LECCIÓN 3 - El origen de la economía de mercado y las visiones comunitarias del Siglo XIX: surgimiento del cooperativismo.

Desde los tiempos más remotos existieron  movimientos de ideas, corrientes de pensamiento, e incluso prácticas concretas a todos los niveles, que por sus características se presentaban como críticas con respecto a ciertas diferencias sociales inaceptables para los parámetros morales de cada época. Estos discursos, que bien podríamos denominar proféticos, estuvieron siempre dispuestos a abrazar las banderas de la igualdad y de la justicia social, poniendo el acento en la forma y contenidos que adoptaban determinados mecanismos económicos y sociales en sus respectivos marcos históricos, y proponiendo muchas veces, una utopía, que como nos la describe Tomás Moro en su inigualable obra de 1516, no debe confundirse con una quimera, sino que debe interpretarse como un proyecto tanto cuestionador del statu quo como disparador de acciones  que permitan dar pasos concretos para alcanzarla.

Desde la tradición judeo – cristiana, por ejemplo, adquieren especial relevancia los textos de Amós (S.VIII A.C.), verdadero profeta de la justicia social, o su contemporáneo Isaías, con sendos pasajes muy duros contra quienes “compraron el barrio poco a poco”, “juntan campo a campo”, “dictan leyes injustas”, “despojan de sus derechos a los pobres”, “venden al inocente por dinero” o “amontonan la rapiña y el fruto de sus asaltos en sus palacios”.

Las tradiciones utópicas están igualmente presentes en el Oriente: los escritos del Libro de los Ritos (Li Ji) donde se describe el período de la Gran Unidad (datong), las ideas del trabajo comunitario en los campos (jingtian) de Mencio (S. IV AC); las semejanzas del paraíso cristiano con la descripción del inicio de la humanidad que hace el taoismo de la mano de Zhuangzi, donde “todo era virtud perfecta”; las reformas igualitarias de Wang An –shi; los graneros comunes de Taiping, o la utopía de Tao Yuanming (S.IV DC) descrita en La fuente del jardín de los melocotoneros, donde prevalece una atmósfera comunitaria, no hay necesidades insatisfechas y no existe la guerra. En la tradición budista podemos citar el concepto de fraternidad de la Dhamma, o el concepto de Lokka Nibba de los birmanos, una especie de Nirvana realizado en este mundo. En fin, desde el Islamismo tenemos figuras relevantes como Abu Dharr al-Ghiffari, con sus duras críticas hacia la riqueza material.

Estas visiones, entonces, que desde luego tienen correlatos en la Edad Media, en el Renacimiento (donde justamente nace el concepto de utopía), y obviamente en la Modernidad, pasan a ser centrales en el Siglo XIX con la irrupción de numerosas corrientes que deseaban un mundo distinto al que estaba conformándose a partir de la Revolución Industrial.

Repasemos brevemente algunos autores y corrientes del Siglo XIX, que se parapetan, además, como verdaderos antecedentes del cooperativismo.

  • Charles Fourier, francés, nacido en 1772, fue un adelantado en cuanto a su visión de un trabajo humano armonioso y agradable. Para ello, este verdadero adelantado, sostenía la tesis de que todo trabajador debería realizar más de una tarea a los efectos de evitar la rutina en el trabajo. En las pequeñas comunidades de Fourier, de hecho, cada trabajador tenía derecho a elegir el trabajo que quisiera de acuerdo a sus necesidades. Las comunidades, para ello, debían cumplir con una serie de requisitos: un número ideal de 1600 personas, con una determinada cantidad de tierra para explotar, un sistema de educación que permitiera que los niños siguieran naturalmente sus inclinaciones, vida tan en común como las familias quisieran (lo que habilitaba la propiedad privada), etc. Sin embargo, en vida, Fourier nunca recibió apoyo económica para fundar estas comunidades. De hecho, los primeros falansterios se desarrollaron en Norteamérica, a influjo de Albert Brisbane (1809-1890), quien logra fundar junto a otros discípulos de Fourier algunos de éstos sin mayores éxitos, salvo en los casos en que se basaron más en los lineamientos cooperativos propiamente dichos.
     
  • Robert Owen, nacido en Gales, Inglaterra, en 1771. Fue uno de los verdaderos antecesores del movimiento cooperativo, no sólo por lo que hizo en vida, sino también por el hecho que algunos de sus discípulos fundaron la sociedad cooperativa de los "Rochdale Pioneers"[1]. Este reconocido empresario de la época, iría desarrollando sus ideas de lo que Touchard llama "filantropía patronal" hacia un "mesianismo social". Owen soñaba con comunidades de trabajo donde se disolviera por completo la propiedad privada, lo que lo diferenciaba de Fourier claramente. A diferencia de este último, la base de producción debía ser agrícola, en tanto para Fourier era necesaria la poliactividad productiva. Sus ideas, no obstante, se irían tiñendo de notorias referencias religiosas (El nuevo mundo moral), lo que lo alejaría de una reflexión más objetiva sobre las potencialidades reales de las comunidades de trabajo. Entre las cientos de cooperativas fundadas por Owen y William Thompson, entre 1825 y 1835, destaca la idea oweniana de una "bolsa nacional" donde se intercambiaban los productos por medio de "billetes de trabajo", idea que vuelve a resurgir con fuerza en nuestros tiempos. También Owen tuvo influencia en los EUA, donde intentó sin éxito, poner en funcionamiento la comunidad “New Harmony”, entre otros ambiciosos proyectos.
     
  • Philippe Buchez, francés nacido en 1796, puede ser considerado ciertamente el "padre del cooperativismo francés". Siendo discípulo de Saint Simón, abandonó sus tesis cuando aquel incursionara en el plano religioso. Buchez, de fuerte formación católica, señala en su libro Introduction à la science de l'histoire que la etapa de la humanidad iniciada con la venida del cristianismo, estaba destinada a desarrollar los valores de igualdad, fraternidad y caridad. La Iglesia Católica, y las asociaciones de obreros y productores tendrían en tal sentido un alto nivel de responsabilidad para que ello ocurriera así. Su notorio acercamiento a las clases trabajadores queda testimoniado con el periódico L'Atelier, "órgano de los intereses morales y materiales de la clase obrera". Este órgano, que saldría entre 1840 y 1850, tenía por lema las palabras de San Pablo "el que no trabaja no come". Buchez, es considerado por muchos, uno de los fundadores del pensamiento social-cristiano, o socialista-cristiano, como se divulgaba en la época.

Además, el Siglo XIX fue testigo del nacimiento de otras corrientes muy importantes por su contribución al fomento de las economías solidarias, a saber:

  • El Movimiento del Solidarismo de Francia, sobre fines del S. XIX. Constituye otro antecedente importante en nuestras materias, con el agregado que populariza por primera vez en medios políticos el concepto de “solidaridad”.

En efecto, la solidaridad comienza a  adquirir, como concepto explícito,  un protagonismo nunca antes tan ampliamente desarrollado. El Republicanismo de Francia será el ambiente fecundo de la solidaridad, de la mano del máximo exponente del momento, León Bourgeois, autor en 1896  de La Solidarité[2], además de dirigente político, parlamentario y Ministro.

El Movimiento del Solidarismo surge en medio de los debates públicos acerca del rol del Estado y la Sociedad, para hacer frente a los problemas derivados del pauperismo. Si bien esta discusión tiene antecedentes ya con la Revolución Francesa de 1789, vuelve a presentarse en el  marco de la Revolución de 1848, para instalarse nuevamente con el surgimiento de la Tercer República, luego de 1875. Los solidaristas, tercian en el debate hasta entonces hegemonizado por posturas liberales y socialistas, sosteniendo que la anomia social (ya definida sobre fines de siglo por Durkheim, autor de  mucha influencia en esta corriente) y el pauperismo debían ser enfrentados por el desarrollo de una vida asociativa y sindical anulada un siglo atrás por medio de la Ley Le Chapelier. El desarrollo de la sociedad civil  sin embargo, debía contar con el apoyo del Estado, razón por la cuál, los solidaristas se opusieron firmemente a las posiciones entonces muy en boga del laisser fair.

La obra de Bourgeois, por su parte, estuvo influida por la “ley general de dependencia recíproca”  que   entonces recientemente se había colocado en el campo de la biología, como contrareferente a las posturas más darwinistas. Esta “dependencia recíproca”, puede oficiar como sinónimo de la solidaridad en Bourgeois, de manera que el autor termina  presentando una concepción holista y organicista de la sociedad, fundada en la cooperación más que en la competencia[3]. Ahora bien, esa misma sociedad, aunque no gira en torno al principio de la competencia,  es imperfecta  y tiende a generar injusticias, lo que obliga entonces a crear un sistema de regulación política, dirigido por el Estado,  para el correcto funcionamiento de las economías en sociedad.

Los ideales del solidarismo,  finalmente,  tuvieron efecto práctico en las primeras políticas  de bienestar  francesas del Siglo XX. En ese sentido, podemos señalar como indicador de su influencia en este campo, que el uso que hasta el día de hoy hacemos  sobre este término para vincularlo a los principios de la seguridad social, tienen en esta corriente su primer antecedente.

 

  • Dentro del pensamiento libertario, corresponde señalar la obra de Piotr Alexéievich, príncipe kropotkin (1842-1921). Nacido en Moscú, en 1872, participaría en la I Internacional, trasladándose del bando marxista, al liderado por Bakunin.

 

Sus principales líneas de reflexión pasaban por el impulso de una sociedad que se rigiera exclusivamente por el principio de la ayuda mutua y la cooperación, sin necesidad de instituciones estatales. Esta sociedad ideal, llamada comunismo anarquista o anarcocomunismo, sería el último paso de un proceso revolucionario que pasaría antes por una fase de colectivismo (el anarcocolectivismo). Nuestro  autor, comienza a estudiar la ayuda mutua, a partir del comportamiento de numerosas especies animales, para luego considerarla un comportamiento propio de los seres humanos, que debía ser estimulado por medio del asociacionismo. Estos análisis, tan caros a la moderna teoría vinculada a los fenómenos tratados en este trabajo, pueden ser constatados en pasajes como el siguiente: "La sociedad estará compuesta de una multitud de asociaciones unidas entre sí para todo aquello que reclame su esfuerzo común: federaciones de productores en todos los ramos de la producción agropecuaria, industrial, intelectual, artística: comunidades para el consumo, encargadas de subvenir en todo lo referente a habitación, alumbrado calefacción, alimentación, instituciones sanitarias, etc.; federaciones de comunidades entre sí; federaciones de comunidades de los grupos de producción; agrupaciones más amplias todavía, que englobarán todo un país o incluso a varios países; agrupaciones de personas dedicadas a trabajar en común para la satisfacción de sus necesidades económicas, intelectuales, artísticas, que no estén limitadas a un territorio determinado. Todos estos grupos asociativos combinarán libremente sus esfuerzos mediante una alianza recíproca..."[4].

Por su lado, en "Campos, Fábricas y Talleres", bregaba por un sistema de comunidades donde, al ser todos trabajadores tanto hombres como mujeres, llegados a cierta edad ("por ejemplo, desde los cuarenta en adelante"), quedasen libres de trabajo, para dedicarse a participar en las actividades artísticas o científicas del agrado de cada uno.

 

El movimiento cooperativo, se entiende formalmente originado por los Pioneros de Rochdale, más concretamente en la Navidad de 1844, cuando un grupo de tejedores de franela, luego de haber perdido una huelga y de pasar a ser desocupados, decidieron unirse para “cooperar”. Se trazaron de esta manera tres metas: la organización inmediata de una cooperativa de consumo; la organización a mediano plazo de una cooperativa de producción y vivienda; y la constitución de una colonia “tan pronto como se pueda”[5].

Los principios originales de Rochdale, eran:

  • Control democrático: una persona, un voto.
  • Puerta abierta: libre adhesión, con ingreso y retiro voluntario.
  • Interés limitado al capital.
  • Retorno de excedentes en proporción a las compras.
  • Ventas al contado.
  • Ventas de mercancías de buena calidad.
  • Educación de los socios.
  • Neutralidad política y religiosa.

Este exitoso ensayo cooperativista tendría algunos antecedentes en la misma Gran Bretaña de manos del Dr. William King, y en Francia de manos del también médico Buchez. Bajo la influencia del primero se constituye en 1827 la primera cooperativa de consumo; y en 1832 bajo la influencia de Buchez se funda la primera Cooperativa de Producción en Francia. Si bien para 1830 en Inglaterra King supervisó el nacimiento de unas 300 asociaciones[6], no será hasta las actividades en Rochdale, que el cooperativismo tendrá su mayor fuerza. Sin embargo, no es totalmente correcta la idea según la cuál, los principios cooperativos habrían nacido con los pioneros de Rochdale, tal como se sostiene comúnmente. En ese sentido hay que destacar a Buchez, no sólo como fundador de cooperativas en los años treinta, sino también como ideólogo capaz de reflexionar sobre las mismas y trazar algunos de los principios que publicados en el Journal des Sciences Morales et Politiques  en 1831, trecee años después se harían famosos con los Pioneros de Rochdale. La primera cooperativa de Buchez fue L´Association Chrétienne des Bijoutiers en Doré", que abriría 8 sucursales y terminaría de funcionar en 1873. Entre sus principios figura la limitación en el número de trabajadores asalariados: "Los hombres asocian su trabajo, no sus capitales", solía decir, con acierto no solo práctico sino además teórico, el singular médico francés. El capital debía ser ampliado todos los años con 1/5 parte de los beneficios, en tanto el resto era repartido de acuerdo al trabajo aportado por cada miembro[7].

Pero decíamos que fue a partir de los años treinta y cuarenta del siglo pasado donde se establecieron los principios del cooperativismo y se fue desarrollando una muy interesante reflexión teórica sobre los alcances del movimiento y sus potencialidades en el marco de la economía capitalista.

Es así que Kaplan y Drimer[8] distinguen dos grandes concepciones: la integral, compuesta por aquellos que confían en la paulatina extensión de las cooperativas a todos los campos de la economía, en busca de una necesaria hegemonización de las relaciones económicas; y la concepción sectorial, que afirma la necesaria limitación de las cooperativas a determinados aspectos de la actividad económica y la coexistencia del sector cooperativo, público y privado.

En ese sentido, el máximo exponente entre los integrales habría sido Charles Gide quien acuñó el término "República Cooperativa" en 1889 para referirse a la necesidad de conformar un gran espacio nacional organizado económicamente por las fuerzas cooperativistas (antes Blanc se refería a una República Socialista, basada en el cooperativismo). Fundador de la Escuela de Nimes, ésta también aportó sus conocimientos en la línea de reflexión integral, formulando el famoso programa de desarrollo del Movimiento Cooperativo que preveía la paulatina y pacífica extensión de las cooperativas de consumo para abarcar luego el comercio minorista, el comercio mayorista, la producción fabril y finalmente la producción agraria. Los esposos Synney y Beatrice Webb también formarían parte de esta concepción "integral".

Indudablemente el autor más representativo de la concepción sectorial fue G. Fauquet, fundador junto a H. Dubreuil y Ch. Maraux, en París, 1924, de la Asociación para el Fomento de Contratos Cooperativos de Trabajo. En su obra máxima de 1942, "Le secteur coopératif" distinguió cuatro sectores: el público, el capitalista, el propiamente privado (integrado por la economía familiar, campesina y artesanal), y el cooperativo. Su tesis, hermanada a la de Razeto, era que el sector cooperativo podía componer junto al propiamente privado, un nuevo y gran sector que se distinguiría fundamentalmente de las formas de hacer economía de los capitalistas y del Estado. Otros autores que siguieron esta línea fueron A. Thomas y E. Milhaud. De alguna manera nosotros podríamos incluir a Razeto en esta línea en tanto sus posturas, lejos de intentar hacer hegemonizar a algún sector sobre otro, parten de la necesidad de articular un Mercado Determinado con fuerzas equitativas de los tres sectores, lo que en tal caso nos acercaría al concepto de Mercado Democrático.


PREGUNTA

¿Cómo describe Holyoake el contexto social de surgimiento del cooperativismo impulsado por los pioneros de Rochdale?


[1] Cfr. Cole, G.: Historia del pensamiento socialista, Tomo 1 "Los precursores", México, FCE, 1964.
[2] Cfr. Bourgeois, L.: La solidarité, Villeneuve d´Ascq (Nord), Presses Universitaires du Septentrion, 1998.
[3] Cfr. Béland, D. y Zamorano, C.: “La genealogía de la solidaridad en materia de políticas sociales: ¿qué podemos aprender de la experiencia francesa?, Revista Mexicana de Sociología 4/2000, México, Instituto de Investigaciones Sociales, 2000, p. 10.
[4] Cfr. Kropotkin, P., en Guillén, A.: Economía Libertaria, Bilbao, Ediciones Madre Tierra, 1990, p. 67-68.
[5] El punto 5 de su primer artículo, de notorio owenismo, rezaba: "Tan pronto como sea posible, la sociedad procederá a organizar las fuerzas de la producción, de la distribución, de la educación y de su propio gobierno; o , en otros términos, establecerá una colonia indígena que se bastará a sí misma y en la cual los intereses estarán unidos. La sociedad ayudará a las otras sociedades cooperativas para establecer colonias similares". Nótese cómo a diferencia del sector capitalista, que tiende a anular la competencia, aquí se propicia la emergencia de nuevas cooperativas. El éxito de la experiencia fue tal, que de 28 socios originales, se pasó a 10.000 en 1881, y a más de 40.000 en 1961.
[6] Cfr. Buber, M.: Op. Cit., pág. 86.
[7] Cfr. Monzón, J.L.: Las cooperativas de trabajo asociado en la literatura económica y en los hechos, Madrid, MTSS, Colección Tesis Doctorales Nro. 25, 1989.
[8] Cfr. Kaplan, A. y Drimer, B.: Las Cooperativas. Fundamentos, historia, doctrina, Bs. As., Intercoop, 1973.