XXIX. Donde se explica el escaso éxito de muchas experiencias económicas 'no-capitalistas' y 'alternativas", y por qué la creación de una nueva economía debe comenzar por el consumo.

 

Una nueva civilización incluye crear una nueva economía. Entramos al tema reconociendo la existencia de múltiples y variadas iniciativas, experiencias y procesos orientados en direcciones que pueden converger hacia el proyecto de una nueva civilización, y que pueden ser potenciados al proponérseles fines y objetivos más amplios y al integrarse conscientemente en el gran proyecto. Los sujetos que desarrollan esas experiencias - personas, organizaciones, movimientos, comunidades, redes, etc. - se han creado y actúan en función de sus propios objetivos, pero pueden ir ampliando el campo de su conciencia y de sus objetivos al ponerse en la perspectiva de la nueva civilización.

El hecho es que la búsqueda de una nueva economía, de una alternativa a la economía capitalista y estatista, viene siendo perseguida desde hace mucho tiempo. Los intentos de crear una nueva economía, basados en la autonomía, en la creatividad y en la solidaridad de sus participantes, han sido múltiples y variados. Entre ellos podemos enumerar el cooperativismo, la autogestión, la economía comunitaria, la economía de comunión, el comercio justo, la finanza ética, el consumo responsable, las organizaciones económicas populares, y varias otras.

Esos movimientos han alcanzado ciertos niveles de desarrollo interesantes, son preciosos en cuanto testimonio de la posibilidad de una economía éticamente superior a la capitalista. Pero debemos reconocer que no han sido suficientes para superar el capitalismo y el estatismo, y en gran medida permanecen subordinados a las lógicas de la civilización moderna. Una pregunta que hay entonces que hacerse es la siguiente: ¿qué ha impedido su mayor desarrollo, o qué límites les son inherentes, tales que no les ha sido posible configurar todavía una verdadera economía nueva y superior?

La pregunta es importante, pues si se tratara de limitaciones externas, o sea de obstáculos hasta ahora insalvables que les hayan puesto los poderes dominantes en la civilización moderna, podríamos concluir que ya disponemos de las nuevas formas económicas, y que el problema consiste solamente en expandirlas y desarrollarlas, enmarcándolas en procesos transformadores más amplios que irían eliminando los obstáculos que esas experiencias han encontrado. Pero si se trata de limitaciones internas, de problemas que son propios de estas experiencias, que les han impedido su despliegue y expansión, estamos todavía ante la necesidad de encontrar respuestas mejores a la pregunta por los nuevos y superiores modos de hacer economía .

No desconocemos que en muchas circunstancias las organizaciones económicas no-capitalistas, cooperativas y autogestionarias, han enfrentado obstáculos puestos por la legislación y, sobre todo, por la elevada concentración capitalista en que se desenvuelve el mercado. Sin embargo, creo que puede afirmarse que en muchos países y condiciones, estas experiencias han contado con amplio consenso moral respecto a la validez de sus objetivos, y con suficiente apoyo del Estado y de las instancias gubernamentales, que las han favorecido con sostén jurídico, privilegios tributarios, asistencia técnica y financiera. Entonces, nos orientamos a pensar que las limitaciones principales a su desarrollo debemos buscarlas en aspectos inherentes a su propio modo de organizarse, de relacionarse y de actuar.

Tal vez el problema más serio que se manifiesta en estas experiencias alternativas, sea el hecho que no han podido hasta ahora convencer de que, además de ser éticamente superiores, sean también más eficientes desde el punto de vista económico; es decir, que realicen un uso más productivo de los recursos, que proporcionen una mejor retribución a las personas que participan en ellas, y que alcancen condiciones de precio y calidad de los bienes y servicios más convenientes para los consumidores.

Para explicar o justificar esto, a menudo se hace el razonamiento de que “es preciso sacrificar un poco la eficiencia económica en orden a lograr una economía socialmente justa y éticamente más humana y con valores más elevados”. El problema es que una economía poco eficiente no puede extenderse y crecer más allá de ciertos límites, porque la mayor parte de las personas (emprendedores, trabajadores, consumidores, ahorristas, etc.) no están dispuestos a sacrificar su propia utilidad en base a una pura exigencia ética o ideológica. El discurso habitual de los promotores de estas economías “alternativas” incluye casi siempre un llamado al sacrificio: hay que sacrificarse por la cooperativa, para sostener el proyecto “social”, es preciso estar dispuestos a pagar más por productos “éticos”, etc. Pero la economía, por definición, está orientada a producir beneficios, en el sentido que los beneficios sean siempre superiores a los sacrificios, y cuanto más elevados sean los beneficios y más reducidos los sacrificios, la economía será más atractiva y eficiente. Por ello, no se podrá expandir socialmente una nueva superior economía hasta el punto en que pueda prevalecer, si no se logra que sea, simultáneamente, más ética (justa, solidaria, libre) y más eficiente.

Hace años escribí un libro (“Empresas de Trabajadores y Economía de Mercado”) para comprender las razones del escaso éxito histórico de los proyectos económicos “alternativos”. Resumiré aquí las causas más importantes de esos límites:

Primero: Fundarse en concepciones no realistas sobre la “naturaleza humana”. En ciertos casos se supone que las personas son naturalmente generosas y solidarias, poniéndose escaso énfasis en la necesidad del desarrollo personal en términos de la creatividad, la autonomía y la solidaridad. En otros casos, se desconocen los legítimos intereses personales y familiares, partiendo de una visión colectivista de la sociedad.

Segundo: Carecer de una elaboración teórico-científica que comprenda, potencie y guíe la organización y el desarrollo de esas experiencias económicas. Es cierto que el cooperativismo, la autogestión, la economía comunitaria, el comercio justo, la finanza ética, el consumo responsable, etc. tienen concepciones y pensamientos que los guían, pero ellos son básicamente de tipo doctrinario o ideológico, normativo y ético, y no propiamente de ciencia económica, y menos aún, que correspondan a aquella nueva estructura del conocimiento que hemos explicado que es necesaria para iniciar la creación de una nueva y superior civilización.

Tercero: Permanecer atrapadas en los niveles “primitivos” de la ruptura (quedarse fuera) y del antagonismo (ponerse contra) respecto a las teorías y prácticas económicas de la economía moderna, sin elevarse hasta el indispensable nivel de la autonomía. Consecuencia de ello es que habitualmente esas experiencias se auto-definen en términos negativos en vez de afirmativos, como se aprecia en las expresiones “sin fines de lucro”, “non-profit”, “no-capitalista”, y en el hecho de no reconocer el mercado como el lugar socialmente necesario en el cual hay que confrontarse con las otras formas de organización económica.

Cuarto: Una cuestión particular que hasta ahora ha limitado y dificultado la creación de iniciativas económicas solidarias, ha sido el privilegiar y enfatizar las organizaciones y actividades de producción y distribución por sobre las de consumo. De hecho, los principales procesos tendientes a crear una nueva economía comienzan habitualmente por crear iniciativas productivas, comerciales y financieras. Esto probablemente sea una herencia ideológica de matriz marxista, pensamiento que resalta y hace prevalecer en su concepción económica la producción y la distribución, por sobre el consumo y la satisfacción de las necesidades humanas.

Con estas consideraciones críticas no estamos descalificando el cooperativismo, la autogestión, la economía comunitaria, la finanza ética, el comercio justo y tantas otras experiencias y movimientos afines. Ellos son componentes reales, incluso esenciales para la creación de la nueva civilización. Lo que sostenemos es que requieren superar las limitaciones que han presentado hasta ahora, renovarse en profundidad, acceder a grados crecientes de autonomía, de creatividad y de solidaridad, para que asumiendo en plenitud los objetivos y el proyecto de una nueva civilización, desplieguen sus propias potencialidades, y accedan al nivel de conciencia - teórica y práctica - requerido para ser eficaces en la realización de tan magno proyecto.

Más específicamente, se requiere un proceso de reformulación conceptual que oriente la superación de las limitaciones mencionadas. Tal formulación debe incluir, ante todo, una concepción más profunda y exacta de la 'naturaleza humana' y de las necesidades del hombre y de la sociedad.

Se requiere también una elaboración de teoría económica comprensiva, fundada en la nueva estructura del conocimiento que hemos indicado como propia de la creación de la nueva civilización, y que permita comprender las racionalidades económicas propias de la nueva economía, en los campos del consumo, de la distribución y de la producción.

Habrá que disponer también de una nueva concepción del desarrollo, o sea de los procesos de expansión y perfeccionamiento de la nueva economía, que sean sustentables en relación a las exigencias de la ecología y del medio ambiente; que sean social y políticamente consecuentes y realistas; y que proporcionen orientaciones claras y convincentes a las personas y a las organizaciones orientadas en la perspectiva de la nueva civilización.

Lo iremos examinando en los próximos capítulos.

Luis Razeto

 

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