LECCIÓN 1: La solidaridad en la economía. Los principios económicos de la antropología sustantivista de Polanyi y las relaciones del don en Mauss.

El estudio de los comportamientos económicos en los pueblos ágrafos y en las civilizaciones antiguas resulta de gran utilidad para descartar la falsa idea liberal, difundida sobre todo a partir del Siglo XVIII,  según la cual, en materia económica el comportamiento humano natural consiste en dejarse llevar por las pasiones egoístas en general, y por la búsqueda de las ganancias en particular. Uno de los autores que contribuyó a descartar esta visión ideológica es Karl Polanyi, nacido en Viena en 1886, y que luego de pasar su juventud en Hungría, se dedicara a su actividad académica en Inglaterra y Estados Unidos.

Polanyi comienza a ser estudiado por la comunidad académica de fines de siglo XX, luego de varias décadas de oscurantismo, donde sus singulares estudios,  fundadores de verdaderas escuelas[1], pasaban desapercibidos por sociólogos, economistas y antropólogos. Ante el nuevo avance de lo  mercantil[2], sus análisis críticos del mismo fenómeno (con distintas características por supuesto) ocurrido en el Siglo XIX, volvieron a ser retomados en esta especie de moda intelectual que parece  no envidiar nada a la que desata la  activa industria de la confección. Queremos rescatar de Polanyi, entonces, que el comportamiento competitivo mercantilista, que hoy se pretende declarar como normal para todas las sociedades, es solo uno de los posibles entre tantos; y que además de la lógica de los intercambios, según insistieron numerosos investigadores llamativamente silenciados por los voceros más neoliberales de la ciencia económica, han existido y existen las lógicas de la reciprocidad, y de la redistribución.

Veamos esto más detenidamente: la tesis de Polanyi, divulgada especialmente en su texto clásico de 1944, The  Great Transformation, es que en la historia de las civilizaciones y pueblos antiguos, la economía está sumergida por regla general a las relaciones sociales que ocurren entre los hombres. En ese sentido, tanto en una pequeña comunidad como en una vasta sociedad despótica, el sistema económico será administrado por motivaciones no económicas.

En las comunidades tribales, por ejemplo, el interés económico de los individuos es raramente predominante, pues la comunidad protege a todos sus miembros con el alimento suficiente. Además, el mantenimiento de los lazos sociales pasa a ser fundamental, ya que si el individuo viola el código de honor o de generosidad aceptado, provocará su destierro y separación de la comunidad. Esto es un elemento que pesa para que el sujeto no piense en términos individualistas. A ello se agregan las actividades comunales como la obtención de alimentos de la pesca común, o la participación en el botín de alguna expedición tribal remota y peligrosa. El premio otorgado a la generosidad del individuo hacia la comunidad es tan grande en términos sociales (prestigio), que no es razonable otro tipo de motivaciones.

En eso parecen convenir los etnógrafos modernos, al señalar algunas características comunes a las sociedades pre-industriales: ausencia de motivación de ganancia; ausencia del principio de trabajar por una remuneración; ausencia del principio del menor esfuerzo; y ausencia de "cualquier institución separada y distinta basada en motivaciones económicas".

En tales circunstancias, las relaciones económicas no estaban basadas, como en las modernas sociedades, en las relaciones de intercambio, sino que hegemonizaban dos tipos de relaciones económicas: la reciprocidad  y la redistribución. El primer tipo, dice Polanyi es de mayor uso en las relaciones familiares; y el segundo en el ámbito social o comunitario. Aquí debemos señalar, sin embargo, que ambas son visibles en circunstancias diversas en el ámbito comunitario. La gran diferencia radica en que el segundo es fundamental ante la presencia de un poder central encargado de recibir y luego distribuir a cada uno según sus necesidades. Surge así la tarea de almacenamiento y acumulación, necesario para la sobrevivencia en tiempos difíciles.

La refinada administración económica basada en esas relaciones solo es posible, con el auxilio de patrones como el de la simetría y la centralidad.

En ese sentido, se señala que la reciprocidad ha tenido un mayor desarrollo en condiciones de simetría; y la redistribución bajo el patrón institucional de la centralidad, que provee un procedimiento para la recolección, el almacenamiento y la redistribución de bienes y servicios.

En resumidas cuentas, las comunidades que operan bajo  estos tipos de relaciones, no tienen en cuenta el concepto de beneficio; despreciarán el regateo; aclamarán como virtud la donación; y no aparecerá la propensión a trocar e intercambiar. Esto no debe llevar a confusiones en el sentido que solamente una sociedad simple puede basarse en las relaciones de reciprocidad y redistribución. En ese sentido, como veremos, el anillo de Kula, en la Melanesia Occidental, basado en el principio de la reciprocidad, es una de las transacciones comerciales más refinadas que conoce la civilización humana; en tanto la redistribución ha estado presente a escala gigantesca, por ejemplo,  en la civilización egipcia.

"Las Islas Trobriand pertenecen a un archipiélago que forma aproximadamente un círculo, y una parte importante de la población de este archipiélago dedica una parte considerable de su tiempo a las actividades del comercio Kula. Lo describimos como un comercio, aunque no hay ningún beneficio involucrado, ya sea en dinero o en especie; los bienes no se atesoran ni se poseen permanentemente; los bienes recibidos se disfrutan regalándolos; no hay regateo, ni pago en especie, ni trueque ni intercambio; y todos los procedimientos están enteramente regulados por la etiqueta y la magia. Sin embargo, hay comercio, y los nativos de este archipiélago emprenden periódicamente grandes expediciones para llevar algún objeto valioso a quienes viven en islas situadas en la dirección de las manecillas del reloj, mientras que otras expediciones llevan otra clase de objetos valiosos a las islas del archipiélago situadas en la dirección opuesta. A la larga, ambos conjuntos de objetos -pulseras de conchas blancas y collares de conchas rojas de fabricación artesanal - circularán por el archipiélago, en un trayecto que puede durar diez años. Además existe en Kula, por regla general, socios individuales que se reciprocan los regalos Kula con pulseras y collares igualmente valiosos... En el comportamiento social domina la reciprocidad, no la propensión al trueque. Sin embargo el resultado es una organización estupenda en el campo económico"[3].

En materia de redistribución, ésta tiene lugar en diferentes sistemas de organización económica. En ese sentido, se puede apreciar la vigencia de este tipo de relacionamiento económico en regímenes tribales, ciudades-estado, el despotismo, e incluso el feudalismo. El centro encargado de la recepción y posterior distribución será, en esos casos, el jefe, el templo, el déspota o el Señor. En todos estos casos la motivación será diferente: irá desde la repartición voluntaria en las comunidades tribales, hasta el miedo al déspota, etc.

Luego Polanyi nos habla de un tercer principio, cual es el principio que llama "del hogar", que consiste en la producción para el uso propio. Este tipo de relacionamiento económico, lejos de ser anterior a los de reciprocidad y redistribución (nunca se demostró que el hombre primitivo fuera individualista), es propio de sociedades agrarias más avanzadas. A pesar de ello, no primaba allí la motivación de la ganancia. Su patrón en este caso es el grupo cerrado, y por ello puede incorporar desde grupos cerrados y despóticos como la familia romana, o democráticos como la organización interna de la zadruga de los esclavos sureños; etc.[4].

En definitiva, entonces, los sistemas conocidos hasta el final del feudalismo en Europa Occidental, se basaron en alguno de los tres principios señalados o en alguna combinación de ellos.

La perspectiva de Polanyi viene de la mano de las posturas de otros grandes antropólogos como Thurnwald, para quien "el aspecto característico de la economía primitiva es la ausencia de todo deseo de obtener beneficios con la producción o el intercambio". Malinowski, por su lado señalaría que "la ganancia, que es tan frecuente para el estímulo del trabajo en las comunidades más civilizadas, jamás actúa como un impulso para trabajar bajo las condiciones nativas originales"[5].

La matriz comunitaria y solidaria de los comportamientos económicos en la antigüedad, quedan visibles también en las elaboraciones del antropólogo francés Marcel Mauss. Para el autor de “Ensayo del Don”, la entrega de regalos en las culturas antiguas  implicaba siempre la obligación por parte de quien lo recibiera, de corresponder, estableciéndose de esta manera un  ritual  muy eficiente de distribución y circulación,  que  diversos autores (Mandelbaum, Malinowski, el  propio Mauss, etc.), han catalogado  como  relaciones de reciprocidad. En estos casos, las motivaciones económicas estaban subsumidas a las sociales, entre las cuáles,  el status, las  relaciones familiares, lo cultural y religioso, etc. Notemos entonces cómo desde los primitivos regalos, se establecían  verdaderos circuitos de circulación de bienes y servicios que durante muchos siglos operaron como básicos para la satisfacción de múltiples necesidades.

Esto sucedía, por ejemplo, entre diversas tribus de las colinas de Nilgiri, en la India[6]. Allí  convivían los kotas,  quienes ejercían de músicos y artistas para los tres pueblos  circundantes:  los Todas, que vivían del pastoreo, los Kurumbas, que vivían en la selva, y los Badagas, dedicados a las  tareas agrícolas. En estas circunstancias, funcionaba a la perfección la circulación de bienes y servicios producidos en cada uno de los pueblos. Es así que los  Todas proveían a los Kotas de aceite de manteca y de búfalos. Los Kotas, a su vez, recíprocamente le suministraban a los Todas vasijas y cuchillos, además de servicios musicales, indispensables para las ceremonias y rituales. Lo mismo entregaban a los Badagas, recibiendo de éstos, granos  para la alimentación. Los Kurumbas, por su parte, a cambio de lo mismo, entregaban miel, cañas y frutos, además de otro servicio fundamental para sus costumbres: virtuosos en el arte de la brujería, los Kurumbas, ofrecían sus valiosos servicios de protección sobrenatural. Observamos en este caso, cómo  todos los pueblos se veían beneficiados por las relaciones de reciprocidad, que en este caso tenían una base familiar importante.

En el sudeste de Nueva Guinea, la antropóloga Laura Tueting, estudió  a mediados de la década del treinta, el  complejo sistema de intercambios existente en Melanesia. Allí tienen lugar intercambios ceremoniales de mercancías de gran valor, como ser lechones, adornos de conchas y  canoas. Por su lado, otros bienes básicos se intercambian por medio del trueque. Cuando tienen lugar los regalos, en Malekula, a nadie se le ocurriría no  retribuirlo, de manera que los antropólogos consideraban el regalo como una verdadera inversión especulativa. De tal forma lo anterior, que se ha señalado en esas circunstancias que devolver algo del mismo valor es  bastante para  evitar una desgracia; sin embargo si la finalidad es esperar  que se hable bien del oferente, debe devolver algo de mayor valor. Estas reglas de  cortesía en el sistema de reciprocidad han tenido lugar en varias culturas de todo el mundo, asumiendo diversas fórmulas, entre las cuáles, las detectadas por  F. Mc Carthy:

  • Regalos impuestos por obligaciones de parentesco
  • Regalos hechos para liquidar agravios o saldar las deudas nacidas de  una ofensa inferida o de un delito cometido por un individuo o por un  grupo.
  • Cambios de regalos sobre una base de reciprocidad, para corresponder a un servicio (por ejemplo, para poder extraer almagra o piedras, para tener acceso al agua, en sitios áridos, para participar en una fiesta o recompensar a un  tutor durante el período de iniciación) o a cambio de un regalo de objetos transportables, que puede ser de idéntico carácter.
  • Intercambio de regalos tipo Merbok, en el que los objetos pasan de una parte a otra en una serie de grupos locales diferentes, pudiendo retenerse tan solo por cierto tiempo[7].

Sin duda los amplios  estudios registrados en la  zona de la Polinesia son testigos de la importancia que tenían las relaciones de reciprocidad en  base a regalos. En Mangania, por ejemplo, el status social lo otorgaba la cantidad y calidad de regalos ofrecidos por la familia de la  novia a los parientes del novio, quienes a su vez, debían devolver la gentileza un tiempo después, mediante una nueva fiesta, la cuál debía ser siempre  más espectacular que la primera.

También han sido muy estudiadas las instituciones que regían en numerosas culturales del Norte y Sur de nuestro continente. Quizá las de mayor desarrollo académico, en  virtud de las vastas investigaciones realizadas, hayan sido las vinculadas a las ceremonias del potlatch, entre las tribus de la costa noroeste de  Norteamérica.

El Potlatch, consiste en  un reparto ceremonial de obsequios practicado por los pueblos kwakiutl, indígenas americanos de la costa del Pacífico desde Oregón hasta Alaska, en Estados Unidos.

La ceremonia del potlatch se celebraba con ocasión de las bodas y las defunciones acaecidas en la familia del anfitrión. El ritual se iniciaba con el baile, el banquete y las alocuciones. El anfitrión repartía entonces los obsequios, por lo general en forma de alimentos y pieles, y después podía proceder a destruir dinero e incluso abusar verbalmente de sus huéspedes a fin de demostrar su superioridad económica y social.

Los invitados que habían sido obsequiados estaban obligados, por su lado, a celebrar más adelante una fiesta análoga ofreciendo regalos de un valor superior a los recibidos, con el propósito de  manifestar su propia superioridad y prestigio.

La entrega ceremonial de regalos, también ha sido fundamental entre las culturas del alto Missouri,  como  testimonian Denig  y Herskovits:

“Un indio nunca entrega nada si no espera recibir algo a cambio o sin algún otro motivo interesado. Si  uno ve a otro en posesión de un caballo fino que le gustaría adquirir, aprovechará la ocasión de cualquier fiesta o danza para regalarle públicamente una escopeta u otro objeto de valor, ensalzando su valentía, elogiando su liberalidad y  procurando darle a entender su mira con diversas alusiones, aunque sin mencionarlo  directamente. Dejará pasar algunos días, y si el otro no corresponde con el caballo, le pedirá que devuelva su regalo, consiguiéndolo siempre”[8].

Swanton, por su lado, tomando ciertas investigaciones sobre los indios cric, señala cómo el intercambio de regalos era el sistema más importante de circulación de bienes. Citando a Bartram, expresa:

“Si una persona va a la casa de otra y necesita algo que ve allí dice: necesito tal o cual cosa, se considera  simplemente como una manera amable de pedirlo, y la petición es concedida, sin la menor ceremonia o emoción, a sabiendas de que, cuando el momento se presente, aquella persona  estará dispuesta a  devolver el favor de la misma manera amistosa y generosa”. La lógica observada en estos casos, es cómo el intercambio se realiza no entre objetos de igual valor, sino aproximadamente[9].

Otras prácticas de circulación de bienes, donde lo económico está subsumido a lo social, la encontramos por lo general en los rituales de matrimonio, caso de la institución entre los pueblos pastores del Africa Oriental, conocido como “precio de la novia” o “riqueza de la novia”. En todos estos casos, se observa la mayor importancia dada a las relaciones mutuas, y a lo ceremonial y cultural sobre la mera racionalidad económica. Esto se observa fundamentalmente habida cuenta de la escasa importancia reservada a las relaciones  entre el volumen de los bienes intercambiados, su proporción, etc.

Los comportamientos económicos basados en una racionalidad más instrumental vendrán en contextos de menor densidad comunitaria. Eso explica, que el comercio tal como lo entendemos hoy en día, nace con los intercambios a distancia, antes que en los medios locales.

 


[1] Polanyi ha  sido considerado fundador de la antropología económica, y de su teoría  sustantivista, de tanto  peso como la  marxista y neoclásica. Su  reciente interés por el mundo académico llevó a la creación en la Universidad de Concordia, Montreal, del “Karl Polanyi Institute of Political Economy”. Martinelli y Smelser, por su lado, consideran a Polanyi entre los seis principales analistas de la sociología económica, junto a Marx, Weber, Schumpeter, Parsons y el propio Smelser.

[2] Fundamentalmente luego de la era reaganiana de los ochenta.

[3] Cfr. Polanyi, K.: La gran transformación, México, JP, 1999, p. 78-79.

[4] Este patrón de integración, sin embargo, no será retomado en posteriores estudios del autor,  optando por circunscribirlo a las formas más amplias de redistribución.

[5] Esto llevaría a Malinovsky a señalar en su obra Argonauts of the Western Pacific, que “debería ser rechazada de una  vez por todas, la noción del hombre económico primitivo de algunos libros de texto económicos corrientes”, En Idem. Ant., p. 85.

[6] Cfr. Herskovits, M.: Antropología económica, México, FCE, 1954.

[7] Cfr. Mc Carthy, F.: Trade in  Aborigenal Australia and Trade Relationships with Torres Strait, New Guinea and Malaya, Oceanía, vol. 9, 1938; en Idem. Ant., p. 153.

[8] Cfr. Herskovits, M.: Idem. Ant., pág. 158.

[9] Cfr. Denig, E.: Indian tribes of the  Upper Missouri, 46 th. Ann. Rep. Bur. Of Am. Eth., 1930; en Idem. Ant., pág. 159.

 

 


Preguntas:

  1. Señale y explique cuáles son los tres grandes sistemas económicos conocidos hasta el fin del Feudalismo en Europa Occidental, según el  autor.
     
  2. ¿Con qué tres modelos de organización social fueron institucionalizados los tres sistemas anteriormente citados?