Una vez que hemos comprendido las necesidades como específicamente humanas, y definido los objetivos del consumo en las cuatro dimensiones de nuestra experiencia, podemos todavía preguntarnos: ¿de qué modo utilizar los bienes y servicios para que su consumo nos proporcione el mayor y el mejor resultado para nuestra realización personal y social?
Al respecto, podemos identificar un conjunto de 'cualidades del buen consumo', que nos conducen a una mejor calidad de vida empleando menos bienes y servicios, pero en parte diferentes a los que compramos en la actualidad.
Una primera cualidad del buen consumo es la 'moderación', que no significa austeridad ni privación y sacrificio. Moderación significa que se emplean los bienes y servicios en proporción a la necesidad. Un exceso de bienes y servicios, un empleo inmoderado, puede generar una insatisfacción de la necesidad tan fuerte como una escasez o una carencia de bienes y servicios. Moderación significa adecuar la cantidad de bienes y servicios a la amplitud e intensidad de las necesidades.
Una segunda cualidad del buen consumo es la 'correspondencia', esto es, que para cada necesidad se escojan y empleen aquellos bienes y servicios que puedan satisfacerla de mejor forma. Por ejemplo, la necesidad de entretenerse puede ser satisfecha de distintos modos: a través de un juego grupal, de una convivencia, o mediante la lectura y la música, o una película, o ante la televisión. Cada necesidad tiene posibilidades múltiples para satisfacerse. El buen consumo busca satisfacerlas mediante aquel bien o servicio que mejor corresponda a cada necesidad y que favorezca el desarrollo humano. Encontrar la correspondencia es algo que cada sujeto debe hacer, con autonomía.
Una tercera cualidad del buen consumo es la 'persistencia', o sea que la satisfacción de las necesidades sea tan lograda y cumplida que el efecto se prolongue en el tiempo, sin que vuelvan a presentarse prematuramente. La persistencia depende mucho de qué bienes y servicios empleamos, y de cómo los consumimos. Si uno se nutre adecuadamente, si uno lee un buen libro, si se divierte de modo sano y placentero, la satisfacción se prolonga en el tiempo, liberando tiempo, recursos y energías para otros aspectos de la realización personal.
Una cuarta cualidad del buen consumo la podemos identificar con las palabras 'integralidad', 'equilibrio' y 'armonía'. Teniendo en cuenta que somos sujetos que tenemos múltiples necesidades en cada una de las cuatro dimensiones del desarrollo humano, la integralidad, el equilibrio y la armonía significan que no ponemos toda la actividad y la energía en una sola o en pocas dimensiones de la experiencia y de las necesidades, sino en atenderlas todas armónicamente. La integralidad, el equilibrio y la armonía implican predisponer los bienes, el tiempo y las acciones que dedicamos a las distintas actividades, sin descuidar ninguna de las cuatros dimensiones de la experiencia humana.
Una quinta cualidad del buen consumo la podemos llamar 'jerarquización', y se refiere a las opciones que hacemos organizando las satisfacción de las necesidades en el tiempo, adelantando unas y dejando otras en espera del momento más adecuado. Jerarquización significa poner el proceso de satisfacción de necesidades bajo control del sujeto. Ser gestor del propio desarrollo, hacer opciones, planificar el propio proceso de consumo. Obviamente hay necesidades básicas que no podemos descuidar sino prestarles atención prioritaria. Y hay necesidades que son fundamentales y superiores por el valor que tienen en orden al desarrollo y perfeccionamiento personal y grupal, por lo que también las enfatizamos y damos mayor importancia.
Una sexta cualidad del buen consumo que llamaremos 'potenciación', significa que la propia satisfacción de las necesidades las perfecciona, las eleva, las energiza. Si las necesidades son energías, aquellas necesidades que nos impulsan a la realización de obras, al cumplimiento de logros, a realizar actividades creativas, las buscaremos potenciar en el proceso mismo de su satisfacción. Si nosotros satisfacemos nuestras necesidades de cultura siempre en un nivel básico nos vamos estancando; si leemos siempre el mismo tipo de libros, si escuchamos siempre el mismo tipo de música, no vamos perfeccionando nuestra capacidad de apreciar las obras de arte, la literatura. Entonces nuestra necesidad se estanca. La potenciación significa buscar que el proceso de consumo desarrolle cualitativamente esas necesidades, haciendo que sean cada vez más propiamente humanas, más creativas , más autosuficientes.
Una séptima cualidad del buen consumo que llamaremos 'articulación e integración', consiste en combinar la satisfacción de distintas necesidades mediante el empleo simultáneo de diferentes bienes y servicios. Contrariamente a la tendencia a consumir un producto para cada necesidad, podemos pensar que a través de una actividad compleja se pueden satisfacer simultáneamente distintas necesidades, especialmente si esa actividad compleja se realiza grupalmente. Por ejemplo en una actividad de convivencia comunitaria es posible satisfacer al mismo tiempo necesidades de relación, de convivencia, de información, de comunicación, de alimentación, de participación, de protección y muchas otras que se cumplen simultáneamente, generando una elevada satisfacción y felicidad.
La octava cualidad del buen consumo la identificaremos con la 'cooperación y reciprocidad'. Si aspiramos a un desarrollo humano integral, a una experiencia compleja, rica, diversificada, difícilmente lo lograremos de manera individual. Individualmente tenemos la tendencia a retroalimentar ciertas direcciones de la experiencia descuidando otras. El desarrollo integral requiere la participación en colectivos, ser parte de familias y de comunidades, convivir y compartir.
En ese sentido, si uno quiere desarrollar las necesidades espirituales o satisfacer las de conocimiento, conviene encontrar personas que quieran lo mismo; si uno quiere desplegar su talento musical o deportivo, tiene que vincularse a personas que compartan esas motivaciones. Y si nos articulamos en una organización, en una experiencia humana donde se encuentren personas que destacan en diferentes cualidades, nos enriquecemos todos al ser parte de un grupo donde podemos aprender muchas cosas unos de los otros.
Es especialmente enriquecedor relacionarnos con personas autónomas, creativas y solidarias que hayan alcanzado un nivel más elevado de desarrollo personal. Un músico, un científico, crecen en la interacción con grandes músicos o científicos. Buscando la autonomía, la creatividad y la solidaridad, somos atraídos e impulsados por aquellos que han llegado más arriba o más adelante que nosotros, y esto sucede en cualquier ámbito y momento de la vida. Quienes sobreabundan en preciosas cualidades suelen compartirlas generosamente con quienes estén dispuestos a recibirlas.
Esto se relaciona con otro aspecto de la progresiva autonomización de las personas y los grupos humanos, y es que mientras una necesidad está menos desarrollada, más depende su satisfacción de lo externo. Un niño necesita que lo alimenten, que le enseñen, no desarrolla su espiritualidad por sí mismo. Podemos expresarlo de otra manera: mientras más la necesidad se expresa como carencia, como vacío (porque todavía es pura potencialidad, porque todavía no se ha actualizado), más su satisfacción depende de cosas externas y de la acción de otros. Cuando va expandiéndose la realización del sujeto, más su satisfacción de necesidades se autonomiza, y se requieren menos elementos exteriores que vengan a apagarlas.
Esto nos pone en el umbral del tema de la producción, como aspecto inherente también a la nueva economía, que trataremos en el próximo capítulo.
Luis Razeto
Si quieres el libro impreso en papel o completo en digital lo encuentras en el siguiente enlace:
https://www.amazon.com/-/es/gp/product/B075G2MWM9/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p1_i0