Cuando se habla de empoderamiento de las personas y de grupos autodirigidos, de la diseminación social del poder y de descentralización de las decisiones - conceptos propios de un nuevo paradigma de política -, es probable que muchos lo asocien a la anarquía, y ésta al desorden y al caos. En realidad, la ausencia de un poder centralizado y de grupos dirigentes que a través de una mezcla de actividades de dominio y de consenso garanticen el orden social, pudiera llevar a una situación seriamente desordenada y caótica, si implicase que cada individuo y cada grupo se guíe y actúe sólo conforme a sus propios intereses y deseos particulares. Dicho de otro modo, individuos configurados según el modo de la civilización moderna, o sea individualistas y competitivos, consumistas y educados para la subordinación, inmersos en una economía capitalista y en un mercado altamente concentrado, en ausencia de un Estado y de un orden político que los organice y discipline, seguramente darían lugar a un estado de cosas que estaría muy lejos de considerarse un orden social, y aún más lejos de generar una nueva y superior civilización.
Distinto es si se trata de individuos y de grupos creativos, autónomos y solidarios, en el sentido en que hemos concebido estas tres cualidades fundantes de una nueva civilización. Pero también en este caso, llegar a la integración social y a un orden político superior, implica desplegar - como parte de la nueva estructura de la acción transformadora – procesos socialmente organizadores e integradores.
La nueva estructura de la acción transformadora ha de crear y desplegar sus propios modos de generar unidad e integración social. Nos acercamos, así, a identificar un segundo elemento de la nueva política.
En efecto, toda civilización requiere algo que la unifique y que integre a sus componentes, o sea a las personas, comunidades, sociedades, países, etc. que la forman. Los estudios de las civilizaciones indican que, junto a un determinado 'tipo humano' que las caracteriza, las civilizaciones siempre han tenido una 'forma unificante', que en las civilizaciones pasadas pudieron ser un Imperio, una Iglesia, una religión, y que en las civilizaciones modernas son los Estados nacionales.
Hasta ahora, la 'forma unificante' de las civilizaciones se ha impuesto a sus integrantes a través de una combinación de dos factores o fuerzas integradoras: por un lado la fuerza, el dominio o la dominación ejercida militarmente o burocráticamente por quienes detentan el poder, y por otro lado el consenso o el conformismo de los integrantes subordinados, respecto a una cierta concepción del mundo, a una filosofía, a unas creencias religiosas, a una ideología política o a una doctrina moral.
Pero ya vimos que en el proyecto de una civilización superior basada en la creatividad, la autonomía y la solidaridad de sus integrantes, no son adecuadas ni la fuerza que impone y disciplina en torno a un centro de poder, ni una doctrina o ideología predefinida que suscite la mera adhesión, el consenso o el conformismo de quienes se subordinan como 'dirigidos' a grupos que se autoproclaman 'dirigentes'. Es necesario, entonces, construir la unidad de otro modo, y desarrollar una manera distinta de integrar a los componentes en torno a una nueva 'forma unificante'.
Como medio para la creación de la nueva unidad cultural, Antonio Gramsci postula la necesidad de "un centro cultural homogéneo", que a través de un trabajo educativo-formativo, elabore y promueva una conciencia colectiva, sobre una determinada base histórico-social que contenga las premisas concretas de tal elaboración. Agrega que dicho centro no puede limitarse al simple enunciado teórico de principios ‘claros’, lo cual constituiría un error iluminista, una pura acción propia ‘de filósofos’ típicos del Setecientos. Trabajando sobre esa idea, Pasquale Misuraca y yo postulamos en el libro La Travesía, que "es necesario un centro de producción, ordenamiento y difusión de actividades teóricas y prácticas portadoras de la nueva racionalidad histórica, que actúe como punto de encuentro y de síntesis de multiformes iniciativas y experiencias; un centro de intervención coherente sobre todas las diferentes actividades, instituciones, organizaciones, sujetos y fuerzas económicas, sociales, políticas y culturales existentes, para renovarlas desde dentro y reorientarlas en una perspectiva común."
En realidad, más que un centro de elaboración y difusión, lo que se necesita son múltiples centros conectados en red y articulados entre sí, pues así lo requiere la tarea de recoger e integrar tantas experiencias, ideas e iniciativas diversas y dispersas, y actuar junto a tantos sujetos activos diseminados por todo el mundo.
Pero esto es solamente un instrumento o un medio para la unificación e integración. Lo importante es concebir y actuar creativamente la unidad, guiados por la idea central de que la unificación se da en la convergencia hacia un proyecto común, que no sería otro que la de crear la nueva civilización.
Convergencia desde la diversidad, aproximación a un lugar compartido desde variados puntos de partida y siguiendo múltiples caminos. Caminos que parten de situaciones distintas, singulares; pero que conducen hacia un espacio de encuentro, que es el proyecto de la nueva civilización. Proyecto que -como ya vimos- recoge la diversidad de motivaciones, voluntades, experiencias y concepciones que van elaborando autónoma y solidariamente los creadores de la nueva civilización.
De este modo queda reconocida, en la unidad que se va construyendo, la infinita riqueza de la diversidad de los que, al converger, aportan cada uno lo suyo, que será reconocido por los otros en cuanto sean elementos que enriquezcan el proyecto común.
Lo que hace el centro o los centros de elaboración y difusión unificadores, es un trabajo específicamente intelectual, de elaboración comprensiva, integradora; y con ello realizado, devuelven a cada participante y aportante la visión del conjunto, en la que quedan reconocidos, integrados y valorados los aportes de todos.
Ese centro, o esa red de centros de elaboración y comunicación, no se constituye como un poder que centraliza y disciplina burocrática ni autoritariamente, sino que es un centro o una red de centros que construyen la unidad mediante la elaboración de síntesis integradoras y comprensivas. Síntesis de múltiples elaboraciones. Centros unificantes, que elaboran y difunden, que recogen y devuelven.
Ello supone trabajar esas elaboraciones y esas síntesis de cara a todos, en público, mostrando la elaboración de la síntesis en cuanto conectada a los aportes recibidos. Se elabora la 'forma unificante' de la nueva civilización, no mediante el poder sino a través de la elaboración comprensiva del mismo proyecto de creación de la nueva civilización. La 'forma unificante' de la nueva civilización, no es otra cosa que su proyecto. Se trata de crear una forma unificante no burocrática, que no unifique por el dominio y el conformismo, sino que unifica por la integración cultural de muchos que participan en la elaboración del proyecto de la Nueva Civilización. Es el proyecto el que unifica.
En la construcción de un proyecto común, todos vamos desplegando y desarrollando nuestra autonomía y nuestra creatividad, y al hacerlo nos hacemos solidarios, según el concepto de solidaridad que expresamos anteriormente, que viene del vocablo latino 'solidus', y que concebimos como una comunidad o colectivo humano unificado por razones fundamentales y verdaderas, por valores compartidos.
Luis Razeto
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