XI.
Arturo llegó puntualmente, pero la reunión del partido no podía comenzar porque faltaba más de la mitad de los presidentes de Círculos. El retraso era explicable pues se había desatado un fuerte vendaval que impedía desplazarse en bicicleta, que era el medio de transporte que ocupaban casi todos los jóvenes.
Mientras esperaban se le acercó un hombre que lucía una chaqueta impermeable de color rojo oscuro. A Arturo le pareció reconocer ese rostro, pero no recordaba donde lo había visto. Probablemente en alguno de los encuentros del partido. El hombre le dijo, sin presentarse:
— Malo sería que no se haga la reunión, porque hay asuntos urgentes que tratar.
— Sí, sería una lástima. Esta es la primera asamblea departamental en que me toca participar.
— ¡Qué bien! ¡Un nuevo presidente de Círculo! ¿Qué nombre se dieron?
— Honor a los Caídos. Nos lo pusimos en homenaje a los que murieron y lucharon contra la dictadura.
— Sí, sí. Fue un período muy duro.
— Me dices que hay temas urgentes que tratar.
— Bueno, es una idea que yo tengo. Mira, estamos viendo que después de la caída de la dictadura no hay avances importantes. Seguimos gobernados por un Triunvirato, y después de casi dos años no se ha iniciado todavía el proceso tendiente a crear una nueva Constitución. Estamos organizados como partido político, igual que otros que están en formación; pero todavía no tenemos reconocimiento legal. La nueva democracia política está tardando demasiado ¿no te parece?
Arturo no se dio tiempo para pensarlo y sin dudarlo un instante respondió:
— Sí, compañero. Yo también tengo esa preocupación.
— Creo que debemos, como partido, impulsar una acción decidida para presionar a la Asamblea Constituyente.
— Sí!— enfatizó Arturo. — ¿Tienes alguna idea que proponer? ¿Salir a la calle, tal vez?
— ¡Absolutamente! Debemos salir a la calle. Tomarnos las calles, sí, tienes toda la razón. Es lo que debemos hacer. Podrías plantearlo en la reunión.
— ¿No te importa que lo haga yo? Pues has sido tú el que me dio la idea.
— ¡Qué importa quien lo diga! Lo importante no es la persona, sino el partido. Y en verdad, si eres nuevo en este nivel de la organización, podrías destacarte haciendo un planteamiento fuerte.
Arturo lo pensó un momento. No había logrado preparar una buena intervención con propuestas que hacer ante el partido, como hubiera deseado. Y ahora, así por casualidad, se le presentaba muy clarito lo que debía decir. Se sintió inspirado y así se lo dijo a su nuevo amigo:
— Tienes razón. Me siento inspirado. Lo plantearé con fuerza.
— Y yo te apoyaré, y estoy seguro que la mayoría, si no todos, estarán de acuerdo con nosotros.
Poco a poco continuaron llegando otros representantes de Círculos. Cuando parecía que ya había el quorum suficiente todos fueron invitados a tomar asiento. Presidía la reunión una mesa imponente, ante la cual estaban sentados cuatro de los cinco miembros de la directiva departamental. Estos se pusieron de pie, invitando a todos los asistentes a entonar la canción nacional y en seguida el himno partidario.
La reunión se desenvolvía en forma bastante rutinaria. El presidente leyó un informe que contenía las instrucciones emanadas del órgano directivo nacional. Después leyó un breve documento que resumía los logros de las campañas de reclutamiento. Al terminar ofreció la palabra a los presidentes de Círculos, para que entregaran cada uno su informe de actividades y logros.
Arturo dio su informe, que fue aplaudido con entusiasmo porque los avances logrados por su Círculo en el reclutamiento universitario eran realmente significativos. Pero estaba inquieto, pues no sabía cuando plantear su alegato en favor de una acción decidida para presionar al gobierno. A su lado el hombre de la chaqueta roja oscura le susurró al oído que, cuando terminara la ronda de los informes, el presidente ofrecería la palabra y era entonces el momento para plantear el tema.
— Muy bien, compañeros. Hemos comprobado que el proceso de organización del partido avanza viento en popa. Haciendo un cálculo rápido en base a lo que se ha informado aquí, desde nuestra última reunión hace dos meses hemos crecido en aproximadamente un veinte por ciento.
El presidente recorrió con la mirada la sala, y en seguida ofreció la palabra.
Se alzaron tres, cuatro manos. Arturo levantó la suya. Las primeras tres intervenciones se abocaron a confirmar lo dicho por el presidente, a enfatizar algunos aspectos del informe del comité central, y a felicitar a los dirigentes por la labor cumplida. Le tocó finalmente el turno a Arturo, quien para hablar se puso de pie.
— Compañeros. Comparto plenamente todo lo que han expresado los dirigentes y los compañeros de los Círculos. Realmente nuestra organización está creciendo, y eso nos tiene a todos muy entusiasmados con la causa. Pero quiero yo ahora decir algo, porque en mis trabajos en los barrios y en la universidad, reclutando a los nuevos compañeros, he podido comprobar que se está creando un verdadero malestar por la demora que existe en el país, por parte del Triunvirato, en el proceso constituyente y en la instauración de una verdadera democracia. Los partidos seguimos actuando sin ser reconocidos, como si todavía fuéramos organizaciones clandestinas.
Arturo, que por instinto y por experiencia sabía hablar en público, hizo una pausa. Escuchó el silencio de la sala mientras recorría con la mirada a los asistentes, comprobando que casi todos asentían a sus palabras y lo escuchaban con interés y atención. Continuó diciendo:
— Compañeros. Nosotros somos la vanguardia del pueblo. Nuestro partido está llamado a encauzar y a fortalecer el sentimiento revolucionario del pueblo. Si no lo hacemos nosotros, habremos perdido una oportunidad, y vendrán otros a cumplir lo que no fuimos capaces de hacer nosotros. Existe siempre el peligro de que vuelva la dictadura, si no construimos luego las nuevas instituciones. Lo que yo propongo, compañeros, es que salgamos a la calle. Ha llegado la hora de convocar a los estudiantes, a los jóvenes, a los trabajadores, a todos los hombres y mujeres deseosos de vivir en una verdadera democracia, a protestar por la lentitud con que las nuevas autoridades del gobierno están conduciendo el proceso constitucional y la restauración democrática.
Había terminado, pero se mantuvo de pie, expectante. Fue entonces que el hombre de la chaqueta roja oscura comenzó a golpear sus manos en un aplauso lento. El aplauso se fue extendiendo por toda la sala, con creciente entusiasmo. El hombre de la chaqueta roja oscura se puso entonces de pié, continuando a aplaudir. Fue seguido por todos, hasta incluso, finalmente, por los cuatro dirigentes que presidían la asamblea.
Cuando todos finalmente retomaron asiento siguieron varias intervenciones que corroboraron las palabras encendidas de Arturo. Guiados astutamente por el presidente de la asamblea, finalmente decidieron que organizarían una primera manifestación callejera para presionar por la nueva Constitución. Sería, por esta primera vez, una marcha pacífica con pancartas alusivas, de los universitarios y de los jóvenes que lograran movilizar. Fijaron una fecha tentativa, que sería confirmada oportunamente por la directiva según se presentaran los acontecimientos y como se fuera dando el proceso organizativo. El lugar en que realizarían la manifestación sería también decidido por la directiva.
Aprobaron, además, otra propuesta que hizo Arturo: llevar a la Dirección Nacional del Partido, como representantes del Colectivo Departamental, la propuesta de activar en todo el país manifestaciones de protesta por la lentitud del proceso democrático y para presionar para que sea acelerado.
Al terminar la reunión los dirigentes se acercaron a Arturo. Él les había presentado su credencial para participar en la Asamblea; pero como no lo conocían personalmente se detuvieron largo rato a conversar con él. Arturo estaba radiante, feliz. Les contó todo lo que había luchado en tiempos de la dictadura en defensa de los derechos humanos. Abundó en detalles sobre la persecución de que había sido objeto por parte de la CIICI, aunque prefirió ocultar el hecho de que su organización había sido infiltrada y tuvieron que disolverla antes de la rebelión social que puso término a la dictadura.
Poco a poco la sala se fue vaciando. Al retirarse también él, buscó al hombre de la chaqueta roja oscura pero ya se había ido. Ni siquiera supo su nombre ni a qué Circulo pertenecía. Se lo preguntaría en la próxima reunión.
* * *
Ambrosio se paseaba de un lado a otro entre su estudio, el living y el patio de su casa. Concebir una nueva política para un nuevo modo de organización y funcionamiento del estado le estaba pareciendo una tarea que sobrepasaba sus capacidades.
La política – pensaba – ha cumplido en la historia, y debiese continuar haciéndolo, dos funciones que son necesarias en toda sociedad. Por un lado, debe organizar el orden social. Si no hay orden social, la sociedad cae en el caos y la convivencia civil se hace imposible. Imperaría la ley de la selva. Por otro lado, la política es siempre una actividad transformadora, que dinamiza los procesos históricos, haciendo avanzar a la humanidad hacia nuevas realizaciones. Si no hay transformación, los poderes establecidos se perpetúan y las injusticias se hacen permanentes. Hay entre estas dos tareas de la política cierta contradicción, porque la primera tiende a ser conservadora mientras la segunda es progresista, reformista o revolucionaria. En la civilización moderna, ambas tendencias de la política han dado lugar a partidos e ideologías contrapuestas. Se han separado las dos funciones de la política, que han luchado permanentemente la una contra la otra. ¿Será posible unificarlas, armonizarlas, hacerlas convivir en un nuevo sistema político? Esta pregunta es la clave, la cuestión a la que debo encontrar una respuesta.
Ambrosio detuvo sus pasos, justo en el umbral entre su casa y el patio. En su andar entre el interior y el exterior de la casa, fue advirtiendo de modo al comienzo inconsciente pero con la reiteración del recorrido cada vez más claramente, que mientras el interior protegido de su casa se mantenía en orden, el patio cambiaba contantemente, al ser a menudo azotado por el viento y por las lluvias, al pasar del frío de la noche al calor del día, donde el polvo se convertía en barro y viceversa, y donde el cambio de las estaciones se manifestaba con toda su imperiosa vitalidad dando lugar al florecimiento de la primavera y a la maduración de los frutos en verano. Pensó que el interior y el exterior de la casa constituían una buena metáfora de la cuestión que elucubraba.
La política se parece a mi casa – pensó. Y en seguida su mente formada en la filología y el estudio de los documentos históricos generó lentamente un concepto nuevo. Oykos, casa. Polis, ciudad. ¿Será que la política sea el gobierno ordenado y progresivo de la casa? Sí, ecopolítica, o sea el gobierno de la casa de cada uno y de la casa común de todos, que es nuestro planeta.
Ambrosio entró a su estudio, encendió el computador y dejó constancia de sus recientes reflexiones. Se preparó en seguida un café. Cinco minutos después decidió dar un paseo por la calle. Un aire tibio y húmedo anunciaba lluvia. No se alejaría demasiado. Tomó su impermeable en el brazo y salió a caminar.
Se ha pensado siempre que la política es lucha por el poder, conquista y conservación del poder. Que existe una estrecha relación entre la política y el ejercicio del poder es algo que viene de muy antiguo, como si fueran inseparables. ¿Será necesariamente así? Si fuera así, hay un problema muy grave en la política, porque ¿qué es ejercer poder, sino hacer que otros –subordinados, dependientes, obedientes - cumplan la voluntad de los que tienen poder, de los poderosos?
Ambrosio conectó esta pregunta con sus reflexiones anteriores. ¿Por qué sería necesario el poder de unos sobre otros? Se piensa que para mantener el orden social se necesita que alguien ejerza el poder, y que el ejercicio de la capacidad de ejercer violencia para castigar a los que hagan desórdenes se concentre en quienes cumplen la función política, a quienes se les llama ‘autoridad’ legitimada. Se afirma igualmente que para realizar transformaciones sociales en bien de la colectividad, se requiere acumular mucho poder, y ejercerlo contra quienes sostienen el orden vigente y se oponen a los cambios. Se piensa: hay que sacar a los que controlan el poder y mantienen el status quo, y conquistarlo por los que luchan por cambios. O al contrario: hay que sacar del poder a los que hacen cambios y desordenan, para restablecer el orden. ¿Es inevitable éste nexo entre la política y el poder? ¿Será siempre así, incluso en una nueva civilización?
Ambrosio sumido en su pensamiento, no se dio cuenta de que se había alejado varias cuadras de su casa. Sintió que unas gotas le mojaban la cara. Alcanzó a ponerse el impermeable justo cuando se desataba fuerte la lluvia. Apuró el paso de regreso a su casa. Llegó con dificultad, empapado, enfrentando la lluvia que caía diagonalmente a causa del viento.
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