Está ocurriendo actualmente una gran transformación del mercado, a nivel mundial. Una de aquellas raras transformaciones que significan un cambio de época, o el tránsito de una civilización a otra distinta. Una de las manifestaciones de este cambio – no la única, pero sí una muy relevante - es el surgimiento de la sociedad del conocimiento.
Cuando se habla hoy de ‘sociedad del conocimiento’ se entiende no solamente el hecho indudable de la gigantesca expansión de las informaciones y conocimientos que se crean y difunden constantemente en todo el mundo. No es sólo la cantidad lo que determina la sociedad de conocimiento, sino algo más específico, a saber, que el conocimiento se ha constituido como el principal factor económico creador de valor.
Es importante darnos cuenta de que el ‘valor’ que crea y potencia el conocimiento, no se manifiesta sólo en las empresas y en las actividades productivas directas. El conocimiento que se expande en un individuo, lo hace crecer, lo perfecciona, lo hace ‘ser’ y ‘valer’ más, en las distintas áreas de la actividad humana. El conocimiento que se desarrolla y difunde en una sociedad, en una comunidad, en una organización, en un movimiento social, los potencia, los hace más capaces, más fuertes, más creadores.
Cuando se habla de la ‘sociedad del conocimiento’, lo que se quiere habitualmente destacar es que el ‘valor’ y la productividad de las personas y de las empresas, está dado principalmente y cada vez más, por la capacidad que tengan de aprender, de generar y de desplegar conocimientos, de difundirlos y distribuirlos, y de aplicar esos conocimientos a la solución de problemas reales y actuales, innovando, perfeccionando y transformando las actividades, procesos, estructuras y sistemas. Pero el cambio que está implicando actualmente el desarrollo del conocimiento, sus nuevas estructuras y sus inéditas formas de difusión, es aún más profundo y más importante que eso.
En efecto, la sociedad de conocimiento constituye un cambio muy radical en el modo en que se organizan las relaciones humanas y sociales, y en que se coordinan las diferentes actividades y funciones. La sociedad del conocimiento es una realidad que está surgiendo, y es también un proyecto de transformación social que se está impulsando desde diferentes ámbitos. Un proyecto orientado a establecer un tipo de organización de la vida humana, en la cual las relaciones sociales se están configurando en base a las informaciones y los conocimientos que las personas y los grupos humanos poseen y que son capaces de emplear en sus actividades.
Ya no importan tanto como antes, la propiedad de los medios materiales de producción, o el ejercicio del poder político. En este sentido podemos decir que hay un profundo desplazamiento de lo que las personas y las sociedades ‘valoran’, de lo que consideran que vale y que por tanto merece ser buscado, creado, desarrollado.
El conocimiento es en sí mismo un valor económico, pero no sólo un valor, sino un factor productivo creador de valor; y más allá de esto, y más específicamente en la economía actual, el conocimiento se está constituyendo como el principal ‘factor organizador’ de las relaciones económicas. En el lenguaje de la Teoría Económica Comprensiva decimos que es un ‘recurso’, constituido como ‘factor’, y que se ha levantado por sobre los otros factores como ‘categoría’ económica organizadora.
Esto significa varias cosas. A nivel de las unidades económicas, de las empresas, significa que quienes ponen los objetivos de la empresa, y quienes determinan los modos que adopta la organización económica, son las personas poseedoras del conocimiento, y ya no tanto los propietarios del capital y los que detentan la administración. Estos pasan progresivamente a subordinarse a los que aportan el conocimiento, porque actualmente a las empresas les conviene operar con el máximo poder cognitivo, siendo el incremento de ese poder cognitivo el factor principal de la eficiencia, que la empresa trata de maximizar.
Algo similar ocurre a nivel del mercado. La coordinación de los diferentes agentes económicos, sean productores, consumidores o intermediarios, se realiza cada vez más en base a la información que procesan las tecnologías de la información y las comunicaciones, y las redes sociales. Se ha puesto en evidencia recientemente, que las empresas más grandes y poderosas del mundo son las que tienen y proveen información, empresas como Google, Facebook, Youtube y otras similares. Su principal valor es la cantidad de información que poseen, y su capacidad de relacionar con ella a todos los operadores del mercado, sean personas individuales o empresas. Son esas empresas proveedoras de información, las que conocen lo que los consumidores desean y lo que los productores ofrecen, y las que conectan las ofertas y las demandas de todo lo que se transa en el mercado, desde los servicios de taxis a las líneas aéreas, desde el mercado turístico al inmobiliario, desde los servicios educacionales a los financieros, y de todo tipo de productos que se ofrecen en los centros comerciales. Quienes coordinan los mercados son los que poseen la información y el conocimiento.
Esto nos permite comprender que la economía del futuro, la política del futuro, y la sociedad del futuro, serán construidas en gran medida y fundamentalmente, desde el conocimiento. Por consiguiente, la economía, la política y la sociedad del futuro podrán asumir formas y contenidos diferentes y diversos, según cuáles sean las formas y contenidos del conocimiento que será desplegado, y los modos en que se realice su producción y su difusión.
Ahora bien, en este ‘mercado determinado’ en que predomina el conocimiento, la mayoría de las personas se encuentran en condición subordinada y dependiente. No son autónomas: la información que se les provee los determina en sus comportamientos y en sus decisiones económicas. Como los siervos, que en la economía y civilización medieval estaban subordinados a los poseedores de la tierra; como los trabajadores y funcionarios, que en la economía y la civilización moderna están subordinados al capital y al estado; así ahora, en la economía del conocimiento y en la transición a una nueva civilización, los consumidores y las multitudes humanas se encuentran subordinados a los poseedores de la información y el conocimiento, que los manipulan y los controlan a través de la publicidad, los medios de comunicación y las redes informáticas.
Debemos entonces preguntarnos: ¿Podemos salir de la subordinación y alcanzar la autonomía en la nueva sociedad del conocimiento? Y ¿podremos incidir en cómo la nueva economía y la nueva civilización se organicen, influyendo en las formas, los contenidos y los valores que en ella predominen?
Para responder estas preguntas debemos comprender ante todo cómo funciona el sistema informático en la sociedad del conocimiento. En éste, todos somos permanentemente informadores, esto es, proveedores de información que potencialmente puede llegar a todo el mundo, y todos somos receptores de informaciones provenientes de todo el mundo.
Es obvio que por cada mensaje que damos en cualquiera de los medios de información – páginas web, facebook, twitter, Youtube y demás redes sociales -, incluso por cada ‘like’ que marcamos, estamos entregando información. La mayoría de las personas entregan mucha información, sin tener control suficiente de la información que proporcionan. Lo que ocurre lo podemos ver a través de un ejemplo sencillo.
Yo informo a un amigo por e-mail que en tal fecha comienzan mis vacaciones. En ese instante se activan automáticamente los centros informáticos del mundo, y empezaré a recibir como publicidad en mi cuenta de mail, en mi biografía de facebook, en mi twitter, en mi canal de youtube, y en cualquiera otra red en que yo participe, mucha información sobre líneas aéreas, lugares turísticos, hoteles, etc.. Si soy más específico, y le conté a mi amigo que me interesa visitar el sur de Chile, la información que recibiré será también más focalizada: versará sobre ofertas de vuelos, hoteles y servicios turísticos en localidades del sur del país. Mientras más específica la información que entrego, mas precisa la que recibo. Si, en otro ejemplo, informo que leí un libro, recibiré automáticamente información de numerosas casas editoriales sobre libros del tipo que se supone me interesa leer.
Así funciona el sistema informático, y por cierto, nos resulta muy útil, pues nos da a conocer lo que no sabíamos, nos ayuda a optar, y simplifica nuestra toma de decisiones. Y lo agradecemos, dando casi inconscientemente un ‘like’, un ‘me gusta’, a las informaciones recibidas. Podemos también ‘compartir’ esas informaciones entre nuestras amistades y en nuestras propias redes sociales. Y aún más, podemos reaccionar ‘comentando’, o sea, entregando nuestra opinión (o sea, más información) sobre la que hemos recibido.
Alguien podrá pensar que hay en esto algo siniestro, una forma de subordinar a todo el mundo a los designios perversos de quienes controlan la internet. Y sacará quizá la conclusión de que para evitar la subordinación hay que retirarse de las redes y dejar de usar google, facebook, youtube y las redes. Pero las cosas no son así, y es importante entenderlo.
La internet con todos sus sistemas y redes informáticas y sociales es, en la sociedad del conocimiento, equivalente al ‘mercado determinado’ en la economía en general. Y ya vimos en una aplicación anterior, que el mercado determinado, en el que todos participamos, es una gran correlación de fuerzas personales y sociales, en la que todos ejercemos algún pequeño o mayor poder e influencia. No es posible eliminar el mercado, ni salirnos de él; pero podemos transformarlo, democratizarlo, mediante las decisiones que tomamos en él. En el mercado determinado, dijimos, podemos estar subordinados o actuar con autonomía. Y lo mismo ocurre en la sociedad del conocimiento y en sus redes informáticas.
De un modo similar a cómo, cada vez que compramos algo en el mercado, estamos emitiendo un voto, o sea, ejerciendo y delegando nuestro ‘poder de mercado’ en la unidad productiva y comercial a la que entregamos nuestro dinero al efectuar la compra, similarmente, cada vez que emitimos un ‘like’, un ‘me gusta’, o compartimos, o comentamos alguna información que recibimos, estamos entregando nuestra valoración y nuestra pequeña cuota de poder – o sea, una unidad de ‘valor creador de valor’ - a eso que decimos que nos gusta, que compartimos con otros o que comentamos. Porque ese ‘like’ o ese compartir, tienen como efecto inmediato la difusión social de aquello que nos ha gustado, que valoramos y que compartimos.
Algo que es importante entender, es que detrás de las informaciones que se difunden más o menos ampliamente en la internet, no hay unos poderes gigantescos y malvados que deciden en cada caso qué informaciones privilegiar y qué gustos, opiniones, ideas y productos fomentar. Todo lo hacen, automáticamente, los sistemas informáticos que proceden en base de algoritmos y protocolos pre-establecidos, que toman en cuenta las preferencias que cada uno expresa. De modo que lo que más se difunde, es lo que haya obtenido mayor valoración por los usuarios de las redes, y no las preferencias ideológicas o comerciales de supuestos manipuladores informáticos. Todos los ‘like’ pesan y valen lo mismo, igual como en el mercado un dólar es equivalente a otro dólar.
Pero esto no significa que no estén operando en la internet distintos ‘poderes’ informáticos, del mismo modo que en el mercado operan distintos poderes de mercado. La internet no es un ‘mercado democrático’, como no lo es el mercado de bienes, factores y servicios. En una aplicación anterior mostramos que el mercado, determinado cultural, jurídica y políticamente, es una gran correlación de fuerzas personales y sociales interactuando dinámicamente, y que cada uno de nosotros influye en ese mercado y en esa relación de fuerzas, cuando optamos por trabajar de un modo u otro, por comprar unos u otros bienes y servicios, por proveernos en unos u otros lugares y comercios, y en general, al emplear nuestros recursos (dinero, conocimientos, capacidades, etc.) con una u otra orientación. Vimos que en este sentido, todos podemos modificar y reorientar la economía, en alguna medida, que puede ser muy pequeña pero que es siempre mayor que cero.
La sociedad del conocimiento y la internet están también determinadas culturalmente, jurídicamente, políticamente y económicamente, y ello conlleva niveles de concentración de los poderes. De hecho, el sistema no funciona sin dinero, y el dinero que se invierte en la red permite incrementar la presencia de los mensajes de una persona, empresa u organización. En la sociedad de conocimiento y en sus redes informáticas, es posible comprar posicionamiento, publicidad, y obtener con ello más amplia difusión de los mensajes que uno emite. Pero esto no invalida el hecho que los poderes que se distribuyen en las redes, igual que en el mercado de bienes y de servicios, somos nosotros mismos quienes los concentramos o los democratizamos, al optar, al otorgar nuestras preferencias a unos u otros sujetos, personas, organizaciones o empresas. Entonces, igual como podemos democratizar el mercado de bienes y servicios incidiendo con nuestras opciones económicas, podemos democratizar e incidir en las orientaciones que asuma la sociedad del conocimiento, a través de nuestros propios mensajes y valoraciones (o sea, nuestros ‘me gusta’, nuestros ‘compartir’, etc). Y también tenemos la posibilidad de comprar posicionamiento y difusión de los mensajes que nos interesa que se difundan.
En cualquier caso, lo más importante es que podemos actuar en la sociedad del conocimiento como subordinados o como autónomos. Lo hacemos de modo subordinado, cuando entregamos nuestros ‘like’ más o menos mecánicamente, sin pensar en que cada vez que marcamos uno, estamos valorando algo muy específico y favoreciendo alguna tendencia. No deja de sorprender que cualquier estupidez que se diga o se muestre en un video, obtenga miles y millones de likes, o sea de unidades de valor. Son las preferencias de las multitudes, que si se reproducen y multiplican, ponen de manifiesto el escaso desarrollo humano de tantos que valoran lo que es estúpido.
Ante ello, podemos sumarnos, pasivamente, subordinadamente, o reaccionar, y actuar valorando con autonomía y de acuerdo con nuestras reales preferencias. Son decisiones que cada uno adopta; pero es importante entender que en esas decisiones se juega mucho más de lo que se cree. A nivel personal, haciéndonos subordinados o autónomos; y a nivel social, fomentando procesos y tendencias que van en distintas direcciones.
Por eso es importante ser conscientes cuando decidimos a qué canales de Youtube nos suscribimos, qué personas aceptamos como amigos, qué páginas web visitamos, en qué fuentes nos informamos, qué informaciones y conocimientos seleccionamos, entre los miles y millones que son puestos a nuestro alcance constantemente, y qué valoraciones y preferencias hacemos con nuestros like, compartiéndolos, comentándolos y patrocinándolos. Sólo mediante la adopción de estas decisiones de modo consciente, salimos de la subordinación, crecemos en autonomía, y favorecemos que el mundo sea en el futuro más acorde con lo que realmente pensamos y deseamos.
Luis Razeto
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