Uno de los conceptos más importantes de la Teoría Económica Comprensiva es el de Mercado; un concepto que –igual como hicimos con el concepto de empresa al que me referí en aplicaciones anteriores – lo reformulamos enteramente, en correspondencia con la nueva estructura del conocimiento propia de esta teoría, comprensiva y compleja.
En las teorías económicas convencionales, el mercado es entendido como una organización constituida de parámetros y de variables (ofertas, demandas, precios, productos, tasas de interés, tipos de cambio, etc.), que se regulan automáticamente buscando equilibrios, conforme a un conjunto de ‘leyes del mercado’, del tipo: “si baja la tasa de interés disminuyen los ahorros y suben la inversión y el gasto”. Eso correspondería – se afirma - a la ‘racionalidad económica’ natural del mercado.
En la Teoría Económica Comprensiva no negamos que si baja la tasa de interés disminuye el ahorro y sube el gasto y la inversión; pero proporcionamos de ese hecho una explicación diferente. Decimos que si ocurre así, no es por una ley natural objetiva, sino porque un alto porcentaje de los agentes económicos funciona actualmente conforme a una lógica determinada; pero si las personas y las empresas, afectadas por cualquier circunstancia, decidieran modificar su comportamiento, esa supuesta ‘ley del mercado’ dejaría de funcionar. Las llamadas ‘leyes del mercado’ – afirmamos en la Teoría Económica Comprensiva - son solamente efectos del comportamiento relativamente homogéneo de las personas, en un contexto social, jurídico, político y cultural determinado, en el que predomina una cierta orientación colectiva. Responden, esas supuestas leyes, a comportamientos que se han generalizado, en el contexto del que en la Teoría Económica Comprensiva llamamos “mercado determinado” predominante.
Para la Teoría Económica Comprensiva, el mercado no es un mecanismo automático constituido de parámetros y variables, que opere conforme a una racionalidad objetiva, sino que es una gran correlación de fuerzas sociales y personales, en que las personas, organizaciones y empresas actúan con motivaciones y objetivos particulares, y donde se expresan las subjetividades y valores de los sujetos, que hacen alianzas, compiten, se engañan unos a otros, y también cooperan y se asocian solidariamente.
En el mercado determinado, las decisiones de todos se coordinan, teniendo unos sujetos más poder que otros, incidiendo por tanto cada uno en distinta proporción sobre los resultados que se obtienen. Pero todos, cada uno de los que actuamos en el mercado, ejercemos alguna influencia, tenemos algún poder, de modo que nuestras opciones particulares, con nuestras propias motivaciones, objetivos y valores, tienen incidencia. Nuestra influencia puede ser muy pequeña, porque los que actuamos en el mercado somos muchos; pero cada uno tiene algún poder de mercado, y ejerce alguna impacto.
Si al subirse la tasa de interés se reducen el consumo y la inversión y aumenta el ahorro, es porque hay una correlación de fuerzas sociales en el mercado, en que predominan quienes actúan buscando maximizar el rendimiento de su dinero. Pero el mercado y la correlación de fuerzas que existe en él, es cambiante y puede ser modificada. Porque es algo muy distinto a un mecanismo automático que se regula por sí mismo. Sin duda, algunos tienen mucho poder de mercado, porque controlan muchos recursos y factores, porque son grandes productores y grandes consumidores, porque disponen de mucho dinero, y otros tienen poco poder de mercado, en proporción a lo que tienen y a lo que hacen. Pero todos tenemos algún poder de mercado, en la medida en que participamos en él. Y podemos ampliar nuestro poder e influencia, como hacen por ejemplo los trabajadores al formar sindicatos, los consumidores al organizarse, los trabajadores-empresarios al formar cooperativas, etc.
Ahora bien, si comprendemos que el mercado es una gran correlación de fuerzas personales y sociales, y que está determinado política y culturalmente, podemos actuar organizadamente y con mayor o menor eficacia, para cambiar esa correlación de fuerzas. Podemos hacer que el mercado sea más democrático y menos concentrado. Democratizar el mercado, sostenemos en la Teoría Económica Comprensiva, consiste en hacer que las personas, los trabajadores-empresarios, los consumidores-inversores, y las pequeñas unidades económicas, tengan mayor presencia y más poder e incidencia en la economía, coordinándose horizontalmente en sus decisiones.
Cada una de nuestras decisiones económicas tiene influencia en el mercado, y contribuye a direccionarlo en sentido democrático o en sentido concentrador. Y no sólo mediante organizaciones sino también a nivel personal. Si, por ejemplo, me proveo de bienes en una gigantesca empresa comercial transnacional, entrego a esa empresa mi dinero, y con él mi confianza y mi poder de mercado, y contribuyo a hacerla más poderosa. Si me proveo de bienes en un mercado libre donde operan pequeños productores, les estoy entregando a éstos mi dinero, mi confianza y mi poder de mercado, contribuyendo con ello a democratizarlo. Si coloco mis ahorros en un banco o lo hago en una cooperativa, estaré incidiendo a favor de uno u otro mercado financiero. Me estaré coordinando con unos u otros actores económicos. Dicho más en general, cada decisión económica que realizo, sea con mi dinero, con mi fuerza de trabajo, con mis conocimientos, con mis actividades de gestión, etc., implica ejercicio de poder de mercado; un poder que transfiero a unos u otros agentes y sectores del mercado. Y significa también, coordinarme en forma vertical o en forma horizontal, como subordinado o como sujeto autónomo.
Comprender y tomar conciencia de todo esto, pudiera llevar a algunos a juzgar como éticamente incorrecto cuando optamos por abastecernos en una gran tienda comercial o manejar las finanzas en un banco. Quien juzgue de ese modo y saque conclusiones de ese tipo, estará pensando y analizando los hechos y las decisiones conforme a una concepción ideológica, y no de acuerdo a un conocimiento comprensivo de la complejidad de lo real. El asunto merece una atenta consideración.
Un primer aspecto que la Teoría Económica Comprensiva nos plantea, es la conveniencia del pluralismo económico, sea en cuanto a los tipos de empresas y de sectores económicos, sea en cuanto al tamaño de las empresas y de sus operaciones. El pensamiento ideológico tiende a ser unilateral y totalizante, en el sentido de postular que hay un sólo modo bueno de organización económica, sea éste el del libre mercado, o el de la planificación estatal, o el de la economía cooperativa. Pero una buena economía es aquella que considera legítimo y positivo que tanto los individuos y las familias, como las comunidades, organizaciones y grupos intermedios, y el Estado en sus diversos niveles, se constituyan como agentes económicos, creadores de empresas, organizadores de las ofertas y las demandas. Cada tipo de empresa y cada sector de la economía, con sus propias y distintas racionalidades, aportan al bien general de las personas y de la sociedad, cada una conforme a sus propias posibilidades y ventajas. Similarmente, hay bienes y servicios que requieren ser elaborados y distribuidos por empresas muy grandes, o por empresas medianas, o por iniciativas pequeñas y moleculares. A diferencia del pensamiento ideológico, que tiende a considerar que hay un solo modo adecuado de producir, distribuir, consumir y acumular, la Teoría Económica Comprensiva entiende que la mejor organización de la economía es una que sea pluralista, en el sentido de que en ella operen empresas de muy diferentes tipos, racionalidades y tamaños.
Relacionado con esto, un segundo aspecto a considerar es el de la eficiencia. La Teoría Económica Comprensiva atribuye extraordinaria importancia a la eficiencia económica; pero no emplea el mismo concepto de eficiencia que usa la economía convencional. En ésta, la eficiencia de una empresa se concibe en términos monetarios, como la diferencia entre los costos de producción y los ingresos que recaba por la venta de lo producido. En la Teoría Económica Comprensiva la eficiencia consiste en obtener la máxima satisfacción de las necesidades humanas, produciendo los bienes y servicios adecuados, con el mínimo desgaste, desperdicio o pérdida de recursos y factores productivos. Ello requiere que se cumplan muchas condiciones, que no es el momento de analizar aquí. Lo importante en relación al tema que estamos abordando, es comprender que la eficiencia es una exigencia y un valor moral de primer orden, porque toda ineficiencia implica alguna menor satisfacción de necesidades humanas, y alguna pérdida de recursos que debemos cuidar y aprovechar del mejor modo, especialmente en un mundo como el actual, en que hay tantas necesidades humanas insatisfechas, y tanta pérdida de recursos naturales y humanos. Siendo así, nuestras decisiones y opciones económicas deben prestar especial atención a la eficiencia con que operan los agentes económicos en los que ponemos nuestra confianza y a los que damos nuestro dinero y poder de mercado.
El tercer aspecto que debemos tener en cuenta cuando tomamos decisiones y efectuamos opciones en favor de unas u otras contrapartes, se refiere a nuestro propio objetivo económico, humano y social, que es lo que nos debe primeramente orientar en nuestras acciones. La economía no es el fin último de nuestra vida y de nuestras acciones, sino realizarnos lo más plenamente posible como personas integrales, en nuestras dimensiones individual y social, corporal y espiritual. Es en este marco ético general donde se abren las múltiples opciones económicas, entre las cuáles estamos siempre necesitados y obligados a decidir entre alternativas múltiples. Y es en esta perspectiva que se nos presentan abiertas, las posibilidades de optar favoreciendo la democratización del mercado y el mejor desarrollo económico en lo personal, lo familiar, lo comunitario, lo nacional y lo universal.
La Teoría Económica Comprensiva nos ayuda a comprenderlo y a tomar las mejores decisiones considerando toda la complejidad de la economía; y en último término nos indica que quienes decidimos – quienes debemos decidir - somos cada uno de nosotros, siendo lo más importante guiarnos por nuestros conocimientos y nuestros valores. Y no, por cierto, siguiendo la publicidad ni las tendencias que predominan en los mercados, que nos convierten en individuos subordinados, dependientes, estandarizados, masificados; individuos que no deciden por sí mismos ni controlan sus propias vidas.
Luis Razeto
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