Capítulo 2. SER CONSUMIDOR-INVERSOR

 

El consumo es una actividad económica que todas las personas realizamos diariamente y a lo largo de nuestras vidas. Todos necesitamos consumir bienes y servicios para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, vivienda, salud, educación, movilidad, entretención, cultura, conocimiento, etc. Para cumplir nuestras aspiraciones y para realizar nuestros proyectos, a nivel personal, familiar y social, también necesitamos bienes y servicios. Somos seres que no solamente queremos subsistir y permanecer, sino también progresar, proyectarnos y llegar a ser más que lo que somos. Para todo ello utilizamos bienes y servicios, que podemos producir nosotros mismos, adquirir en el mercado, o recibir como regalos.

Lamentablemente el consumismo, y poco conocimiento de lo que son nuestras reales necesidades en los distintos momentos y etapas de la vida, junto al dejarnos llevar por la publicidad y las modas, hacen que nuestro consumo sea deficiente, y que no facilite sino que entorpezca nuestra satisfacción, el bienestar familiar y la realización de nuestras aspiraciones y proyectos.

Me interesa que examinemos cómo hacer para que el consumo favorezca el desarrollo personal, el logro de mejores condiciones y calidad de vida, y la realización de nuestras aspiraciones y proyectos. Es algo que está al alcance de todos, cualquiera sea el nivel de ingresos y la condición en que nos encontremos, desde hoy mismo y concretamente. Pero es necesario el conocimiento de algunas cosas importantes y la voluntad de llevar a la práctica lo que aprendamos.

Lo puedo expresar con una expresión muy sencilla: se trata de ‘asumirse como consumidor e inversor a la vez’, o también, ‘gestionar nuestro consumo como inversión’.

Para comprender esto hay que entender qué es el consumo, desde la óptica de la Teoría Económica Comprensiva. En las teorías económicas académicas convencionales, se separa el consumo, el ahorro y la inversión como si fueran actividades y procesos económicos diferentes. En la Teoria Económica Comprensiva formulamos un concepto que permite integrar el ahorro y la inversión como partes y momentos del consumo. Lo explico:

En la economía convencional y en sentido corriente se entiende por ‘consumo’ la compra de bienes en el mercado. Pero no es eso el consumo. El consumo es la satisfacción de nuestras necesidades mediante ciertos bienes y servicios. Parece obvio, pero no es así que se entiende habitualmente el consumo. Al definirlo como ‘satisfacción de nuestras necesidades mediante el uso de ciertos bienes y servicios’ empezamos a comprender que el consumo no se realiza en el supermercado cuando compramos alimentos, sino cuando los comemos y nos nutrimos con ellos. El consumo es algo que se cumple en las personas, y no consiste en el gasto de dinero ni en las cosas que se compran.

Ahora bien, al decir que el consumo es satisfacción de ‘necesidades’, estamos todavía haciendo una simplificación; porque en realidad el consumo se refiere a todo lo que nos motiva a emplear los bienes y servicios, incluyendo no sólo la satisfacción de las necesidades sino también el cumplimiento de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones, de nuestros proyectos. Porque en función de todo ello es que utilizamos los bienes y servicios que producimos o compramos.

Esto nos permite comprender que entre el consumo y la inversión no hay gran diferencia. La distinción que suele hacerse entre consumo e inversión se refiere a la duración de los bienes y servicios, y al monto del dinero empleado para adquirirlos; pero la duración de los productos y su costo monetario son secundarios y poco relevantes si los miramos desde el punto de vista de las necesidades, aspiraciones y deseos que se satisfacen al consumirlos. ¿Por qué decir que comprar y leer un libro es un gasto, y pagar y asistir a un curso es una inversión, si ambas satisfacen la misma necesidad de conocimiento? ¿Por qué movilizarse en taxi es gastar, y usar un auto propio implica inversión, si en ambos casos empleamos dinero y un automóvil para movilizarnos?

La diferencia que suele hacerse entre gasto, ahorro e inversión puede ser relevante a nivel del mercado; pero no al nivel de la satisfacción de las necesidades, aspiraciones y deseos; no al nivel del consumo. El ahorro, visto desde el sujeto que ahorra para satisfacer su necesidad de seguridad ante la incertidumbre, o en función de satisfacer necesidades y aspiraciones que prevé que tendrá en el futuro, no se diferencia sustancialmente de lo que hace él mismo cuando guarda alimentos no perecibles, o consume vitaminas y medicinas que reforzarán su organismo en función de una vejez más saludable. Son igualmente modos de tener mayor seguridad ante el futuro incierto.

Entender que el consumo no es el gasto del dinero en el mercado sino la satisfacción de las necesidades, aspiraciones, deseos y proyectos que tenemos las personas, es muy importante para nuestra realización personal; porque hay que tener en cuenta que nuestra vida no se vive sólo en el presente inmediato sino que es un proceso que se desenvuelve en el tiempo.

Pero podemos recuperar la distinción entre el consumo y la inversión, en el sentido de que el consumo sería para satisfacer necesidades presentes, mientras que la inversión se haría en previsión de necesidades futuras. Puede ser útil distinguirlos así, pero entendiendo que alimentarse y cuidar la salud hoy es también en función de ser saludable en el futuro, y que tener un grado importante de seguridad y confianza en que tendremos en el futuro cómo satisfacer nuestras necesidades, es también satisfacer nuestra actual necesidad de sentirnos tranquilos, confiados y seguros.

Entender que el consumo y la inversión no son cosas distintas es importante porque con ello nuestra mirada y atención se vuelca sobre nuestras necesidades y todo lo que nos motiva, en vez de centrarse en las cosas que podemos o no comprar con nuestro dinero. Al mismo tiempo, la distinción entre consumo e inversión puede ser útil, en cuanto el pensarnos como inversores nos orienta a prestar atención y a destinar adecuados recursos y dinero, para cumplir de la mejor forma lo que somos como trabajadores, o más precisamente, como trabajadores-empresarios, según lo expliqué en la aplicación anterior.

Con estas ideas claras, y pensando en las necesidades, deseos, aspiraciones y proyectos, que tenemos como personas integrales, incluyendo nuestro ser trabajadores-empresarios, organizaremos el uso de nuestros ingresos y capacidades de adquirir bienes y servicios, pensando y actuando al mismo tiempo como consumidores y como inversores.

No haremos otras diferencias, más que aquellas que nos indiquen los mejores modos de realizarnos personalmente, satisfaciendo de manera ordenada y racional lo que necesitamos para vivir con la mayor plenitud humana a la que podamos aspirar.

Por cierto, esto supone conocerse a sí mismos: las propias necesidades, deseos, aspiraciones, proyectos. Y no es tan fácil, porque para ello es indispensable ante todo, pensar con la propia cabeza; y no que otros piensen por nosotros, y nos digan qué necesitamos comprar, qué nos conviene desear, o cómo debemos vivir. La verdad es que hay muchísimas personas que conocen mejor el mercado de cuanto se conocen a sí mismas.

Por eso puede ser útil tener algunas orientaciones que nos ayuden en el proceso de pensarnos como consumidores-inversores. En la próxima aplicación explicaré cómo mejorar nuestro consumo en cuanto consumidores-consumidores. Me referiré ahora a cómo hacerlo en cuanto consumidores-inversores.

Para perfeccionar nuestro consumo en calidad de ‘inversores’, debemos prestar especial atención al modelo de los seis factores a que me referí al analizar nuestra condición de trabajadores-empresarios. Recordemos que tenemos seis factores: fuerza de trabajo, o capacidades de hacer; tecnologías, o saberes prácticos; gestión, o disposición para tomar decisiones eficaces; medios materiales de producción, esto es, lo que tenemos como patrimonio del que podemos disponer; financiamiento, o la credibilidad y confianza que pueda ponerse en nuestras iniciativas; y ‘factor C’, o sea nuestra participación y pertenencia en comunidades, asociaciones y grupos en los que actuamos con otros, donde prestamos nuestros servicios y ejercemos solidaridad.

Cada uno de estos factores, esto es, de nuestras capacidades de hacer, de saber, de decidir, de tener, de creer y de servir, forman parte de las necesidades que hay que satisfacer y que podemos expandir y perfeccionar, empleando en ellos dinero, bienes, recursos, actividades, aprendizajes. Cuando los empleamos para expandir y perfeccionar cualquiera de esos factores, estamos consumiendo como inversores, porque estamos invirtiendo en el potenciamiento de nuestras propias capacidades de hacer, de saber, de decidir, de tener, de creer y de servir. Dicho en otras palabras, nos estamos desarrollando como trabajadores-empresarios.

Desarrollar habilidades y capacitarnos para el ejercicio de cierto oficio o trabajo, nos convierte en consumidores-inversores. Lo mismo ocurre cuando aprendemos conocimientos que pueden ser aplicados en cualquier actividad, o al tener experiencias que aumentan nuestra creatividad y capacidad de innovación. Consumimos como inversores, también, cuando nos hacemos más capaces de tomar decisiones eficientes. Y cuando ampliamos nuestro patrimonio tangible e intangible, que incrementa la credibilidad y confianza en los proyectos que nos proponemos realizar. Y también, al integrarnos a organizaciones, al expandir nuestras relaciones personales, al hacernos más útiles a los demás, o sea, cuando expandimos aquello que llamamos Factor C también estamos siendo consumidores-inversores. Porque todo ello requiere dedicación de tiempo, de dinero, de recursos personales, de bienes y servicios, significando organizar de mejor modo, en función de nuestro desarrollo personal y como trabajador-empresario, nuestro consumo, en el sentido amplio de la palabra.

Nos compete encontrar nuestro propio consumo inversor que mejor nos desarrolle. Hemos dicho insistentemente que el ‘tipo humano’, o sea el modo de ser hombre o de ser mujer que caracteriza a una nueva y mejor civilización, es una persona creativa, autónoma y solidaria. En lo específicamente económico, las personas creativas, autónomas y solidarias son aquellas que se conciben y actúan como trabajadores-empresarios, y como consumidores-inversores; que son modos de ser complementarios, recíprocamente coherentes y sinérgicos.

Luis Razeto

 

El libro impreso en papel y en digital lo encuentras en el siguiente enlace:

https://www.amazon.com/-/es/gp/product/B0762GH6NR/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p3_i7