Alexandra Zambá
El lenguaje para la comunidad humana.
Este estudio nace ante todo del interés por los problemas actuales de la cultura contemporánea, que impactan varias disciplinas y campos de investigación, como la teoría del conocimiento, la ética, la filosofía del hombre, la linguística, la semiología, etc.
Nos detendremos en la relación entre Lenguaje, Conocimiento y Poder en el presente en rápida transformación. El lenguaje que para la comunidad humana es importante, no sólo para comunicar y entendernos, sino también para comprender la realidad, los cambios y las transformaciones ocurridas en el pasado, las que están en curso y las que proyectamos para el futuro. En fin, para conocernos a nosotros mismos. Porque la lengua es una especie de mar en el que se navega a vista –y a vida- en busca de sí mismos, y los idiomas que hablamos influencian nuestra percepción del mundo. Estamos hablando del lenguaje en general, que a diferencia de lo que se crea, según Michel Foucault en Arqueología del Saber, es un instrumento de control no indiferente, no solamente porque es un fenómeno que afecta prácticamente a toda la sociedad humana que vive en la tierra, sino también porque es una especie de sujeción espontánea al lenguaje. El lenguaje nos circunda desde el nacimiento, crecemos con y mediante él, y sin él no sería ni lejanamente posible una sociedad como la nuestra.
Las lenguas plasman el pensamiento.
El lenguaje, que en la visión común es definido como instrumento de la comunicación, es en realidad mucho más que eso. Es considerado por los más altos teóricos del evolucionismo (entre ellos Darwin), el rasgo distintivo de la especie humana y que define la intersubjetividad; a la tradición de Piaget que hace del lenguaje el elemento fundante del propio yo, hacen eco los teóricos de la experiencia sonora, entre los que destaca Alfred Tomatis (La Oreja y el Lenguaje) que se refiere al espejo sonoro entre madre y niño: aquél hilo conductor que permitiría a través de la voz materna construir en primera instancia nuestra identidad subjetiva, y que constituirá en adelante el elemento que hace posible distingur entre el yo y el otro.
El lenguaje es todo lo que nos circunda y todo lo que somos. Sin embargo los hombres usan el lenguaje de manera tan espontánea y mecánica, que olvidan a menudo no solamente su función crucial, sino también que esta práctica no es hecha posible sólo gracias a una facultad innata, muchas veces indicada por numerosas corrientes de pensamiento, sino que es fruto de una convención social.
Las relaciones interpersonales se desenvualven con, por y en el lenguaje.
Cuando nacemos nos encontramos en una sociedad específica que tiene su propia cultura y su propio idioma. Nos encontramos adhiriendo a una especie de secta cerrada, más o menos amplia, que nos hace sentir lo que se llama “sentido de pertenencia”, pero que al mismo tiempo nos aisla de otras comunidades y nos hace, y convierte a los otros, en diferentes.
Un idioma es de por sí institucionalizado y regulado por normas que cada vez más a menudo prescinden de las verdaderas exigencias de las estructuras linguísticas mismas: modos, tiempos, argumentos, todo está influenciado por un poder que atraviesa el idioma y hace de él un elemento instrumental para el control de las relaciones sociales y de la mente en cuando unidad individual. Pier Paolo Pasolini en la entrevista a Enzo Biagi 1971 subraya las constricciones que impone la cultura al ciudadano individual y a toda la población: “El tipo de personas que más amo son, lejos, aquellas que posiblemente no han cursado el cuarto curso básico, o sea las personas absolutamente simples. La cultura pequeño-burguesa, al menos en mi nación, pero también en Francia y en España, es algo que conlleva siempre corrupción, impurezas. Mientras que un analfabeto, uno que haya cursado sólo los primeros años de la básica, tiene siempre una cierta gracia, que después se pierde mediante la cultura. Después, se la vuelve a encontrar en un altísimo grado de cultura; pero la cultura media es siempre corruptora”.
Poder y Lenguaje.
El poder ejercido esencialmente a través del discurso, vehículo de transmisión privilegiado de las ideologías, está basado en el consenso, afirma Norman Fairclough (Lenguaje y Poder2001), retomando de Gramsci la distinción entre el poder que actúa por vía coercitiva (de manera explícitamente violenta, o también tortuosa) y el poder que obra a través del consenso, esto es, mediante la adquisición de una aceptación más o menos generalizada, subrayando que en el ejercicio del poder a través del consenso los discursos y el lenguaje son determinantes.
En virtud de su capacidad de imponer una cierta visión del mundo, en vez de otra, el discurso asume un rol significativo para la producción, el mantenimiento y el cambio de las relaciones de poder. Los discursos incluyen no sólo una representación de cómo son las cosas o de cómo han sido, sino también imaginarios, o sea visiones de cómo las cosas podrían o debieran ser.
Lo que caracteriza el nexo del discurso con las relaciones de poder es su ser opaco: no es claro, no se explicita que en el proceso de mediación, actuado por las convenciones (representantes de los órdenes del discurso), tenga lugar la reproducción de las relaciones de clase y de poder. Es un poder escondido en cuanto no es explícito, del cual la mayor parte de las personas no es consciente. A este propósito Pierre Bourdieu en Identidad social y representación política(1988) afirma: “... es debido a que los sujetos (...) no saben lo que están haciendo, que lo que hacen tiene más significado que lo que saben”.
El lenguaje escapa en apariencia a cualquier tipo de control, y sin embargo el sujeto está continuamente expuesto a los “factores del propio tiempo”, que modifican los criterios de valoración y de percepción de las cosas; sistemas educativos caracterizados por particulares prácticas de castigo y de sometimiento pueden conducir no sólo a la censura linguística sino también psíquica (en efecto, no pocas veces se evita decir algunas cosas y a veces también de pensarlas, o sea nos autocensuramos).
El vaciamiento del lenguage.
No es necesario un análisis muy profundo para descubrir en el lenguaje público y privado de hoy un repentino e indetenible proceso de vaciamiento de los conceptos más elevados por causa de su uso no idóneo en determinados contextos. Amor, paz, revolución, cohesión social, son hoy “sólo palabras”.
Vaciar las palabras de sus significados propios signica vaciar las mentes de los conceptos en que se basa su valoración crítica de la realidad.
Se intuye fácilmente que en esta perspectiva también las relaciones interpersonales terminan distorsionadas. Lo que M.Foucault dice en un trozo de su discurso de inicio de su enseñanza en el Collage de France, es también el intento de control del discurso entre los sujetos. El ejemplo nos es ofrecido tanto en la obra “1984” de George Orwel como en la de Ray Brabury Fahrenheit 451, piedras fundamentales de la literatura contemporánea. En ambas se pone en evidencia lo que se arriesga en el momento en que la relación Yo-Tu es interrumpida. “Cada régimen basa su propia táctica de control en el aislamiento del individuo que no pudiéndose ya confrontar pierde el sentido de la realidad. El aislamiento, el miedo del otro, la sospecha, hacen que el individuo esté indefenso y sea fácilmente sometido, porque ya no tiene la seguridad de que lo que lo cicunda sea efectivamente real, porque esta seguridad sólo puede serle dada mediante sus palabras. Los “totalitarismos” siempre se han caracterizado por estructuras linguisticas particulares: el lenguaje de los déspotas se caracteriza a menudo por un planteamiento fuerte y severo no sólo de los términos usados, sino que también la firmeza de la voz y el tono siempre alto son estudiados para inculcar temor y contribuir a crear aquél clima de sumisión que convierte al pueblo en súbditos. La experiencia del diálogo directo y “de los ojos de los otros” nos genera cada vez más miedo porque a ellos nos hemos desacostumbrado, y han logrado que prefiramos estilos comunicacionales más fáciles, veloces y menos “embarazosos” que garantizan al sistema un control total inmediato”. (Potere e Linguaggio, de A. Cicorea)
Las palabras lo son todo y no son nada, a veces es tan fácil pronunciarlas y a veces no so suficientes para describir lo que sentimos. Pero son lo que hace posible la relación fundamental Yo-Tu, de la que deriva no solamente la creación directa de la conciencia individual y personal de cada uno, sino que también esta dicotomía está en la base de los procesos individuales, sociales, biológicos.
La finalidad última de Foucault es el análisis del lenguaje como elemento de libertad y al mismo tiempo de sometimiento. Lejos de caer en un círculo vicioso, la idea fundamental es el retorno a las cosas mismas, a las palabras mismas, al discurso mismo, como elemento de crecimiento personal a través de los otros: lo único que nos hace humanos es nuestro ser íntimamente social.
El lenguaje de la política y de la rígida academia.
Desde hace tiempo sabemos que la barbarie económica legisla sobre todo y en el último siglo ha afinado las técnicassociopolíticas que atrapan a las masas, la opinión pública y la cultura. Esta nueva ruidosa religión global hunde sus raíces en un lenguaje de códigos, de estereotipos y de pobreza de palabras neutras. La posibilidad de rescate, de encontrar en la política lo humano, está dada por el encuentro, por la presencia de más personas hablantes que interatúan entre ellas. Es éste el espacio cotidiano que debemos indagar y abrazar para no ceder, para no perdersos a nosotros mismos, y para dar un sentido a lo que hacemos; espacio, entonces, donde tejer y retejer nuestro destino, nuestra ética, nuestra historia. Todo aquello que tiene “implicaciones importantes sobre diferentes aspectos de la cultura humana, como el derecho, la política y la educación.
El lenguaje de la política es un lenguaje empobrecido y la “formulación” de él es un elemento fundamental. El uso de fórmulas se manifiesta principalmente a través de dos aspectos linguísticos: por una parte las palabras tabú y los símbolos, y por otra, señales de condensación verbal.
La palabra y la imagen, en su forma densa de ‘nombre’ y de ‘ícono’, son en efecto al mismo tiempo espacios de revelación de lo invisible en lo visible y de lo inaudible en lo escuchable, e instrumentos dinámicos a través de los cuales el hombre construye su mundo cutural, y si queremos, su espíritu objetivo. Es así que la palabra, más allá de su naturaleza estríctamente linguistica, constituye un mundo entero, omnicomprensivo en el que se realizan en varios niveles y de una multiplicidad de modos, las singulares potencialidades espirituales del hombre. “La palabra es la realidad misma”, dice P.Florenskij en Imjaslavie kak filosofskaija preposylka, sea la del hombre, sea la del cosmos, sea en su realidad física como en sus presupuestos metafísicos. La palabra es el umbral sobre el que se encuentran los dos mundos, el físico y el espiritual, el humano y el divino. Y Elisabeth Jankoswski en “La lingua invisibile” escribe:
“El siglo XX ha estado en general caracterizado por la importancia dada a la expresión lo más clara posible de los pensamientos y sentimientos más recónditos: en el psicoanálisis, en la pedagogía, en la teología y en otros saberes. En la búsqueda de la exactitud se han excluido las formas más floridas y figurativas del lenguaje, porque son consideradas demasiado imprecisas. (...) Todo ello ha creado una adhesión excesivamente fuerte al decir, o sea a la superficie linguística, y ha llevado a descuidar las dimensiones múltiples del decir y del no decir.” La autora pone en evidencia que la cultura y los saberes tradicionales han dado mayor importancia a la potencia del pensamiento, y en general a todo lo que resulta del rigor del cálculo, mientras los efectos/movimientos de la realidad que derivan de lo simbólico no son casi nunca investigados, si bien se los cita implícitamente. Diría, además, que ésta ha sido una constante en la historia del pensamiento ‘oficial’; son precisamente estas ‘dimensiones múltiples’ del lenguaje los carriles sin destino de lo simbólico que llevarían a hacer aquellos saltos del ser, necesarios para abandonar las posiciones (de opinión, de vida) tambaleantes en los que apoyan y ven el mundo desde otra perspectiva.”
Una nueva política posible.
Siempre en el mismo texto E.Jankowski reclama nuestra atención para esta visión del lenguaje hablando del rol de la madre: “... llegar a ser madre es el salto al ser natural y simbólico al mismo tiempo, por excelencia la madre hace completamente bueno el mundo para su hijo y también un poco para sí misma. Es ella que transforma así el mundo para su niño; y este nuevo comienzo abre siempre una pequeña apertura a fin de que el mundo lo sea de verdad o pueda llegar a serlo. Tal visión del mundo es la primera experiencia de una posible concepción política. La visión mágica del mundo, experimentada con la madre, permanece dentro de nosotros como algo casi indeleble; y también después estaremos inclinados a creer que sea posible construir un mundo como lo hemos vivido en nuestra infancia, aunque no hayamos encontrado todavía una vía política para llegar a él”.
Jankowski parece sugerir que el intercambio simbólico/mágico que transcurre en la relación madre/hijo en el período natal, o en todo caso en el de la formación del lenguaje, abre un umbral decisivo en el que ética y política se confunden y casi coinciden. El mundo que en aquél período conocemos a través del filtro de la madre, de su presencia, de su lenguaje, parece estar hecho a nuestra medida; la madre nos protege de los peligros, de los acosos, de las pesadillas, y la huella de este estadio permanece en nuestra memoria; volver a buscarla, permanecer en su escucha: esto debiera ser la primera tarea de una posible nueva política.
“... la predominancia de una actitud llena de humanidad posee el arte de despertar la palabra que propagará sus efectos. Tiene el don (...) de aplacar a los monstruos, de liberar el verbo del hielo del ‘cálculo egoista’. El hombre progresará gentilizándose, sólo descubriendo la conciencia y el lenguaje capaces de identificar sus deseos, de expresarlos, de comunicarlos, de realizarlos.
... Queda una libertad sólo a condición de que se restituya a las palabras aquella vida inseparable de lo vivido cotidiano, sin lo cual una lengua se fosiliza y llega a ser estereotipo. Romper con el viejo sistema de explotación que nos ha dominado hasta ahora significa restituir al lenguaje aquella vocación poética dotada, desde su origen, del poder de influir sobre las circunstancias y sobre el destino de los seres.
... Privilegiar en todas partes la apertura es el único modo de liberar nuestra historia futura de las escorias de nuestra inhumanidad pasada.
La lengua materna es poesía, y esa poesía que nos acompaña en nuestro primer salto debe ser “donde se cumple la construcción originaria del mundo”.
El lugar del lenguaje.
Para nosotros, la poesía es aquella lengua que revoluciona y redime a la sociedad en su totalidad, para mejorar su cultura, su trabajo, su vida cotidiana.
Dante en De vulgari eloquentia,escribe: “los poetas buscan con la palabra llegar al otro/a, movidos precisamente de este appetitus,y nos viene espontáneamente pensar que el primer deseo hacia el otro, la primera manifestación de una voluntad de palabra, de una experiencia de lenguaje, se produce y se expresa en nuestros primeros años. Se comienza a notar que la esfera materna, la mujer, se presenta como un reemplazante de la cultura tradicional masculina.
En “De trinitate“ de San Agutín leemos: “el hombre no está siempre en el lugar del lenguaje, sino que debe llegar a él, y puede hacerlo sólo a través de un appetitus, un deseo amoroso, del cual, si se une al conocimiento, puede nacer la palabra”.
La experiencia del adviento de la palabra es, pues, sobre todo una experiencia amorosa.
La lengua no es enseñada, sino ‘vivida’ y utilizada cotidianamente de manera natural y espontánea, una idea de lenguaje, un habitar la lengua. Y el uso de ella para erradicar los viejos principios de una sociedad en declinación, abrirá un nuevo espacio a la política, a nuevos modos de habitar el mundo y, para nosotros, en definitiva, a la ética, conscientes de que “Todo puede cambiar, pero no la lengua que llevamos adentro, o más bien, que nos contiene dentro suyo como un mundo más exclusivo y definitivo del vientre materno (de Eremita a Parigi. I. Calvino).
La lengua materna es poesía, es aquella poesía que nos acompaña en nuestro primer salto al ser “donde se cumple la construcción originaria del mundo”; poesía es aquella lengua que revoluciona y redime a la sociedad en su totalidad, para mejorar su cultura, su trabajo, su vida cotidiana.
La lengua materna es aquella tierra donde un lenguaje estéril, técnico, que no proviene de adentro, no tiene raíces, no se manifiesta en lo que pensamos, y por tanto, no influye en nuestra vida.
Quisiera terminar esta breve disertación con un joven de 85 años, que todavía hoy habla del lenguaje como forma de expresión de un servicio que se ofrece desde y para los otros. Noam Chomsky habla de lengua, expresión y pensamiento, como forma de construcción, cuyo edificio puede elevarse solamente desde el individuo. No existe el intelectual, sino el individuo.
Se pregunta en una entrevista en el Auditorium di Roma (2013): “Lo que escapa es el por qué muchas mentes pensantes han terminado por ser la expresión de un poder de control, vendiendo su pensamiento a la atracción del protagonismo y rechazando aquél indispensable coraje de correr el riesgo de permanecer fuera de los juegos del mérito. No será ciertamente un Nobel quien cambiará el mundo, sino una idea, gracias a la cual el pueblo estará en condiciones de desarrollar su propia autonomía de gestión y un sistema más cercano a una expresión democrática. Como decir, no es la luz la que nos ilumina, sino nuestro pensamiento. La fuerza del intelectual no es la de imprimir el saber sino la de hacerlo propio.
¿Y yo? Yo, he tenido la fortuna de habitar en una lengua con la correspondencia más completa entre la palabra y el contenido conceptual: el griego. Mi permanencia en la antigua lengua griega es para mí la más importante práctica espiritual.
Notas:
- Durante el siglo XX se ha venido delineando siempre más, especialmente en el área alemana, un corriente de la filosofía del lenguaje distante del área lógico-estructuralista y de la llamada analítica del lenguaje. En la huella del segundo Wittgenstein y de las tesis sobre el lenguaje de Martin Heidegger, la nueva filosofía del lenguaje niega la naturaleza instrumental del lenguaje, y lo considera más bien como una condición originaria del hombre, como su esencia, haciendo depender enteramente y desde el comienzo, la inteligencia humana del lenguaje. Esto ha sido afirmado quizá en forma demasiado radical, haciendo de la lengua misma una suerte de condición incondicionada de la experiencia, que le da foma sin ser formada; un dato originario no adquirido o aprendido. En el surco de esta tradición se han insertado filósofos del área continental como Walter Benjamin que había anticipado algunas tesis heideggerianas, Hans-Georg Gadamer, padre de la ermenéutica del lenguaje), Jacque Derrida (si bien con las debidas diferencias), Emmanuel Levinas, Paul Recoeur.
- Para la consideración del lenguaje como práctica social, sobre sus nexos con la ideología y el poder, hago referencia sobre todo a Norman Fairclough (1992, 2001, 2006), el cual a su vez hace referencia a varios pensadores, entre los cuales: David Harvey, Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jürgen Habermas e Antonio Gramsci. Para una profundización de la relación entre lenguaje, discurso y poder y una introducción general al análisis crítico del discurso, ver Fairclough, 2001.
- Para un encuadramiento general de las cuestiones relativas al lenguaje y al análisis crítico del discurso en el panorama de la investigación social ver Chouliaraki, Fairclough, 1999. En este texto los autores aclaran los presupuestos epistemológicos del análisis crítico del discurso mostrando las conexiones con la teoría social y haciendo referencia a pensadores que de diversas maneras han contribuido a hacer crecer este campo de investigación.
Las palabras lenguaje y discurso son a menudo empleadas como sinónimos, pero admitiendo sobreposiciones, a ellas se les atribuye significados diversos. Ferdinand de Saussure (2007) distingue entre lenguaje (langue) entendido como una estructura compuesta de relaciones internas, reglas gramaticales.
- Alfred Tomatis (L’orecchio e il Linguaggio): el desarrollo de la escucha estaría directamente vinculado al desarrollo psicocorporal de cada individuo (desarrollo de la imagen corporal y del sí mismo) y a la adquisición del lenguaje – hablar a sí mismos y a los otros de modo diferente, pero también percibirse psicológicamente de modo nuevo. “Hablar un determinado idioma que sigue cierto ritmo y utiliza una bien definida zona de frecuencia acústica, lleva inevitablemente todo el cuerpo y no sólo el aparato fonatorio, a actuar de cierto modo, influyendo no sólo en la mímica facial sino en la actitud de la postura y del movimiento en su conjunto”.
- Elisabeth Jankowski : “Así nuestra palabra de origen está compuesta de una parte audible y visible en la escritura, pero también de una gigantesca parte de sustancia invisible. “Libros: “La lingua invisibile”, en (editado por) Chiara Zamboni, “Il cuore sacro della lingua”, Il Poligrafo, Padova 2006.
- Hegel y Heidegger, entre los más importantes teóricos del lenguaje; los pensadores más llamados en causa son Platón, Aristóteles, Kant, Schelling y Wittgenstein.