XIII. CADA VEZ MÁS PREOCUPADO POR LA PROTESTA CIUDADANA

XIII.

 

Tomás Ignacio Larrañiche, cada vez más preocupado por la contundencia que estaba alcanzando la campaña ciudadana exigiendo resultados al Senado Constituyente, convocó a Ambrosio y a Matilde a su despacho. Las Comisiones oficiales avanzaban muy lentamente debido a que no tenían las ideas suficientemente claras, y necesitaba estar seguro de que sus amigos le sabrían orientar en tan importantes y complejas cuestiones constitucionales. Pensaba citar inmediatamente después a los técnicos de CONFIAR, a quienes les había encargado estudios de factibilidad sobre varios sistemas e instrumentos tecnológicos e informáticos.

Ambrosio abrió una carpeta y sacó dos hojas, entregando una a Tomás Ignacio y la otra a Matilde. Era el segundo informe que presentaba. Igual que la vez anterior, esperaba que Larrañiche, después de leerlo, le formulara sus preguntas, dudas y observaciones. Mientras sus invitados se servían un café, el senador leyó el papel que le pasó su amigo.


 

La política tiene dos funciones principales: establecer el orden social por un lado, e impulsar las transformaciones que la sociedad demanda, por el otro. En el pasado esas funciones se han cumplido separadas, el orden a cargo de quienes tienen el control del poder, y las transformaciones por parte de quienes luchan por tenerlo. Pero en una buena política, ambas funciones no deben contraponerse. La mejor política es aquella en que se asegure un orden social dinámico, tal que los cambios políticos y económicos necesarios no destruyan el orden social, ni que el necesario orden social impida los cambios económicos y políticos.

Este equilibrio se logra solamente con un sistema político en que nadie tenga mucho poder. Ni que los que controlan el orden social tengan tanto poder que puedan impedir los cambios, ni que los que quieren los cambios tengan tanto poder que puedan destruir el orden social. Por eso, el mejor sistema político es uno en que el poder se encuentre socialmente repartido, distribuído por toda la sociedad. Que nadie esté en condiciones de imponer su voluntad sobre los demás, ya sea la voluntad de conservar el orden, o la voluntad de realizar transformaciones.

¿Dónde se concentra el poder? En el estado. ¿Dónde se lucha por conquistar siempre más poder? En los partidos. La conclusión es clara: la nueva política no debiera ser estatista ni partidista. La política debe dejar de plantearse el objetivo de conquistar el poder y de controlar el estado, y ni siquiera buscar alguna acumulación de poder político para ejercerlo sobre el conjunto de la sociedad. El objetivo de una buena política es asegurar el orden social y al mismo tiempo realizar los cambios que quieren los ciudadanos.

El único modo de integrar ambos aspectos es el empoderamiento de las personas y de las comunidades y grupos que actúan desde la sociedad civil. Que cada persona y cada comunidad, organización o red social, mantenga el control de sus decisiones y de sus condiciones de vida, implicando con ello, también, que no se vean tentados a ejercer poder sobre otras personas y otros grupos, sino que busquen que cada uno tenga tanto poder como el que necesita para auto-dirigirse consciente y libremente.


 

Larrañiche dio vuelta la hoja. Ambrosio cuidaba el papel y lo imprimía por ambos costados y dejando reducidos márgenes al costado. El senador miró a Matilde, dándose cuenta de que era de lectura veloz porque ya había dejado el papel sobre la mesa. Mientras tanto Ambrosio se había levantado y miraba un estante con los libros de su amigo. Casi todos eran tratados jurídicos.

La nueva Constitución – continuó leyendo Tomás Ignacio — debiera afirmar y establecer la primacía de la sociedad civil sobre la sociedad política, o dicho de otro modo, que la política se realice desde la sociedad civil, desde la cultura, desde las organizaciones sociales.

La Constitución debiera orientarse a superar la separación entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos, dificultando que se forme una ‘clase política’ distinta y separada de la sociedad civil.

Esto implica que la nueva política se construya ‘desde abajo’, desde lo que actualmente se encuentra subordinado. Es superando su subordinación, que las personas y sus comunidades, organizaciones y redes, desplegarán las actividades de ordenamiento y de transformación social. Procediendo de este modo, la ‘sociedad civil’ se va constituyendo progresivamente como ‘sociedad política’; se va desarrollando una sociedad civil que es activa políticamente.

Como las fuerzas transformadoras no constituyen un poder concentrado, sino que están también ellas socialmente diseminadas y sus decisiones son descentralizadas, no se producirá anarquía y desorden por no haber un poder transformador capaz de impulsar cambios acelerados y en una sola dirección.

Pero la nueva política debe crear sus propios modos de generar unidad e integración social. En esto no son adecuadas ni la fuerza que impone y disciplina en torno a un centro de poder, ni una doctrina o ideología que suscite el consenso o el conformismo de los ‘dirigidos’. Es necesario construir la unidad de otro modo, y desarrollar una manera distinta de integrar a los componentes en torno a una nueva ‘forma unificante’.

Ello se realiza mediante un proceso de elaboración de la unidad, a partir de la diversidad de situaciones y de modos de pensar y de ser. Se trata de concebir y de actuar creativamente la unidad, entre todos los participantes, guiados por la idea central de que la unificación se da en la convergencia hacia un proyecto común, que recoja la diversidad de intereses, de motivaciones, de voluntades, de experiencias y de concepciones que se van elaborando autónoma y solidariamente en la sociedad civil.


 

Cuando terminó de leer Tomás Ignacio no dijo nada durante dos largos minutos. Ambrosio volvió a sentarse, esperando los cuestionamientos y las preguntas que seguramente le formularía el senador. Pero éste miró a Matilde:

— ¿Qué piensas tú Matilde? Me interesa mucho lo que hayas pensado, y también lo que opines de esto que ha escrito Ambrosio.

— Debo confesar que no he avanzado mucho, aunque he estado pensando casi obsesivamente en el asunto. A lo que he llegado, que creo que va en la misma línea que Ambrosio, es que la sociedad debe estar organizada como comunidad de comunidades, como organización de organizaciones, como red de redes, en niveles ascendentes de agregación social. En cada nivel se tomarían las decisiones sobre los asuntos que les correspondan, cuyas competencias y responsabilidades debieran estar claramente establecidas en la Constitución.

Matilde suspiró, miró a su hermano y a su amigo, y viéndolos esperar que continuara agregó:

— Me avergüenza un poco no haber combinado más que esta idea simple. Sólo puedo agregar que me he pasado imaginando que un sistema así generaría una sociedad increíblemente activa, en la que habría una infinidad de iniciativas de pequeñas dimensiones en la base, y que a medida que se va pasando a los niveles más altos, el número de las decisiones e iniciativas iría disminuyendo, pero adquiriendo ellas mayor tamaño y relevancia. Y así, también, mientras en los niveles inferiores las decisiones se tomarían, digamos, en reuniones semanales, en el segundo nivel sería en reuniones mensuales, en el tercero semestrales, y en el nivel superior en asambleas que pudieran ser una cada año.

— Compruebo— comentó Tomás Ignacio —que sus estudios y reflexiones corroboran algunas intuiciones que he tenido. Eso me da mucha confianza en que estamos bien encaminados. Tú —mirando a Ambrosio— lo has fundamentado muy bien, y eso me será útil, porque habrá que convencer a muchos y darle a la Constitución una sólida justificación teórica. Y lo que has imaginado tú— volviéndose a Matilde —nos ayudará a aterrizar las ideas abstractas.

La conversación se prolongó todavía media hora, guiada por preguntas que planteaba el senador tendientes a precisar y profundizar algunas ideas e intentando alguna mayor concreción. Finalmente el senador se levantó, se acercó al estante de los libros, se volteó y les dijo, como pensando en voz alta:

— Desde un punto de vista jurídico, todo lo que hemos aquí conversado puede concretarse, porque en derecho todo tipo de relación humana puede ser formulada y establecida. El asunto más difícil es que exista la voluntad política para aprobarlo. Y aún más complejo es que los ciudadanos estén a la altura de un sistema político tan democrático.

Esta reflexión lo llevó a preguntar directamente a Ambrosio:

— En tu primer informe describiste el modelo de la democracia representativa liberal. ¿Qué elementos de ese modelo de organización política del pasado, crees tú que tienen valor universal y que debieran mantenerse en el nuevo ordenamiento del estado?

Ambrosio no demoró en responder:

— Sí, hay aspectos de ese modelo que en mi opinión tienen validez permanente, universal, y que por tanto debieran quedar establecidos en la nueva Constitución. Uno: el mecanismo del voto unipersonal, universal, igualitario, informado y secreto, tanto para elegir autoridades como para decidir cuestiones controvertidas. Dos: el criterio de la representación proporcional, que garantiza la formación de mayorías por agregación de voluntades ciudadanas, junto al necesario respeto de las minorías. Tres: la separación e independencia de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, en cuanto a las personas y organismos que las ejercen, a los modos de su designación, y a los tiempos de permanencia de los responsables en sus cargos. Cuatro: el ejercicio de la autoridad conforme al principio de legalidad, implicando la subordinación de la autoridad y de las decisiones que se adopten, a los Derechos Humanos, a las normas constitucionales, y a las leyes legítimamente establecidas.

— Estoy totalmente de acuerdo —acotó Matilde. —Agregaría la validez de los plebiscitos, que permiten que todos los ciudadanos participen directamente en la decisión de asuntos muy importantes, y de otros que sean controvertidos.

— Bien— comentó Tomás Ignacio —Los plebiscitos pueden ser consultivos y decisionales, según de qué se trate. Y en ellos pueden emplearse las tecnologías modernas. Unos amigos informáticos de CONFIAR están trabajando en eso. ¿Qué más se te ha ocurrido, Matilde?

— Imaginé un Consejo de Sabios para los asuntos más generales y complicados. Debieran ser pluralistas en cuanto a las filosofías y concepciones morales de los miembros.

— ¿Con autoridad para tomar decisiones?

— No me parece, porque ya tendríamos concentración de poder.

— Y ¿qué más?

— Comités de Expertos que presenten alternativas técnicas sobre asuntos particulares. Estos podrían constituirse no solamente al nivel más alto sino también en los intermedios, regionales, locales.

No surgieron nuevas ideas. Cuando ya se despedían el senador Larrañiche pidió a sus amigos que pensaran en un sistema electoral para nombrar autoridades unipersonales y colegiadas, que no se basara en partidos políticos. Ambrosio replicó:

—Algo puede ocurrírsenos, sobre todo a Matilde. No olviden que yo soy historiador, y en este oficio, si uno es serio, hay que mantener controlada la imaginación y atenerse a los hechos para comprender los procesos tal como se han constituido. Y a propósito, aprovecho de contarles que ayer me llegó la autorización para publicar en papel doscientos ejemplares de mi último libro.

— Te felicito, amigo Ambrosio. Yo leí con gran interés y placer tus dos últimos libros, El Levantamiento de los Bárbaros y La Gran Devastación Ambiental. ¿Cuál es el título de éste? ¿De qué trata?

—El Derrumbe del Poder. Es un estudio del proceso concomitante al Levantamiento de los Bárbaros y a la Gran Devastación Ambiental, o sea, el colapso del Poder industrial, militar, financiero, farmacéutico y mediático global, entre los años 2020 y 2040. Después de ese colapso fue que se instaló en casi todo el mundo la Dictadura Constitucional Ecologista. El estudio de ésta última será el tema de mi próximo libro, que comenzaré apenas terminemos el trabajo que nos encomendaste.

—Del Lanzamiento del libro yo me encargo, si quieres.

—Ya veremos eso hermanita, una vez que hayamos terminado esto en que estamos ahora, que es urgente e importante.

 

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