La pregunta que nos proponen quienes organizan el taller con Ela Gandhi, nieta directa de Mahatma Gandhi, resulta una alegría contestarla.
A quien las voces de la civilización occidental erigen como el genio del siglo pasado es a Albert Einstein. Éste distinguió a Gandhi como el político por excelencia. Resulta importante para mí relevar en este orden de ideas a quien Gandhi reconocía como sabio: a Ramana.
Ramana Maharishi, un total desconocido en la academia, nos invita a responder la pregunta: ¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? Es lo que llama Vichara, en sánscrito. Y de éste modo nos invita a ir directo a la fuente, al Ser. Hallar la respuesta acerca de quién hace la pregunta me parece que es el desafío actual de la humanidad. La buena noticia es que no puede ser más fácil descubrir quien siempre hemos sido. Es una manera directa y fácil de comprender la existencia. Al hacerlo, los desafíos aparecen claros. Es el tiempo en que nos enfocamos en aquella verdad que permite la felicidad.
El mito del progreso científico.
Obtener un correcto punto de vista resulta crucial para avanzar en nuestros acuerdos.
En el ámbito académico las referencias científicas oscilan entre filósofos y pensadores que en definitiva levantan el mito del progreso de las descubiertas de la ciencia.
Esto resulta un mito autoreferenciado. Si consideramos las opiniones de los líderes indígenas y de los pensadores orientales podremos escuchar una visión muy diferente.
El proceso civilizatorio al menos en América y que ha traído “progreso” a la humanidad podría ser descrito desde esta perspectiva como un genocidio acompañado de violaciones que es lo que constituye el mestizaje, además del despojo cultural y territorial. A todo lo anterior se suma un proceso sistemático de cubrir estas verdades por una gran mentira que retrata lo anterior como un proceso de civilización que valora desmedidamente los avances de la ciencia cartesiana y que describe la historia como de descubrimiento, conquista, colonización y de independencia para llegar al actual orden mundial. En este contexto esta misma civilización resalta la ciencia como el modo de llegar a las verdades y desprecia el relato “retrasado” de los pueblos indígenas. En este sentido, la carta del indio Seattle que se ve en la disyuntiva de vender o no a los hombres blancos resulta un testimonio inigualable de lucidez acerca de cómo hemos llegado hasta este presente histórico.
En la vereda de las cosmovisiones excluidas y despreciadas, se retrata el momento actual como la llegada de la profecía:
Para los Sioux es el momento del derribamiento de la última pata del toro.
Para los Hopis estamos en el pasaje del cuarto al quinto mundo y la aparición del hombre blanco perdido.
Para Oriente la palabra sagrada que puede orientarnos es la profecía de Shambhalla.
Para los Mayas de acuerdo a las enseñanzas de José Argüelles estamos en el doceavo año de los 13 años del Gran Cambio.
Y podríamos continuar nombrando profecías y cosmovisiones que hacen referencia a que éste es el momento, y que “somos los que estábamos esperando”, como dicen los ancianos de Oraibi. Las profecías anuncian un punto de inflexión donde ocurre un gran cambio y en sintonía con este relato se encuentran la permacultura y el movimiento de transición.
En definitiva, el “progreso científico” no es tal. Es tan solamente un mito autoreferente de quienes creen que la ciencia puede traer las respuestas que necesita nuestra sociedad para evolucionar.
De acuerdo a la rueda que trae la milenaria cultura china y que llaman “la secuencia del cielo posterior” podemos decir inclusive que el actual momento de la sociedad humana no es el de mayor progreso científico sino todo lo contrario. Este es el momento de mayor ignorancia y peligro al que hayamos llegado como sociedad. Y la conciencia puede despertar en virtud de la meditación que podamos hacer respecto del elemento agua y sus características: Fluir, recordar, limpiar, sanar y curar. En otro tiempo que recuerda nuestra memoria la evolución se logró gracias a nuestro acercamiento al elemento fuego.
Baste observar que los adelantos científicos y los modos de vida que suponen nos tienen a las puertas de un colapso. La contaminación de las aguas, del aire y de la Tierra, los agrotóxicos, la industria de la carne, la corrupción, los índices de endeudamiento, la tasa de suicidios que ya supera a la tasa de muertes por causas violentas, las migraciones masivas, los índices de depresión y muchos otros indicadores nos expresan con elocuencia que nos hallamos ante una encrucijada sin precedentes.
Resulta paradójico entonces elogiar al progreso de la ciencia si en última instancia el entendimiento actual que la distingue en su pináculo está provocando este desastre.
La pregunta que nos convoca adquiere, por tanto, una total pertinencia. ¿Cuál es el desafío de la humanidad?
El nuevo paradigma
La respuesta a la pregunta que nos convoca es el tránsito hacia una sociedad donde reine una cultura del cuidado, una cultura de paz y/o una cultura regenerativa. Es decir, estamos convocados a ser exitosos en acordar y asumir un nuevo paradigma.
Esta nueva co-creación requiere que atendamos a 1) un espíritu de compasión, 2) a la meditación para que podamos pensar adecuadamente, 3) a cuidar la palabra para que podamos expresarnos con claridad y por último 4) a una acción consecuente, lo cual nos lleva a una ética de la vida. Estos cuatro pasos son los que el maestro Tich Naht Hahn sugiere abordar para crear una cultura de paz.
Ramana Maharishi nos sugiere un método fácil para lograr lo anterior: responder a la pregunta ¿quién soy?
La cultura occidental valora las ciencias con superioridad a las artes y a la espiritualidad. Un equilibrio entre estas tres dimensiones del quehacer humano en el que exista preeminencia de la espiritualidad, es parte del paradigma emergente. La bandera de la Paz oficial del Estado Chileno y de América retrata justamente de esta manera la cultura de paz. Por cierto, la ignorancia que existe en el “establishment” respecto de esta bandera está a la altura de su trascendencia lo cual sigue argumentando en torno al momento de decadencia actual.
El principal desafío tiene un problema principal.
Concuerdo con Joanna Macy quien es una voz principal en California y el mundo en lo que respecta a propagar trabajos que entreguen la convicción de responder al desafío de nuestro tiempo. Esta maestra budista y del movimiento de permacultura y de transición expresa que el principal problema de nuestro tiempo es la apatía.
La etimología de la apatía se refiere a la idea de “no-sufrimiento”. Existe un dolor en el mundo porque hemos construido un modo de relacionarnos que no promueve lo humano sino que se ha desviado de tal manera que lo principal es la adoración del dinero, la fama y el sexo mal entendido. Al mismo tiempo, lo que existe es una tendencia industrial a sostener la desviación de la mirada colectiva hacia ese gran dolor. Existe una evasiva global en torno a ver realmente el lugar exacto en el que nos encontramos. La humanidad ha creado un sistema global individualista, competitivo y consumista que no responde a la esencia humana de bondad.
Comenzar mirando ese dolor y abrirse a la compasión, al perdón y al autoperdón es el primer paso a dar para rescatar lo humano.
Sanarnos, limpiar las aguas y promover centros de espiritualidad es lo que el gran sabio indio Nagaryuna recomendaba a los políticos de su época miles de años atrás. Sus consejos gozan a mi entender de plena vigencia.
La sanación nos lleva a asumir y promover estilos de vida simples donde podamos rescatar la humano. A su vez, lo humano tiene en su etimología un acercamiento con las palabras humus y humildad. Habitar este mundo siendo humildes como la Tierra nos puede permitir descubrir la magia de la vida a la que el actual sistema dominante impide acceder.
La limpieza de las aguas puede extrapolarse a la limpieza de nuestras relaciones y ello es posible con una adecuada educación acerca de la buena comunicación.
Por último, el autoconocimiento es el secreto final para ser felices. Porque eso es lo que somos: somos paz, somos amor y somos felicidad eterna. Así podremos decir con propiedad que “nunca hemos estado fuera del paraíso.”
Acuerdos
El maestro vietnamita Tich Naht Hahn como he dicho expresa cuatro dimensiones para forjar una cultura de paz, pero el maestro Yogui Bajan establece por su parte que este momento histórico será especialmente recordado por el rescate del valor sagrado de la palabra. Siguiendo con esta idea cobran especial relevancia los grandes acuerdos a los que podamos llegar como sociedad planetaria.
Por ello, destaco como noticia principal de nuestro tiempo el acuerdo logrado en ceremonia realizada en una “kiva” llamado las Naciones Unidas del Espíritu. Este acuerdo se refiere justamente a la valoración de los estilos de vida indígenas como una clave de éxito a considerar para llegar al nuevo paradigma sustentable, resiliente y regenerativo.
Saludo la vida. Siento la fortuna de ser testigo privilegiado de una transición hacia verdades que se funden en el misterio de la creación y donde reinan la dicha, la gratitud, el amor, la belleza, la prosperidad y la bondad. Este presente eterno es mágico y feliz. La profecía es ahora. Es el tiempo de recordar la sociedad iluminada con compasión y un correcto entendimiento. Es simple y fácil: se trata de ser lo que somos.