X. Ahora la cuestión del tamaño de la nueva civilización, que no se delimita geográficamente. Ella es descentralizada, tendencialmente universal y actualmente local.

 

Me propongo referirme ahora a una cuestión en cierto sentido preliminar, pero relacionada con lo que hemos examinado hasta aquí, que se presenta al plantearse dar inicio a la creación de una nueva civilización. ¿Cuáles pueden ser las dimensiones de ella? Y relacionado con éso, ¿cuál será el modo de su expansión?

Como la respuesta que tenemos para esas preguntas difiere también mucho de lo que suele pensarse cuando se habla de una civilización histórica, conviene hacer algunas referencias a las civilizaciones pasadas.

Ha habido en la historia civilizaciones que nacen itinerantes y que se desplazan por extensas áreas geográficas, expandiendo sus zonas de influencia y dominio en torno a rutas terrestres y marítimas que ellas mismas van consolidando a medida que se expanden. Un caso de este tipo fue la civilización cristiana desde sus orígenes hasta la consolidación del poder de Constantino y la formación del imperio Bizantino. Otras civilizaciones han surgido instalando su centro de operaciones en un determinado lugar (un espacio ceremonial considerado sagrado, una ciudad, una isla) donde se concentra la actividad de creación cultural y el ejercicio del poder, y desde allí irradian y crecen hasta abarcar un amplio territorio. Caso ejemplar de este tipo es la civilización islámica. Otras civilizaciones asumen unas demarcaciones territoriales predeterminadas o definidas en sus primeras fases de consolidación, de modo que sus dimensiones están geográficamente delimitadas por fronteras al interior de las cuales se protegen y defienden. Este último es el caso de la moderna civilización de los Estados y las naciones. Las varias civilizaciones precolombinas del continente americano, como igualmente las diversas civilizaciones que se han sucedido en Asia, muestran también una notable diversidad en cuanto a sus dimensiones y sus modos de expansión.

Hoy podemos pensar que – dados los modernos medios de comunicación y de transporte - sea posible una forma de establecerse y de expandirse diferente a todas las anteriores, de manera que las dimensiones geográficas de la civilización no sean relevantes, e incluso que ella no se establezca con base geográfica o territorial. Esto implicaría que deberá tener otro modo de definir quienes sean sus integrantes y pertenezcan a ella, y quienes le sean extraños o extranjeros.

Y en efecto, la nueva civilización que vislumbramos y que estamos viendo nacer no es itinerante, no tiene tampoco un carácter territorial, no dispone ni requiere un centro único o principal de operaciones, no proyecta establecerse ni encerrarse en confines geográficamente determinados. Podemos decir que en la nueva civilización se da una eliminación de las fronteras, una descentralización de las actividades e iniciativas, de modo que los espacios de su presencia se tornan móviles, cambiando según los lugares donde se encuentren las personas, los grupos y comunidades que participan en ella.

Las nuevas tecnologías y medios de comunicación permiten que las articulaciones internas de la nueva civilización se desterritorialicen, en cuanto permiten que las actividades e iniciativas se coordinen y sincronicen a distancia.

Aún así, hay que admitir que todo ocurre siempre en algún lugar del espacio y en determinados momentos del tiempo, de modo que algunas formas de localización deberá asumir; pero ellas no serán decisivas ni determinantes.

La nueva civilización cuya creación estamos iniciando tiene ya y tendrá en adelante múltiples centros de iniciativa y operación. Ella nace y comienza a constituirse en cada lugar donde se encuentre un individuo que accede al nivel de autonomía y desarrollo cultural, político y económico que ella exige, y en cada ámbito, localidad o espacio donde se despliegue el proceso de auto-organización y conformación de redes que los vinculen, coordinen y potencien. Cada sujeto individual y/o colectivo participa en la nueva civilización desde donde se encuentra, desde su propio lugar, y extenderá su participación en ella conforme se extiendan las redes en que se articulen las actividades culturales, económicas y políticas que sean parte de la nueva civilización.

Así, naciendo y desplegándose en cada ocasión en que se constituye un nuevo integrante (un individuo, una comunidad, una red), la nueva civilización se va –por decirlo de algún modo – densificando a medida que se multiplican sus participantes, que cada vez se encontrarán más cercanos unos de otros, y mejor comunicados entre sí.

Si tal es el modo en que se está configurando la nueva civilización, podemos afirmar que ella tiene 'vocación de universalidad', en cuanto podrá extenderse por toda la tierra, por cualquier lugar del mundo donde surjan personas y grupos creativos, autónomos y solidarios que desplieguen la nueva economía, la nueva política y la nueva cultura que la caractericen.

Pero junto con afirmar dicha 'vocación' de universalidad, o sea su carácter tendencialmente global, debemos asumir que, en la medida que ella se va creando y constituyendo por la iniciativa de individuos y de grupos inicialmente pequeños, dispersos en distintas latitudes y localidades, la nueva civilización tendrá un marcado carácter 'local', adquiriendo en los hechos las dimensiones que efectivamente vayan asumiendo las formas de auto-organización económica, política y cultural que le son propias.

La expansión de la nueva civilización desde lo local hacia lo universal será un proceso de progresiva articulación entre las organizaciones, las redes y los grupos localmente asentados, los cuales irán estableciendo entre ellos diversos, múltiples y cada vez más intensos vínculos de comunicación, de intercambio y de auto-organización, en los planos de sus actividades económicas, políticas y culturales. La nueva civilización se presenta, así, como una comunidad de comunidades, como una red de redes, como una articulación y coordinación entre personas y grupos distribuidos en distintos lugares, que comparten modos de ser, de sentir, de pensar, de relacionarse y de actuar.

Si es así, la tarea de cada uno de los iniciadores de la nueva civilización tiene dimensiones locales: ante todo, construir la nueva civilización en sí mismo como persona; luego, hacerlo en dimensiones familiares, locales o de pequeñas organizaciones, redes y comunidades, y en seguida ir estableciendo con otras personas, comunidades y grupos, las articulaciones que permitan comunicarse, intercambiar, aprender recíprocamente, desplegar actividades conjuntas.

De este modo, la tarea de construir una nueva civilización que podría haberse imaginado como titánica, adquiere en cambio las dimensiones propias de lo que podemos pensar como perfectamente realizable. Es una tarea, una creación y una construcción 'a escala humana'.

Luis Razeto

 

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