Es decir el 0,1% más rico capturó en promedio más de la mitad del ingreso que capturó el 1% más rico. 

A su vez, la participación del 0,01% más rico, fue en promedio (11,5%) más de la mitad de la participación del 0,1% (19,9%). Todo esto manifiesta la regresividad de la distribución del ingreso al avanzar desde el percentil 1 a los más ricos de la distribución, lo que explica que Chile se encuentre entre los países de peor distribución del mundo. 

A partir de estos datos, se puede estimar que el ingreso per cápita mensual de los 1.200 individuos más ricos de Chile es estratosférico, alcanzando ingresos per cápita de casi más de USD 10 millones al año. Ingreso que equivale a más de 1.200 veces el ingreso per cápita del 99% más pobre de la población y casi 3.000 veces mayor que el ingreso promedio del 80% más pobre de la población (Ver tabla 1 en anexo).

En ese sentido, el 85% de la propiedad de las empresas cuyas acciones se transan en el mercado accionario chileno pertenece a sólo 12 personas naturales (López, Figueroa y Gutiérrez, 2013). En Chile hay cuatro familias/personas que poseen activos valuados sobre un billón de dólares, las cuales  corresponden a Luksic, Matte, Angelini y Piñera. La riqueza combinada de estas cuatro familias (en una población de cerca de 16 millones) representa cerca del 12.5 del PIB chileno en el 2008 (Solimano, 2009).

González (2007) identifica dos tipos de desequilibrios que han favorecido la concentración de ingresos en Chile. La transferencia de poder de los trabajadores a los empresarios ha generado circunstancias deficitarias de negociación hacia los asalariados, produciendo una brecha mayor entre el valor que crean y los salarios que reciben. Además, la heterogeneidad de pequeñas y medianas empresas les ubica en una posición desmedrada. 

Los ingresos del 10% más rico de chilenos se derivan en gran medida de la propiedad de activos físicos y financieros: empresas, tierras, dinero. Estos activos permiten generar ingresos denominados rentas, utilidades o intereses. De esto se deriva que una distribución muy desigual del capital físico y financiero tienda a propiciar una desigualdad correspondiente de los ingresos (González, 2007).

Por tanto, la extrema riqueza (propiedades, medios físicos de producción, capital financiero) es uno de los ejes que explican la regresiva distribución del ingreso (Fazio, s/f: 24). También, esta concentración patrimonial está asociada a familias y grupos económicos que operan en la actividad económica: exportadores (forestal, pesquero, minero); financiero (bancos y Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP)); en el social (instituciones de salud previsional); y en otros de gran dinamismo comercial, como  farmacias y supermercados, generándose una concentración de la distribución de los ingresos (flujos) tales como utilidades, dividendos e intereses (Solimano, 2009).

Entonces, la desigualdad de ingresos en Chile se debe, principalmente, a una concentración en la parte alta de la distribución, más que a una pobreza muy acentuada en la base de la distribución de ingresos. Además, la distribución es relativamente uniforme (baja disparidad de ingresos) desde los deciles 1 al 9, que incluye a sectores pobres y distintos gradientes de la clase media. La diferencia más importante está en la participación de ingreso de los más ricos en relación con el resto de la población. 

Los círculos liberales (grupos de la clase alta chilena), explican que el origen de las diferencias de los ingresos recibidos radican en la educación (Lehman y Hinzpeter, 2001). Ésta determina niveles de productividad, y de esto se derivan los ingresos que se reciben. 

No obstante, si se observa lo que ocurre con la educación formal, se identifica una relación entre el volumen de años educacionales y los diferenciales de ingresos, a más años de estudios hay un mayor ingreso. Sin embargo, desde la visión de González (2007) esto constituye una parte de la explicación y no la más importante, pues el acceso y rendimiento educacional están influidos a la vez por la desigualdad en los ingresos.

La manera en que las condiciones y realidades de ingreso influyen en el “capital humano” adquirido es doble. Quienes tienen niveles de ingreso bajos, acceden a la recepción de dicho capital deficientemente, hijos de hogares de padres con bajos ingresos y niveles educacionales, con difíciles condiciones de vida, lo reflejan en su rendimiento escolar.

Adicionalmente, el contar con menos ingresos impide disfrutar una educación de alta calidad, pues al tener un costo elevado es inaccesible. Las diferencias de ingresos, producen diferencias de educación, lo que reproduce o amplifica la desigualdad inicial.

También es criticable que la educación sea el único instrumento para producir más equidad, ya que la productividad de los trabajos en una economía no está determinada sólo por la cantidad de capital humano de cada trabajador sino, de manera muy central, por los tipos de empleos existentes en la economía. La creación de muchos trabajos precarios y de productividad baja tiende a hacer estéril o incierta la formación.

Consiguientemente, la mayor igualdad o desigualdad de ingresos se relaciona, con lo que esté pasando entre las familias más ricas y más pobres. La mayor cifra que alcance la tasa de dependencia puede influir en el bajo ingreso per cápita deciertas familias.

Usualmente, en los sectores de menores ingresos existe un mayor número promedio de perceptores de ingreso por hogar. En cambio, los hogares más ricos son más pequeños. 

Lo anterior se agrava por la presencia de inestabilidad laboral, lo cual hace que, en un año, el número de ocupados promedio del hogar pueda ser menor que uno. Si se considera al 20% de la población de menores ingresos, sólo el 44% forma parte de la fuerza laboral, existiendo correlación entre la estructura de la distribución de los ingresos y el número de miembros de la familia que posee fuerza de trabajo (González, 2007).

Es evidente que las relaciones sociales producen reglas y normas generales que juegan un rol en la manera en que se distribuyen los ingresos generados en el proceso productivo.

Chile es uno de los países que lidera los rankings de desigualdad económica a nivel mundial y regional (Figura 1). El índice de GINI lo ubica dentro de los 15 países con la peor distribución del ingreso a nivel internacional (UNDP, 2010). Chile tiene la décima peor distribución de la riqueza del mundo, sobrepasado por países sudafricanos y Brasil.

Consiguientemente, existe una situación muy baja de movilidad social integeneracional, las personas tienden a persistir en las situaciones “de origen”. Hay una transmisión de padres a hijos de las condiciones socioeconómicas, predominando las movilidades horizontales por sobre las verticales, existiendo una desigual distribución de oportunidades que se agrega a la desigualdad de ingresos (Núñez y Risco, 2004).

3. Desequilibrio de poder: fuente de desigualdad chilena.

En el país existen grupos económicos poderosos que manejan las decisiones económicas y en gran parte políticas del país. Estas elites cuentan con un desproporcionado peso político, cultural y de acceso a los medios de comunicación que les permite mantener el estatus–quo de concentración de poder económico (Solimano, 2009).

El poder del Estado, disminuido acorde a los principios del Neoliberalismo, no interviene para decidir cuál es el nivel de consumo, ni desarrollo tecnológico de la sociedad; tal decisión está en manos de los actores económicos (Tello, 2005).

De esta forma, las políticas económicas y sociales desarrolladas se han restringido a la focalización del gasto público, enfatizándose en la reducción de la pobreza, pero sin considerar la desigualdad, excluyendo a las clases medias de sus acciones, junto a una creciente privatización de la educación, salud y pensiones, que han creado un alto grado de segmentación social y exclusión en el acceso a servicios sociales.

La política no permite una inflexión hacia una igualdad más importante de los ingresos (González, 2007), pues las Políticas Públicas no favorecen una igualación y/o compensación de las condiciones iniciales respecto a variables como estatus socio-económico, dotación de activos productivos, genero, y otros atributos determinantes de flujos de ingreso y riqueza de las personas (Solimano, 2009).

Por consiguiente, Chile es un reflejo de democracias liberales, las cuales funcionan como un libre mercado y “muchas de las decisiones económicas y políticas cruciales están en manos del capital y no del pueblo” (Benach y Muntaner, 2005, p. 116).

La sociedad civil no se ha logrado consolidar como un actor clave en el proceso de decisiones políticas frente a otros actores fuertes como el Estado y empresariado. 

No obstante, a raíz de la injusta distribución del ingreso, de las altas cifras de pobreza y desigualdad, del creciente enriquecimiento de Chile por las millonarias ventas del cobre, las inmensas ganancias del sector privado, sobre todo AFP, bajos salarios, mala educación, transporte público insuficiente, se ha evidenciado una lenta recomposición del tejido social, que aunque todavía es emergente, se ha manifestado para exigir un modelo de desarrollo más justo y solidario, poniendo el dedo en la llaga a los problemas fundamentales que vive la gente común, que en su mayoría es pobre (Cleary, 2007).

En este plano, lo que muestra la realidad chilena es un desequilibrio de los poderes en el Nivel Macrosocial, que guarda una correspondencia con la inequitativa distribución del ingreso, en particular, relativa al patrón concentrado de la desigualdad. A su vez, esa mala distribución del ingreso tiene efectos negativos para el logro de otras igualdades en el plano político y social (González, 2007), debiéndose implementar significativos cambios para lograr mayor equilibrio en el poder que detenta cada actor de la sociedad del país.

4. Referencias Bibliográficas

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Solimano, A. (2009). Concentración Económica, Heterogeneidad Productiva, Políticas Públicas y Contrato Social en Chile. Recuperado de http://www.andressolimano.com/publicaciones/concentracion.pdf

Valenzuela, J. y Duryea, S. (2011). Examinando la prominente posición de Chile a nivel mundial en cuanto a desigualdad de ingresos: comparaciones regionales. Estudios de Economía 38(1), 259-294. Disponible en: http://www.econ.uchile.cl/uploads/publicacion/383f0ebff4af11911acf5aac250ba16db5a7f3ff.pdf

Tello, E. (2005) La Historia Cuenta.Barcelona, España: El Viejo Topo

United Nations Development Programme (2010). The real wealth of nations: Pathways to human development (Human Development Report 2010). New York, NY: Autor.

 

5. Anexos

Tabla 1: Participación en ingreso total de grupos más ricos de Chile

Participación en el ingreso total de Chile del:

1% más rico

0,1% más rico

0,01% más rico

30,5%

17,6%

10,1%

Fuente: Estudio la ‘parte del león’. Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile.

Figura 1: A. Latina (18 países): evolución índice Gini 2002-11


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos países.

 

 

 

LOS DESAFÍOS ACTUALES VISTOS DESDE EL T20, UN EVENTO GLOBAL.

Andrés Lalanne [4]

 

En el mes de setiembre pasado en Buenos Aires, tuve la oportunidad de participar de la presentación de las recomendaciones del grupo T20 de “think tanks”[5]al G20. 

¿De qué se trata esto? En sus propias palabras: [6]

Desde su creación, el principal objetivo del T20 es generar recomendaciones de políticas públicas concretas y basadas en investigación para ampliar la visión del G20 en su toma de decisiones.

Mientras el mundo experimenta algunos de los cambios de mayor impacto en la historia, el T20 apunta a mostrar que el conocimiento técnico está al servicio de la población mundial y del crecimiento y el desarrollo de los países. Nuestra obligación es pensar, producir evidencia, y encontrar nuevas soluciones de forma activa para alcanzar un futuro próspero, sostenible e inclusivo[7].

En su actuación en Argentina el T20 contó con diez grupos de trabajo que trataron los que identificaron como desafíos mundiales para las políticas públicas. Expertos de más de 150 think tanks del sector privado y de organizaciones internacionales de más de 60 países intercambiaron opiniones y puntos de vista basados en evidencia[8].

Elaboraron más de ochenta documentos de recomendaciones (que están en la web del T20) para responder a desafíos globales como el cambio climático, la educación en decadencia, la seguridad alimentaria, la pérdida de empleos, el comercio multilateral y la inequidad global.

Como vemos el tema de la inequidad no estuvo ausente, si el de la verticalidad que en estos ámbitos se presume como necesaria. 

El multilateralismo

Otro tema central es el del multilateralismo, muy desafiado por los liderazgos polarizadores de mandatarios populistas y nacionalistas, con Donald Trump como máximo exponente.  

Los problemas globales demandan respuestas cooperativas e instituciones capaces de generar compromisos estables. En el contexto actual, con múltiples desafíos, pero sin una urgencia que reduzca las diferencias entre los actores y facilite lacooperación, las instituciones multilaterales muestran dificultades para alcanzar soluciones globales. El G20 es el foro ideal para iniciar el diálogoen busca de los consensos básicos de un multilateralismo que permita enfrentar una agenda compartida, principalmente en materia comercial, de cambio climático, inequidad y cambio tecnológico.

El G20 es el foro para afrontar estos apremiantes desafíos globales porque combina representatividad, diversidad y flexibilidad.

¿El foro ideal? El G20 es el grupo de países que cobija al 66% de la población mundial, produce el 85% de la producción global y participa del 75% del comercio internacional. ¿Eso lo hace representativo? Lo que no hay duda es que ahí están los poderosos.

No figura escrito en los documentos, pero en los foros se escuchó decir que deberían reformarse las Naciones Unidas porque el criterio de “un país, un voto” es parte del descrédito del multilateralismo. ¿Esto formará parte de la mencionada flexibilidad? 

Un nuevo contrato social

Otro discurso que se escuchó con frecuencia refiere a la necesidad de promover un “nuevo contrato social”. 

La inequidad es otra gran fuente de frustración social a escala global. Ésta toma múltiples formas, siendo las brechas de género y la inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza las más visibles. La vulnerabilidad de derechos y la falta de oportunidades de determinados grupos—por etnia, origen geográfico y orientación sexual, entre otros— son formas menos sonoras de inequidad, pero también relevantes.

El G20 tiene por delante el desafío de cooperar para diseñar una nueva forma de estructuración social, un nuevo contrato social con las personas en el centro de las preocupaciones[9], que convierta a las nuevas tecnologías en vehículos no sólo de crecimiento y productividad sino de mayor equidad, transparencia y cohesión social.

Sobre este escenario de inequidad global se destaca la difusión de nuevas tecnologías digitales disruptivas que pueden también intensificar las asimetrías, no sólo por la distribución de los dividendos generados. 

El nuevo contrato social debería además contemplar el diseño de un sistema educativo de calidad que no sólo prepare a las personas para procesos productivos que demandarán nuevas tareas y habilidades, sino también para desarrollarse como ciudadanos plenos en un mundo digital.

Se insistió mucho en el fracaso de la educación formal (como problema global), en la necesaria adquisición de habilidades “blandas”, y en el impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo. 

Esa ciudadanía plena requiere, entre otras acciones, una innovadora pedagogía para que los trabajadores puedan colaborar e interactuar con la nueva generación de robots de manera cotidiana; una renovada alfabetización ciudadana para el manejo de los grandes datos; medidas de gobernanza que desincentiven la manipulación de la opinión pública y los problemas de privacidad; y un incremento del gasto en investigación y desarrollo a través de círculos virtuosos de conocimiento y acción global.El desafío de innovación institucional convoca a construir un sistema educativo que empodere a las personas y les otorgue un propósito que trascienda su rol social estructurado a través del trabajo, como ha ocurrido desde la primera revolución industrial.

Más allá del diagnóstico de estos problemas sociales, no se explicitó como se lograría el nuevo contrato social, ni cómo resolver la divergencia entre los regímenes predominantes en las diversas regiones del mundo.

Las desigualdades 

Otros asuntos mencionados como efecto de las nuevas tecnologías es que la mayor parte de los nuevos empleos que hoy se crean es en las plataformas digitales. Estas actúan a nivel global, emplean personas y brindan servicios en muchos países, pero tienen una sede mundial donde tributan. Las legislaciones nacionales no logran asimilarlas y los trabajadores están desamparados porque figuran como autónomos no como dependientes.

Estos enormes contingentes de trabajadores no están protegidos por sistemas de seguridad social lo que posiblemente los condene a trabajar toda la vida. Aquí encontramos una nueva desigualdad, la del trabajador formalizado en su país de residencia y estos otros que trabajan para el mundo sin derechos reconocidos.Por otra parte, estos nuevos trabajadores se sienten como competidores de sus colegas y los sindicatos no tienen ningún rol en su defensa.

Finalmente se menciona otra desigualdad, la de los géneros.  

La reducción de las brechas de géneros debería estar en el centro de este nuevo contrato social. La creciente participación de las mujeres en el mundo laboral de las últimas cuatro décadas se está desacelerando y permanece muy por debajo de las tasas de participación laboral masculina. Esto se explica, fundamentalmente, por la inequitativa distribución de tareas domésticas, de cuidados y crianza, que recae mayormente sobre las mujeres.

Las propuestas del T20

Las propuestas se agruparon en ejes temáticos.A los efectos de nuestro trabajo los ejes más relevantes son: Políticas e instituciones para el futuro del trabajo; Igualdad de oportunidades para una educación de calidad; Equidad económica de género.

  • La introducción al primer eje establece un marco enfocado en la revolución tecnológica y su impacto social y económico. 

Asistimos a los albores de la digitalización de todo lo que nos rodea. Como sucedió con tecnologías multipropósito anteriores, llevará tiempo llegar a aprovechar su máximo potencial y todo lo que implican para nuestra economía, para los mercados de trabajo y para las normas sociales. Esto abre una “ventana de oportunidades” tanto para los países desarrollados como para aquellos en desarrollo: todavía hay margen para adaptar las políticas y las instituciones al mundo que se avecina.

En la primera de las propuestas hay menciones al cambio tecnológico y la consecuencia en los nuevos entornos laborales: 

(1) Reforzar la capacitación en el lugar de trabajo y brindar apoyo para la transición entre ocupaciones; vincular los derechos a los individuos más que a los

puestos de trabajo y brindar mecanismos de protección social para los trabajadores independientes de la economía por encargos (plataformas);(2) Hacer un seguimiento de los desarrollos tecnológicos mundiales de un modo interdisciplinario y coordinado[10]; desarrollar nuevos métodos para medir la economía digital y armonizar las taxonomías ocupacionales, desarrollando al mismo tiempo nuevas fuentes de información e indicadores a nivel internacional; y (3) Garantizar que el futuro del trabajo también sea provechoso para las mujeres.

Pese a los propósitos enunciados estas propuestas parecen dirigidas a los países más avanzados, que son los mejor preparados para adelantarse al impacto de las nuevas tecnologías ya que son sus creadores.

La segunda propuesta contiene una alerta sobre el uso que algunas empresas globales están haciendo de nuestros datos mediante la Inteligencia Artificial, utilizando la argucia de largos contratos de confidencialidad que pocos leen y son capaces de interpretar.

Instamos al G20 a trabajar en pos del desarrollo de un marco que fomente la digitalización en el lugar de trabajo de un modo que asegure el respeto de la integridad humana de los trabajadores y que se lleve a cabo en un marco adecuado para la rendición de cuentas. La confianza, la seguridad y la privacidad son esenciales para el buen funcionamiento de la economía digital.

Respecto de la inteligencia artificial (IA) en el entorno laboral, proponen que el control humano de la IA sea obligatorio y comprobable; que los sistemas de IA deben ser justos e inclusivos, y garanticen la privacidad y la seguridad de los datos, que la información, y que las personas y las empresas que diseñan e implementan sistemas de IA rindan cuentas respecto del modo en que sus sistemas están diseñados y funcionan.[11]

Otra propuesta recomienda la creación de una plataforma digital    propia.          Llamamos a los países del G20 a apoyar la creación de una plataforma digital del T20 para acelerar los trabajos del futuro. El desafío consiste en impulsar la adaptación de las economías a las nuevas tecnologías, al mismo tiempo que se minimizan los costos de la transición tecnológica. Para alcanzar estos objetivos, una plataforma abierta a todos los laboratorios de ideas o think tanks, los centros de investigación y las universidades del G20 podría ser de ayuda para avanzar en varios aspectos.

  • En relación al segundo eje manifiestan su preocupación por la desigualdad de oportunidades.

Hay un consenso generalizado en torno de la necesidad de desarrollar las capacidades del siglo xxi que brinden oportunidades educativas igualitarias y de mayor calidad en un mundo que cambia a un ritmo vertiginoso. Para fortalecer las democracias y los mercados de trabajo, es necesario garantizar una educación de excelencia y el aprendizaje continuo. Esto debe lograrse de modo que los y lasjóvenes tengan igual acceso a la educación[12].

Los especialistas del T20 en educación proponen promover reformas curriculares basadas en las competencias, e impulsar iniciativas de educación no formal de calidad, en ambos casos mediante una clasificación de alcance internacional. Los comités nacionales, deberán trabajar en colaboración con los docentes, los gremios y todo el sector educativo a fin de garantizar experiencias coherentes de educación para el desarrollo de capacidades y del aprendizaje en todos los niveles. Dichos comités deberán permitir la armonización y el fomento de los procesos de rediseño curricular, así como del desarrollo profesional de los docentes y de los mecanismos de evaluación. Para lograr una articulación global, estas iniciativas deben desarrollarse desde los niveles más altos de gobierno.[13]

  • Equidad económica de género.

Este grupo debía generar propuestas basadas en evidencia para incentivar los derechos económicos de las mujeres, específicamente, reducir la brecha de género en el mercado laboral, con acento en el potencial de los miembros del G20 para promover la equidad de género. Al respecto argumentan y proponen: 

En todas las sociedades las mujeres están sobrerrepresentadas en los segmentos más pobres de la población. Y si bien la inclusión de las mujeres en el mercado de trabajo se ha incrementado a lo largo de las últimas décadas —en particular, en la de 1990, cuando alcanzó el mayor impulso mundial— aún persisten importantes brechas de género. La evidencia sugiere que el empoderamiento económico de las mujeres contribuye al desarrollo sostenible.

Las cuestiones de género deben incorporarse a la formulación de políticas a nivel tanto nacional como subnacional, diseñando e implementando procesos políticos que estén sistemáticamente centrados en el género, mediante presupuestos con perspectiva de género y mejorando la recopilación y la difusión de datos desagregados por género.

A modo de conclusión 

Sobre la verticalidad. Si bien no hubo un tratamiento específico acerca de la verticalidad, encontramos en el discurso del T20 sobre la gobernanza (propuesta 17), elementos que llaman a la reflexión sobre las nuevas modalidades de relación entre las personas. 

Recomendamos que el G20 emplee un modelo de gobernanza ascendente para organizar la acción colectiva y enfrentar los desafíos globales. El método ascendente o inductivo puede ayudar a fortalecer la legitimidad y generar conciencia social respecto de ciertas cuestiones que preocupan al G20. 

La organización de la acción colectiva global de abajo hacia arriba ha sido un modelo exitoso para lidiar con ciertos desafíos globales y debería fortalecerse aún más. Este enfoque podría ser particularmente útil para abordar cuestiones como la gobernanza de la inmigración, la cooperación fiscal, la lucha contra la corrupción y la desinformación, la cooperación tecnológica y la implementación de los ODS de la ONU. 

Esto confirma la noción de que en la sociedad del conocimiento no es posible sostener organizaciones tan jerárquicas como las del pasado. La principal razón es que la complejidad de los procesos productivos, logísticos y de gestión, requieren de competencias que no se encuentran en una sola persona o en un pequeño grupo dirigente. Por eso las empresas son las primeras que han repensado su gerenciamiento, comenzando por las tecnológicas que son las más desafiadas por la aceleración del cambio. 

Sobre el papel de las élites. Este trabajo del T20 presentado este año viene de anteriores actividades previas a las reuniones del G20. No está muy claro cómo se seleccionan los participantes, aunque todo indica que son grupos de élite que se relacionan entre sí en forma crecientemente global. Los think tanks son seguramente necesarios para los decisores de políticas públicas, de allí su permanencia más allá de los cambios en los elencos gobernantes. En qué medida representan a la sociedad civil, es materia opinable. En todo caso no son inocentes ideológicamente y en esta instancia cumbre se pudo comprobar un predominio de organizaciones vinculadas a diversos matices del liberalismo, desde progresistas hasta neoliberales. Todos ellos asociados al libre mercado, aunque divergentes en sus visiones acerca de cómo resolver los problemas globales. 

 

[1]          Yutriz Pernía es Ingeniera Química, Master en Energías Renovables,

[2]                Paulina es Trabajadora Social de la Pontifica Universidad Católica de Chile. Máster en Políticas Públicas y Sociales de Universitat Pompeu Fabra - Johns Hopkins University. Próxima a comenzar un PhD en Política Social en la Universidad de Edimburgo. Docente Universitaria, Investigadora, Consultora y miembro de Fundación LIBERA.

[3]                EE.UU, Sudáfrica, U.K, Singapur, Canadá, Irlanda, Italia, Japón, Australia, Francia, España, Nueva Zelanda, Noruega, Finlandia, Suecia, Mauricio y Dinamarca. 

[4]                Andrés Lalanne es Rector de la Universidad Centro Latinoamericano de Economía Humana, Uruguay.

[5]                En español se conocen habitualmente como “Centros de pensamiento” y son instituciones diversas que tienen en común su intención de influir en las políticas públicas a diferentes niveles. Las recomendaciones del T20 no obligan al G20 por lo que tienen cierta libertad de acción.

[6]                Esta y otras citas no identificadas pertenecen al libro: El comunicado final del Think 20. 

[7]                Explícitamente el T20 se coloca en un nivel tecnocrático. Aquí hay un primer “error” de razonamiento; el conocimiento técnico debería estar al servicio del bien común y nuestra responsabilidad intelectual consistir en poner en evidencia cuando no lo está.

[8]                Se insiste mucho en la necesidad de demostrar evidencias, pero no hay metodologías acordadas para la evaluación, lo que deja mucho margen a la discrecionalidad.

 

[9]                Un enunciado al pasar y muy poco convincente.

[10]             Se trata de complementar las habilidades de humanos y máquinas, siendo los humanos irremplazables donde se requiere empatía y resolver problemas complejos. Se propone innovar en el diseño de la educación superior con énfasis en las habilidades “blandas” (trabajo en equipo, creatividad).

[11]             Los países de origen de las plataformas son los que pueden regular su uso de acuerdo con su legislación.  Se requiere generar estándares y medios de certificación.

[12]             ¿Igualdad de acceso? Los especialistas nos alertan que no todos los jóvenes necesitan la misma educación, en particular por la necesidad de reforzar el esfuerzo ante los sectores vulnerables.

 

[13]             No queda muy claro en este resumen por qué sería necesaria una coordinación global (qué además incluiría únicamente a los países del G20) ni tampoco por qué usar una misma norma internacional.