Hemos afirmado que los creadores de una nueva civilización son personas creativas, autónomas y solidarias. De esas tres cualidades hemos examinado hasta ahora la autonomía y la solidaridad. Entremos ahora en la creatividad.
Es evidente que la creatividad es esencial si se trata, precisamente, de crear una nueva civilización, que implica, entre otras cosas, encontrar y elaborar respuestas nuevas a los problemas que nos afectan y que afectan al mundo, y en particular crear una nueva cultura, crear una nueva economía, crear una nueva política.
Pero hay que precisar el significado de la creatividad necesaria. La creatividad es una capacidad que, en alguna medida y al menos potencialmente, tenemos todas las personas, si bien algunas las han desarrollado ampliamente y otras en medida más reducida e incluso escasa.
La creatividad se manifiesta, por ejemplo, en formular ideas y proyectos, en plantear soluciones y propuestas originales frente a determinados problemas, en producir innovaciones en ciertos procesos o estructuras que previamente se realizaban de modos convencionales, etc. La creatividad se manifiesta en todo tipo de actividades humanas: en el trabajo, en el estudio, en la ciencia, en el arte, en la tecnología, en la producción, en la recreación y el entretenimiento, etc.
Lo importante es comprender que la creatividad puede ser desarrollada y perfeccionada por cada persona y en cada grupo humano. Desarrollarla y perfeccionarla en sí mismos y en las comunidades, organizaciones y redes, forma ya parte del proceso de creación de la nueva civilización, que han de desplegar sus iniciadores. Ahora bien, el desarrollo o la atrofia de la creatividad depende de muchos factores, entre los cuales destaca la educación, el tipo y el modo en que se realizan los procesos de enseñanza y de aprendizaje.
Y al respecto, la situación de la creatividad en la moderna civilización en crisis es gravemente deficitaria, lo que nos lleva a cuestionar las formas en que se ha organizado la escuela y el sistema educativo. Doce, quince años de aprender pasivo, sentados horas tras horas frente a profesores que trasmiten conocimientos que los alumnos deben memorizar y aprender, atrofian la creatividad de la mayoría.
En sus comienzos y en su fase de desarrollo y consolidación, la civilización moderna necesitaba y fomentaba la creatividad. Lo hacía al menos en aquella parte de la sociedad y para las personas que se esperaba que ocuparan lugares de dirección y conducción, y que eran los individuos que accedían a la libertad de pensamiento, de asociación y de iniciativa económica. Pero para la mayoría, para los dirigidos en el campo político, para los trabajadores asalariados y los consumidores en el campo económico, y en el campo cultural para todos aquellos en los que se quería inculcar las nuevas ideas, lo que se requería era una actitud de aprendizaje pasivo, de obediencia, de sumisión, de aceptación y conformismo.
Es así que la organización de la educación en esta civilización es y ha sido siempre dual: por un lado la educación de las élites, y por otro la educación de las multitudes. Una formación y un sistema educacional que son muy distintos para los dirigentes y para los dirigidos.
Actualmente, en el contexto de la crisis de la civilización moderna, se habla mucho de innovación y también de creatividad, pero se las encuadra en la búsqueda de mayor eficiencia y competitividad económica, y no se piensa en la generación de nuevas ideas políticas, de nuevos conceptos económicos, de nuevas ciencias.
La creación de una nueva civilización se basa en la expansión de la creatividad, tanto como de la autonomía y de la solidaridad. Pero así como vimos que no se trata de cualquier autonomía y de cualquier solidaridad, también la creatividad de los iniciadores de una nueva civilización debe ser especial. Pues se trata de crear un nuevo modo de vivir, una nueva economía, una nueva política y una nueva cultura. Se requiere, por decirlo así, una creatividad eminente. Es un tipo de creatividad que tiene en su base, como condición de su despliegue, una apertura, una libertad de espíritu, y una disposición para pensar todo de nuevo, para buscar respuestas nuevas a cuestiones fundamentales, pues lo que se requiere es reinventarse a sí mismos, e inventar, experimentar y desarrollar formas nuevas de vivir, de relacionarse, de actuar.
La creación y la expansión de una nueva civilización implicará, para todos los participantes, un gran desarrollo de las capacidades creativas. Para ello es necesario realizar un cambio radical en la pedagogía y en los modos de enseñanza y aprendizaje, en todos los niveles, desde la educación infantil hasta la formación superior y permanente. Por cierto, hay que aprender los conocimientos y los saberes ya adquiridos por la humanidad, y alcanzar una cierta base de conocimientos que sea común a todas las personas. Pero ya ese aprendizaje de lo conocido puede realizarse creativamente, y no constituir una pura asimilación y repetición de lo que otros han hecho con anterioridad.
Antonio Gramsci propuso un modelo educativo que puede sernos útil para pensar en un nuevo sistema educativo para la nueva civilización. Indica tres niveles o fases de formación.
La primera fase, correspondiente a la edad en que los niños se encuentran actualmente en la escuela elemental o básica, es la que llama formación 'activa', la cual ha de introducir a los niños en el orden social y en el orden natural mediante actividades de observación y experimentación, que deben acompañar al aprendizaje conceptual. Destaca la importancia de formar en el concepto del equilibrio entre el orden social y el orden natural, que no es un equilibrio dado sino que ha de construirse sobre el fundamento del trabajo y de la actividad teórico-práctica de los hombres. En esta fase se debiera dar paso a la comprensión del movimiento y del devenir, y a la valoración de la suma de los esfuerzos y sacrificios que ha costado el presente al pasado, y que el futuro ha de costar al presente.
La segunda fase, correspondiente a la escuela media, ha de ser una formación 'creativa'. Dice que el estudio y el aprendizaje de los métodos creativos en la ciencia y en la vida, debe comenzar en esta etapa de la vida, y no ser más el monopolio de la Universidad, o ser dejado al azar de la vida práctica: esta fase formativa debe ya contribuir a desarrollar el elemento de la responsabilidad autónoma de los individuos, y ser una escuela creativa. La educación creativa es la coronación de la educación activa. En la fase creativa, sobre el fundamento alcanzado en la fase activa, se busca expandir la personalidad, que se torna autónoma y responsable, pero con una conciencia moral y social sólida. Se trata de aprender creando, y de desarrollar el método de la indagación. “Descubrir por sí mismos una verdad -dice Gramsci- es creación, aún si la verdad es antigua, y demuestra que se posee el método; indica en todo caso que se ha entrado en la fase de madurez intelectual, en la que pueden descubrirse verdades nuevas. Por eso en esta fase, la actividad fundamental se desarrollará en los seminarios, en las bibliotecas, en los laboratorios experimentales.”
La siguiente es la educación superior y permanente, en que la creatividad se vive en la interrelación entre teoría y práctica. Dice Gramsci que las universidades y academias deben ser reorganizadas y vivificadas de la cima al fondo, poniendo a disposición de los estudiantes institutos especializados en las diferentes ramas de la investigación y del trabajo científico, en los cuales podrán colaborar y encontrar los subsidios necesarios para cada forma de actividad cultural y laboral que intenten emprender. En ellos han de establecerse vínculos de colaboración permanente entre el trabajo intelectual y el trabajo profesional externo.
Es un gran tema éste de la creatividad, que trasciende la educación, y que abarca el desarrollo y la difusión del conocimiento en todos sus aspectos y dimensiones. Lo profundizaremos.
Luis Razeto
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