Un día Chabelita, volviendo del colegio a su casa, vió un cuaderno tirado en el suelo, justo en la esquina donde se cruzaban la calle principal de la Villa con un pasaje más angosto, a cinco cuadras de su casa. Lo recogió pensando que sería de algún compañero del colegio y que lo entregaría al día siguiente al inspector para que se lo diera a su dueño. Al levantarlo miró para ambos lados del pasaje por si veía algún escolar al que pudiera habérsele caído. Pero sólo llegó a entrever lo que se imaginó que era la sombra de un viejo portando un saco al hombro que doblaba la esquina casi corriendo, como si quisiera esconderse, en el pasaje siguiente.
Miró las tapas del cuaderno buscando el nombre de su dueño, luego las páginas interiores; pero sólo encontró que estaban escritas las primeras hojas, por ambos lados, y el resto en blanco. La letra era casi ilegible, el texto muy largo, y Chabelita no tuvo la menor motivación para leer lo que estaba escrito. Pero decidió guardar el cuaderno en su mochila junto a sus propios útiles escolares.
El cuaderno quedó ahí, olvidado, hasta que dos semanas después, en una revisión de las mochilas de todos los alumnos del curso que hizo el profesor-jefe, Humberto Farías, a causa de un celular que uno de ellos habia denunciado que le habían robado, lo encontró el profesor. Viendo que no correspondía al tamaño de los que usaban los alumnos el profesor preguntó a la niña qué era ese cuaderno y de donde había salido. Ella le contó donde lo había recogido, y el profesor se quedó con él, explicándole que debía buscar a su dueño para entregárselo.
Concluida sin éxito la búsqueda del celular perdido, cuando ya los alumnos habían salido a recreo el profesor Farías abrió el cuaderno y leyó lo que estaba escrito:
“Economía mata a familia.
¿Por qué no es posible hoy día que una familia se mantenga unida por mucho tiempo? Supongamos el caso ideal: los dos están enamorados y tienen buen sexo.
El enamoramiento es un fenómeno psicológico pasajero, que ocurre en la mente de una persona que se construye una imagen ideal de otra que la emociona intensamente. Esa imagen ideal nunca corresponde ni refleja bien la realidad de la persona amada. Lo que ocurre normalmente con el transcurrir del tiempo y de la vida cotidiana, es que la imagen de la persona con la que se ha comenzado a compartir la vida se va transformando, y el enamorado se va formando de su pareja un conocimiento más realista. Lo más probable es que la realidad de la persona amada no sea mejor que la imagen que de ella se había formado el enamorado o la enamorada.
Para que la pareja se mantenga unida es necesario que la emoción del enamoramiento dé paso a una valoración claramente positiva de la persona que se va conociendo cada vez más, que ese conocimiento genere confianzas y afectos tranquilos, y que ello ocurra en ambos, recíprocamente. Pero en muchos casos lo que sucede es que se produce una desilusión, una decepción, por parte de uno o de ambos. Y entonces, a poco andar, uno u otro se enamorará de otra persona, y sanseacabó.”
Humberto detuvo la lectura, recordando los momentos más felices de su vida pasados con Inés, durante los primeros dos años vividos con la que es hoy su ex-esposa, y con la que terminaron enfrentados ante el juez por la manutención del hijo y la propiedad de los bienes comunes. Humberto nunca había entendido bien lo que les había pasado, ni cuándo ni por qué se había roto el encanto de su amor. Siguió leyendo.
La sexualidad tiene otra dinámica, que se desenvuelve paralelamente a la del enamoramiento. La intensidad del deseo es muy cambiante, y es diferente en cada persona. Es cuestión de uno o una mantenerlo vivo en el otro u otra, adaptándose mutuamente en la intensidad del deseo sexual.
El problema es que biológicamente los humanos no somos naturalmente monogámos, la pulsión sexual es muy fuerte, y el deseo lo despiertan fácilmente distintos hombres o mujeres, según el caso. Por eso, si no se logra en no mucho tiempo una buena y estable relación y recíproca satisfacción sexual, uno de ellos, o ambos, buscarán en otra persona lo que no encuentran en la pareja, y sanseacabó.”
El profesor recordaba ahora la primera vez que fue infiel a su esposa en ocasión de un congreso en Buenos Aires. El hecho no había tenido mayor trascendencia, su esposa no se había enterado, y para él no había significado más que unas horas de placer prohibido. Pero sí, tal vez había sido importante, porque al ser la primera vez, abrió la opción y dejó abierto el camino a nuevas aventuras, en diferentes circunstancias, que se habían sucedido cada vez con mayor frecuencia.
Pero Humberto había sabido siempre poner rápido fin a esas relaciones, no convirtiendo en ningún caso a la pareja ocasional en amante estable. Por su mente pasaron uno a uno los recuerdos, hasta que lo interrumpió la campana que terminaba el recreo y llamaba nuevamente los alumnos a la clase. Cerró el cuaderno, que le estaba pareciendo realmente interesante.
Pudo sólo continuar la lectura en el primer recreo del día siguiente.
“La vida de pareja y de familia no es solamente afectos y sexualidad. Como se vive juntos, hay que compartir diferentes actividades cotidianas, y hay muchas decisiones que tomar. Casi todas tienen que ver con las compras y el uso del dinero. El pago de las cuentas de luz, agua, gas, teléfono, la conexión wi-fi, la televisión por cable, el arriendo de la vivienda, el colegio, las necesidades de los hijos, el combustible para la calefacción, la gasolina para el automóvil. Y las comidas y bebidas, los almuerzos y cenas fuera de casa, las idas al cine, las compras de equipamiento para el hogar, la ropa y el calzado, los útiles de aseo e higiene, desodorantes y perfumes, etc., etc., etc. Y como el dinero no alcanza, las tarjetas se crédito se multiplican, de bancos y de casas comerciales”.
Humberto recordaba ahora tantas dicusiones que había tenido con Inés a propósito de los gastos. No al principio, en que fácilmente se ponían de acuerdo a pesar de que tenían muy pocos ingresos. Pero cuando los dos tuvieron un empleo estable y pagado normalmente, las cosas se complicaron. Que yo necesito esto, que yo ví y quiero esto otro. Las necesidades, pero sobre todo los gustos, eran muy diferentes. Para entretenerse, a él le gustaba ir al cine, o andar en bicicleta, mientras ella prefería ir a cenar en un restaurante. Que uno suscribirse a un gimnasio y el otro tomar un curso de inglés. Que yo, que tú, que eres irresponsable, que lo eres tú.
Dejaron de tomar decisiones en común, y cada uno gastaría sus ingresos como quisiera. Pero había que ponerse de acuerdo en cuáles gastos quedaban a cargo de uno y cuáles del otro. Eso había funcionado bien durante un tiempo, hasta que ella un día se enojó con el jefe y estuvo unos meses sin trabajo. Y él tuvo que asumir el pago de las tarjetas de ella, y varios otros gastos. Más grave aún fue cuando el que se quedó unos meses sin trabajo fue él, y fue ella la que tuvo que asumir.
Cuando nuevamente los dos estaban trabajando y recibiendo sueldos, las discusiones no cesaron. Porque tenían gustos y aspiraciones diferentes. Cuantas veces se acostaron enojados, sin decirse siquiera buenas noches.
Humberto siguió la lectura que tantos recuerdos le traía a la mente.
“Desde el punto de vista económico, la familia de hoy es una unidad de consumo y gasto. Antes, sobre todo en el campo, la familia era una verdadera unidad de trabajo y de producción. En el hogar se producían muchas cosas, se vendía y se compraba, se consumía, se ahorraba y se invertía en proyectos económicos que eran verdaderas empresas familiares. Eso hacía que la actividad económica uniera a la familia, integrando las tareas que cumplían sus diferentes miembros. Compartían un proyecto común. Ahora no. Centrado todo en el consumo y el gasto, la economía es más motivo de discordia y de conflicto que de integración.”
Sonó la campana y hasta ahí quedo la lectura. Tocaba clase de lenguaje y decidió hacer un dictado. De mala gana los niños y las niñas tomaron cuaderno y lápiz y comenzaron a escribir las palabras que dictaba el profesor, que las iba desgranando tal como, por asociación libre, le venían a la cabeza:
─Familia, pareja, dinero, sexo -varios niños levantaron la vista, sorprendidos, pero el profesor estaba muy serio y siguieron escribiendo-, cuentas, niños y niñas, individuos, género, trabajo, divorcio, hogar, soledad, conflicto, dinero.
─Éso ya lo dijo profe -alegó alguien al fondo.
─No importa, escriban lo que voy dictando, fracaso, rutina, discusión, aman... (iba a decir “amante”, pero se arrepintió y dijo:) amanecer.
─Con eso terminamos. Ahora iré escribiendo las palabras en la pizarra, y ustedes mismos irán viendo y corrigiendo para ver si las escribieron bien. A ver, Andrés léeme una a una las palabras, porque no las recuerdo todas.
Así continuó la clase hasta que sonó la campana. Mientras los niños salían del aula Humberto tomó el cuaderno y continuó la lectura en el punto en que la había dejado.
”El tener hijos ayuda a mantener unida a la pareja. Esto era así sobre todo antes, cuando los hijos nacían como fruto espontáneo del enamoramiento y de la vida sexual de la pareja. Como eso ocurría normalmente al poco tiempo de vivir juntos, y no existía la posibilidad de controlar que el hecho sucediera o no, el nacimiento de un hijo era entendido como una bendición y un regalo divino, que unía íntimamente a la pareja en un nuevo amor que nacía en ambos, que completaba lo que se entendía como una familia.
Hoy el nacimiento de un hijo, o es resultado de un descuido, que viene a interrumpir y cambiar fuertemente la unión sentimental y la rutina sexual de la pareja, o es algo programado, decidido racionalmente, un deseo compartido o consensuado por el hombre y la mujer. No hay nada milagroso ni divino.
Los efectos que el nacimiento del hijo tiene sobre la pareja son muy variados. Junto con alterar la vida sentimental y sexual de los ahora convertidos en padres, lo que el hijo significa es un impacto muy fuerte en su realidad económica. Al principio se nota poco, pero a medida que el niño va creciendo, van aumentando los gastos.Y hay que trabajar horas extraordinarias, o hacer otros trabajos, o iniciar algún negocio de comprar y vender algo.
El tiempo que se puede dedicar a las otras actividades va disminuyendo. Hay que hacer todo más apurado, porque hay que llevar y buscar al niño al jardín y al kinder y a jugar y a la casa de los amigos y darles de comer y cuidarlos y vigilar lo que hacen y llevarlos al médico y las tareas y las reuniones de apoderados y comprarles lo que necesitan, y tantas y tantas otras cosas que hacen más difícil equilibrar los gastos con los ingresos. Y se duerme mucho menos. Y comienzan los estrés que van afectando la relación de pareja y la armonía del hogar.
Los hijos son un motivo adicional para que las personas entren en competencia en el trabajo, en el consumo, en la vida. Porque hay que cuidar las relaciones sociales para bien de los hijos. Ponerlos en un buen colegio donde tengan roce con niños de familias que tengan un nivel de vida ojalá mejor que el de uno. Y vestirlos siguiendo la moda, para que los demás no piensen que uno es pobre.
Lo que une a la pareja no es suficientemente fuerte como para resistir tantas presi...
Ahí se interrumpe el texto, que parece haber sido abandonado a la rápida, sin concluir siquiera la última palabra que se estaba escribiendo. Pero a esa altura Humberto ya no quería seguir leyendo. El cuadro que presentaba el texto era tan real, una descripción tan fiel de lo que había pasado en su propio matrimonio, con su ex y con su hijo, que incluso unas lágrimas se formaron en sus ojos.