LECCIÓN 9 EXPERIENCIAS DE ECONOMIA SOLIDARIA EN OTROS CONTEXTOS. El caso de los kibbutzim en el contexto del "Lebensgemeinschaft" buberiano.

No cabe duda acerca de la importancia que han tenido los autores de origen judío para el desarrollo del pensamiento comunitarista. Tanto desde la vertiente comunitaria de fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX, como con la de mediados del Siglo XX, así como desde el pensamiento contemporáneo, el comunitarismo ha recibido una fuerte influencia desde el judaísmo representado entre otros por exponentes de la talla de Martin Buber y Amitai Etzioni.

En todos los casos, cuando nos referimos al concepto de comunidad, pretendemos elevar las miras con respecto a su acepción más reducida, esto es, como espacio reservado a quienes comparten la misma sangre o nacionalidad. Justamente esta visión reducida ha sido muy frecuentemente utilizada por ciertos sectores del judaísmo seguramente con la intención de lograr una mayor identidad como pueblo, pero al costo de generar distancias y hasta segregación con respecto a quienes no forman parte del núcleo selecto. Por el contrario, en esta ponencia pondremos el acento en el concepto buberiano de "Lebensgemeinschaft", o comunidad de intereses, que como veremos más adelante tercia en el debate de mediados del siglo XX acerca de los alcances dados al concepto de comunidad. Será sin embargo otro judío discípulo de aquel, quien introdujera una nueva variante en la teorización acerca de lo comunitario: nos referimos al Prof. Etzioni, quien recurre al comunitarismo para hacer frente al discurso liberal individualista renuente a lograr un acuerdo justamente comunitario acerca del significado de lo que es una buena sociedad, definida por el fundador de la Communitarian Network como “aquella en que las personas se tratan mutuamente como fines en sí mismas y no como meros instrumentos..., como miembros de una comunidad, unidos por lazos de afecto y compromiso mutuo, y no solo como empleados, comerciantes, consumidores o, incluso, conciudadanos”

En el plano de las prácticas concretas, debemos destacar especialmente el origen y desarrollo que ha tenido la experiencia de los kibbutzim como resultado de la importancia asignada a lo comunitario por parte del pueblo judío.

 

La práctica comunitaria de los kibbutzim  en  Israel

El  Kibbutz, palabra hebrea que significa "asentamiento comunal", es una comunidad rural  muy singular, que tiene  como principio fundamental la propiedad conjunta de los  bienes, la igualdad y la cooperación en la producción, el consumo y la educación. Quienes han optado por este modo de  vida, se guían por  aquel principio tan diferente al que prima en los actuales mercados determinados: "de cada cual conforme a sus posibilidades, a cada cual conforme a sus necesidades". La legislación israelí los define de la siguiente manera: "Sociedad cooperativa de desarrollo cuyos miembros viven en comunidad, organizada según los principios de propiedad colectiva de los bienes, del trabajo personal (rechazo de la mano de obra asalariada), de la igualdad y de la cooperación en los ámbitos de la producción, del consumo y de la educación"[1].

Los primeros Kibbutzim (plural hebreo de Kibbutz) fueron fundados a partir del año 1909 por jóvenes  pioneros judíos provenientes fundamentalmente de Europa Oriental. El primero de ellos, de nombre Degánia, fue obra de unos 10 jóvenes que se internaron hasta el borde del Río Jordán, cerca del Lago de Tiberíades,  también conocido como Mar de Galilea. Hoy esa zona está poblada de otros Kibbutzim. Este grupo, se organizó según  un modelo de  vida comunal radical, y se convirtió en "la Madre de los Kibbutzim"[2].  A diferencia de otras experiencias, en distintas partes del mundo, lo interesante  en Israel es descubrir cómo estos Kibbutzim han permanecido a lo largo de este siglo. Degánia, por ejemplo, es hoy un floreciente Kibbutz que cuenta  con aproximadamente 500 miembros.

Otras de las diferencias con respecto a distintas comunidades surgidas en Norteamérica y Europa (incluso en Latinoamérica), es que éstas no se inspiraron tanto en motivos religiosos, sino más bien emergieron a partir de un movimiento  secular , con un fuerte énfasis en el  nacionalismo (el sionismo[3]) y en la ideología socialista[4].

Sionismo y socialismo entonces pueden considerarse  dos pilares fundamentales para comprender la historia  tanto de los kibbutzim como  del Estado de Israel, fundado cuarenta años después de la emergencia de los primeros Kibbutzim, como se comprenderá más adelante. Tal comentario sobre el  verdadero peso de  lo religioso,  podría sorprender a quien no está debidamente interiorizado en la  organización de los Kibbutzim.  Sin embargo, es  un  hecho que la base religiosa judía solo ha impactado en  escasas comunidades de este tipo, nucleadas fundamentalmente en torno al movimiento Hakibboutz  Hadati, organizado en los años cuarenta por inmigrantes provenientes de Polonia y Alemania. Hoy  reúne a unos 17 establecimientos (6% del total), con una población total de 8.100 miembros (6.5% del total). El otro movimiento religioso  es el Kibboutzei Poalei  Agudat  Israel, que comprende 2 establecimientos (Hefetz Haim y Sha´alavim) y 1.800 miembros (1.4% del total). El resto de los Kibbutzim se  nuclean en las dos  principales organizaciones: el  Takam (United Kibbutz Movement), con 166 establecimientos (62% del total) y 75.100 miembros (60%  del total), y Kibbutz Hartzi, con 85 establecimientos, lo  que representa  el  32% de los kibbutzim, y una población de 39.600 miembros (32% del total).

De tal manera lo anterior,  que existen en el Estado de  Israel 270 Kibbutzim legalizados, con una población total de 120. 000 habitantes,  ubicándose la población habitual por establecimiento, en torno a las 300 - 600 personas, aunque el de  mayor tamaño reúne a más de 1000 miembros.

Esa cantidad total, representa al 2.3% de la  población del Estado de  Israel, generando el 33% de la producción agrícola, el 7% de las ventas industriales totales, y el 9% de las exportaciones manufactureras del  país.

Distinto al sistema de los kibbutzim es el sistema de los moshavim,  cooperativas rurales donde los medios de producción y el consumo son de carácter privado; presentando por lo tanto como proyecto, una radicalidad menor a los kibbutzim. Existen en Israel 45  moshavim, con un promedio de sesenta familias cada uno. El primero de ellos fue fundado en 1937 (Moledet). Además de los moshavim shitufiyim, existen los moshavim ovdim;  estos últimos de mayor sentido liberalizador. Se comprenderá, entonces que los shitufiyim  se colocan a media distancia de los  ovdim y los kibbutzim. Esta ubicación, que pretendía lograr una mayor eficiencia unida a la satisfacción comunitaria de necesidades, fue especialmente bien vista por numerosos economistas extranjeros, que -equivocadamente- previeron una mayor proyección de éstos[5].

Finalmente, menos conocidas que las anteriores formas, hay una nueva forma de asentamiento rural conocida como Yishuv Kehilati. Se tratan de unas 60 comunidades que comprenden centenares de familias, y presentan una mayor liberalidad en sus formas de cooperación, emparentada con los  moshav ovdim, donde cada familia tiene  una vida económica completamente independiente a la del resto.

El sistema organizacional de los kibbutzim es absolutamente particular en sus principios. Veremos ahora cuáles son sus principales  características, para detenernos luego en algunas de ellas. Cuando decimos que es un sistema particular, hacemos referencia a la  originalidad de la propuesta, que se aleja de las vinculadas a otros sistemas comunales muy practicados, caso de las comunas chinas y los koljozes soviéticos, ambos extremadamente vinculados al ordenamiento y supervisión estatal. Los kibbutzim, sin embargo, desde su origen  a principio de siglo, han practicado una serie de  principios que consideramos forman parte de la  identidad del pueblo  judío, donde se reúnen ideales nacionales con otros humanistas y socialistas, al principio indudablemente vinculados a la doctrina marxista. Vale a esta altura una primera precisión sobre las características de nuestro objeto de estudio: "No todos los miembros del kibbutz son perfectos idealistas, pero los  kibbutzim como movimiento y cada kibbutz como unidad socioeconómica están motivados por un alto  ideal"[6]. Esta afirmación creo es pertinente tenerla presente a lo largo de todo el capítulo. De hecho, la podremos extender a cada una de las organizaciones  económicas alternativas que escojamos para el  análisis.

Continuemos  con las  características de los kibbutzim. Decíamos que a diferencia de otros sistemas que a priori el lector no avezado podría confundir como similar a nuestro objeto de estudio, el Estado -si bien ha tenido un papel fundamental en el desarrollo del sistema, como iremos viendo- no  se inmiscuye en la organización interna de  los establecimientos. En tal sentido, prima en los kibbutzim la libre voluntad de elegir la vida que se desea llevar  en la comunidad. El Estado, entonces, no puede obligar a ningún miembro a vivir  en un  kibbutz,  como  tampoco intervendrá, más allá de los  marcos mínimos  establecidos por  Ley, en su organización interna. Cada  comunidad en ese sentido, podrá considerarse un kibbutz en la medida que los miembros compartan los medios de producción (tierra, trabajo, etc.), los que serán considerados propiedad colectiva y no individual. Todos los  miembros  gozan en  esas circunstancias, de iguales derechos, y cada uno  se responsabiliza, según sus capacidades, a contribuir al desarrollo socioeconómico de  la  comunidad.

Por lo demás, cada kibbutz es responsable de manera colectiva por cada uno de sus miembros,  debiendo atender sus  necesidades de vivienda, asistencia médica, educación gratuita y obligatoria hasta los 18 años, e incluso las pensiones a la vejez, etc. De esta manera, cada kibbutzim, irá definiendo, según  sea la voluntad de sus miembros, qué necesidades serán satisfechas de forma colectiva, y cuáles  quedan a criterio de las  familias (esto último, a raíz de los cambios ocurridos en los últimos años, ya que como se verá luego, al principio, las necesidades eran discutidas colectivamente y el kibbutz destinaba un presupuesto determinado para cada una de ellas,  dejando a cada miembro sin posibilidades de elección).

Al visitar  cualquier kibbutzim, llaman  la atención algunos  fenómenos. Por lo general,  el  kibbutz ha sido levantado en el medio rural (aunque dado el escaso territorio nacional,  podría llamarse también sub-urbano). Por lo tanto, las actividades agrícolas son  fundamentales[7]. Como veremos luego, la crisis de los ochenta llevó a que casi todos los kibbutzim abandonaran la simple explotación de actividades primarias, y se dedicaran a otras actividades, ya sea de tipo industrial o  en el área de servicios (fundamentalmente hotelería). De tal forma que casi todos los kibbutzim, tendrán un amplio territorio a su disposición para la explotación agrícola y ganadera (intensiva y altamente tecnologizada), a la vez que dispondrán de otros espacios para las instalaciones de  fábricas o infraestructura de servicios. A ello, se le debe sumar el espacio  dedicado a la edificación de las casas, todas ellas muy similares, aunque los cambios introducidos en el consumo los últimos años llevó a una mayor diferenciación, siempre dentro de  un estilo similar. Finalmente, cada kibbutz  tiene áreas colectivas, entre las cuáles, debemos rescatar la importancia estratégica y simbólica del comedor, centro de la actividad social y política del kibbutz. Efectivamente, el comedor tiene  una importancia fundamental para los miembros del kibbutz. No sólo  porque allí se almuerce y cene (últimamente es posible cocinar y comer en cada casa, por disposición de los miembros, a los efectos de bajar el presupuesto general, y ampliar el espectro de libertades a la hora de consumir por parte de los miembros), sino también porque allí  tienen lugar las  asambleas, discusiones y  reuniones del colectivo. Por lo demás, en el marco de las interesantes actividades culturales  que se difunden, el comedor suele ser el lugar apropiado (dadas sus dimensiones) para albergar a todos; lo mismo  con  respecto a las festividades.

Nos habíamos referido a las  asambleas. Efectivamente, la Asamblea General es la instancia en la que cada kibbutz define sus  reglamentos, elige sus  autoridades, distribuye responsabilidades, aprueba el presupuesto (esfuerzo gigantesco que nada debiera  envidiar a los legisladores a la hora de  definir el presupuesto  nacional  en cada uno de  nuestros países), revisa decisiones, decide sobre el ingreso de nuevos miembros, y  en casos  excepcionales, sobre la expulsión de alguno  de ellos. Las frecuencias de  las Asambleas son relativas, y al igual que otras  organizaciones, se suelen distinguir  diversas  jerarquías de asambleas, en relación a la importancia de los temas a tratar. Las   Asambleas, como dijimos  eligen a las autoridades: éstas suelen integrarse bajo la forma de Secretariado, integrado por una  cantidad  variable de miembros (entre 7 y 11  habitualmente). Al Secretariado, especie de Poder Ejecutivo, compete la administración del kibbutz por dos años. Los cargos suelen ser  rotados, y por supuesto, no entrañan ninguna ventaja personal: "al contrario, los secretarios son  confrontados diariamente por las  críticas de los demás miembros. Su ´campaña electoral´ consiste por lo tanto  en explicar porqué no  conviene que se los elija...Los secretariados cumplen las funciones administrativas del kibbutz: secretariado general, asuntos sociales, finanzas, trabajo, educación, etc."[8].

Con  respecto a la relación del sistema de los kibbutzim con el sistema familiar, conviene  hacer mención a algunos malentendidos  muy frecuentes. Los vínculos familiares siempre han sido fundamentales en la  vida comunitaria de los kibbutzim. Las mayores limitantes  tuvieron que ver con dos prácticas muy habituales: en primer lugar, como se señaló, en la escasa libertad de opción a la hora de consumir, ya que el kibbutz (o sea todos los  miembros) dictaminaban con cuánto dinero una familia iba a hacer frente cada una de las necesidades, no pudiendo ésta, hacer frente a otras necesidades, o destinar una carga de dinero diferente a la  satisfacción de las necesidades estipuladas. Ese trámite engorroso que luego se detallará, ha dado  paso, como ya se indicó a un sistema más flexible, por el cuál las familias reciben una cuota de ingreso, y cada una decide en qué  gastarlo. Por esta vía es posible advertir cómo en un hogar se prefirió  invertir, por ejemplo, en electrodomésticos; y en otro en la  ampliación de la casa. La otra  práctica  ya en  desuso, consistió en la crianza comunitaria de los niños, o más propiamente  dicho, en los famosos "cuartos de los  niños", esto es, construcciones  ideadas para  que los niños durmieran todos juntos, y no en las casas de sus padres. El último kibbutz en  abandonar  esta práctica fue Bar´am, próximo a la frontera libanesa,  fundado en 1949. En  este kibbutz, como sucedió con el resto  hasta hace pocos años, los niños vivían y desarrollaban juntos sus actividades (con maestras y maestros), desde los primeros meses de vida, hasta el   momento de ingresar al Ejército[9]. Se perseguía por este medio dos objetivos, uno más ideológico, el otro  más práctico. El primero consistía en educar a los niños colectivamente, de manera que desde pequeños se  acostumbraran a la comunidad, y pudieran ser leales al kibbutz, más que a sus familias. El segundo, se relacionaba a una cuestión estratégica:  en el marco de las continuas guerras,  resultaba más seguro para los kibbutzim y las familias, reunir a los niños en un solo lugar.  

Los cambios culturales, la presión de las madres, y la  natural  propensión de acuerdo a los valores imperantes, por el papel de la  familia en la educación de los hijos, fueron los factores más importantes para lograr el cambio. Aún así, hemos podido observar en nuestra visita a Israel, cómo los niños siguen  recibiendo una educación comunitaria  muy importante. De hecho, durante todo el día, hasta que los padres vuelven de sus trabajos, los niños realizan las actividades ligadas a la escuela, y luego continúan con otras vinculadas a los servicios que brinda cada kibbutz. Estos han logrado un  importante reconocimiento del resto de la sociedad, hasta el punto que una de las entradas de dinero más habituales en los kibbutzim, suele ser la venta de servicios de guardería y jardín de infantes. Por lo demás, los padres cuentan con la seguridad que durante todo el día sus hijos estarán realizando diversas labores: deberes vigilados, juegos, actividades recreativas, cuidado de animales, etc.. Hasta  tal punto lo anterior, que parece haber cierta unanimidad, por lo  conversado con la  gente, acerca de  que la vida de los niños en este marco, es de las cosas  más gratificantes que ofrece el sistema de los kibbutzim. Conforme crecen, sin embargo, muchos jóvenes prefieren abandonar el estilo de vida de sus padres, pero eso lo veremos más adelante.

Pasando a otros temas, y  en  consonancia con lo  señalado en cuánto a la importancia del sionismo como ideología de los   impulsores de estas comunidades, debemos señalar que muchos kibbutzim, fueron apoyados por el Estado y el Ejército Israelí para que se instalaran en zonas fronterizas, muchas veces otrora ocupadas por  otros pueblos. Así,  los kibbutzim fueron cumpliendo un rol estratégico fundamental para el Estado de Israel, en la medida en que grandes grupos humanos se asentaban constituyendo localidades fronterizas. Desde un comienzo, los judíos miembros de estas experiencias debieron combinar su pasión por  el trabajo agrícola  y comunitario,  con el manejo de las  armas. Nada  nuevo para el pueblo  judío, según podemos leer en el  Libro de Nehemías: "Así ordenamos el trabajo desde el comienzo de la mañana hasta que salían las estrellas, la mitad de nosotros con el arma en las  manos" (Ne, 4,15).

 

Un poco de historia.

Como señalábamos, los orígenes del  movimiento se remontan a la dramática situación de  muchos hombres y mujeres jóvenes, que inspirados en el sionismo, y provenientes fundamentalmente de Europa del Este, contribuyeron  a poblar la zona de Palestina, sobre finales del Siglo XIX. El asentamiento de los  primeros colonos debe mucho a la labor de la Organización Sionista, de mayor alcance luego de  el pasaje de la administración Palestina de los Turcos a los Británicos. Indudablemente la figura de Herzl ha sido de particular importancia para la realización de estas experiencias. Dice en su Judenstaat: "Queremos explotar en el Estado Judío  todas las experiencias modernas y complementarlas...así nos esforzaremos por ser los primeros en todas las realizaciones bellas y útiles. Nuestro país nuevo será una tierra de experiencias y  un modelo para todas". Vaya si así  lo fue. Ya desde antes de los primeros kibbutzim, el  pueblo judío comenzaría a experimentar formas comunitarias. Es el caso de algunos grupos de los Amantes de Sión, procedentes de Rusia y Europa Central. También fue el caso de un grupo Bilu en Mikhveh Israel en 1882: "El primer grupo de obreros agrícolas organizado con miras a  una vida comunitaria..., vivía una absoluta vida comunitaria /.../. Según los reglamentos internos, la comunidad tendrá una caja, nada pertenecerá a nadie;  todos  los objetos, así los vestidos como todo lo aportado por los colonos, serán propiedad de la entera comunidad. Los miembros -se señalaba- han de tener menos de 25 años de edad, ser solteros y comprometerse a permanecer célibes y renunciar a la adquisición de cualquier propiedad, esto por determinado tiempo"[10]. Algunas de estas cláusulas habrían de aplicarse algunos años después a Degánia. 

Las primeras comunas  surgieron de compartir los hogares entre los jóvenes provenientes de esos lugares. El núcleo duro de su dirigencia fue formado por la Organización Sionista. Uno de esos grupos, el citado de Degánia, integrado por jóvenes solteros y sin hijos, constituye el primer kibbutz en el año 1910. A partir de  allí, es posible distinguir cuatro principales etapas históricas relativas a los kibbutzim[11]:

La primera etapa  cubre desde la fundación del primer kibbutz (1910), hasta el año  1935. Esta etapa se caracteriza por la experimentación general de los kibbutzim, su adaptación a las duras condiciones de vida, y  la discusión sobre los principios en los  que se basaría la labor comunitaria.

Las condiciones de vida de esta gente fueron particularmente  difíciles, hasta el punto que diversos investigadores de la época pronosticaban un rápido deceso de las experiencias. Eran años  donde se recibía poca ayuda internacional (proveniente de las instituciones financiadoras sionistas) y que se caracterizaban por la mera supervivencia y  fragilidad de cada una de las comunidades.

El segundo período comienza con las rebeliones palestinas de 1936 y culmina con la génesis del Estado de Israel en 1949. Estos años estuvieron dominados  por las sucesivas rebeliones, la discusión acerca de la necesidad de constituir dos Estados en la zona: uno judío y otro  palestino, y la llegada masiva de exiliados europeos, fundamentalmente de Alemania. El liderazgo Sionista reconocía en estas circunstancias la importancia de los establecimientos judíos para influir positivamente acerca de los contornos del futuro Estado Judío. Se comprenderá que en esta etapa, la política internacional y la  seguridad, primaban sobre los aspectos económicos.

Los kibbutzim, así se convertían para muchos en una fórmula rápida y efectiva para asegurar el contorno del futuro Estado, a la vez que para dar cabida a los numerosos inmigrantes provenientes de la persecución nazi.

El tercer período comienza en 1950 con el establecimiento del Estado de Israel y culmina con la Guerra de los Seis Días,  en  1967.

Este período se caracteriza por la apertura general del Estado para  dar cabida a  numerosos contingentes de la diáspora. Muchos de éstos constituyeron los  primeros Moshavim, modelo de  cooperativa familiar en el medio rural, que como dijimos, presentan una menor radicalidad con  respecto a los kibbutzim.

Para estos años, los kibbutzim se dedicaron a formular su relación con el nuevo Estado. A su vez, la constitución de éste, sería utilizado por los kibbutzim para obtener ciertas ventajas políticas. De hecho, numerosos dirigentes políticos del mayor alcance fueron miembros de algún kibbutz.

Esta etapa se caracterizó además, por el pasaje de una primera a una segunda generación dentro de los kibbutzim, lo que contribuyó a variar, por su lado, la concepción misma del estilo de vida. Sin descuidar los principios  fundamentales de igualitarismo, los nuevos kibbutzim fueron haciendo hincapié en la formación de sus miembros, de forma de insistir en el trabajo cualificado, abandonando de esta manera las labores menos productivas. Este fenómeno tiene lugar a la  par que se decide invertir en nuevas tecnologías y nuevas formas de producción. Es el tiempo de las primeras industrias y de la mayor productividad de las tareas agrícolas. Sin embargo la mayor expansión   ocurriría luego de la Guerra de los Seis Días.

Efectivamente, el citado conflicto bélico, donde participaron numerosos contingentes de los kibbutzim, daría lugar a la cuarta y última etapa que comienza en 1967 y llega a nuestros días. El Estado, luego de la Guerra, implementará una política de  fortalecimiento industrial, cosa que no desaprovechan los kibbutzim,  embarcándose en una nueva y mayor inversión tecnológica. Tiene lugar de esta manera el pasaje más claro  de una comunidad agrícola, a un nuevo tipo de formulación que combina lo industrial con lo agrícola. La Industria del Plástico prima por sobre el resto y contribuirá a mejorar los estándares de vida de los miembros. Investigaciones de la época confirmarán una mayor productividad en las industrias comunitarias, por sobre las capitalistas.

Esta situación atrajo a muchos a incorporarse a la vida de los kibbutzim. Entre  1967 y 1987, la población creció un  53%, pasando de 83.100 a  127.000 miembros.

Mientras tanto, la  apertura comercial dirigida por Menahem Begin y Yitzhak Shamir, frenarían este particular crecimiento tanto social como económico. Efectivamente, la estrategia hacia un mercado más libre, llevó a un inflación del 400%, a un mayor endeudamiento del Estado, crecientes índices de déficit  fiscal, y en definitiva, a colapsar la economía del país, dando origen a tasas muy elevadas de desocupación. Indudablemente por la propia lógica de los kibbutzim, la estrategia de lograr competitividad por medio de la desocupación no tenía cabida. De hecho, la dura crisis de los  ochenta, no afectó la supervivencia de ningún kibbutz, sólo que llevó a un endeudamiento espectacular que se situó en esos años, en torno a las 4 billones de  dólares, cuando los ingresos netos por todo concepto sumaban tres  billones y medio.

Por cierto que un  análisis  riguroso de la época, no permite sacar como conclusión que la causa de esta severa crisis en la economía kibbutziana, sea debida meramente a la performance de la economía israelí. Los autores comparten la idea de sumar como causa, la mayor inversión de las comunidades en tecnología industrial y en viviendas, para permitir el asentamiento de los nuevos inmigrantes que seguían llegando de diversas partes del mundo. Por otro lado,  empezaban a manejarse más en serio las dificultades de estas comunidades en gerenciar correctamente la nueva situación: en efecto, los managers comunitarios, tenían fuerte experiencia en el campo agrícola, pero poca en el industrial y en el área de los servicios.

El número de nacimientos en las comunidades bajó considerablemente; y por primera vez en años, se  notó el alejamiento de varias familias, especialmente jóvenes, lo que creaba un nuevo problema social que se debía afrontar. El peor año en la materia fue  1989. Luego hubo un repunte al año siguiente. La tendencia ahora es a un lento crecimiento. Ese  no era el único problema, ya que sobre fines de la década de los ochenta, surgían dudas acerca de la viabilidad de los kibbutzim en el marco de una dominante economía de mercado. Luego de 1991, el número de miembros del sistema baja de 129.300 a 123.900, para situarse en unos 120.000 miembros actuales.

En estas circunstancias, Stanley Maron, saca tres conclusiones vitales para la comprensión de los nuevos tiempos que debe afrontar el sistema: 1) en el plano operacional, los kibbutzim deben mejorar la calidad de  su gerenciamiento; 2) en el plano de políticas comerciales, se debe crear  vías válidas para  vincular la economía comunitaria con la de mercado; y 3) las comunidades kibutzianas, en este punto de su desarrollo, son  lo  suficientemente fuertes como para oponerse a  crisis económicas, que si bien son difíciles, no ponen en riesgo la supervivencia de la estrategia.

Si nos remontamos a los comienzos de esta historia, debemos mencionar también la importancia manifiesta de los núcleos de  formación de el Movimiento Juvenil Sionista. Como sucede hasta hoy en día en la  Diáspora, y cómo  también hemos podido comprobar realizan otras organizaciones comunitarias, el sistema utilizado consistía en organizar en torno a las actividades del Movimiento, a jóvenes que por sus valores y capacidades, se entendiera pudieran llegar a establecerse en las comunidades, realizándose entonces un trabajo de a veces  muchos años, donde se desarrollaban diversos ejercicios, técnicas y dinámicas grupales consistentes en robustecer los lazos solidarios y comunitarios de sus miembros. Se reconoce en la historia de los kibbutzim, cómo estos núcleos sirvieron para fundar algunas de las comunidades más exitosas.

Ya dijimos cómo al comienzo, los fundadores eran fundamentalmente solteros. Conforme nacían los hijos, las familias iban tomando cuerpo en estas comunidades, aunque triunfó durante mucho tiempo la óptica crítica sobre el concepto  tradicionalmente divulgado de familia nuclear (en obvia oposición con respecto a la importancia que el comunitarismo contemporáneo de Etzioni le confiere). En efecto, los primeros años fueron de oposición clara al "familiarismo", lo que es explicado por la particular importancia que tuvo en éstos primeros núcleos la ideología de liberación de la mujer. Según las militantes feministas, que fueron muchas en los primeros núcleos, el concepto tradicional de la familia era antagónico al nuevo modelo de relación entre los sexos (o género como se estila actualmente),  que  habría de desarrollarse en los kibbutzim. La procedencia fundamentalmente de Europa del este por parte de estas personas, con su cultura  hegemónica  más bien conservadora al  respecto, explica la fuerza que tuvieron estas ideas. De hecho, el igualitarismo que defenderá el sistema implicará fundamentalmente la cuestión del género. La comunidad por sobre la familia fue la premisa de los primeros tiempos.

En consonancia con lo anterior, todos los medios de producción y todos los ingresos  habrían de ponerse en común. En nuestras entrevistas en Israel, nos  comentaban anécdotas muy interesantes al respecto, caso de la familia que recibió  de herencia un televisor en los años setenta. La familia, recibió el artefacto y lo llevó a su hogar. Al día siguiente se constituyó una Asamblea, para llamar la atención a la citada familia sobre la conducta egoísta y anticomunitaria, al llevar la TV a la casa, obligándosele en tal sentido, devolverla a la comunidad. Al otro día, y para siempre, el televisor pasó a formar parte del paisaje tradicional del salón común.

El lector irá comprendiendo la importancia que tuvo toda la discusión acerca de los presupuestos, en relación con lo anterior. Efectivamente hoy una de las mayores discusiones que tienen lugar en el sistema, es si se privilegia el presupuesto común o el familiar. El proceso que parecen tomar los hechos, es que éste último toma más fuerza con respecto al primero, lo que coincide además, con la mayor importancia asignada a la familia desde fundamentalmente la última década. Esta discusión se relaciona con la arriba mencionada sobre las necesidades que debían ser satisfechas y el  modo en que se operaría al respecto. Dicha discusión ha llevado entonces, a una mayor flexibilidad en la materia, y una nueva adaptación a los valores imperantes en el resto de las sociedades[12].

El  otro vínculo que podemos hacer sobre estos asuntos que venimos desarrollando sobre el rol de la familia, es el relativo a los niños. Efectivamente, el sistema de los kibbutzim está presente en mucha gente por una particularidad que llamó mucho la atención, incluso más allá de la particular forma de distribuir los ingresos: se trata de la educación de los niños, y en particular, de los "children´s houses", separadas de las casas de sus padres. Como ya se señaló, buena parte de la explicación de este fenómeno ya abandonado en todo Israel,  proviene de la particular situación de inseguridad que se vivía en la época, razón por la cuál se  asignaban a los niños los lugares más seguros de la comunidades, para que vivieran juntos. Sin embargo hay otras dos razones que también son muy importantes: el principio de socialización y la visión feminista del rol de la  mujer en el hogar. Conforme al primer principio, los niños serían mejor socializados en los valores comunitarios, por medio de la educación  conjunta, pero también por medio del compartir las tareas diarias, incluso el mismo dormitorio que el resto de los niños. El crecimiento en conjunto, según estas tesis, ayudarían a fortalecer las relaciones de compañerismo  y comunitarismo entre los pares. El segundo principio, por su lado, obedece como ya se dijo, a la importancia que tenían las ideas de liberalización femenina entre las pioneras fundadoras de los kibbutzim. De acuerdo a ello, se sostenía que el camino correcto para la verdadera liberalización pasaba, entre otras cosas, por superar la noción tradicional de familia, y desterrar las labores comúnmente dirigidas por las mujeres, entre las cuáles el cuidado de los niños por parte especialmente de las madres. A pesar de ello, se sostiene comúnmente que las  razones principales de esta particular institución de la "casa de los niños" obedeció justamente a  razones estratégicas en caso de probables y factibles acciones armadas.

Veamos ahora algunos de los asuntos más interesantes en lo que concierne a la vinculación de la comunidad alternativa con el mercado. Estos problemas, no sólo son centrales en lo que respecta a nuestra investigación, sino que además, son tema central en la  reflexión de los kibbutzim, y en los estudios realizados en el marco de diversos seminarios y congresos  académicos vinculados a la temática.

Es evidente que los fundadores del sistema buscaban un modo alternativo de vida, en  base a varios principios entre los cuáles primaba sin duda el del  igualitarismo. No debe llamar la atención entonces, que estas comunidades fueran establecidas en el medio rural. Como mostramos en la primera parte de esta investigación, las  ciencias sociales analizaron ya desde los clásicos las  diversas formas de interacción y solidaridad social que desatan los medios rurales  de los medios urbanos. Quien más se aproximó a las diferencias ha sido sin duda Tönnies. Pues bien, como es conocido,  la mayor parte de las iniciativas alternativas de tipo comunitario han sido desarrolladas en el medio rural[13]. En el caso de los kibbutzim ello  tiene además de las  explicaciones lógicas (el medio rural genera vínculos solidarios más fuertes que el medio urbano; una relación más estrecha, del tipo "cara a cara", etc.), las vinculadas a las estratégicas (había que tomar y luego defender un territorio nacional); y a las  ideológicas formadas en el seno del  sionismo, ya que buena parte de sus intelectuales  fueron madurando la  necesidad de un auténtico retorno y cultivo de la tierra[14]. Pero además, hay una razón eminentemente económica que se relaciona con los vínculos de la comunidad con la sociedad mercantilista: era una aspiración de los viejos pioneros, lograr una especie de autarquía, la que es solo posible en el medio rural,  en la medida que sólo en éste es posible la producción de los bienes básicos de supervivencia. 

Como ya dijimos, los primeros años se caracterizaron por una notoria importancia, sino total    hegemonía, de la producción primaria[15]. Buena parte de la misma era autoconsumida, y la otra parte era centralizada por medio de cooperativas de los kibbutzim, las que se encargaban de su colocación en el mercado. Fue esta la primera forma de vínculo con el mercado competitivo. El pasaje a otras formas de producción, entre las cuáles las industriales, no eran ya aptas para la conformación de las mismas cooperativas de colocación, por lo cuál se inicia otra forma de inserción, esta vez con un mayor número de "comerciantes" encargados de buscar los mercados para la colocación de los productos.

Este pasaje  se desarrolló en el marco de un crecimiento económico del Estado de Israel, que generó además una mayor división del trabajo y la constitución de clases sociales  disímiles, cuando años atrás se expresaba categóricamente que "Israel es en esencia una sociedad sin clases"[16]. El pasaje de un pensamiento socialista sionista a  un liberalismo como fuerza hegemónica en el plano de las ideas, también contribuyó, no sólo a una lenta sustitución de mano de obra por moderna tecnología, sino además, de actividades primarias a otras de tipo secundario. La mayor educación de las nuevas generaciones haría el resto: entonces sería más redituable utilizar los recursos humanos en tareas más productivas  que las tradicionales. 

Esos acontecimientos vinieron de la mano  también, con otro de los  aspectos más discutidos ideológicamente en los kibbutzim. Nos referimos a  la  figura del asalariado, hoy de mucho peso en el sistema, y que hunde raíces en este proceso que acabamos de señalar. Ya Desroche en su visita a Affikim, en medio de este proceso, había llamado la atención sobre este fenómeno: "Como todos los kibbutzim dedicados a la actividad industrial, Affikim debe soportar lo que la carta kibutziana considera una anomalía: el salariado, el que por lo demás tiende aquí a devenir un régimen dominante. Varias explicaciones se da de ello: por una parte,  necesidad de hacer   marchar las máquinas 24 horas diarias  con un sistema de equipos de 3 x 8; por otra parte, obligación impuesta por el Estado de absorber  la mano de obra inmigrante,  imperativo nacional  que ha de prevalecer sobre el purismo kibutziano. Finalmente, y complementariamente:  los mismos asalariados  no manifiestan de modo alguno el deseo de pertenecer al kibutz"[17]. Increíblemente, esas mismas razones son las que operan 30 años después, como discurso legitimador por parte de  los miembros de cada uno de los kibbutzim que visitamos.

Análisis  teórico de la  experiencia: el  sistema de los kibbutzim como la  expresión más lograda de vida comunitaria.

Somos de la idea, al  igual que el grueso de los estudiosos en el tema, que los kibbutzim sintetizan los mayores logros en materia de experiencias comunitarias alternativas. Efectivamente, los anhelos por distanciarse de las sociedades urbanas y masificadas, guiadas por instituciones mercantilistas a la luz de valores más bien individualistas, fueron numerosos, fundamentalmente desde  luego de la Revolución Industrial y los posteriores procesos de  industrialización, que agudizaron las problemáticas vinculadas a los nuevos tipos de relacionamiento social.

Debemos remarcar que estas experiencias originadas luego de la Revolución Industrial, con fuerte componente anti-urbano y anti-mercantilista (recuérdese la importancia de las experiencias como New Harmony),  se encuentran inmersas en un proceso iniciado con bastante  anterioridad,  sobre el renacimiento, cuando la economía monetaria vendría a debilitar a las sociedades tradicionales de base rural, facilitando de esta manera la ahora llamada movilidad social, del medio rural al medio  urbano.

Detengámonos entonces brevemente en el Renacimiento, para  citar la labor de Johannes Althusius. Nacido en Alemania, sobre fines del siglo XVI, fue un defensor  ardoroso de la vida comunitaria, fuertemente afectada por las  nuevas condiciones del  moderno  orden capitalista reinante. Podríamos catalogar a este autor como perteneciente a la amplia gama de pensadores utópicos, pues su obra principal, inspirada en Aristóteles, Política,  proponía un  nuevo orden, basado en las formas de vida más comunitarias, trayendo para ello a colación diversos  pasajes bíblicos donde se mostraba con claridad diversas formas comunitarias en la tradición hebrea.

Althusius,  comienza su obra, señalando las tendencias naturales del hombre para vivir socialmente juntos en procura de la ayuda  mutua; a este fenómeno lo catalogó como "consociatio  symbiótica",  rescatando en primer lugar el rol que debía cumplir en este sentido la familia, y dentro de ésta, los ancianos. Un segundo orden de vida comunitaria al que llamó "consonciatio  collegarum", integraba los grupos secundarios formados por lazos económicos, sociales y religiosos. Finalmente un tercer tipo de  grupo social, llevaría el nombre de "consociatio universitatis" que provee la armazón para la  unión general, y la instauración de políticas comunes que a todos pudieran beneficiar.

Quien continuó su obra fue otro alemán, Otto von Gierke, nacido en el siglo XIX, a quien también llamó la atención las diferencias notorias entre la vida comunitaria de  base rural, en oposición a la creciente vida urbana,  mucho más individualista. Las tesis de este autor, publicadas en Berlín en 1868 (Das Deutsche Genossennschaftsrecht), intentaban mostrar cómo los viejos valores comunitarios eran más apropiados a la cultura alemana que aquellos basados en el individualismo y las  transacciones monetarias. Indudablemente su  militancia por una ética de mutua asistencia en contraste con lo que sucedía en las crecientes sociedades masificadas, habrían de influir en la  labor académica de Tönnies, quien publicaría unos años después su estudio contrastando ambas formas sociales de vida.

Finalmente debemos  hacer mención a la notable labor desarrollada por el filósofo polaco Martín Buber, defensor acérrimo de las  utopías, de la vida  comunitaria, de las relaciones "yo-tú"[18], y más propiamente de la vida en kibbutzim,  que él mismo experimentó  hasta su muerte acaecida en 1967.  Todas estas expresiones fueron madurando una vez que  este autor,  nacido en el medio  rural, tomara conocimiento de las  relaciones de camaradería reinante entre los miembros del  grupo  hasídico. En efecto, el  Hasidismo (del hebreo hasidim, 'piadosos'), proviene de la antigua historia judía, y se refiere a personas piadosas, que se  distinguían por sus actos de caridad, tal cuál queda expresado en algunos pasajes de  los  Libros de los Macabeos y  del Talmud. Sobre mediados del siglo XVII se constituyó en base a esos pasajes, un grupo o  secta  mística judía, liderada por el carismático Baal Shem Tov, quien al parecer tuvo enfrentamientos con la  ortodoxia judía, apegada a rígidos formalismos de sus prácticas religiosas, y con los  dirigentes judíos más poderosos y adinerados. Aún así, el grupo creció  notoriamente, y con mayor aceptación entre la comunidad pobre. Luego del holocausto, su número quedó reducido, a pesar de lo cuál, la labor de Buber fue muy importante para su renovación. También tuvo Buber, una especial influencia del lider Sionista Aaron David  Gordon, y en el plano más propiamente académico, de Wilhelm Diltey, Georg Simmel,  Ferdinand Tönnies, y  más claramente aún, del defensor de las comunas anarquistas, Gustav Landauer[19].  Su nacionalismo, sin embargo, era de neto corte personalista comunitario, como nos lo recuerda Carlos Díaz, quien recoge un texto de 1946 muy claro en cuanto los alcances que Buber daba a la cuestión nacional: “El nacionalismo entusiasma al pueblo y lo conduce a la lucha por su liberación, para suplir sus carencias. Pero cuando el nacionalismo traspone este límite que la curación de la enfermedad exige, entonces es atrapado y cae en la trampa de la soberbia, lo que es un signo patológico. Y entonces se vuelve opresor de otros pueblos, y esto es lo que realmente sucede en la actualidad. Establecer los límites entre el nacionalismo legítimo y el ilegítimo y su continua y nueva delineación a través de un proceso de cambios y situaciones modificables es la misión de una persona honesta /.../ Porque Israel no puede curarse, no puede conseguir su bienestar separando los conceptos de pueblo y de comunidad de fé”[20].

Tönnies es un autor muy conocido. El lector comprenderá que este autor alemán ha sido fundamental en el análisis del  comunitarismo, constituyéndose en un verdadero clásico en la materia. Con posturas algo diferentes a la de éste, en 1922 surge el autor de "Die Soziiologishe Kategorie des Bundes", el también alemán, y amigo de Buber, Hermann Schmalenbach. Efectivamente, éste autor criticará la concepción un tanto "naturalista" de Tönnies, defendiendo una nueva concepción de comunidad, que para diferenciarla de la clásica fórmula de  la Gemeinschaft, llamará Bund o comunión. El  intento de Schmalenbach consistiría fundamentalmente en concebir un sistema comunitario que no antagonizara con el predominante "societario", sino más bien, que pudieran convivir, de forma  que en vez de  pensarse en comunidades compuestas por naturales elementos de  consanguinidad, pudieran ser concebidas otras integradas de  forma voluntaria,  con carácter temporal, y con un componente especial de ideología.

Buber terció en esta disputa conceptual, y en los años treinta, lanzaría al ruedo su concepto de "Lebensgemeinschaft". Era consustancial a éste, su visión de vida-compartida (shared life), en contraste con los  intereses-compartidos (shared interest) propios de la Gesellschaft.

La literatura norteamericana, por su lado, utilizaba otros arsenales conceptuales. Sabido es que el término "comunidad" para los anglosajones era de un uso más superficial, corrientemente utilizado para hacer mención a relaciones de tipo "cara a cara". El sociólogo  Edward Shils probablemente  haya sido de los más influyentes en su lengua en lo referido a  estas cuestiones. Tomando la clásica distinción de Cooley entre grupos primarios y secundarios, definirá a los primeros caracterizados por "un alto grado de solidaridad, informalidad en el código de roles que regulan la conducta de los miembros, y en autonomía en la creación de esos roles"[21]. El mismo Shills, tendrá acceso a los textos de Schmalenbach, y coincidirá con su concepto de Bund, en contraste con el de Tönnies. De esta  manera, interpretaba el norteamericano que la gente  formaba  su Bund o grupos primarios en busca de solidaridad, utilizando para ello diversos medios entre los cuáles evidentemente un territorio en común, trabajos compartidos, ideología, etc.


PREGUNTA

Teniendo en cuenta la experiencia de Mondragón y las supuestas desviaciones a las que hace referencia el autor, ¿Ud. cree que es imposible ser competitivo y solidario al mismo tiempo?. Justifique su respuesta en hasta dos carillas.

 


[1] Cfr. Areito-Aurtena, I.: Los Kibutz. La experiencia cooperativa israelí, Barcelona, Ceac, 1986.
[2] Cfr. Alon, A.: Wir Besuchen Einen Kibbutz (Una visita al Kibutz), Israel, Palphot,  s/f.
[3] Movimiento doctrinario que pretende reunir la diáspora judía en una nación judía. Si bien sus orígenes se remontan a muchos siglos atrás, hay coincidencia en señalar a 1896 como un año clave. Allí Theodor Herzl, periodista judío austríaco, publicó un pequeño libro llamado Der Judenstaat (El Estado Judío), en el que analizaba las causas del antisemitismo, a la vez que sugería su solución: la creación de un estado propio. Un año después, es organizado en Basilea el I Congreso Sionista, al que asistieron unos 200 delegados. El congreso formuló el programa de Basilea, que se convirtió en la plataforma programática del movimiento sionista, al determinar que el fin del sionismo era la creación “para el pueblo judío de un hogar en Palestina garantizado por el Derecho Público”. El congreso fundó también la Organización Sionista Mundial, la cual estaba autorizada a establecer delegaciones en todos los países que contaran con una población judía considerable. De allí en más la historia continúa con encuentros y desencuentros en materia estratégica entre diferentes corrientes internas, entre las cuáles, la de mayor influencia en el sistema de los kibbutzim, el sionismo socialista. Ben Gurión subrayara la importancia, en tal sentido, de “concebir un Estado Judío organizado en Tierra Santa conformes a las leyes del Pentateuco, esto es, sobre base socialista”. Cfr. Buen Gurión: Prefacio a L´Etat Juif. Essai pour la solution moderne de la question juive, Jerusalem, 1954.
[4] Cfr. Blasi, J.: The Communal  Experience of the Kibbutz, New Brunswick  and Oxford, Transaction Books, 1986.
[5] En realidad, si no  hubo una mayor proyección, fue por la constante aproximación de la vida kibutziana al modelo de los moshav shitufim, donde los medios de producción son colectivos, pero luego la familia tiene una vida independiente en la satisfacción de sus necesidades. Sin dudas el rol de la familia  en este sistema contribuyó a la evolución manifestada en los kibbutzim durante los últimos años.
[6] Cfr. Alon, A.: Op. Cit.,  pág. 2.
[7] A manera de ejemplo, los kibbutzim afiliados a Artzi según datos de 1998, habían producido en sus establecimientos 175 millones de litros de leche, 25 mil toneladas de pollo, 10 mil toneladas de pavo, y 4 mil toneladas de pescado. Cfr. www.kba.org.il/eng
[8] Cfr. Alon, A: Op. Cit, p. 6
[9] Nótese  sin embargo, cómo Desroche, en su viaje a Israel en 1958 ya había detectado el desuso de la casa de los niños, ni más ni menos que en Degánia: “la mayor concesión acordada a las reivindicaciones familiares, (está) representada por el  hecho  que los niños vuelven al seno de su familia a las cinco de la tarde para pasar la noche con sus padres. Antes no era así y –como se verá- tampoco es así en otros lugares. Se trata de una de las más grandes cuestiones debatidas en  las  diversas  instancias kibbutzianas. Cfr. Desroche, H.: Op. Cit., p. 56
[10] Cfr. Margalith, I.: Rotschild et la colonisation juive en Israel, París, Riviere, 1957.
[11] Cfr. Maron, S. Kibbutz in a market society, Israel, Yad Tabenkin, 1993.
[12] “El resultado ha sido un sistema de presupuestos personales que permite al miembro individual comprar una variedad amplia de géneros y servicios de acuerdo a sus inclinaciones. Ese desarrollo ha sido la mayor concesión a la cultura de consumo de la sociedad de mercado”. Idem. Ant., p. 20.
[13] Hay sin embargo algunas excepciones. En Israel, por ejemplo, hemos sido testigos de un emprendimiento de kibbutz urbano.
[14] Aquí debemos señalar la enorme influencia ejercida en algunos intelectuales de la talla de Buber, por parte de Aaron David Gordon, quien escribió y practicó la “religión del trabajo”, concepto tolstoyano que concebía que la unión del pueblo y de la tierra se lograba trabajando el suelo.
[15] Nótese la importancia de este dato, ya que hasta el desarrollo de los primeros kibbutzim, el pueblo judío no solía encargarse de tareas agrícolas. Este sistema venía a romper entonces, una larga tradición donde a los judíos correspondía roles de comerciantes, bancarios, y en segunda instancia industriales.
[16] Cfr. Goiten, S.: Jew and Arabs, Schocken, New York, 1955, p. 13.
[17] Cfr. Desroche, H. Op.Cit., p. 67.
[18] Nos estamos refiriendo a su obra “Yo y Tú”, de 1922, que iniciaría una verdadera filosofía del diálogo, una especie de existencialismo centrado en la distinción entre relaciones directas o mutuas (a las que llamó “la relación Yo – Tú”, o diálogo) enlas que cada persona confirma a la otra como valor único y las relaciones indirectas o utilitarias (a las que llamó “yo – él”, o monólogo), en las que cada persona conoce y utiliza a los demás pero no los ve ni los valora en realidad por sí mismos. Observemos el humanismo que denotan estas afirmaciones, y cómo influyó ello en el movimiento comunitario.
[19] A su vez, la obra contemporánea de Etzioni se conecta explícitamente con Buber. En My Brother´s keeper (2003) reconoce su deuda con Buber, a quien cita en pasajes centrales de sus obras The New Golden Rule (1996) y The Third Way to a good society (2000)
[20] Cfr. Díaz, C.: Treinta nombres propios (las figuras del personalismo), Madrid, Fundación Mounier, 2002.
[21] Cfr. Shills, E.: The study of the primary group, The Policy Sciences, edited by D. Lerner and H. Lasswell, Standford University Press, 1951; en Maron, Op. Cit., p. 49.