XXVIII. Aquí se comienza a reflexionar sobre la nueva economía, abordando la cuestión del financiamiento y los recursos para las iniciativas y proyectos.

 

Como una manera de pasar de la reflexión sobre la nueva política a la no menos importante cuestión de la nueva economía que ha de caracterizar a la civilización que queremos construir, empezaremos por un asunto muy particular y concreto como es el de los recursos y financiamientos que se necesitan para la ejecución de las iniciativas, actividades y proyectos de la creación de la nueva civilización. Porque hay que solventar las iniciativas; se requieren medios para realizar las obras que los participantes en el proyecto se propongan realizar. Todas las iniciativas y organizaciones implican incurrir en gastos de dinero, realizar trabajos, emplear materiales, dedicar tiempos a la gestión, mantener sistemas, etc. Aunque sea ésta una cuestión muy particular, al examinarla veremos aparecer ideas y elementos que pudieran iluminar importantes aspectos de la nueva economía y de la nueva civilización, considerada en su más amplio sentido.

En la civilización del Estado y de las organizaciones que concentran poder y mantienen estructuras burocráticas, sus integrantes son exigidos a pagar periódicamente cantidades de dinero (impuestos, tributos, contribuciones, cuotas) que son colectadas por el centro dirigente, y con las cuales éste financia las actividades del centro organizativo. No será ese el modo en que los creadores y participantes de la nueva civilización contribuyan con recursos al desarrollo de su proyecto. En efecto, aquél modo de financiar los proyectos tiene dos efectos indeseables en la nueva civilización: 1. Refuerza el poder del órgano central (a los dirigentes), y 2. Debilita y subordina a los aportantes (los dirigidos). Es parte de un modo de relación entre dirigentes y dirigidos que corresponde a la civilización en crisis, y que también es preciso superar.

El modo de financiación basado en tributos e impuestos obligatorios, se hace necesario allí donde el Estado se separa de la sociedad y se consolida como un poder exterior que la gobierna. En esas condiciones las personas y los grupos intermedios no están dispuestos a aportarle recursos de manera libre, no participando en la determinación de las actividades que realizarán quienes controlan el poder.

La nueva civilización se funda en la creatividad, la autonomía y la solidaridad de sus participantes. Por ello, en vez de entregar obligatoriamente los recursos a un centro recolector central que decidirá jerárquicamente a qué actividades destinar lo recaudado, los ciudadanos de la nueva civilización aportan recursos libremente y en proporción a su propio compromiso, para financiar aquellas iniciativas, actividades y obras que ellos mismos deciden realizar, y también aquellas realizadas por otros, pero que ellos quieren apoyar e impulsar.

Esto es válido para todos los niveles en que se va articulando la nueva civilización, desde el nivel personal al de las comunidades locales, nacionales y global. Cada nivel tiene sus propias funciones y proyectos que financiar, y en cada nivel sus participantes aportarán los recursos que consideren necesarios y apropiados para su realización.

Esto parte del nivel individual, en el que centraremos por ahora la reflexión. Si somos ciudadanos de la nueva civilización, todo lo que hagamos con nuestro dinero y recursos en función de nuestro propio desarrollo y autonomía, de nuestro propio crecimiento y perfeccionamiento, y que sea conforme con las orientaciones de la nueva civilización, constituye una contribución a la creación y expansión de ella. Esto vale en cuanto individuos, y en cuanto grupo, organización, comunidad o red, y en cuanto organización de organizaciones, comunidad de comunidades, red de redes, etc. Crecer, ampliar la propia realización, satisfacer las necesidades, cumplir las aspiraciones y realizar los proyectos que tengamos en cuanto sujetos participantes de esta nueva civilización, en cualquiera de sus niveles, es una contribución a ella, y tendrá también el efecto de atraer, motivar y acercar a aquellos que valoren positivamente su crecimiento y sus realizaciones.

Poniendo la mirada en lo personal, el actuar económico en el sentido de la nueva y superior civilización probablemente nos implicará dejar de efectuar variados gastos que a menudo realizamos según la lógica de la vieja civilización, y establecer prioridades de gasto y consumo muy diferentes a las que actualmente tenemos o que tienen los habitantes de la vieja civilización moderna.

En la nueva civilización nadie nos dice a qué debamos destinar nuestro dinero, qué consumir, cómo emplear nuestros recursos. Cada uno, participante autónomo, llega a ser autónomo también en esto, precisamente en la medida en que tome conciencia de cuántas y cuáles opciones adopta en dependencia y subordinación a los criterios de la vieja civilización (habitualmente inducidos por los dirigentes, por la publicidad, por el Estado), y cuáles y cuántos hábitos de consumo decidirá cambiar para fortalecer la propia autonomía, creatividad y solidaridad, en orden a participar en el gran proyecto.

La participación en la nueva civilización nos lleva a cambiar fuertemente los hábitos y los modos de consumo, y a asumir una nueva estructura de necesidades, aspiraciones y proyectos. Ello implicará probablemente destinar menos recursos a aquellos tipos de consumo que son característicos de la antigua civilización y que la reproducen, lo cual liberará recursos para destinarlos a aquello que refuerce la nueva civilización.

Habrá probablemente que abandonar el sobre-consumo, el consumismo, el consumo imitativo, el consumo compulsivo, el consumo posicional y ostentoso, que son propios de la moderna civilización en crisis. Así, también, habrá que revertir la tendencia a endeudarse para anticipar el acceso a determinados bienes de consumo de los que se puede prescindir. Probablemente llegaremos también a eliminar o reducir de nuestra estructura de gastos ciertos tipos de donaciones que generan dependencia en los beneficiarios. El análisis crítico de las costumbres y hábitos de consumo y gasto adquiridos según la lógica de la civilización en crisis, con seguridad nos mostrará muchos ítems que suprimiremos de nuestros presupuestos.

Todo ello nos permitirá disponer de los medios necesarios para realizar aquellas iniciativas que nos hagan más autónomos, creativos y solidarios. Partiendo por uno mismo, habrá que dedicar más recursos, tiempo y medios, por ejemplo al estudio, al aprendizaje y a la expansión del conocimiento; al desarrollo personal y a la extensión de nuestras relaciones de convivialidad; a la realización de actividades creativas, etc. Aprenderemos a entretenernos de un modo nuevo, a organizar de otro modo nuestro tiempo, a gastar en la adquisición de recursos y de bienes y servicios que nos faciliten el acceso a niveles crecientes de autonomía, creatividad, conocimiento, relacionamiento, comunidad y organización.

Pero nos hemos planteado una tarea grande: iniciar la creación de una nueva civilización. Ello implica procesos de auto-organización, de formación de redes, y el despliegue de una multiplicidad de iniciativas y proyectos en los más variados ámbitos de la economía, la política, la cultura, las ciencias. Y todas estas organizaciones, redes, iniciativas y proyectos requieren recursos para desarrollarse. Como esas son nuestras iniciativas, nuestros proyectos, nuestras redes y organizaciones, somos nosotros mismos los realmente interesados en financiarlas. Si el proyecto es nuestro proyecto, si la red es nuestra red, si su desarrollo es nuestra necesidad, aspiración y deseo, no tendremos inconvenientes en destinar a ello el dinero, el tiempo, el trabajo, los recursos necesarios para realizarlas y llevarlas al logro de sus objetivos. Nadie decide por nosotros, de modo que no corresponde esperar que sean otros los que financien lo que nos hemos libre y autónomamente propuesto realizar.

En este aspecto estamos mal acostumbrados, porque en la civilización que decae entregamos nuestros financiamientos al poder central, al Estado, y le pedimos luego al Estado que nos aporte los financiamientos que requerimos para cumplir nuestros propósitos. Este proceder no es coherente con la nueva civilización, pues reproduce la dependencia y subordinación de los dirigidos respecto a los dirigentes, de los súbditos respecto a los poderosos, y concentra el poder y la riqueza.

Pero en la tarea de iniciar la creación de una nueva civilización no estamos solos, pues podemos contar con los refuerzos, los aportes, las contribuciones, las ayudas que nos proporcionen otros sujetos participantes del mismo gran proyecto, que puedan tener recursos disponibles, y que valorando lo que hacemos nos colaboren. Del mismo modo, estaremos disponibles para colaborar con aquellas iniciativas de otras personas, de otras redes, comunidades y organizaciones, cuyos proyectos y realizaciones apreciamos. Ya lo dijimos, la nueva civilización requiere personas autónomas, pero también solidarias. Organizaciones, comunidades, redes autónomas, pero también solidarias.

Las formas de determinar los proyectos que se han de realizar y los modos de financiarlos, serán diferentes en cada nivel del proceso de organización ascendente de la nueva civilización; pero será en cada nivel que las decisiones sobre todo ello serán adoptadas por sus participantes responsables: con creatividad, autonomía y solidaridad.

Más adelante, en otra presentación, volveré sobre el tema del financiamiento y de la comercialización en las iniciativas de la economía de la nueva civilización, porque sobre este tema hay mucho más que profundizar.

Luis Razeto

 

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