Una Nueva Estructura de la Acción Transformadora

Luis Razeto

 

 

 

 

 

El título de esta conferencia lleva implícita una promesa excesiva: nada menos que el conocimiento de cómo cambiar el mundo, con qué estructura de la acción podemos transformar la realidad económica, social, política y cultural, para que ellas sean más justas, más solidarias, más libres, y para que los seres humanos lleguemos a ser más plenamente desarrollados. 

Una promesa que parece imposible cumplir, teniendo en cuenta que desde hace por lo menos un siglo y medio se han desplegado en todo el mundo esfuerzos transformadores y luchas sociales y políticas de gran envergadura, que pocos resultados han logrado concretar. El marxismo, por ejemplo, como también el socialismo democrático y el socialcristianismo, han orientado numerosos procesos políticos intencionados a crear una sociedad más justa e igualitaria; pero el resultado de esos esfuerzos y de esas concepciones de la transformación dista demasiado de lo que deseaba  lograr. En efecto, lo que se ha obtenido con esas estructuras de la acción transformadora es la realidad económica y política tal como es hoy, una realidad en que no se ha superado la pobreza sino que se ha expandido y en que las desigualdades sociales han aumentado. No tenemos justicia en las instituciones, no vivimos en una sociedad justa ni fraterna, y los espacios de libertad están reducidos a un porcentaje menor de la población. Es precisamente porque las formas que se han utilizado hasta hoy no han servido mucho, que tenemos la necesidad y la intención de pensar, descubrir y practicar otro modo de cambiar el mundo; lo que supone, también, comprender por qué han fracasado los intentos anteriores.

Buscar respuestas a este desafío ha sido el objetivo y el sentido de mi trabajo intelectual y práctico por muchos años. Ha sido ésta una búsqueda en que mi proceso personal ha experimentado una cierta progresiva aproximación, un aprendizaje a lo largo del tiempo, que es lo que intentaré resumir en esta conferencia. 

La economía.

Gran parte de ese trabajo teórico y práctico se ha orientado a concebir una economía mejor que la que tenemos, con la idea de que las estructuras económicas son tan importantes en la vida y tan determinantes de la oganización social, que parece cuestión decisiva y central la creación de una buena economía. Porque es en la economía que se organiza gran parte de la vida social; porque las relaciones sociales se estructuran a partir del trabajo y en el proceso de producción y de distribución; y porque el modo en que se consume y acumula influye grandemente en la vida personal y de las comunidades. 

Por ello es tan importante crear una economía en la cual se viva aquello que se desea como objetivo, esto es, una economía buena, que sea justa, solidaria, basada en la cooperación, que integre a las personas y no las divida, que genere espacios de libertad, que sea una economía liberadora, que no genere grandes diferencias entre las personas que participan en ella. Una economía que esté al servicio del desarrollo de las personas y de las comunidades. 

Y hoy en que se habla de una economía globalizada aparece la necesidad de que la economía integre progresivamente a la humanidad; pues la globalización actual no es una economía que lo realice, sino que al contrario toda la humanidad parece más bien estar siendo sometida a pocas grandes corporaciones. Por eso, también es tarea de una buena economía generar una mejor integración de la humanidad distribuida en todo el planeta. 

Y esa economía ha de ser respetuosa de la naturaleza, de modo que no sólo genere comunidad humana sino que también cree un modo de interactuar con la naturaleza que sea de reciprocidad y no de dominio, que no la destruya sino que la perfeccione y la humanice. Porque, a fin de cuentas, la economía puede entenderse como un proceso de intercambio vital entre el ser humano y la naturaleza. Nosotros sacamos de la naturaleza lo que necesitamos para vivir, realizamos trabajos en base a los recursos que nos proporciona la naturaleza, y devolvemos a la naturaleza aquello que no hemos consumido y que ya no nos sirve. Hemos comprendido que la economía es parte de un ciclo que vincula a la humanidad con la naturaleza, por lo que tomamos conciencia de que es necesaria una economía que respete los equilibrios ecológicos y que revierta los daños ambientales, mediante procesos que han de ser simultáneamente de desarrollo humano y de perfeccionamiento de la tierra y sus recursos. 

Pues bien, la economía es una realidad compleja que requiere ser organizada con eficiencia, porque las necesidades humanas son muchas y es necesario cuidar y obtener el mejor rendimiento de los recursos disponibles. Al mismo tiempo, una buena economía requiere una orientación ética, axiológica y estética, para que sirva  realmente al desarrollo humano integral. Por ello he trabajado sistemáticamente en la creación de una nueva ciencia de la economía, y he elaborado la propuesta de una economía de cooperación, solidaridad y trabajo; una economía solidaria, enmarcada en una concepción pluralista de la economía que reconoce también la necesidad del mercado (que requiere ser democratizado) y del Estado (que ha de actuar orientando la economía hacia el bien común).[1]

La política.

La política es otra dimensión esencial de la transformación. En aquellas formas de la acción transformadora que no han dado buenos resultados, se ponía un gran énfasis y muchas expectativas en la política. Se pensaba que la acción política era la principal para transformar la realidad; que conquistando el poder político, y específicamente el poder central del estado se podía transformar la economía y la sociedad. Aunque eso no ha dado resultado, la necesidad de la política es evidente. Que entre los seres humanos seamos capaces de crear un orden colectivo, e instituciones que garanticen el desarrollo de la vida humana y la expansión de nuestras posibilidades, es un componente esencial de las estructuras transformadoras necesarias. 

Pero hemos descubierto que las políticas estatales no han dado los resultados deseados, y que el no haberse logrado transformar la sociedad en sentido positivo ha sido en gran parte causado por haberse creído que para mejorar la política es necesario construir poder, concentrar el poder, conquistar el poder central del Estado, para desde allí realizar los cambios en la economía. Muchas personas no se dan cuenta de que la concentración del poder consiste en lograr que otros hagan lo que desea quien tiene el poder, lo que implica dominación por unos y sometimiento de otros, lo cual es directamente contradictorio con el objetivo de construir relaciones humanas justas, equitativas y liberadoras. Incluso con motivaciones idealistas muchos persisten en creer que hay que conquistar el poder para hacer la transformación, sin darse cuenta que en conquistar el poder está implícita la negación del tipo de sociedad que desean crear. 

Sin embargo es necesario organizar la vida política, la vida colectiva de la sociedad, en los distintos espacios en que ésta se va articulando. Y surge la pregunta de cómo vincular la economía con la política, porque son dos componentes de la vida social y ambas son esencialmente transformadoras; porque la economía es actividad transformadora y la política es actividad transformadora. El asunto es cómo se sinergizan esas actividades transformadoras, y cómo se las pone a ambas al servicio del desarrollo humano y social. 

En esta perspectiva y dirección hemos también trabajado, desarrollando una cierta concepción de la historia y de la política que apunta a descubrir e identificar otros modos de hacer política que no estén basados en la conquista del poder; que no sea una política basada en el poder estatal, habiendo comprendido que conquistar el poder consiste esencialmente en lograr que otras personas ejecuten lo que el que tiene el poder quiere lograr. Lo que se requiere es más bien lo contrario: descentralizar el poder, diluir el poder, hacer que las personas, y las comunidades, y la sociedad civil organizada, recuperen para sí el poder que ha estado demasiado concentrado en el Estado; o dicho de otro modo, que las personas reasuman el control de sus propias condiciones de vida, del que han sido expropiados, o si se quiere, que han delegado en instituciones que terminan dominándolas. [2]

El conocimiento.

También hemos descubierto que el mundo del conocimiento y de las ciencias, las formas de pensar y comprender la realidad, forman otro ámbito esencial de toda transformación positiva. De hecho, se han puesto grandes expectativas en que desde el pensamiento y la ciencia se puede transformar el mundo. Pero ello, conectado al tema del poder, ha llevado a pensar que se puede disponer de una ciencia definitiva que nos indique cual es el ideal de sociedad y el camino y las estrategias para llegar a ella. Así por ejemplo, el marxismo ha postulado un ‘socialismo científico’, que en una formulacion teórica única señala cuál sería el modelo de sociedad al que llegar, cuáles los caminos para concretarlo, quiénes los sujetos, las clases y las organizaciones transformadores, y cuáles las etapas, los medios y las estrategias de la transformación. Y durante décadas muchos esfuerzos transformadores estuvieron dirigidos por la creencia de que ya se sabía lo que había que hacer, que se tenía el conocimiento suficiente para realizar la transformación. 

Pero eso fracasó rotundamente, y por eso hay que pensar de nuevo la ciencia y el conocimiento necesario. Es otro aspecto fundamental de la acción transformadora que hay que repensar. No tenemos claro el proyecto, el modelo ideal. Imaginar que ya tenemos el modelo de sociedad implica hacer que todas las personas asuman ese modelo, que la gente adhiera a él y que piense con ese modelo, para implantarlo. Pero eso significa que el que piensa distinto, o que tiene otro modelo ideal, no debe intervenir en la construción de la sociedad. Es así que se construyeron procesos politicos totalitarios.

Sigue de aquí la necesidad de concebir y desarrollar una nueva forma de conocimiento, que no sea dogmática sino integradora de la diversidad de puntos de vista, que se pueda crear con el aporte de todos, asumiendo la pluralidad de ethosy culturas que tienen derecho a existir y desplegarse. Que las personas pensemos con nuestra propia cabeza y decidamos con nuestra propia voluntad, conscientes de que los seres humanos debemos orientarnos por ideas y conocimientos, y también por sentimientos y valores.

La Civilización.

Con lo dicho hasta aquí he querido afirmar un primer punto importante: la necesidad de pensar en profundidad para encontrar una nueva estructura de la acción transformadora, que no tenga los problemas mencionados, pero que al mismo tiempo enfrente los desafíos de una nueva economía, de una nueva política, de una nueva ciencia. 

Ahora bien, si pensamos en una ‘estructura’ de la acción transformadora, debemos preguntarnos cuál sea la finalidad que hemos de perseguir, a partir de una comprensión de la realidad en que nos encontramos. 

Este es una análisis que trasciende la posibilidad de fundamentarse en los límites del tiempo de esta exposición, por lo que sólo puedo expresar la conclusión a que hemos llegado en nuestros estudios. La conclusión es que estamos viviendo la crisis orgánica de la civilizacion moderna; mas aún, que estamos en la agonía de la civilizacion moderna, porque el concepto de crisis ha sido tan usado y abusado que ya nos dice poco. Esta civilizacion está en la agonía, en la lucha entre la vida y la muerte. Empleamos este concepto más duro que el de crisis, pero que es realista, pues vemos que la economía y la política que parecen tan fuertes, están gravemente enfermas, y probablemente enfermas de muerte. 

Si es verdad que estamos viviendo una crisis de civilización, la tarea consiste en iniciar la creación de una nueva civilización. No se trata sólo de hacer una reforma a la economia, y al estado, sino de algo mucho más amplio y profundo, en cuanto la tarea histórica del presente consistiría en iniciar el tránsito hacia una nueva civilización. Lo cual habría que hacerse ahora mismo, antes de que colapse la civilización que está agonizando. Antes de que colapse, pues si colapsa antes de que hayamos preparado y experimentado las soluciones mejores a los problemas económicos, políticos y sociales para dar paso a una vida mejor que ésta,  el resultado sería catastrófico, como ocurrió en el pasado cuando una civilización colapsaba sin que se hubiera preparado una nueva que la sustituyese: multitudes de personas morían, sociedades enteras se desarticulaban, se generaban barbaries diversas, hasta que muy lentamente se iba generando la nueva civilización. De ahi la importancia de empezar ya ahora la creación de una nueva civilización, lo cual se presenta como un imperativo ético fundamental. Pero ¿cómo iniciar la creación de una nueva civilización?

Escribí un libro con ese título, que es la pregunta decisiva, que considero debiera centrar el trabajo de  los pensadores, los intelectuales, los políticos, los economistas,  pero que no se está abordando. Pero si la tarea histórica es superar la actual civilización, es el gran tema del que debemos ocuparnos, de un modo similar a cómo al terminar la segunda guerra mundial el gran tema que se plantearon las universidades, los gobiernos, los organismos internacinales, fue cómo generar desarrollo económico. 

Pues bien, si nos planteamos la creación de una nueva civilizacion surgen muchas preguntas inéditas, que aquí no podemos examinarlas todas; pero al menos tres que son las esenciales: 1) en qué consiste crear una nueva civilización; 2) quiénes son los constructores de ella; 3) qué actividades y procesos son los más importantes.

 

 

El ‘tipo humano’.

Para responder estar preguntas lo esencial es comprender que cada civilización se caracteriza por crear y desplegar un cierto tipo humano. La llamada civilización medieval creó un modelo de persona que puede resumirse como la persona ‘fiel, creyente y virtuosa’. Son hombres y mujeres insertos en una religión, seguidores conscientes y respetuosos de ciertas creencias, y que viven ciertas virtudes ‘menores’, como la obediencia, la humildad, la paciencia, la pobreza. Por cierto, esto es una simplificación, pero que sirve para entender la idea de lo que es un ‘tipo humano’ correspondiente a una civilización.  

La civilización moderna creó otro ‘tipo humano’, o tal vez más de uno, porque es una civilización menos coherente. Un ‘tipo humano’ creado por la civilización moderna es el individuo como sujeto de libertad de iniciativa económica en función de su propio interés, con libertad de pensamiento independientemente de cualquier religión o doctrina establecida, y con libertad de placer y gozo de la vida según el propio gusto y satisfacción. Ese individuo se manifiesta como homo económicus, inserto en una economía capitalista, donde compite con todos los demás individuos con igualdad de derechos; como homo políticusque compite por el poder en la institucionalidad estatal; y como intelectualque busca su espacio en las instituciones académicas y en los medios de comunicación.  Este ‘tipo humano’ constituye una fracción de la sociedad: sus élites o grupos dirigentes. Respecto a las grandes mayorías de la población, la civilización moderna ha creado el ‘hombre masa’, esto es, una multitud de seres que estan siendo conformados y estandarizados para que se comporten de acuerdo a las exigencias de un sistema económico, político y cultural construido en base a esa diferencia entre la élite y las multitudes. El ‘hombre masa’ es el consumidor pasivo que sigue las indicaciones de la publicidad, el trabajador que cumple lo que se le dice que debe hacer, el buen ciudadano que sigue las instrucciones de los grupos políticos dirigentes; personas que han de ser eminentemente prácticas, que no deben pensar mucho ni acceder al conocimiento teórico, y que sean funcionales a los requerimientos de las instituciones estatales y de las empresas del mercado. 

Así como la crisis de la civilización medieval comenzó cuando las personas dejaron de ser fieles seguidores pasivos de las religiones y sus autoridades, la crisis de la civilización moderna comienza cuando las masas subordinadas salen de la pasividad, cuestionan la legitimidad de las élites dirigentes, y plantean exigencias y reivindicaciones inorgánicas y disfuncionales que el sistema económico y político no puede satisfacer sin afectar su funcionamiento.

Entonces, la tarea básica de la transición a una nueva civilizacion consiste en crear un nuevo ‘tipo humano’, o dicho de otro modo, en desarrollar nuevos modos de vivir, de pensar, de sentir, de relacionarse, de actuar. Pero hay una diferencia esencial respecto de las civilizaciones anteriores, en que el ‘tipo humano’ era formado e instituido desde arriba, impuesto, sea por una institución religiosa o por el Estado. El ‘tipo humano’ de la nueva civilización no se puede ya imponer desde el poder, y cualquier intento de hacerlo no sería iniciador de una nueva civilización sino un tentativo de retrotraer la civilización moderna a estadios anteriores a su crisis. Tales fueron el fascismo, el estalinismo y el fordismo, en la primera mitad del siglo pasado, que trataron de imponer un modelo de ‘hombre nuevo’.

Por lo tanto la creación de una nueva civilización, que consiste esencialmente en el desarrollo de un nuevo modo de vivir, de sentir, de conocer, de relacionarse y de actuar, se nos presenta como una tarea que debe ser asumida por cada persona, en procesos de desarrollo y cambio personales. 

Este nuevo modo de vivir y de ser persona no puede ser impuesto por el poder, pero si puede ser mostrado, ejemplificado por las personas que lo experimenten y que sean como modelos. Podríamos decir que el nuevo modo de vivir se expandirá por contagio, por atracción, desde las mismas personas que lo experimentan primero, y que tratándose de un ‘tipo humano’ atractivo, alegre, feliz, integrado, su misma existencia se constituye como una invitación a los demás. 

No se puede construir esta nueva civilización creando una organizacion poderosa que la imponga. Tienen que ser procesos educativos, procesos de desarrollo humano, en que las personas lleguen a encontrarse con algo profundo que está dentro de ellos mismos, o que provenga de una cierta energia espiritual que facilite a las personas encontratrase consigo mismas, y liberarse de aquella ‘segunda naturaleza’ que les ha sido impuesta, esto es, del homo económicusindividualista y competitivo, y del hombre masa manipulado por la publicidad y conformado por el poder. 

¿Qué características o cualidades serían las del creador y habitante de la nueva civilización? 

Al ‘tipo humano’ de la nueva civilización lo podemos identificar por las cualidades que ha de exigir la creación de ella, y por los requerimientos que pondría su apropiado funcionamiento en las dimensiones económicas, políticas, culturales y cognitivas.

La autonomía.

Una primera cualidad que aparece como esencial es la que podemos identificar con el concepto de autonomía. ¿Por qué autonomía? Ante todo, porque para asumir el autocontrol de las propias condiciones de vida, guiarnos a nosotros mismos y orientarnos en orden a nuestra mejor realización como seres humanos, es indispensable hacernos independientes de las condiciones y requerimientos que exige a las personas la civilización moderna. Dejar de ser el consumidor dependiente, el trabajador subordinado, el homo económicusávido y competitivo funcional al capitalismo; dejar de ser el ciudadano pasivo que se conforma a los requerimientos de la política de partidos, y que delega y hace depender su bienestar de lo que el Estado esté en condiciones de ofrecerle. Dejar de ser el individuo que desdeña el conocimiento y la teoría y que se conforma con aprender las competencias prácticas que le exigen las élites empresariales, institucionales e intelectuales. 

Pero la autonomía no es solamente un tomar distancia y actuar con independencia de los poderes hegemónicos y dominantes. Hay en la condición de autonomía algo más profundo, que lo podemos comprender partiendo de un interesante concepto elaborado por Gramsci, quien señala que en la conquista de la autonomía suelen manifestarse tres etapas o momentos progresivos.  El primer momento es el de la escisión, esto es, la toma de distancia y separación respecto a la realidad predominante. Desde este reconocerse distintos y separarse, a veces se pasa a un momento o fase de antagonismo contra aquello de lo cual se ha separado. Por ejemplo, si en la escisión el sujeto se define como no-capitalista, en el antagonismo lo hace en términos de anti-capitalismo. Pero esta no es todavía la autonomía, pues el sujeto sigue definiéndose en base a aquello contra lo cual se está, por negación de lo diferente y no por afirmación de lo propio.

La autonomia requiere dar un paso más, no sólo diferenciarse y oponerse, sino elevarse a un punto de vista más alto que implica superar aquello diferente. Habiéndose en la autonomía alcanzado una suerte de vértice inaccesible a los adversarios, se está en condiciones de guiarse a sí mismo, con una identidad propia, pudiéndose desde allí recoger y asimilar críticamente todo aquello valioso que exista incluso en la realidad que se ha superado. Ello puede ser asumido e integrado como componente subordinado, en una nueva concepción, más alta y profunda. Así, por ejemplo, aspectos valiosos del capitalismo y del estatismo, que tengan valor universal (por ejemplo el mercado y el Estado; pero democratizados), pueden concebirse como componentes de la nueva civilización. Como se está en un punto de vista superior que es ética, intelectual y espiritualmente más amplio y profundo, la autonomía está garantizada, de modo que ya no se teme ser cooptado o re-integrado en las estructuras que se han superado.

La creatividad.

La autonomía es sólo una primera cualidad del creador y habitante de la nueva civilización. Para contribuir a crearla y establecerse plenamente en ella, es necesaria una segunda cualidad: la creatividad. El sujeto humano de la nueva civilización ha de ser autónomo, y también creativo, porque desde su posición autónoma ha de ser capaz de proyectarse en la sociedad, en la economía, la política, la cultura, la ciencia y el arte, con su propia identidad. De este modo se comprende otro aspecto esencial de la creación de una nueva civilización: se trata de una actividad esencialmente creativa. 

En la vieja estructura de la acción transformadora, aquella que hablaba de reformas y de revoluciones, no se destacaba la creatividad puesto que el proceso era entendido como ‘reorganización’ de lo existente. En la revolución había que desordenar el status quoy establecer un orden diferente, poniendo arriba lo que estaba abajo, a la izquierda lo que estaba a la derecha, etc.; pero siempre se trataba de reorganizar los elementos dados de la realidad. En cambio, si de crear una nueva civilización se trata, la principal actividad transformadora consiste en desplegar la más amplia actividad creativa. 

Más que reformar o revolucionar lo que existe, se trata de introducir en la realidad dada, realidades nuevas, que puestas en aquella comienzan a interactuar con los elementos ya existentes. Si esas realidades nuevas introducidas en el proceso de creación de la nueva economía, política, ciencia, etc., son realidades claramente mejores y superiores a lo existente, su sola presencia desafía a todas las otras realidades a perfeccionarse y a cambiar, siendo convocadas y motivadas a superarse y alcanzar los criterios establecidos desde la más elevada autonomía. 

Por ejemplo, si se crea un tipo de empresas solidarias que es más eficiente que las empresas existentes, que proporciona mejores bienes y servicios a los consumidores, y otorga mejores beneficios a los trabajadores, técnicos y empresarios, las empresas capitalistas no podrían competir con ellas a menos que se pefeccionaran a sí mismas, haciéndose más justas y solidarias y con ello también más eficientes. De modo análogo, un nuevo paradigma científico superior, capaz de integrar más conocimintos y de crearlos más amplios y profundos, desplezará u obligará a las ciencias existentes, a alcanzar esos superiores modos de conocimiento.

La ciencia biológica, y también la historia, enseñan que las grandes transformaciones evolutivas se producen cuando algo nuevo aparece, obligando a todo lo existente a interactuar con eso nuevo, siendo la realidad existente desafiada a transformarse por eso nuevo que las cuestiona y supera. 

Por tanto la acción transformadora principal consiste en introducir en la realidad obras: culturales, económicas, artísticas, científicas, etc. La acción transformadora principal requiere creatividad. No se trata de luchar contra, sino de introducir elementos portadores embrionarios del nuevo modo de ser hombre y mujer, de la nueva economía, política, cultura, ciencias, etc.

La solidaridad.

Un tercer concepto con que calificamos el ‘tipo humano’ de la nueva civilización es el ser solidario. Porque ser solidario, ser cooperativo, colaborar, asumir los desafíos de la pobreza, contribuir a mejorar el ambiente, orientar la economía hacia el bien común, etc. es lo que nos mueve a no quedarnos en el ámbito de lo individual. Porque pudiera ser que uno sea muy creativo y autónomo, y quedarse en la casa, no incidir, no expandir los nuevos modos de ser, de sentir, de pensar, de relacionarse, de actuar, que se han asumido como propios. Y así la sociedad no cambia, mientras que con espíritu y actividad solidaria, la nueva economía, política, ciencias, etc. se difunden y proyectan en espacios cada vez más amplios.

En síntesis, los sujetos creadores y habitantes de la nueva civilización han de ser creativos, autónomos y solidarios. Pero hay un elemento adicional que quiero introducir, y que en cierto modo está en la base de los tres mencionados. En efecto, la conquista de la autonomía, el desarrollo de la creativividad y la práctica eficiente de la solidaridad, requieren altos niveles de conocimiento y comprensión de la complejidad de lo real.  Es en este sentido que podemos decir que el ‘tipo humano’ de la nueva civilización estará significativamente focalizado en el desarrollo del conocimiento, y que un componente esencial de la nueva civilización es la llamada ‘sociedad de conocimiento’. 

El hombre y la mujer ‘de conocimiento’.

Si es así, al tipo humano que la conforma lo podemos entender también como el hombre y la mujer de conocimiento. Entiéndase por éste, no la figura del intelectual ni del profesional de las ciencias sociales que se forma actualmente en las universidades. El hombre y la mujer de conocimiento es una persona que está en condiciones de ver la realidad, de comprenderla en su complejidad, de sentirla y vivenciarla; pues el conocimiento es una actividad intelectiva racional; pero no solamente éso. 

Conoce la realidad quien es capaz de entenderla, pero también de emocionarse ante ella, de conmoverse ante la riqueza y plenitud de sus dimensiones interiores y exteriores. Se trata de conocer la realidad no sólo en su objetividad, sino también en su subjetividad, en todas las dimensiones fácticas, valóricas, estéticas y espirituales; en toda su complejidad. 

Por todo ello, el hombre de conocimiento es una persona capaz de actuar con realismo en el mundo en que vive, y desplegar una acción transformadora eficaz. Pero esto no lo determina como pragmático ni muchos menos como utilitarista. El realismo del que hablamos significa que el conocimiento de la realidad en la complejidad de todas sus dimensiones, lo hace ser un transformador respetuoso de lo que la realidad ha llegado a ser como resultado del largo proceso evolutivo de la materia, de la vida y de la humanidad, y en cuya dinámica se inserta su propia actividad creativa y transformadora. 

El hombre de conocimiento no tiene la soberbia de pensar que todo lo existente deba ser cambiado como si fuera descartable. Él sabe que no  posee el conocimiento pleno de la verdad, ni de las verdades que en la historia humana han sido descubiertas o concebidas.  El hombre de conociminto conoce su propia debilidad y pequeñez en un universo infinito y en una historia multimilenaria. Por eso actúa con cierto humilde realismo. No se basa solamente en la ciencia, pues el realismo lo lleva a concebir que existe en el mundo y en la vida humana una cierta sacralidad, que exige respeto y reconocimiento, y sobre lo cual ningún individuo ni grupo puede asumir la soberanía.

La creación de la nueva civilización requiere desplegar un paradigma epistemológico más rico, más profundo que el de las ciencias naturales y sociales que han caracterizado la modernidad. Se necesita una concepción del conocimiento que incorpore la subjetividad, los aspectos éticos, valóricos, estéticos y espirituales del ser humano y de la sociedad, que las ciencias sociales modernas dejaron fuera de su campo de estudio, al adoptar una concepción materialista, positivista y naturalista, que redujo lo real a lo que puede ser conceptualizado y cuntificado. 

La espiritualidad.

Y esto nos lleva a otra dimensión de la acción transformadora, que en este simposio ha sido puesta de manifiesto reiteradamente. Me refiero a lo que algunos llaman ‘conocimiento profundo’, en un sentido que implica la apertura hacia lo que suele entenderse como espiritualidad. Las dimensiones espirituales profundas de la vida humana y de la realidad cósmica nos ponen en presencia de aquello que podemos asumir como sagrado, en cuanto nos sobrepasa y nos lleva a comprender que no somos los dueños del mundo, sino un componente activo de la evolución del universo, de la tierra, de la humanidad y de la historia. [3]

Las enseñanzas de los grandes maestros de la humanidad, de personas como Lao-Tsé, Confucio, Sócrates y Jesús de Nazareth, han sido determinantes en el proceso civilizatorio. Es desde la profundidad de sus enseñanzas que se han gestado las grandes civilizaciones que se han sucedido en la historia, y es importante prestar atención a lo que enseñaron e hicieron esos grandes maestros de la humanidad.

Un rasgo distintivo de todos ellos es que se han presentado como decididamente innovadores en cuanto a la concepción del hombre y de la historia, y respecto de la sociedad en que nacieron, pudiéndose incluso decir que fueron subversivos del orden existente en su época. Ellos le hablan al pueblo, le llevan un mensaje en que denuncian las condiciones opresivas en que se encuentra la gente. Como dicen los chinos, cuando la injusticia que sufre el pueblo es muy grande el cielo decreta un cambio. Y eso hacen los grandes profetas, que levantan el deseo y la esperanza de que pueden liberarse de la miseria. Pero, al mismo tiempo, les dicen que si bien el cielo exige justicia y liberación, su realización no cae del cielo como un regalo inmerecido. Por eso congregan a la gente en comunidades amorosas, fraternas, convocándolas a una vida nueva, a un nuevo modo de relacionarse y de comportarse.  No los convocan a la acción violenta, porque siendo hombres de conocimiento, comprenden que cuando el pueblo se levanta y ataca a los podersos, éstos contraatacan con más fuerza, y entonces los vencen, y el sufrimiento de los oprimidos se acentúa. La invitacion que hacen es a separarse del sistema opresor, a actuar con independencia y libertad, a desarrollar creativamente un nuevo modo de vivir, libre, justo, solidario, pacífico. ‘Nacer de nuevo’, esto es, empezar una nueva vida, con autonomía, con  creatividad, en solidaridad. 

Al mismo tiempo, invitan a los opresores a convertirse, a cambiar. Pero como el corazón de los poderosos y de los ricos es duro, sienten este alejamiento de los súbditos y dependientes como una amenaza, al darse cuenta de que han perdido el poder que ejercían sobre esas personas del pueblo, y que ya no pueden extraerles su fuerzas y capacidades de producirles riqueza.

El llamado a la conversión que los profetas han hecho a los ricos y poderosos es escuchado y seguido por muy pocos de los que viven privilegios en el orden constituido. Porque es duro dejar todo lo que tienen, entregarlo a esas comunidades de pobres y seguir el camino del amor. Muchos jóvenes se sienten atraídos por la belleza del mensaje evangélico, por el llamado a la perfección, pero prefieren la tristeza de continuar sus vidas de privilegios, seguridades y placeres.

Para defender sus riquezas y su poder, o sea, el orden económico y político que les garantiza continuar acrecentándolos, los ricos y los poderosos no pueden atacar y eliminar por la fuerza y las armas a esas comunidades de creyentes que se separan y liberan de ellos  haciéndose autónomos. No los pueden atacar por la fuerza, porque ellos no se les enfrentan, sino que en paz, se limitan a invitarlos a la conversión del corazón y a cambiar sus conductas. Además, se ha comprobado que si se los persigue y ataca, esos hombres y mujeres libres se hacen aún más fuertes en su fé, pues los mismos profetas les han anunciado que serian maltratados por los poderosos, pero que no han de temer a quienes pueden matar el cuerpo pero no el espíritu.

¿Qué hacen entonces los poderosos, que no aceptan ser ellos los vencidos? Despliegan una estrategia mejor, cual es la de integrarse a las iglesias, influir en ellas desde adentro, copar sus estructuras jerárquicas, reemplazar sus mensajes libertarios por otros que llaman al pueblo a sacrificarse y soportar las desdichas como el mejor camino para llegar a la felicidad, en la otra vida.

Y así van introduciendo en las instituciones religiosas sus propias estructuras económicas, sus propias diferencias de clases, y sus propias preferencias políticas, o sea, estructuras de poder que separan a los dirigentes de los dirigidos, a los gobernantes  de los ciudadanos, a las autoridades eclesiásticas de sus fieles seguidores.

Yo creo que el camino que proponen los grandes maestros de la humanidad para cambiar la sociedad es una dimensión fundamental de la acción transformadora. Parece ser que este hombre de conocimiento, creativo, autónomo y solidario, se forma y se fortalece en el descubrimiento de esta dimensión espiritual profunda de la vida, que tenemos dentro, o que nos llega de lo alto y nos ilumina, o que encontramos al vincularnos amorosamente con nuestros hermanos. Es una dimensión necesaria si asumimos que la tarea y transformación consiste en crear una nueva civilización.

Una inquietud y objeción.

Dicho todo lo anterior surge una inquietud, que se presenta como una objeción que legítimamente puede plantearse ante nuestra propuesta. La objeción surge de la constatación de que las personas creativas, autónomas, solidarias y ‘de conocimiento’ son pocas, y si hablamos del ‘tipo  humano’ de una civilización entendemos que se trata de un modo de ser persona que se generaliza, o que al menos se extiende a las mayorías sociales.

La respuesta que puedo dar ante esta inquietud y objeción es que la creación de una nueva civilización es un proceso históricamente prolongado, epocal, igual como fueron no sólo décadas sino siglos los que se requirieron para socializar los tipos humanos de las civilizaciones anteriores. Lo importante es comprender los modos en que el hombre y la mujer creativos, autónomos y solidarios pueden difundirse socialmente. A lo que hemos expuesto hasta aquí puedo agregar lo siguiente.

Al comienzo los hombres y mujeres autónomos, creativos, solidarios y ‘de conocimiento’ son pocos; pero la misma crisis económica, politica y cultural va creando las condiciones para que se expanda este tipo humano. A medida que se deterioran las estructuras económicas, las instituciones políticas y las propuestas culturales del sentido de la vida, las personas toman distancia y comienzan el proceso de autonomización respecto de ellas.

Cuando el deterioro es muy grande, el despliegue de la creatividad y de la solidaridad se presentan cada vez más como una necesidad para la sobrevivencia, además de ser una opción éticamente orientada. En Chile tuvimos un ejemplo de esto durante los años de la dictadura, en que frente al deteriro de las condiciones económicas y políticas del pueblo, surgieron numerosas y eficaces organizaciones económicas populares, a través de las cuáles las personas lograron enfrentar y superar las extremas condiciones de su subsistencia mediante organizaciones creativas, autónomas y solidarias. [4]

La educación.

Otro elemento importante que hay que considerar es la educación, que tanto ha influido en la difusión del tipo humano de la civilización moderna, y que puede cumplir un papel fundamental en la formación de personas creativas, autónomas, solidarias y ‘de conocimiento’. La importancia de la educación en una política de transición hacia una nueva civilización no debe ser subestimada. 

Una educación que ha de ser completamente distinta a la actual, que es enteramente inapropiada,  porque la educación escolar existente se enmarca en el modelo de la civilización capitalista y estatista, enteramente coherente con el tipo de sociedad a la que sirve, y que ha estado orientada a formar al ‘tipo humano’ de la civilización que agoniza: un individuo no formado en valores éticos, porque esta civilización no necesita personas con valores éticos. Las personas con valores éticos son disfuncionales a la civilización moderna, como lo ilustró tan bien Keynes, quien dijo que si las personas fueran frugales, conscientes de que los recursos son escasos, moderados en el consumo, que compartieran los bienes y no se apoderaran de ellos en forma individual y utilitaria, esta economía decaería, no podría crecer. No es difícil darse cuenta de que en esta sociedad capitalista y estatista, se requieren personas individualistas, deseosas de competir para apropiarse de los recursos y los bienes, que no busquen su felicidad sino proveerse de prestigio a través de la posesión de mercancías. Una persona ética, cuidadosa y respetuosa del ambiente no es un buen consumidor, y lo que esta economía necesita es que las personas sean muy consumidoras. Lo mismo puede decirse respecto a los trabajadores, que si fueran solidarios unos con otros no serían buenos trabajadores en empresas capitalistas. Y lo mismo los empresarios, que tienen que ser orientados –como decía un ‘gurú’ de la administración de empresas – por la idea de que “el secreto del éxito es apropiarse del negocio del otro”. 

Orientada la educación por esos objetivos, después de tener a los niños muchos años sentados, escuchando informaciones que no les sirven, y que tampoco interesa mucho que las aprendan (porque es importante que la gente ‘sepa’ que es ignorante y tenga baja autoestima), las personas asumen una ‘actitud de  pobre’, dependientes, heterodirijidas, subordinadas. Después de tantos años de escolaridad, apenas entienden lo que leen. Tampoco interesa al actual sistema escolar la formación en valores reales, desarrollar en los niños el espíritu de justicia, la solidaridad, las virtudes. A los niños se les exige que se comporten bien sólo cuando están siendo vigilados. Y después, cuando salen al mundo, se comportan correctamente, son respetuosos, honestos, sólo cuando se los controla y por temor al castigo. Para los sectores populares es una formación estandarizada, todos deben aprender lo mismo, los métodos son iguales, los profesores deben actuar de acuerdo a ciertos protocolos que les son indicados por la autoridad educacional. Se trata de formar ciudadanos estandarizados, que no sea autónomos, porque si son autónomos no serán funcionales a esta organización del estado que requiere subordinación y obediencia. No debe extrañar, entonces, que el modo de pensar, de sentir, de relacionarse y de comportarse acualmente más difundido esté tan lejos del requerido por una nueva civilización; pero ese hombre y esa mujer individualista y estandarizado no es el modo natural de ser persona humana. Ha sido construido. Naturalmente, la que describimos es la racionalidad de la educación en la práctica, no la que se explicita en las formulaciones de los objetivos de la educación en el papel. Muchos profesores no desean eso y por tanto se esfuerzan por educar, por formar, sobre todo si tienen vocación, y entonces una parte de las personas ‘se salvan’.

Componente esencial de una nueva civilización es una nueva educación, que probablemente tendrá que superar el modelo escolar, teniendo en cuenta que la escuela en sus formas predominantes pone a los educandos en un contexto semi-totalitario. Cuando el niño traspasa la puerta de la escuela, queda sometido a una disciplina, a unas normas, a unos comportamientos que le son fijados en forma rigurosa, obviamente con momentos de desahogo, los recreos. Al menor signo de rebeldía son llevados a inspectoría, se cita a los padres, se los amenaza con echarlos de la escuela.

No alcanzamos a profundizar aquí cómo puede ser una educación liberadora, que facilite el despliegue de la creatividad, la autonomía, la solidaridad y el conocimiento comprensivo de la complejidad. El tema fue objeto de un trabao profundo y sistemático en el Simposio Internacional ‘Desafíos de la Educación en un Mundo Complejo’, realizado el año pasado, y cuyas elaboraciones y propuestas fueron recogidos en tres libros.[5]

Dadas las limitaciones de tiempo me limito a tres observaciones finales. La primera apunta a destacar la importancia del auto-aprendizaje, y a la necesidad de crear condiciones que permitan que nos eduquemos a nosotros mismos. Al respecto, es interesante observar y analizar las inmensas oportunidades que han sido abiertas por las tecnologías de la información y las comunicaciones, que ponen a disposición de todos una gama prácticamente infinita de contenidos y de saberes, tanto teóricos como prácticos. 

Ahora bien, el aprendizaje por internet, el e-learning, tiene dificultades de dos tipos. Uno es la selección de los contenidos, porque en internet hay de todo y es interesante que nadie puede controlar, todavía, lo que cada uno decide conocer. El hecho de que todo esté disponible es un valor; el asunto es que debemos aprender y enseñar a seleccionar, nosotros, no una autoridad que nos diga lo que hay que ver o aprender. Debemos aprender a orientarnos en este mar infinito, porque en la internet se mezcla la ciencia verdadera con la falsa ciencia, la espiritualidad genuina con las falsas, todo tipo de prácticas políticas, en todas las direcciones. Todo lo que la humanidad es capaz de producir de bueno y de malo, de alto y de bajo, esta ahí, y esto es muy interesante para la educación, porque por primera vez las personas somos influidas de manera pluralistas. 

Al mismo tiempo tenemos la posibilidad de decir, de comunicar, lo que tengamos en nuestra mente. Hoy día uno quiere mandar un mensaje al mundo, a los amigos, desde su casa, y lo hace. Somos emisores también. Y eso es algo importante que ocurre en nosotros, porque el poder hacerlo, nos pone en la actitud de hacerlo. Porque cuando eso no existía, la única oportunidad para expresar lo que teníamos dentro era discutir con los padres, con los amigos, salir a la calle y gritarlo. Hoy hay muchos medios, y eso es un activo, un cambio, porque el hecho de poder hacerlo nos convierte en personas que lo hacen. Lo que sale por lo tanto puede tener todos los niveles. Hoy día todo el mundo escribe. Decía un amigo que el número de los escritores es más grande que el de los lectores. Y eso es muy interesante, y así también hoy todos pueden ser escritores, poetas, cineastas, periodistas. 

Esto es una oportunidad tremenda, y entonces hay una suerte de fricción, de contraste entre un sistema escolar que no quiere morir aunque tenga muy poco que dar, y esa otra realidad que se extiende por todas partes y que también es educativa, pues nos  va proporcionando experiencias significativas, nos va formando como personas, nos da conocimientos, nos va abriendo a diferentes mundos posibles de intervanción.

Mi segundo comentario apunta a la educación en valores, y el tercero a la educación cognitiva. Porque cuando hablamos del hombre creativo, autónomo solidario y ‘de conocimiento’. estamos hablando de la formación de personas con valores, con virtudes, con cualidades morales positivas, y al mismo tiempo, personas con capacidades cognitivas, no sólo con capacidades de aprendizaje de lo conocido sino con capacidades de desarrollar conocimientos nuevos.

Respecto de la formación en valores, por mi experiencia de profesor y de padre he llegado a concluir que los valores no hay que predicarlos, porque poco se pueden enseñar con enunciados verbales. Las prédicas son estériles: yo puedo decir a los muchachos “hay que ser solidarios”, y eso no significa nada. Los valores se comunican por vivencias, por experiencias, se aprenden en la práctica, en la comunicación cotidiana real. Creo que los valores se contagian, se comunican a través del contacto directo, no se pueden transmitir por internet, puedo hacer hermosos discursos sobre la solidaridad, pero eso no hace a las personas más solidarias. Con esto no quiero decir que el conocimiento ético sea inútil, sino que la ética y su conocimiento no se imponen dogmáticamente, sino que los valores deben ser descubiertos experiencialmente, y su conocimiento racional debe estar conectado a esa experiencia. 

Los conocimientos en cambio se trasmiten y aprenden a través de complejas estructuras cognitivas que son las que se comunican en libros, artículos, cursos, conferencias, lecciones. Y por lo tanto una educación mirando hacia el futuro tiene que combinar el producir experiencias significativas que vivan las personas, con procesos de aprendizaje cognitivo.

No me puedo imaginar una buena educación que se desenvuelva exclusivamente por internet, que puede sí  ser excelente para el aprendizaje de conocimientos, e incluso para la elaboración científica a través de metodologías de investigación colaborativa; pero la formación humana, la formación en valores, se realiza en la comunicación entre personas, en el diálogo, mirándose a la cara, compartiendo actividades en común. Por lo tanto la nueva educación debe tener muchos aspectos vivenciales. 

Howard Richard, haciendo referencia a como era la educación antigua, de los griegos, la importancia que le daban al juego, al teatro, a la expresión viva de la alabanza, al canto y al baile, ha propuesto que una nueva educación especialmente para los sectores populares, debe incluir muchas actividades de entretención, y vivencias y experiencias que son propias de los niños: correr bailar, jugar, hacer rondas tomados de la mano, actividades en equipo,  todo eso sin duda va formando en esos valores de creatividad, autonomía y solidaridad, y eso debiera ser parte del programa educativo.

Y respecto a la parte cognitiva, hay conocimientos que deben ser adquiridos, porque la humanidad ha acumulado saberes importantísimos que son necesarios para sobrevivir, para progresar, para vivir en comunidad, para entender el mundo, y esos conocimientos acululados son importantes. No se puede partir de cero; es un error pensar que todo debe aprenderse en la práctica. Hay muchos conocimientos que deben ser enseñados, comunicados, leyendo libros, y a partir de eso hay que seguir desarrollando conocimientos nuevos, investigando en la realidad.

Aristóteles decía que nuestro inteleto tiene dos partes, el intelecto pasivo (que recibe y aprende lo conocido) y el intelecto activo (que busca, investiga y descubre nuevos conocimientos). Ambos pueden ser pefeccionados, por lo que hay que formar la capacidad de aprender, de escuchar, de asimilar lo conocido, y también formar el intelecto activo, la capacidad de pensar con creatividad, de investigar, de seguir buscando y elaborando conocimientos.

 

[1]Tal elaboración ha quedado consignada en diversos libros, siendo los más importantes: Empresas de Trabajadores y Economía de MercadoLos Caminos de la Economía de SolidaridadFundamentos de una Teoría Económica ComprensivaDesarrollo, Transformación y Perfeccionamiento de la Economía en el Tiempo; y Tópicos de Economía Comprensiva.

[2]La investigación y la búsqueda de una nueva política la hemos desarrollado y expuesto, en gran parte junto a Pasquale Misuraca, en varios libros, especialmente en La Travesía. Libro Primero: De la Crítica del Marxismo y la Sociología a la Propuesta de una Ciencia de la Historia y de la Política; y La Travesía. Libro Segundo: De la Crítica del Estado y de los Partidos al Surgimiento de una Nueva y Superior Civilización.

[3]Esta dimensión del conocimiento que nos abre a la espiritualidad la hemos explorado en dos pequeños libros: El Cosmos Noético, y ¿Hasta Dónde Puede Llegar el Ser Humano?

[4]Ver al respecto, L.Razero, A.Klenner, A.Ramirez y R. Urmeneta, Las Organizaciones Económicas Populares,

[5]Ver, AA.VV., La Escuela y los Ambientes y Contextos de la Enseñanza-AprendizajeLa Educación Necesaria: Extendiendo la Mirada; y La Educación para el Desarrollo Humano y la Espiritualidad, Ediciones Univérsitas Nueva Civilización, 2014.