XV. EL DOMINGO FUE UN DÍA PARTICULARMENTE COMPLICADO

XV.

 

El domingo fue un día particularmente complicado. En la madrugada una condición de alta presión atmosférica presagiaba un día soleado y calmo. Sin embargo la temperatura era a esas horas tres o cuatro grados inferior a la pronosticada el día anterior. En el cielo no se veían más que unas pocas nubes oscuras pero muy lejanas hacia el norte por encima y más allá del cordón montañoso. Pero el clima ya no era predecible como lo había sido antes de la gran devastación ambiental. Casi al mediodía comenzó un viento frío proveniente del noroeste, que pronto se convirtió en un fortísimo vendaval. El cielo se encapotó de nubes muy densas y después de un minuto de lluvia se desató una granizada que cubrió todo el suelo de pequeñas bolitas de hielo.

Mariella miró a Tomás Ignacio y ambos indicaron con un gesto enérgico a sus invitados Matilde, Ambrosio, Gerardo y Henry, que dejaran sobre la mesa todo lo que se estaban sirviendo y que entraran inmediatamente a cobijarse en la casa.

Al mismo tiempo, a algunos kilómetros de distancia, Vanessa y Danila no debieron esperar orden alguna para entrar corriendo en la casa incluso antes de que lo hicieran Gajardo y Kessler.

Mientras en una reunión se trabajaba para construir una nueva democracia y avanzar hacia un nuevo modo de hacer política, en la otra se conspiraba para impedirlo y volver a la recientemente fenecida dictadura.

Salaverry proyectó en la pantalla las aplicaciones del programa computacional en que estaba trabajando. No lo había terminado aún, y faltaba el diseño gráfico de la aplicación para motivar y orientar a los usuarios; pero ya se podía entender cómo funcionarían las principales utilidades del sistema. El experto programador lo fue mostrando y explicando.

— No hay límites en la cantidad de usuarios que pueden operar simultáneamente el sistema, en la medida en que se les haya provisto de una clave de acceso. Los usuarios pueden entrar en cualquier momento e informarse de todo lo que tenga carácter público.

— En el caso de que haya que ejercer el derecho a opinión ¿cómo puede asegurarse que ningún participante multiplique sus intervenciones, logrando de ese modo que sus opiniones y decisiones pesen más que las de otros? — preguntó Tomás Ignacio.

— La solución que propongo para garantizar que ningún usuario duplique su participación y que no pueda tampoco ser suplantado por otros, y que además se mantenga la privacidad de las intervenciones, consiste en establecer como clave individual el número de la cédula de identidad, seguida de una serie alfanumérica de siete dígitos que cada usuario establezca y pueda controlar. El sistema bloquearía automáticamente a cualquier usuario que intente repetir un voto, o suplantar a otro, y también al que pretenda informarse de las operaciones realizadas por otros usuarios.

— Eso está muy bien. Pero los usuarios deberán interactuar entre ellos, dialogar, buscar soluciones y elaborar propuestas grupalmente. ¿Cómo puede hacerse si cada uno mantiene la privacidad?

— El sistema establece áreas de trabajo en común, estructuradas en redes y en sub-redes, y delimita los ámbitos de actividad exclusiva individual. Por ejemplo, cuando se trata de votar en la elección de alguna autoridad o representante, opera la privacidad. Cuando, en cambio, se trabaja en grupo o red para elaborar una propuesta, interactúan abiertamente todos los usuarios que hayan sido habilitados para trabajar en ese grupo o red. El sistema permite conectar en una red general a todos los usuarios, y en redes y sub-redes particulares, a usuarios determinados, por ejemplo a los que viven en una localidad, a los interesados en un tema, o cualquier otro criterio de pertenencia que se desee establecer.

El senador, que tenía muy claro lo que había pedido a los técnicos planteó otra pregunta:

— Dijiste que todos los ciudadanos, prefiero llamarlos así y no usuarios como dices tú, pueden conectarse al sistema cuando lo desean. Pero hay aspectos que requieren que todos, o los que integren un grupo o una red, estén conectados simultáneamente y puedan dialogar o decidir.

— En efecto— respondió Salaberry —hemos tenido en cuenta ese requerimiento que usted nos hizo. Hemos logrado que todas las aplicaciones del sistema puedan ser utilizadas indistintamente en modos sincrónico y diacrónico. Todos los usuarios, perdón, los ciudadanos podrán, sea en tiempos pre-establecidos o en los horarios que deseen, formular problemas, plantear preguntas, entregar antecedentes e informaciones, proponer respuestas y soluciones, y sobre cada una de las alternativas, indicar las ventajas y desventajas, las dificultades y las potencialidades, los costos y los beneficios esperados, etc. Igualmente debatir e intercambiar opiniones, con el objetivo de alcanzar acuerdos. Cuando hay opiniones o propuestas diferentes, los usuarios pueden dirimir mediante el ejercicio del voto.

— Estaba también el tema de los administradores o coordinadores.

— Sí, fue el asunto que más nos costó delimitar. No porque técnicamente fuera difícil fijar niveles de usuarios y por tanto administradores de redes y sub-redes, sino por un asunto conceptual. Lo conversamos mucho en el equipo, especialmente con Cosmisky, que les puede explicar más las razones que tuvimos en consideración. Pero, en síntesis, el asunto es, si no entendimos mal, que lo que usted quiere es un sistema genuinamente democrático, en que todos puedan participar en igualdad de condiciones. Y hay un problema con los administradores, pues su sola existencia establecería una condición privilegiada, un poder mayor de decisión, pues tendrían atribuciones tales como plantear los temas, los asuntos que se someten a debate, y además, podrían influir de varios modos orientando a los usuarios, o ciudadanos, en una u otra dirección.

— Pero si fueran elegidos democráticamente ...

— Aun así, porque el solo desempeño de la administración los habilitaría especialmente para realizar competencias o capacidades que los demás no tendrían, con la consecuencia de que pudieran ‘apernarse’ en la función administrativa, constituyendo una especie de burocracia permanente.

— Interesante observación. ¿Tienen alguna solución al problema?

— Sí, la verdad es que estamos aún trabajando en ello, pero bastante avanzados. En breve, se trata de que el sistema se autoadministre y que la coordinación sea realizada horizontalmente. En efecto, la informática permite que a través de protocolos y algoritmos previamente definidos la coordinación resulte espontáneamente como efecto de las actividades que realicen todos los participantes. Es algo difícil de explicar, pero es usado desde hace tiempo en las grandes redes globales. Y nosotros lo podemos hacer.

Salaberry continuó dando explicaciones técnicas y respondiendo las preguntas. Cuando ya el tema se agotaba Ambrosio, que hasta entonces había permanecido muy atento pero en silencio, comentó:

— Todo esto está muy bien. No solamente muy bien, sino que es realmente fantástico, y no tengo dudas de que bien aplicado constituirá un verdadero avance en el proceso de creación de una nueva política. Tengo sin embargo una inquietud. Porque no todo puede hacerse por esta maravillosa Internet 5. Para los seres humanos es indispensable la relación de persona a persona, el encuentro en un lugar físico, donde nos podamos mirar, reconocer, abrazar, dialogar y discutir. Somos mentes, y los medios digitales nos comunican en el plano mental. Pero somos también cuerpos, que sienten, que sufren, que necesitamos convivir. No bastan las fotografías. Y eso que somos, no puede excluirse de la política, porque ésta dejaría fuera lo que somos como seres biológicos, sensitivos y afectivos. Y la acción es, en gran medida, actividad que incluye lo corporal. No podemos plantar un árbol por internet, ni mantener el aseo de una plaza sin emplear nuestras manos; frente a una emergencia o catástrofe, de éstas que ocurren tan frecuentemente, será siempre necesario movilizarnos, juntarnos, organizar los socorros y las solidaridades.

El tema planteado por Ambrosio suscitó una larga conversación. Todos manifestaron estar de acuerdo, aunque los énfasis fueron diferentes. Curiosamente fue la escritora Matilde quien más destacó la importancia de lo virtual, en un mundo tan incierto donde andar por la calle implicaba siempre el peligro de verse azotado por las inclemencias del clima, como lo estaban comprobando ellos mismos esa tarde, en que la tempestad no amainaba. Al revés, fue el joven técnico Cosmisky el que más enfatizó la importancia de los encuentros reales. Al final coincidieron todos en la necesidad de combinar y articular ambos modos de participación política, en lo cual debían continuar trabajando.

— Tengo otro gran tema, que no hemos abordado, pero que es realmente trascendental. Me refiero al sistema electoral. Pues habrá que elegir responsables y coordinadores de actividades, y también delegados y representantes de los niveles de organización inferiores en los de mayor amplitud, y elegir democráticamente a las autoridades que nos representen a todos en los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.

Matilde levantó un dedo a la altura de su nariz.

— Hace unas semanas— dijo —fuimos con Ambrosio a visitar a una comunidad ecológica, una especie de aldea organizada por un grupo bastante numeroso de jóvenes, en Batuco, cerca de la ciudad.

— ¿El lugar donde llegaste y fuiste salvada cuando te secuestraron los de la CIICI? —quiso saber Tomás Ignacio.

— El mismo. Ambrosio les hizo miles de preguntas. Y uno de los aspectos de la organización que más le interesó fue el modo en que se coordinaban, en que elegían a los responsables de las distintas actividades, y en que tomaban decisiones. Ambrosio me comentó después que en esas experiencias nuevas es donde se experimentan, más o menos espontáneamente, las soluciones nuevas a los problemas reales y actuales de la crisis que vivimos. ¿Lo recuerdas?

— Perfectamente— confirmó Ambrosio, agregando: — Las formas históricamente nuevas, que resuelven problemas y preguntas inéditas y originales, no pueden encontrarse en los libros ni en las prácticas que corresponden a las soluciones antiguas. De ahí la importancia de prestar especial atención a las novedades que surgen en la práctica, y a las iniciativas de personas que experimentan modos nuevos de hacer las cosas.

Tomás Ignacio levantó la mano como pidiendo silencio y adoptando una actitud concentrada. Luego dijo:

— Lo que dices me hace pensar en algo que varios colegas senadores están levantando como objeción a las ideas democráticas que he estado tratando de explicarles, con no mucho éxito debo reconocerlo. Siempre objetan lo mismo: ¿en qué lugar se han aplicado esas ideas? ¿Hay algún país donde se pueda ver que funcionan con éxito?

— Pues sí— comentó Ambrosio. —Ese ha sido siempre un argumento de los conservadores, que tienen en parte razón porque no se trata de estar promoviendo novedades por el sólo hecho de ser novedades. Pero hay situaciones, como éstas que vivimos, en que encontrar formas nuevas de organizar la sociedad es necesario, pues se trata nada menos que de construir una nueva civilización. Entonces muchas cosas deben ser nuevas y originales. Originales digo, de origen, que originan. Cuando las viejas formas ya no sirven, no conviene aferrarse a ellas. El asunto es ¿a partir de qué elaborar lo nuevo? La historia enseña que lo nuevo nace siempre en pequeña escala, a menudo en iniciativas marginales. Tanto prácticas como teóricas. Y a ellas es a lo que hay que prestar especial atención y cuidado.

Matilde dirigiéndose a su hermano:

— Cuéntales lo que vimos y lo que nos explicaron los muchachos de la villa ecológica autosustentada.

— Hazlo tú, hermanita, que eres mucho mejor para describir las cosas. Yo lo resumiría en pocos conceptos.

— Bien. Ellos nos contaron que pocos días antes habían hecho elecciones internas. El procedimiento fue sencillo. Una elección directa y secreta, en el sentido de que cada uno emitió un voto que depositó en la urna. La papeleta para votar era una larga lista de nombres, en orden alfabético, que incluía a todos los miembros del grupo, exceptuando solamente a algunos que expresamente pidieron ser excluidos por alguna razón personal. La idea era que todos fueran candidatos, y que no debían restarse a la responsabilidad de dirigir o coordinar al grupo si los compañeros los elegían. La elección era para designar una dirección colegiada de nueve personas. Por eso, cada uno debía marcar en la papeleta nueve nombres, los nueve que según él eran un buen colectivo dirigente. Se hizo el conteo general voto a voto, y resultaron elegidos las nueve personas que obtuvieron el mayor número de preferencias. Interesante también fue que las papeletas fueron repartidas en la mañana y cada uno tuvo todo el día para marcar sus preferencias e ir a depositar su voto.

— ¿No había listas de personas que se conocieran con anterioridad? — preguntó Salaverry.

— Ambrosio les hizo esa mima pregunta. No, no se permitían listas cerradas, eso lo descartaron para evitar que se formaran grupos de poder.

— Y los que estuvieron interesados en ser escogidos ¿pudieron hacerse propaganda, o al menos ponerse en vista y declarar abiertamente su interés?

— También lo preguntó Ambrosio. Sí, eso podían hacerlo todos. Cualquiera pudo darse a conocer, mostrar sus cualidades y explicar lo que habían realizado, utilizando los medios normales, que en el caso de la comunidad era la palabra directa y los diarios murales que tenían en varios sectores. Pero nos contaron que los que demostraron demasiado interés en ser elegidos generaban más desconfianzas que apoyos.

La conversación quedó hasta ahí, porque la reunión se suspendió cuando Mariella dijo que era hora de preparar la cena. Todos se ofrecieron para colaborar en lo que fuera necesario. Cuando media hora después se disponían a comer, fortísimos vientos azotaban las ventanas y una gran rama de un árbol vecino cayó violentamente en el patio golpeando y rompiendo parte del muro divisorio.

El pronóstico anunciado por el servicio meteorológico indicaba que los vientos continuarían durante varias horas. La autoridad edilicia prohibió el tránsito de vehículos por las calles. La casa de Tomás Ignacio y Mariella estaba preparada para que todos pudieran quedarse a dormir.


 

* * *


 

Esa misma tarde, cuando Kessler y Gajardo con Vanessa y Danila se protegieron de la granizada entrando al palacete, la conversación de los conspiradores se interrumpió durante dos horas. Gajardo se quejó de un dolor de rodillas que le sobrevino de improviso y que requería calmar mediante unos masajes que Vanessa le sabría aplicar.

Virtió una buena cantidad de whisky en un vaso y sin esperar el consentimiento de nadie tomó de la mano a Vanessa y simulando cojear entró en una habitación, juntó la puerta y se tendió en la cama. Vanessa se mantuvo de pie a su lado esperando que el jefe le indicara qué hacer. Dándole éste una ligera palmada en el trasero le indicó que le ayudara a sacarse las botas.

Vanessa dejó caer la bata y quedó desnuda. Unos suaves golpes en la puerta le hicieron volver la mirada y vio asomarse a Danila.

— Me mandó don Conrado. Dice que tiene que trabajar. ¿Puedo entrar?

Gajardo asintió con la cabeza y una sonrisa torcida.

— Ayúdame con estas botas y démosle un buen masaje a don Ramiro, a ver si merecemos un buen premio.

Cada una se encargó de una bota y después, lentamente, partiendo de los dedos de los pies y subiendo por las piernas le dieron los mejores masajes sexuales que supieron hacer, hasta que Gajardo dando unos extraños chillidos eyaculó en la boca de Danila.

Complacido y distendido se disponía a dormir cuando Vanessa ingenuamente le preguntó:

— ¿Vio usted don Ramiro que las dos salimos en la tele y que estamos en todas las redes? Claro que con la cara cubierta, pero usted podría habernos reconocido por todo el resto ...

Gajardo iba a responder que sí, pero se contuvo. Ellas no debían saber que él estuvo detrás de aquello.

— ¿Qué dices? Yo no he visto nada.

— ¿Que no vio unas chicas con antifaz que se desnudaron en la marcha del viernes? Éramos nosotras.

— Vi las fotos, sí, pero no pensé ni sabía que eran ustedes.

Y agregó después frunciendo el ceño y con voz de enojo: — A mí no me gustan nada esas marchas.

Vanessa y Danila se miraron y decidieron callarse.

— Y ya, salgan de la pieza que quiero dormir.

Pero ya se le había pasado el sueño. Estaba inquieto e irritado. Se vistió echando de menos la ayuda de las muchachas para ponerse las botas. Quince minutos después salió de la habitación decidido a encarar a Kessler.

Vanessa se fue a la pieza donde acostumbraba quedarse cuando Conrado Kessler no quería que la vieran, y encendió la tele. Ramiro Gajardo fue a encerrarse con Kessler en la oficina donde éste trabajaba. Danila entró a la cocina pero sigilosamente volvió y pegó una oreja a la puerta del estudio de su patrón. Desde hacía tiempo que quería tener algo que le sirviera para liberarse. Ella no era como Vanessa y no se conformaba con la cárcel dorada en que la tenían. Quería ser libre, y de alguna u otra forma algún día lo lograría. No se tragaba que don Gajardo, tan compinche de don Conrado, no supiera nada de lo que éste les había pedido hacer en la marcha y por lo cual les dio un pago extra bastante bueno. Alcanzó a escuchar que Kessler decía:

— Te aseguro que no les dije nada, absolutamente nada. Solamente les expliqué lo que tenían que hacer. Ni una palabra más. Yo sé hacer mi trabajo, y no podía encargárselo a nadie más.

— Eso me deja tranquilo. Te creo. Hablemos ahora de otra cosa. ¿Ya pensaste a quien vas a retener?

Danila sintió un ruido, como si alguno de los hombres hubiera movido la silla al pararse. Se alejó entonces silenciosamente pensando que ya sabía bastante por ahora, y que era mejor irse a mirar la tele con Vanessa. Lo hizo justo a tiempo. Kessler se asomó, fue a comprobar donde estaban sus muchachas y volvió al estudio, activó un sensor de movimientos que lo alertarían si alguna de ellas se acercaba, y volvió al estudio cerrando la puerta con llave.

Kessler explicó detalladamente el procedimiento que lo llevó a escoger los cinco nombres entre los que debían decidir, dándole en seguida una detallada descripción de cada uno de ellos.

— Tú tendrás ya alguna preferencia, un nombre que sugerir...

— Bueno, considero que la decisión debe ser tuya, porque el asunto es delicado y muy importante, y tú manejas mejor el aspecto político.

— Insisto. ¿Tienes alguna preferencia?

Kessler lo pensó unos segundos:

— Pues, me parece que Mariella, la esposa del senador Larrañiche reúne las condiciones y, técnicamente la retención no sería muy complicada.

— ¿Tienes una foto de ella, reciente?

— Pues sí, como estamos vigilando la casa de Larrañiche.

Buscó en su IAI y le mostró las fotos que le había mandado su informante hacía pocos días. En ellas se veía la casa del senador, el automóvil y a Mariella acompañada por una joven.

— Mmm! No me gusta. Lo encuentro peligroso. Esa es gente demasiado importante. Larrañiche no es sólo un senador sino el presidente del Senado Constituyente y forma parte del Triunvirato. Me temo que, siendo persona tan importante, el secuestro de su esposa movilizaría no solamente a la policía nacional sino que podrían entrometerse el FBI y los organismos internacionales. Y dudo de que estemos en condiciones de resistir a la mejor inteligencia del mundo.

— No había pensado en eso— reconoció Kessler. —Por eso digo siempre que las decisiones las debes tomar tú. Yo soy el operativo.

Gajardo lo escuchó complacido mientras continuaba mirando la fotografía.

— ¿Quién es esta jovencita que está con la señora?

Kessler miró detenidamente la foto, a la que antes no había prestado mayor atención. Finalmente la reconoció:

— Se llama Antonella Gutiérrez. Es amiga de la familia de Larrañiche, y también de la escritora Matilde Moreno y de su hermano el historiador Ambrosio. Su madre trabaja en el Consorcio de Cooperativas Confiar. La interrogué una vez en la CIICI.

— Eso significa que la tienes en tus registros. ¿Qué puntaje alcanzó en ese estudio que hiciste?

— La verdad, no lo recuerdo exactamente, pero sí alcanzó algún puntaje. Lo reviso ahora.

Desplegó en su IAI las listas. Le sorprendió encontrar que Antonella Gutiérrez era el último nombre que aparecía en la lista de los 16 que seleccionó en primera instancia. No estaba mal, por cierto.

Kessler y Gajardo analizaron el tema largamente. Finalmente se decidieron: Antonella Gutiérrez era la persona que debían retener. Suficientemente conectada como para chantajear al gobierno. Una persona corriente muy apropiada para alterar y asustar a los ciudadanos. Y ya se vería como conectarla políticamente según los fines deseados.

Una vez decidido el punto la conversación se centró en los aspectos operativos y técnicos del asunto.

 

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