XXXIII. El buen consumo hace indispensable transformaciones profundas en la producción, marcadas por la subjetivización del proceso productivo.

 

Conclusión de los análisis anteriores es que la mejor satisfacción de las necesidades, acceder a una superior calidad de vida, y la realización personal y grupal, no implican incrementar las compras y el consumo, ni requieren necesariamente una mayor producción. La consecuencia obvia de esto es que el buen consumo, el consumo realizador, conlleva una transformación radical de la producción, cambios profundos en dos aspectos estrechamente relacionados: en lo que se produce, y en cómo se produce.

Si se produce para la satisfacción de las necesidades y el desarrollo humano, gran parte de la actual producción, y en particular muchos bienes y servicios que satisfacen el consumismo y el consumo dependiente, imitativo y competitivo, dejarán de ser necesarios y útiles. Una nueva estructura de la producción se irá creando a medida que más personas y grupos vayan adoptando los criterios de moderación, correspondencia, persistencia, integralidad, equilibrio, jerarquización, potenciación, integración y cooperación que son propios del 'buen consumo'.

En tal sentido y en líneas muy generales, podemos prever que se expandirán la agricultura y la producción de bienes y servicios básicos, junto con la educación y la cultura, las comunicaciones y los servicios de proximidad. Podrán disminuir en cambio la minería, la industria pesada, el transporte, la industria del petróleo y sus derivados, la industria química, los servicios financieros, y la extendida producción de baratijas. Como resultado de todo ello, mejorarán conjuntamente el medio ambiente y la calidad de vida, generándose un tipo de desarrollo muy diferente al insostenible crecimiento económico actual. La economía y el desarrollo en la nueva civilización serán social y ambientalmente sustentables.

Ahora bien, no se trata solamente de un cambio en lo que se produce, sino también en los modos y en las estructuras que adoptarán las actividades productivas. Transformaciones que serán consecuencia directa, por un lado de la expansión del consumo creativo, autónomo y solidario que hemos analizado, y por otro lado, de la implementación de los valores y criterios de la organización social de la nueva civilización.

En correspondencia con las nuevas formas del consumo, viviremos un proceso de potenciamiento de las capacidades de producción de las personas, de las familias, de las comunidades y de los grupos locales. Vimos, en efecto, que el 'buen consumo' conduce a las personas y a las comunidades desde la dependencia hacia la autonomía. Esto es un proceso, y en realidad la autonomía se hace posible una vez alcanzado cierto nivel de desarrollo personal. Lo podemos comprender mejor con un ejemplo. Si uno no ha leído nunca un libro, la motivación para hacerlo y el aprendizaje de la lectura deben llegarle desde fuera. Pero cuando uno se convierte en un lector, ya nadie tiene que motivarlo a que lea, y por sí mismo busca libros, necesita leer, e incluso puede llegar a escribir sus propias narraciones y pensamientos, ofreciéndolas a otros. Lo mismo pasa con cualquier actividad o trabajo: podemos pasar progresivamente desde la dependencia a la autonomía y desde la autonomía a la solidaridad, en la medida que desarrollamos las capacidades implicadas en la actividad o trabajo que realizamos.

Son la pobreza, la inseguridad, la carencia de capacidades, la falta de relaciones, la ausencia de convicciones, lo que hacen tan apreciada la adquisición de cosas y el recurso a servicios externos. Pero cuando se alcanza cierto nivel de desarrollo personal nos hacemos más autosuficientes, menos necesitados de bienes y servicios exteriores. Si alguien tiene un buen desarrollo personal, una riqueza de personalidad, es muy probable que necesite comprar menos bienes y servicios, no porque haya apagado sus necesidades sino porque las satisface más autónomamente, y porque el sujeto pone mayor dedicación a aquellas dimensiones de la experiencia en las cuales es capaz de autogenerar proyectos y satisfactores por su cuenta.

En esta dirección podemos ver que en la nueva economía debieran experimentar un gran desarrollo el trabajo autónomo y asociativo, la autoproducción, los procesos de desarrollo local. Junto con ello se dará una más directa relación entre el consumo y la producción, incluyendo una mayor autonomía alimentaria y energética a nivel local y nacional. Todo esto es parte del crecimiento en autonomía, en creatividad y en solidaridad de las personas, las familias, las organizaciones y las comunidades.

Si en la economía moderna son pocos los empresarios y muchos los trabajadores dependientes, en la nueva economía nos orientaremos todos a ser emprendedores, creativos, autónomos y solidarios. En tales condiciones, muchas empresas serán creadas mediante la libre asociación entre personas que poseen distintos y complementarios recursos y capacidades, que cooperan en la realización de los objetivos económicos que comparten. Cuando las empresas se constituyen de este modo, no es posible que en ellas se instauren la explotación y el dominio, ni el enriquecimiento de unos pocos a costa del esfuerzo y el sacrificio de muchos. Esas nuevas unidades productivas se forman, organizan y operan con los criterios de justicia y equidad que caracterizan a la economía solidaria, que llamamos también economía de solidaridad, de trabajo y de comunidad.

Yendo más a fondo, encontramos que una de las cualidades fundamentales que asumirá la economía en la nueva civilización es la subjetivización de la producción, una cualidad que podemos comprender en todo su significado desde la nueva estructura del conocimiento y de las ciencias de que hemos hablado en presentaciones anteriores,. La subjetivización a que nos referimos, es el resultado natural del hecho de poner al sujeto humano y su realización, no sólo como el fin de la economía que se cumple en el proceso de consumo, sino también en el origen y como fuente del proceso de producción de los bienes y servicios económicos.

En la economía moderna, capitalista y estatista, los recursos y factores productivos son considerados en su objetividad exterior, y son de hecho tratados como cosas, o como fuerzas productivas puramente materiales, cuantificables y medibles en términos monetarios. Sólo el trabajo pretende y en parte logra conservar algunas de sus cualidades personales, pero es igualmente objeto de contratación y tratado en su materialidad, como 'mano de obra'.

En la nueva economía los recursos y factores productivos son reconocidos – desde una nueva ciencia comprensiva de la diversidad, de la subjetividad y de los valores - en su condición de energías e informaciones humanas, implicando toda la subjetividad que contienen.

La fuerza de trabajo es la capacidad de hacer obras mediante la aplicación de las energías corporales y mentales de los trabajadores; es ejercicio de las manos, de la conciencia y de la voluntad.

La tecnología no está en los artefactos técnicos, donde se objetiva, sino que más allá de ellos, reside en la capacidad de invención, innovación y solución de problemas que poseen las personas reconocidas por sus conocimientos teóricos y sus saberes prácticos.

La gestión es la toma de decisiones por parte de las personas responsables de las organizaciones y sus procesos.

El financiamiento es la capacidad de obtener crédito que tienen los sujetos sobre la base de su confiabilidad para cumplir los compromisos que asumen.

Incluso los medios materiales y los insumos tienen una dimensión subjetiva, en cuanto implican su cuidado, su mantención, su control y su empleo por parte de los sujetos.

Y obviamente es subjetivo el que llamamos Factor C o factor comunitario, que se constituye en la unión de conciencias, voluntades y emociones tras objetivos compartidos en un grupo humano.

Desde el momento que todos esos 'factores productivos' ya no se presentan como cosas sino que son concebidos y reconocidos como acciones realizadas por sujetos, las unidades económicas, las empresas donde operan, se configuran como una organización de sujetos activos, y su proceso productivo es entendido y organizado como coordinación de un conjunto coherente de actividades.

En tal sentido, crear y desarrollar una empresa no es tanto combinar y organizar una serie de factores objetivados, sino desplegar una serie de acciones humanas, conjugar una serie de verbos: el 'hacer' de los trabajadores, el 'saber' de los tecnólogos, el 'decidir' de los gestores, el 'creer' de los financiadores, el 'tener' de los aportantes de medios de producción, y el 'unir' de la comunidad.

La producción así concebida y realizada, orientada al 'buen consumo', y organizada de estos modos creativos, autónomos y solidarios, requiere sostenerse en el tiempo, reproducirse. Esto nos lleva a plantearnos otras importantes cuestiones que iremos examinando en las próximas presentaciones.

Luis Razeto

 

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