El reconocimiento mutuo entre los creadores de la nueva civilización, y el proceso de elaboración de sus contenidos intelectuales y morales, forman parte de una misma dinámica expansiva.
Se parte de una situación inicial en que los contenidos de la nueva civilización no están predefinidos, y que por eso el proyecto convoca prácticamente a todas las personas, iniciativas, experiencias y organizaciones sociales; pero no todas se sienten convocadas, sino solamente aquellas que tienen la voluntad de auto-incluirse en él y de participar en su proceso de definición. El comienzo del proceso de definición es, pues, el auto-reconocimiento de ser parte del proyecto, que efectúa cada uno de los sujetos que se sienten motivados a participar; pero este auto-reconocimiento debe buscar y suscitar el reconocimiento de los otros participantes, de modo que el universo de la nueva civilización se irá constituyendo mediante el reconocimiento recíproco entre todos sus integrantes.
Esto significa concretamente que cada persona, grupo, entidad y organización que se proponga participar en la nueva civilización, deberá explicitar ante los demás por qué se auto-identifica en ella, lo cual implica explicitar y precisar, primero ante sí mismo y luego ante los otros que como él se sienten igualmente convocados, cuáles son sus razones, sus motivos, sus cualidades, sus méritos para auto-reconocerse como participante de la nueva civilización, y para aspirar al reconocimiento de los otros que participan en la mismo proyecto.
Por ejemplo, una persona, una empresa, una organización, una Universidad, etc. que diga contarse entre los creadores de la nueva civilización, tendrá que dar razón de su pertenencia e identificación con ella, explicitando las ideas, las iniciativas, los proyectos que tiene y en que se encuentra participando, así como sus modos de ser en tales y cuáles aspectos, y porqué se auto-define y pretende ser reconocida por los otros como parte del gran proyecto.
De este modo, junto con irse precisando los sujetos sociales que la integran, se irán delineando los contenidos ideales, valóricos y proyectuales que definen su identidad, que serán aquellos contenidos aportados por cada integrante del proyecto.
Así, la nueva civilización se irá constituyendo y definiendo no autoritariamente, no académicamente, no siguiendo a alguien que apropiándose de la verdad establezca a priori "que la nueva civilización es esto o aquello, que está aquí o allá, y que forman parte de ella los que cumplan tales o cuáles requisitos", sino participativamente, desde abajo, horizontalmente, como un proceso de autoconciencia y recíproco reconocimiento y convergencia en torno a una identidad que se construye entre todos.
Ahora bien, el ritmo y la velocidad de expansión de la nueva civilización dependerá de la intensidad y profundidad que adquiera el proceso de su constitución real, lo cual depende exclusivamente de sus participantes y del valor de sus ideas, sentimientos, creaciones, obras, relaciones, experiencias. Si estas son verdaderas, bellas, atractivas, convincentes, motivadoras, la nueva civilización será verdadera, hermosa, atractiva, convincente, motivadora, y serán cada vez más los sujetos y organizaciones que se sentirán convocados a participar en ella, y a hacer méritos para auto-reconocerse y ser reconocidos como participantes de su identidad en formación y en constante renovación.
En tal sentido, es necesario avanzar, simultáneamente, en la creación de la nueva, autónoma, superior concepción y cultura capaz de animar la construcción de la nueva civilización, y al mismo tiempo en su difusión, de modo que en torno en ella se vaya aglutinando el pensamiento creativo y se articulen las voluntades de muchos que quieran participar en el proyecto.
Adelantemos algo sobre la ‘difusión’, un asunto que por cierto ampliaremos y profundizaremos más adelante. Voy a comenzar el tema con una idea de Antonio Gramsci, que atribuía especial importancia a las revistas. Pensaba en revistas ‘de nuevo tipo’, que concebía como creadoras y organizadoras de una nueva cultura. En su tiempo las revistas eran el gran medio donde convergían las ideas y las obras que producían y difundían los creadores. Hoy disponemos de muchos y nuevos medios de comunicación y difusión. Pero lo importante es que imaginaba una actividad intelectual y editorial muy rica y compleja, en la cual se unificaba la actividad creativa con la de comunicación. Sostenía que las revistas debían ser –diríamos hoy – interactivas, capaces de involucrar a los lectores en la producción de los saberes y artes nuevos que llevan a cabo más sistemáticamente los creadores y organizadores del proyecto cultural. Decía, además, que es necesario que sean accesibles a distintos niveles de lectores, además de “satisfacer las necesidades culturales más amplias”.
Pero lo más importante es que en ellas se una la creación con la difusión, y que creadores y lectores interactúen en el proceso de creación y de difusión. Imaginaba, además, muchas revistas, de distintos niveles, interactuando y complementándose en el proceso de creación de la nueva cultura. Mas adelante profundizaremos por qué es necesario que la creación y la difusión sean parte de una misma dinámica, y porqué ellas deben ser interactivas, de doble dirección.
Gramsci, en la cárcel, concebía e imaginaba esta gran tarea de creación y difusión cultural; pero no podía obviamente realizarla. Lo importante para nosotros, es que llegó a comprender y concebir formalmente lo que se necesita para iniciar la construcción de una nueva civilización. Es probable que comprendiera también que ello no era factible en su tiempo, pues las revistas, las casas editoriales, el periodismo, presentaban limitaciones técnicas que hacían casi imposible realizar aquello que él comprendía como algo formalmente necesario.
Gramsci no podía imaginar que la Internet y las nuevas tecnologías de la comunicación facilitarían grandemente todo aquello; pero nosotros ya lo sabemos, pues lo estamos experimentando en nuestros sitios, blogs, redes y portales culturales diversos.
Otra ventaja con que contamos actualmente, y que nos confirma que ha llegado el tiempo de la creación de la nueva civilización, es el hecho que solamente ahora es posible que la creación y la comunicación se verifiquen simultáneamente, y en forma interactiva. Antes de la creación de los actuales medios de comunicación, de la internet y de las redes, el creador o autor de una obra debía completarla entera antes de pensar en consignarla a un medio editorial, el que, después de evaluarla, podía decidir o no publicarla y ofrecerla al público. Las ideas y las creaciones demoraban mucho tiempo en difundirse y encontrar a las personas que se interesaran y motivaran por ellas, los que prácticamente no tenían modo de interactuar con el autor, y muy poco podían hacer por difundir y comunicar a otros lo que apreciaban. Sucedía, además, que muchas obras no eran publicadas y difundidas, en cuanto no fueran del agrado de los editores, o se presentaran con contenidos que pudieran parecer a éstos demasiado novedosos y riesgosos.
Todo esto ha cambiado completamente, por lo que estamos en condiciones de avanzar muy rápidamente en la creación y en la difusión de los contenidos intelectuales y culturales de la nueva civilización.
Luis Razeto
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