EL DESAFÍO PARA EL SIGLO XXI SIGUE SIENDO LA TOLERANCIA - FABIOLA ROJAS

La consigna para este ensayo era pensar en un desafío para el mundo del Siglo XXI; sin embargo, pensé, ¿por qué no contextualizarlo primero? Para esto tal vez resulte reiterativo decir que estamos en la era del conocimiento, del avance de la tecnología y el desgaste del medio natural. Confiada entonces en el método deductivo iré a lo particular de estos fenómenos; o sea nosotras las personas.

Con mis pocos años de estudio de las ciencias sociales, y sólo dos en aulas, he podido ir notando que la sociedad actual se preocupa más por las cosas “importantes” que por aquellas que son esenciales. Me refiero a la relevancia que se da al prestigio de la carrera por encima de la verdadera vocación, o de los ingresos mensuales por encima de todos los árboles que se ha plantado durante toda la vida. Bueno, al final, ¿cuál de estas informaciones se usa al momento de presentar un currículum o pedir un préstamo?

El resultado de esta cosmovisión con espíritu comercial y donde la información constituye poder, es la competitividad, las vidas con agenda apretada, necesitados de un teléfono inteligente u otro dispositivo similar, con acceso a más banda ancha de internet pero con la paciencia más estrecha.

En un mundo de estas características, es muy normal escuchar las añoranzas de las personas mayores con el “antes era distinto”, pero volviendo a las cosas esenciales al estilo de “El Principito” (1), cabe la duda de si en realidad el mundo ha cambiado tanto.

Vaya que sabemos de las conquistas de la inteligencia humana y del desarrollo de las políticas internacionales, pero acaso ¿no seguimos viendo sociedades fragmentadas por ideologías políticas, religiosas y étnicas muy a pesar de líderes con ideas unificadoras como Gandhi, o no se siguen dando políticas de carácter xenofóbico como en la Europa totalitarista?

Si la respuesta, por lo menos a prima facies, es afirmativa, me permitiré proponer que el desafío para la humanidad seguirá siendo la tolerancia. El utilizar el término ‘seguirá’, es porque desde que los hombres comenzaron a conformar ideas complejas apareció el pensamiento del “otro”, tan antiguo y diversificado como los arché de los filósofos presocráticos.

Es imposible esperar que todos algún día estemos de acuerdo con una misma política, religión o filosofía de lo correcto; ante esa realidad lo único que nos queda es desarrollar la tolerancia.

La tolerancia más que un valor se constituye en una combinación de otros valores que se articulan e interrelacionan en ella, iniciando por el respeto; el respeto entendido como la aceptación máxima del valor ontológico de la persona, que conlleva aceptar también que sus ideas son distintas a las propias, disminuyendo el afán desmedido de arrastrarlo a mi verdad y dando el primer paso hacia la tolerancia.

Ahora bien, respetar una idea puede no ser suficiente, porque al momento de las acciones concretas, si estas resultan muy distintas e inclusive perjudiciales a mis ideas, la línea entre respeto y soportar se puede volver muy delgada. Es ahí donde será preciso hacer uso de una capacidad humana extraordinaria, la empatía.

La empatía es el ponerse en el lugar del otro y tratar de comprender desde una visión y unas experiencias que no son mías, sus ideas y acciones. La tolerancia no puede darse sin la empatía, porque si no comprendo la realidad de la otra persona de manera profunda y verdadera, aparecerá el soportar, y esto tiene un límite mucho más corto que la tolerancia.

La tolerancia no sólo es una preocupación a nivel del individuo, sino también en la política internacional. Así el 16 de noviembre de 1995 tuvo lugar la 28º reunión de la UNESCO en París cuyo resultado fue la Declaración de Principios sobre la tolerancia. De dicho documento me permito extraer los siguientes significados sobre este término.

“La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.” “Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados.”

Si podemos extraer sólo dos ideas importantes de lo que es y no es tolerancia podemos decir que, por una parte, constituye un componente fundamental para valores supremos como la paz y el amor, y por otra, que posee un límite cuya materialización más concreta es la violencia.

Un ejemplo claro del límite de la tolerancia, son los atentados de grupos religiosos radicales del medio oriente hacia Europa y Norte América: utilizar toda nuestra empatía y respeto para estos grupos no constituye una solución para estos hechos, como tampoco responder con más violencia o rencor ya que como expresa Jhon Locke en el “Ensayo sobre la tolerancia”(2), nadie ha convencido a una persona de aceptar una idea religiosa a través de la violencia.

Ahora bien la cuestión es cómo respondemos con tolerancia cuando se presenta la violencia, tanto de forma particular como entre los Estados. Sólo un gran hombre como Gandhi pudo dar una respuesta, que sin merecer, la tomo para resumir de manera perfecta todo lo que se ha dicho:

“Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio.”

(1) El Principito de Antoine de Saint-Exúpery es una obra de donde se rescata una frase muy célebre: “lo esencial es invisible a los ojos”.

(2) John Locke, Ensayo sobre la tolerancia, trad.de Carlos Mellizo, Madrid, Alianza Editorial, 1999.