Capítulo 8. LA GRATUIDAD Y LAS DONACIONES

Las personas expresamos nuestra generosidad, nuestro afecto y amor, y nuestro efectivo compromiso con personas, organizaciones, procesos y dinámicas sociales, realizando donaciones, o sea, aportándoles dinero, recursos, trabajos y conocimientos, de manera gratuita, sin cobrar por ello ni esperar una retribución o recompensa. Un indicador efectivo de nuestro nivel de generosidad y compromiso, es el porcentaje de nuestros ingresos, recursos y tiempos de trabajo eficaz, que regalamos a aquellas personas o causas que afirmamos que cuentan con nuestro apoyo y valoración. Si nada ofrecemos gratuitamente, nuestras declaraciones de amor y compromiso son ‘pura música’, como se dice.

La gratuidad y las donaciones son muy importantes, y puede fácilmente demostrarse que las más grandes obras de progreso de la humanidad, y muy relevantes creaciones y transformaciones positivas que experimenta la sociedad, son el resultado de la acción generosa de personas, organizaciones y grupos que han aportado gratuitamente dinero, recursos, trabajos y conocimientos para que esas obras, creaciones y procesos pudieran realizarse.

Pero las donaciones han sido muy poco estudiadas por las ciencias sociales, políticas y económicas, aunque constituyen un ámbito fundamental e indispensable de la vida, las actividades y las relaciones humanas. Reconociendo la importancia de la gratuidad y las donaciones, en la Teoría Económica Comprensiva son un tema destacado, y el conocimiento y la comprensión que de ellas se hace pueden aplicarse en aspectos centrales y decisivos de nuestras vidas personales, y también a nivel social.

Al abordar este tema científicamente, hay que hacer una aclaración importante, porque actualmente se habla de gratuidad para referirse a todo lo que, sin pagar por ello, reciben las personas del Estado, en salud, educación, pensiones y otros servicios. En este sentido, donación sería lo que se recibe sin que se pague por ello alguna retribución. Pero ¿de dónde proceden los recursos con que el Estado provee esos beneficios a las personas que los necesitan? En gran parte los obtiene de transferencias que las personas y las empresas le hacen al pagar impuestos, tributaciones y multas, por las cuales esos contribuyentes no reciben una retribución o un pago por ellas. Pues bien, si por gratuidad entendiéramos todo lo que es transferido y recibido por un sujeto económico sin efectuar por ello un pago de su valor equivalente, podríamos concluir que el Estado es el gran receptor y el gran dador de donaciones; pero no es así. En realidad, lo exacto es decir que el Estado es una especie de intermediario entre los recursos que obliga que le entreguen las personas y las empresas, y las asignaciones y subsidios que transfiere a otros miembros de la sociedad. Pero eso no es gratuidad ni donación, ni por parte de los que pagan impuestos y contribuciones, ni de los que reciben subsidios y beneficios.

Ese falso concepto de la gratuidad ha sido difundido por la clase políticas y las burocracias del Estado, porque les conviene y les gusta hacer creer que son ellos quienes actúan con generosidad cuando asignan recursos para resolver problemas de sectores de la población. Pero en verdad, no hay generosidad especial en quienes hacen aquello, que no es más que cumplir con sus deberes, por lo cual son debidamente remunerados. Ocurre más bien al revés, que los políticos ven acrecentarse su poder, y lo buscan conscientemente, al realizar esas asignaciones y subsidios, toda vez que gran parte de la población elige como sus representantes a quienes les ofrezcan más cosas gratuitamente, y que pongan más elevados tributos e impuestos a otros.

Para evitar confusiones como esas, la Teoría Económica Comprensiva distingue entre lo que son las donaciones que se hacen de manera voluntaria entre personas, empresas y organizaciones privadas, y los circuitos de ‘tributaciones y asignaciones’, que corresponden en cambio a las transferencias que recibe y realiza el Estado, en forma de impuestos y de asignaciones presupuestarias y subsidios.

El tema de las donaciones constituye toda un área de la Teoría Económica Comprensiva, y es bastante complejo y sumamente interesante. Pero aquí me referiré solamente a un aspecto, al comportamiento donante, esto es, a lo que hacemos gratuitamente, a lo que regalamos, a nuestra participación en los circuitos de las donaciones en cuanto donantes voluntarios, que entregamos a otros o compartimos con otros algo que tenemos, sin esperar por ello una retribución o un pago. O sea, a la gratuidad como acción benevolente y generosa.

La Teoría Económica Comprensiva nos enseña el mejor modo de realizar donaciones en función de los fines que queramos lograr. Para ello es conveniente precisar ante todo qué podemos donar, y cuánto vale lo que donamos.

Donar no es regalar cualquier cosa, sino algo que tenga un valor tanto para nosotros como para quienes lo reciben. Podemos donar dinero, cosas, trabajo y conocimientos, que tengan un valor real y verdadero. El valor de lo que donamos dependerá de la utilidad de esas cosas que regalamos, de la productividad de nuestro trabajo, de la calidad de los conocimientos que entreguemos, y de la cantidad y valor del dinero que aportamos.

Pero es importante comprender que el valor de aquello que donamos no lo establece el donante, sino el receptor o beneficiario de la donación, que es a quien lo recibido le podrá ser más o menos útil. Esta es una diferencia importante respecto al valor que tienen esas mismas cosas, trabajo, conocimientos y dinero en el mercado, donde el ‘valor de cambio’ es el precio en que vendedor y comprador acuerdan hacer la compra-venta.

En el caso de las donaciones, es bastante probable y común, que el valor que los donantes atribuyen a lo que regalan, sea muy distinto al valor que le asignan quienes lo reciben. Y no se trata de una relación simétrica, porque normalmente en las donaciones, donante es el que posee más, y receptor o beneficiario es el que posee menos. Por eso, en el caso de una donación en dinero, es probable que el receptor, siendo pobre, le atribuya más valor que el donante, porque ese dinero le servirá para adquirir bienes que considera de alto valor porque lo usará para satisfacer necesidades básicas. Pero, al revés, en la donación de conocimientos, el receptor, si es más ignorante que el donante, probablemente atribuirá menos valor al conocimiento que recibe, que el valor que le asigna el donante, porque mientras éste sabe bien lo que vale el conocimiento, el receptor lo captará solo parcialmente e incluso no sabrá bien cómo aplicarlo. Además, la recepción de conocimientos implica de parte del receptor un esfuerzo de aprendizaje, que no siempre está dispuesto a realizar. Es por esto que personas muy sabias que pasan su vida regalando valiosos conocimientos, suelen tener escaso reconocimiento, mientras que personas que solamente regalan una pequeña porción de su dinero, son considerados grandes benefactores y filántropos.

Por eso es importante abordar otra pregunta: ¿a quiénes donar? Una primera respuesta obvia es que sólo hay que realizar donaciones a quienes las necesitan y que estén dispuestos a recibirlas. Pero no es tan sencillo seleccionar bien a quiénes donar, que merecen nuestras donaciones y que las aprovecharán convenientemente. Esto, por muchas razones.

A menudo quienes necesitarían y harían muy buen uso de donaciones que reciban, no las solicitan. Y no siempre quienes piden donaciones son los que más las necesitan. Y muchas veces los receptores no hacen con lo que reciben aquello para lo cual lo solicitaron.

Ocurre que muchos pedigüeños de donaciones se especializan en conocer cuáles son las motivaciones de los potenciales donantes, con el propósito de formularles sus peticiones no según las efectivas necesidades y proyectos que tengan, sino en función de motivar e incentivar la donación. El mundo de las donaciones está, en efecto, plagado de engaños y de mentiras. Y aunque el hacer donaciones es considerado como expresión de generosidad, tanto por quienes las hacen como por quienes saben de ellas, demasiado a menudo las donaciones resultan nocivas y dañinas, porque en los hechos promueven actividades inapropiadas, favorecen a quienes no se debiera favorecer, generan dependencias, fomentan el engaño y la ineficiencia. Por eso, si somos personas generosas, destinaremos tiempo y reflexión para seleccionar bien a quiénes destinaremos nuestras donaciones, a quiénes beneficiaremos con nuestros dones.

Esto nos lleva a una tercera pregunta. ¿Cuánto donar? Al respecto, pareciera que fuera conveniente donar lo más posible, sea porque ello implica mayor generosidad del donante, y más beneficios para los receptores. Pero las cosas no son tan sencillas.

Si, como dije al comienzo, el valor de las donaciones lo establece el receptor y no el donante, es importante que éste – el donante – conozca el valor que le atribuya el beneficiario a lo que se le regala, y lo que realmente hará con ello. Un primer aspecto a considerar es que si el receptor recibe, por ejemplo, más dinero del que les es estrictamente necesario para lo que necesita hacer, él ‘descanse’ en el donante, y en vez de aplicar sus propias capacidades y recursos a lo que desea o necesita, se ahorre el esfuerzo, con lo cual perderá su propia energía, se desarrollará menos de lo que puede, e incluso puede caer en la dependencia respecto del donante. Así ocurre también con la donación de trabajo. Si el donante realiza todo el trabajo, o gran parte de éste, sin exigir que el beneficiario ponga su parte, éste perderá la oportunidad de desarrollarse.

En la donación de conocimientos sucede también algo peculiar. Como señalé al comienzo, el conocimiento no se puede recibir sin realizar un esfuerzo de aprendizaje. La transferencia gratuita de conocimientos requiere la participación activa tanto del donante como del receptor. Muchísimas personas no están conscientes de esto. Me ha ocurrido muchas veces – lo pongo como ejemplo para explicar el punto -, que hablando de un libro, personas suelen decir: “yo lo tengo”, o “a mí también me lo dieron”, o “lo bajé, o lo bajaré de internet”. Pero, si no lo han leído, no se han apropiado del conocimiento, sino solamente de un objeto de papel o de un montón de bits. Las ONGs suelen publicar muchos libros, porque les pagan por hacerlo, y como el costo lo han asumido los donantes, los regalan a cualquiera. Esos libros suelen abandonarse en los estantes y escritorios sin ser nunca leídos.

Con los libros y los cursos disponibles en internet para ‘descargar’ ocurre algo parecido. Muchos son los que ‘descargan’, pero pocos los que leen y estudian. Y esto genera un problema, porque es sabido que lo que mucho abunda y fácilmente se obtiene, es poco apreciado y valorado. Así, cuando un autor coloca sus obras a libre disposición en internet, debe estar consciente de que asume el riesgo de que sus trabajos sean escasamente valorados. Pues, como dije al comienzo, en las donaciones, el valor lo establecen los receptores, no los donantes.

Esto plantea un dilema a quienes quisieran contribuir con conocimientos rigurosos y profundos al desarrollo de alguna causa o proceso cultural, social o espiritual. Porque en un contexto en que se difunden gratuitamente tantas informaciones de escaso valor y profundidad, y en que en consecuencia todo lo que se ofrece adquiere un valor muy bajo a causa de la abundancia, agregar a esa inmensa corriente, en forma igualmente gratuita, la propia obra que se considera especialmente valiosa, implica desvalorizarla, en alguna importante medida.

En Univérsitas Nueva Civilización hemos adoptado una forma de donar que es un modo de enfrentar el problema con coherencia con lo que enseña la Teoría Económica Comprensiva. Hemos creado un ‘campus gratuito’, en el cual no ofrecemos los cursos ni los libros completos, sino algunos capítulos de cada libro y algunas lecciones de cada curso. Si al leernos y estudiarlos, los que acceden a ellos gratuitamente los valoran realmente, tienen la posibilidad de adquirir esos libros y matricularse en esos cursos completos, pagando por ellos algún valor, que aunque sea muy bajo, pone de manifiesto que hay un real interés por leer y estudiar, y no solamente por acumular archivos descargados. Así difundimos con cierta amplitud, sin desvalorizar lo que consideramos debe ser altamente apreciado en razón de su calidad.

A cada uno nos compete decidir qué donamos, a quiénes lo hacemos, en qué cantidades y calidades, y con qué fines realizarlo. La gratuidad que cada uno de nosotros sea capaz de desplegar y realizar, es un modo muy eficaz de contribuir al logro de aquellos fines culturales, sociales, políticos y espirituales que nos interesa que se creen y se propaguen en nuestras sociedades. Y si es muy importante que seamos, con tales fines, lo más generosos que podamos ser, es igualmente relevante que nos guiemos por el conocimiento riguroso y la comprensión de la complejidad, más que por las emociones circunstanciales y transitorias, que son tan exacerbadas y manipuladas en nuestra sociedad que nos quiere subordinados y dependientes, y no verdaderamente creativos, autónomos y solidarios.

Luis Razeto
 

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