En estas aplicaciones de la Teoría Económica Comprensiva hemos identificado el trabajador-empresario, que es también consumidor-inversor y practicante del ‘buen consumo’, como el ‘tipo humano’ - creativo, autónomo y solidario - característico de una civilización superior. Veremos ahora que esas personas adoptan también la que llamamos ‘coordinación horizontal’.
Los seres humanos vivimos en sociedad, no somos autosuficientes, nos necesitamos unos a otros y trabajamos unos para otros. Por eso es necesario que coordinemos nuestras decisiones y actividades. En la sociedad capitalista y estatista en que estamos, las actividades de producción, distribución y consumo, son coordinadas principalmente por ciertas empresas y por el Estado. De este modo las personas somos coordinadas en nuestras actividades desde arriba, verticalmente. Por un lado los bancos, las grandes empresas comerciales, los medios de comunicación y de publicidad, coordinan las decisiones de los productores y de los consumidores, de los que ahorran y de quienes necesitan créditos, y en general de los oferentes y los demandantes de bienes y de servicios, de trabajo y de capital. Un gran porcentaje de las actividades que se realizan en el mercado son de intermediación, o sea de coordinación de las decisiones y actividades de personas y empresas. Esas entidades coordinadoras obtienen por sus servicios de intermediación, las ganancias que les dejan los pagos que les hacen los oferentes y los demandantes, las personas y las empresas.
El Estado es otro importante coordinador vertical de decisiones y actividades. El Estado coordina las actividades de producción, financiamiento, comercialización y consumo, estableciendo regulaciones, y mediante las funciones que cumplen las instituciones y la administración pública. Gran parte de las actividades que realiza el Estado son de intermediación, o sea de coordinación de las decisiones y actividades de personas y empresas. Por sus servicios de coordinación, el Estado justifica el cobro de impuestos, y capta un porcentaje importante de la riqueza producida socialmente. Son los ‘coordinados’ quienes sostienen con sus impuestos a los ‘coordinadores’.
Como resutado de estos modos verticales de coordinación, se genera una división de la sociedad en dos niveles: los dirigentes y los dirigidos, o sea los coordinadores y los coordinados.
Una de las ventajas que tradicionalmente se reconoce o se atribuye al cooperativismo, es que suele reducir, eliminar o hacer innecesaria la función de los intermediarios, con la consiguiente reducción de los costos para los productores y los consumidores. Las cooperativas de productores permiten vender directamente a los consumidores. Similar coordinación directa ocurre con las cooperativas de ahorro y crédito, y en las cooperativas de consumo. Esta ‘promesa’ del cooperativismo se cumple, pero sólo parcialmente, porque el servicio de coordinación e intermediación que realizan las cooperativas, aunque éstas funcionen sin fines de lucro, siempre implica algún grado de burocratización y verticalidad. Hay que reconocer, en todo caso, que buenas cooperativas logran establecer una coordinación muy eficaz y de menor costo, reemplazando eslabones de la intermediación mercantil. Las cooperativas aproximan, acortan distancias y establecen cierta horizontalidad entre oferentes y demandantes, lo que no hacen ni las empresas comerciales y financieras capitalistas, ni las entidades del Estado y la administración pública, eminentemete verticales.
Actualmente y en toda la sociedad, la coordinación está cambiando rápidamente, por efecto de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, que impactan muchas actividades económicas. Es importante comprender estos cambios.
La coordinación de las decisiones y actividades se basa, fundamentalmente, en el manejo de la información y en la capacidad de comunicar y de poner en contacto a las personas, empresas, organizaciones y sujetos en general. En efecto, la necesidad de ser coordinados desde arriba deriva del hecho que las personas no pueden coordinarse directamente unas con otras, porque carecen de la información necesaria, y no se pueden comunicar entre ellas porque no están en contacto. Esto es lo que vienen a resolver, en gran medida y en variados ámbitos de la actividad económica, social y cultural, las nuevas tecnologías informáticas, con las redes sociales y las ‘aplicaciones colaborativas’.
Las nuevas tecnologías informáticas, al facilitar que todas las personas puedan ser emisoras de sus propias informaciones, y a la vez receptoras directas de las informaciones que proporcionan los demás, facilitan que entre unos y otros se contacten, se comuniquen, se pongan de acuerdo y se coordinen. Esta es la esencia de la coordinación horizontal.
Esta posibilidad que permiten las tecnologías de la información y las comunicaciones no ha sido enteramente valorada. De hecho, implica un cambio epocal, porque convierte en innecesarias e inútiles, muchas de las formas de coordinación vertical que realizan todavía las empresas intermediarias (especialmente comerciales y financieras) y el Estado y sus organismos reguladores. Impactan, e impactarán todavía mucho más, las estructuras del mercado y del Estado. Ejemplos de ello son, entre muchos otros:
- La televisión por internet, que está reemplazando gran parte de los servicios que presta la televisión abierta y por cable. Quienes producen documentales, noticias, servicios, etc., los pueden comunicar directamente a los posibles interesados, sin necesidad de pasar por el filtro (de alto costo) de los canales televisivos y de la prensa y sus periodistas y publicistas profesionales. Y sin necesidad de obtener permisos y cumplir controles del Estado.
- La edición y distribución de libros directamente por sus autores, con la publicación de e-books.
- El e-learning o educación por internet, que multiplica las opciones educacionales en todos los niveles.
- La publicidad que se realiza a través de las redes y los website.
- El transporte a través de aplicaciones que conectan directamente a los oferentes y los demandantes del servicio, facilitando el uso compartido de automóviles y desplazando servicios convencionales de taxis y otros.
- Aplicaciones que reemplazan la hotelería tradicional conectando la demanda turística con la oferta doméstica de habitaciones y servicios.
- El comercio realizado mediante plataformas que facilitan la compra y venta de todo tipo de productos por parte de personas que producen y venden desde sus hogares.
La novedad y el hecho esencial que distingue a todas estas nuevas formas de actividad, es que con ellas se realiza una coordinación horizontal de las decisiones, entre personas y organizaciones independientes, tanto a nivel interno de cada país como incluso en el plano internacional. Los trabajadores-empresarios y los consumidores-inversores, son quienes más directamente se benefician de estas nuevas formas de coordinación.
Todo ello forma parte de un proceso de transformación histórica epocal, consistente en el tránsito hacia una nueva civilización; hacia una civilización que podemos caracterizar como post-capitalista y post-estatista, y que se distingue por la expansión de la creatividad, la autonomía y la solidaridad de las personas, y a nivel de la sociedad en su conjunto. La coordinación horizontal está empezando a cambiar las estructuras del mercado y las funciones del Estado, y a hacer obsoletas funciones dirigentes – verticales -, que se han mantenido durante los más de cinco siglos de vigencia de la civilización moderna.
El cambio es rápido y se está acelerando; pero no ocurre sin la resistencia de los coordinadores verticales, privados y públicos, que ven disminuir su importancia y, sobre todo, que están empezando a perder la seguridad de continuar obteniendo ingresos por sus servicios de coordinación vertical. Las élites políticas, apoyadas y a menudo presionadas por las empresas, están siempre buscando formas para declarar ilegales las actividades de coordinación horizontal, que no pasan por la regulación estatal, criticándolas por constituir “competencia desleal” (pues se ahorran los costos de la coordinación vertical).
Es importante comprender que la coordinación horizontal no opera fuera del mercado, pero lo transforma en sentido de su democratización, haciendo posible el ideal de que todos seamos en cierto modo empresarios y trabajadores al mismo tiempo. Tampoco opera fuera del ordenamiento estatal, pero también lo democratiza, haciendo posible que las funciones sociales que favorecen el bien común integren los recursos, las iniciativas y las actividades de los ciudadanos y sus organizaciones.
Estamos conociendo y viviendo las primeras manifestaciones de este proceso transformador. Un paso clave en la consolidación de la civilización post-capitalista y post-estatista se dará cuando la coordinación horizontal comience a funcionar al nivel de la emisión y la circulación del dinero, cuya emisión es actualmente monopolio del Estado y cuya circulación es coordinada por los bancos comerciales. Las experiencias ya probadas del bitcoin, y los diversos dineros complementarios y alternativos, organizados horizontalmente por productores y consumidores solidariamente asociados, demuestran que ello es perfectamente posible. Y entonces, nos permite prever que el fenómeno se extenderá, superando las resistencias que con toda seguridad interpondrán los bancos y los Estados.
Estoy convencido de que esas reaccionarias resistencias al cambio, que oponen y opondrán los "coordinadores verticales" (estatistas y capitalistas), serán vencidas por tres razones básicas: 1. Porque las nuevas tecnologías y la coordinación horizontal están en el ADN de las generaciones jóvenes. 2. Porque el carácter mundial del cambio en curso le hace trascender las posibilidades de ser controlado por parte de instituciones que tienen capacidad de operar solamente a nivel nacional (territorial). 3. Porque cuando una función se torna innecesaria e incluso contraproducente (como será el caso de la coordinación vertical), más temprano que tarde la situación parasitaria en que incurre y cae se hará evidente, y en consecuencia, insoportable.
Pero la transición no es fácil, no solamente por las resistencias de quienes se benefician y viven de la coordinación vertical. Existe otro problema que dificulta el desarrollo más rápido de la coordinación horizontal.
En efecto, dijimos que la coordinación supone disponer de la información y tener la capacidad de comunicar, y que la coordinación directa entre las personas y las empresas, es hoy día posible por primera vez, debido a que todos podemos ser emisores de información y receptores de todas las fuentes de ellas. Es por esta magnífica democratización de la información y las comunicaciones que la coordinación horizontal funciona. El problema es que la coordinación eficiente tiene, como condición, que las informaciones y comunicaciones que emiten y que reciben las personas sean veraces, confiables, y que se cumplan los acuerdos decididos.
De hecho, el gran límite de la coordinación horizontal es que las personas pueden, con razón y por malas experiencias, dudar de la veracidad de las informaciones que reciben a través de las redes y aplicaciones colaborativas. Sin confianza no hay genuina y eficiente coordinación horizontal. Es ésta la razón que se esgrime para justificar que todavía hoy las empresas y el Estado sigan siendo necesarios como coordinadores verticales. Serían ellos los que están en condiciones de garantizar a las personas la veracidad de las informaciones y la validez de los acuerdos que ellos acreditan. Las empresas intermediadoras, en razón de su tamaño, de su solvencia y del temor de ser desplazadas de la competencia; y las instituciones estatales, en razón de su capacidad de legislar y de castigar los incumplimientos, son vistas como entidades acreditadoras de la veracidad de las informaciones y comunicaciones.
Pero, ¿qué pasa cuando el Estado y las empresas pierden la confiabilidad que se auto-atribuyen? Es un hecho que los ciudadanos están aceleradamente perdiendo confianza en las autoridades políticas y burocráticas, de las cuales se conoce siempre más la corrupción de que son objeto. Y algo similar está ocurriendo con muchos tipos de empresas, que se coluden y hacen trampas para ganar mercados y subir los precios.
La acreditación vertical es muy insuficiente. El caso de los taxis es ilustrativo de que el Estado no es capaz de garantizar la corrección en los precios y tarifas. Tampoco la acreditación estatal es garantía de la calidad de la educación y de la competencia que supuestamente han adquirido las personas provistas de títulos y grados académicos. Y cuántas veces el Estado ha engañado a los ciudadanos nada menos que con el dinero que emite, al realizar emisiones inorgánicas que generan inflación y pérdida del valor adquisitivo de la moneda.
La pregunta que se plantea es, entonces: ¿cómo es posible acreditar y garantizar la veracidad de las informaciones y comunicaciones al nivel de la coordinación horizontal?
En la transición desde la coordinación vertical a la coordinación horizontal al nivel del mercado, hemos visto surgir entidades como Uber, que dan garantías sobre la corrección del operar de los conductores asociados; o las conocidas empresas de Mercado Libre por Internet, que cobran un porcentaje de lo que pagan los usuarios de las plataformas.
Hay otras formas más directas en que los propios participantes de la coordinación horizontal dan las garantías, como es el caso de la retroalimentación realizada por los mismos usuarios de las plataformas, que califican a las contrapartes de las operaciones que realizan, y que informan de ello a los otros usuarios de las plataformas. De estos modos la coordinación horizontal desarrolla sus propios mecanismos para marginar y excluir a los mentirosos y tramposos. Y al mismo tiempo premia y fomenta la calidad, la honradez y la responsabilidad.
En algunos casos la acreditación de calidad requiere ser realizada por personas competentes. Es el caso de la acreditación de la calidad de las revistas científicas, que es realizada por los llamados ‘pares evaluadores’. Podemos pensar, también, que en perspectiva de futuro, sea posible superar la ingenuidad de muchas personas que son fácilmente engañadas, mediante el aprendizaje de criterios de verificación y a través de una mejor educación cognitiva.
Pero sobre todo es necesaria la ética, los valores. Porque a fin de cuentas, en la coordinación horizontal, todos terminamos siendo acreditadores de la calidad y de la honradez de las personas, y de la confiabilidad de las informaciones y mensajes. Es este un proceso de aprendizaje multitudinario, permanente, que todos realizamos en la medida en que vamos participando en estas formas de coordinación. Y de cada uno depende ser valorado por la confianza que se despierta y por la calidad de lo que se ofrece. Es por esto que la economía solidaria se está constituyendo, y puede serlo siempre más, como un lugar privilegiado para la coordinación horizontal.
El tránsito definitivo hacia una nueva civilización requerirá un cambio y un desarrollo importante al nivel ético y al nivel cognitivo. En todo caso, el tránsito desde la coordinación vertical a la horizontal es un proceso ya iniciado, que se irá perfeccionando con el tiempo, y que aunque puede experimentar tropiezos e incluso retrocesos, es ya irreversible.
Luis Razeto
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