Karem Sánchez de Roldán
RESUMEN
En el mundo complejo actual, en los sistemas económicos y sociales que lo configuran, las políticas públicas desempeñan un papel central. Ellas reflejan y condensan, de una manera u otra, ciertos consensos respecto al rumbo del desarrollo y una perspectiva de bienestar para los pueblos y naciones. Ya sea en el ámbito internacional, en el nacional o en el local, las políticas públicas en general, y las políticas sociales en particular, se constituyen en el eje de acción para los diversos actores involucrados.
¿Por qué es necesario, en este contexto, interrogarse sobre la vinculación entre ética y políticas públicas? En aras de avanzar en la identificación de elementos que contribuyan a la elaboración de una respuesta, este ensayo explora algunas de las dimensiones éticas ligadas a la naturaleza, propósito y razón de ser de las políticas públicas.
Primero, examina algunos de los enunciados explícitos de mayor uso en la formulación de las políticas pública e indaga sobre las concepciones implícitas de sociedad y bienestar que ellas encierran. Segundo, identifica algunas de las circunstancia críticas en las cuales los actores en las políticas públicas se desempeñan. Especialmente, discute las condiciones en las cuales las voces de los técnicos, los políticos y los ciudadanos se escuchan o acallan para bien de algunos y para el malestar de otros. Tercero, con este marco de interacción como telón de fondo, discute algunos de los mecanismos que intervienen en la identificación de los problemas, la definición de las agendas, la construcción de consensos y la asignación de los recursos.
Finalmente, plantea la necesidad y urgencia de una perspectiva ética en las políticas públicas en la cual, en contra de un individualismo exacerbado, la conciencia y sensibilidad genuinas y altruista por el bienestar del otro, individual y colectivo, debería predominar para el bien de todos.
Frente a los desafíos éticos que impone cada vez con mayor intensidad este mundo complejo, el ser y el deber ser de las políticas públicas invocan la interiorización y el ejercicio de aquellas virtudes que desde la Grecia antigua invitan al despliegue de una dimensión superior humana y social.
Liberté, égalité, fraternité
I
Tal vez en la época actual, más que en ninguna otra anterior, el mundo enfrenta desafíos éticos numerosos e inéditos en su naturaleza. A ello contribuye, por una parte, los enormes avances tecnológicos cuyas aplicaciones, interacciones y conexiones inciden en ámbitos tan amplios como la vida de los seres humanos o la supervivencia misma del planeta. Cada vez, con mayor frecuencia, se plantean agudos dilemas las más de las veces envueltos en marañas de enormes presiones económicas y políticas. En otras ocasiones, las disyuntivas se exponen a fuerzas culturales o sociales. En los tiempos que corren muchos de estos desafíos éticos enfrentan intereses contrarios o irreconciliables: la necesidad de tomar partido por la maximización de la utilidad y la ganancia, o por la preservación de los ecosistemas o de los hábitats humanos y naturales, por ejemplo.
Por otra parte, si hoy se tiene una mayor conciencia respecto a los desafíos éticos por confrontar en los más variados ámbitos de la acción individual y colectiva de la humanidad, se debe al hecho que se produce y circula mayor información al respecto, alcanzando un mayor número de personas y grupos de interés. En cierta manera, la presentación en sociedad de algunos de estos desafíos éticos es mucho más intensa que la de otros. El impacto de desarrollos científicos o la investigación médica se llevan las palmas. Al menos de oídas, un público más amplio conoce de los problemas asociados, por ejemplo, a la clonación humana, y a la investigación médica y el uso de animales.
Estas dos circunstancias: la diversidad de ámbitos y condiciones bajo las cuales los desafíos éticos surgen, y una mayor difusión de información respecto a ellos, invitan a destacar algunos elementos que les subyacen. Primero, los desafíos o dilemas éticos implican para su solución, la toma de una decisión. Esto es, elegir entre alternativas posibles: continuar una determinada investigación científica o detenerla; realizar un determinado experimento o no realizarlo; ejecutar o no una cierta inversión a sabiendas de las consecuencias positivas para su rendimiento financiero y de las consecuencias negativas para el contexto social dentro del cual tal acción se realiza. En definitiva, elegir se impone como máxima de acción. Segundo, si bien el elegir plantea su propia problemática, ésta también se aborda y resuelve en contextos en donde el ejercicio del poder predomina. En el marco de intereses contrapuestos y ante la ausencia de factores moderadores, prevalece y triunfa la voz del más impetuoso, la mano del más fuerte, la hegemonía del más influyente. Tercero, en el actual mundo mediatizado la visibilidad que ganan algunos de estos desafíos éticos se traduce en la invisibilidad de otros. Es, de alguna manera, un asunto de delimitación del espacio mediático de atención en el cual, para ciertos públicos y audiencias, ciertos desafíos éticos existen y otros no.
Bajo esta perspectiva, cabe preguntarse ¿Por qué es necesario interrogarse, desde múltiples ángulos, sobre la vinculación posible y cada vez más necesaria entre ética y políticas públicas? Esta pregunta amerita una justificación que valide su pertinencia y destaque su importancia. Es inevitable empezar por reconocer que se ha convertido en lugar común, aunque no por ello carente de significación, asociar la ética y las políticas públicas como respuesta, y a la vez mecanismo de defensa, a los múltiples casos de corrupción en las esferas del Estado (y su aledaños) en donde se despliegan tales políticas1. Resulta en cierto modo natural. En contextos en los cuales la corrupción es rampante, como lo sugieren tanto los estudios de gobernabilidad del Banco Mundial como los estudios de percepción de la corrupción de Transparency International2, dicha asociación es ineludible.
En efecto, los países de América del Sur, para tomar por caso, ocupan los últimos lugares en transparencia y los más elevados en corrupción. En el conjunto de los 165 países del mundo para los cuales se ha recolectado información, con la excepción de Chile y Uruguay, todos los demás países suramericanos se encuentran en los rangos inferiores3. Así, se convierte en imperativo moral y ético el promover la correcta destinación de recursos públicos para el logro del bien común, objetivo último de las políticas públicas. En la misma dirección apuntan las campañas para denunciar y contrarrestar la corrupción, a la luz del ejercicio de conductas y costumbres que aseguren los fines establecidos para los recursos destinados a las políticas públicas, dentro de los cuales se inscribe por ejemplo la promoción del ejercicio del control social.
La situación de corrupción que esos indicadores invocan, exige indagar sobre las causas económicas, políticas, históricas, sociales y culturales que la propician, y sobre los factores susceptibles de eliminarla, o que al menos, como dijera un presidente colombiano, la ‘reduzcan a sus justas proporciones’. Sin embargo, cabe preguntarse si el vínculo posible entre ética y políticas públicas tiene solamente como campo de posibilidad el terreno de la corrupción. La respuesta que este ensayo pretende ofrecer a dicha pregunta es un no rotundo. Hasta cierto punto, el carácter conspicuo de la corrupción en la esfera de la acción estatal y la urgencia por combatirla, han opacado o desviado la atención respecto de una reflexión y debate mucho más amplio y abarcador en la relación entre ética y políticas públicas, tal vez de menor resonancia desde el punto de vista mediático, mas no por ello menos importante y crucial.
Una discusión que vaya más allá del soborno, el cohecho y la compra de favores y contratos (términos por demás de gran resonancia mediática). Un análisis que se detenga a examinar los desafíos y dilemas éticos implícitos a la hora de seleccionar los problemas por resolver, de elegir el curso de acción necesaria, de identificar factores que moderen intereses opuestos, y de excluir o incluir actores públicos o privados, individuales o colectivos involucrados en las situaciones problemáticas que dan lugar a tales desafíos éticos. Pero sobre todo, un diálogo que involucre de manera enriquecedora y fructífera tanto a los expertos en el diseño de las políticas públicas y a quienes se desenvuelven en el campo de la filosofía moral y de la ética como, en un sentido más amplio, a la ciudadanía que vive y sufre en carne propia las incidencias de tales políticas públicas. Estos son algunos de los elementos que explora este ensayo en aras de contribuir, en alguna medida y de forma particular, a la reflexión entre ética y políticas públicas la cual se encuentra todavía en ciernes. De manera más general, las ideas que aquí se presentan intentan ser tributarias de una temática que, hoy por hoy, se impone por la fuerza de las circunstancias y reclama su protagonismo: los desafíos éticos en un mundo complejo.
1.- El Banco Mundial en sus estudios sobre gobernanza define la corrupción como el abuso del poder público para el beneficio privado, incluyendo la corrupción menor y en gran escala (y la captura del Estado por las élites). El control de la corrupción, junto con voz y rendición de cuentas; estabilidad política y ausencia de violencia, la efectividad gubernamental, la calidad regulatoria; y el estado de derecho constituyen los 6 indicadores de buena gobernabilidad. http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/BANCOMUNDIAL/NEWSSPANISH/0,,contentMDK:20483194~pagePK:64257043~piPK:437376~theSitePK:1074568,00.html
2.-Indices de percepción de la corrupción 2012 http://www.transparency.org/news/pressrelease/20121205_comunicado_de_prensa_indice_de_percepcion_de_la_corrupcion_2012
3.-Brasil:69; Perú:83; Colombia: 94; Argentina 102; Bolivia 104;Ecuador;118; Paraguay:150; Venezuela; 165 http://cpi.transparency.org/cpi2012/results/
II
¿Por qué es necesario plantear el vínculo entre ética y políticas públicas? Proveer una aproximación de respuesta a esta pregunta exige, en primer lugar, establecer un cierto acuerdo en los términos. Ello implica, a la vez, una consideración respecto a los campos disciplinares de origen dentro de los cuales la ética y las políticas públicas se inscriben. Sin entrar en análisis que se escapan al alcance de este ensayo, baste señalar que la ética, entendida en sus dos acepciones se refiere a: a) La disciplina que se preocupa por lo que es moralmente bueno o malo, correcto o incorrecto; ‘el estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir’ o b) Todo sistema o teoría de los valores o principios morales4. Resulta indispensable, para afinar los términos y el argumento, establecer una definición para moral. Ella hace referencia a las reglas o las normas por las que se rige la conducta o el comportamiento del ser humano en relación a la sociedad, a sí mismo o a todo lo que lo rodea. Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar estabilidad social5. La ética se inscribe en el ámbito disciplinar de la Filosofía.
4.-Peter Singer, Ethics Encyclopædia Britannica, Chicago, 1985, pp. 627-648
5.-Holbach, Paul Henry Thiry, Baron d’ (1812,) “La moral universal o los deberes del hombre fundados en su naturaleza, 1: Teoría de la moral”, Tmpr. I. Collado, pág 1.
Por su parte las políticas públicas se entienden como la respuesta que el Estado provee frente a las demandas de la sociedad. Ellas pueden expresarse en tanto que prestación de bienes y servicios, normas o instituciones. Un sugerente enfoque respecto a la definición, de particular pertinencia para este ensayo, es el que plantean Kraft y Furlong (2006): una política pública es un curso de acción o de inacción gubernamental, en respuesta a problemas públicos: ‘Las políticas públicas reflejan no sólo los valores más importantes de una sociedad, sino también el conflicto entre valores. Las políticas dejan de manifiesto a cuál de los muchos diferentes valores se le asigna la más alta prioridad en una determinada decisión’6. En todo caso, las políticas públicas se inscriben en el campo disciplinar de la Administración Pública. En un sentido entonces, el vínculo que se plantea entre ética y políticas públicas remite a campos disciplinares que parecieran encontrarse tradicionalmente en las antípodas del pensamiento y de la acción. Este aspecto amerita algunas consideraciones de orden práctico las cuales serán planteadas en las conclusiones de este ensayo.
Resta ahora identificar el espacio de intersección en donde se encuentran la Ética y las Políticas Públicas. Existen al menos dos puntos de convergencia: El primero, remite a los valores que inciden en la determinación de elecciones, decisiones y acciones que se traducen en patrones de conducta. El segundo, tiene que ver con el logro de un ideal respecto al buen vivir y el bien común. Bajo esta óptica, es posible entender los argumentos que un autor como Bernardo Kliksberg esgrime en torno a la necesidad de introducir la Ética en el contexto del desarrollo y más específicamente en el terreno de la economía y del diseño de la políticas públicas. Los títulos de dos de sus más conocidos libros así lo sugieren: Más ética, más desarrollo (2006) y Primero la Gente (2007)7. En estos libros, y en varios de sus escritos y conferencias, con frecuencia la puerta de entrada es la presentación de cifras y datos que revelan lo moral y lo éticamente inaceptable: Para millones de personas el sufrimiento de vivir en la pobreza extrema, el padecimiento del hambre, la falta de acceso a agua potable, la carencia de sistemas de saneamiento (acueductos y alcantarillado), las consecuencias nefastas sobre la salud y la educación, entre muchos otros aspectos, todo ello en
6.- Kraft, Michael; Furlong, Scott (2006): Public Policy: Politics, Analysis and Alternatives, 2nd ed., CQ Press, Washington, DC.
7.- Kliksberg, B. (2004). Más ética, más desarrollo. Buenos Aires: Temas Grupo Editorial y Sen, A. y B. Kliksberg (2007). Primero la gente: Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado. Bilbao: Ediciones Deusto.
medio de la abundancia de recursos financieros, tecnológicos, médicos y militares. En suma, la desigualdad más abyecta en la distribución de los recursos: ‘El 10% más rico tiene el 85% del capital mundial, la mitad de toda la población del planeta sólo el 1%’ (Kliksberg y Sen 2007:8).
Lo que está en juego en este enfoque es cuestionar y poner el dedo en la llaga respecto a qué se considera el buen vivir, o para el caso, el mal vivir de muchos y como éste se traduce en la realidad dolorosamente cotidiana de mucha gente. Es indudable la importancia de estos llamados que reconvienen y que, por vía de la amonestación, evidencian situaciones de injusticia y no correspondencia con la condición de la dignidad humana. Este seguimiento de la situación de la calidad de vida de las personas, con su correlato al llamado del ejercicio de valores tendientes a la equidad y la justicia por la vía de la acción estatal reflejada en políticas públicas más eficientes y efectivas, debe a toda costa mantenerse.
Sin embargo, no debería considerase éste como el camino único para la identificación de la articulación entre Ética y Políticas Públicas. Es más, no debería obrar como cortina de humo para evitar sacar a relucir otros aspectos, en apariencia menos problemáticos, tal vez por ser más sutiles y complejos. De entre ellos, este texto considera al menos dos: Por una parte, la consideración esencial de que toda propuesta de políticas públicas conlleva, de manera implícita o explícita, una elección respecto a los valores que privilegia y, en consecuencia, de aquellos que no privilegia; esto es en sí mismo el campo de identificación de dilemas o desafíos éticos. Por otra parte, el reconocimiento de que toda política pública implica elegir.
El ejercicio de la libertad que subyace a la posibilidad de la elección, y como consecuencia a la toma de decisiones, obedece también a criterios que construyen escalas de prioridad.
En este sentido, el vínculo entre ética y políticas públicas se teje en la interacción entre la acción de tomar decisiones entre alternativas posibles y una cierta concepción del bien común hacia el cual las elecciones se orientan. Ambas implican elecciones y posturas sostenidas en valores considerados como relevantes. Dos ejemplos ilustran estas posturas. El primero se elabora a partir de una revisión de algunos de los documentos de gobiernos nacionales suramericanos en donde se plantean las bases y fundamentos para el diseño de políticas públicas nacionales. El segundo, se refiere a un tema de amplia vigencia y discusión: Los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la propuesta de una agenda de desarrollo post 2015. En ambos ejemplos se expresan elección de valores, selección de los problemas y cursos de acción. ¿Por qué estos y no otros?
Una somera revisión de documentos, guías para el diseño e implementación de políticas públicas (Planes nacionales de desarrollo para periodos presidenciales específicos, programas de gobierno o planes estratégicos de desarrollo nacional a más largo plazo), producidos en la primera década del siglo XXI por gobiernos de 5 países suramericanos seleccionados: Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, presentados en la Tabla 1, ilustran de buena manera la elección de valores para promover y el ideal de sociedad que pretenden construir. La perspectiva comparativa destaca la diferencia en los matices y en los enfoques.
Entre los valores mencionados se encuentran: dignidad, soberanía, bienestar en el vivir (vivir bien en el caso boliviano, buen vivir en el caso ecuatoriano), democracia, prosperidad, diversidad, alegría y perspectiva de futuro. La elección de estos valores no es gratuita. Ellos implican respuestas a situaciones que se deben corregir por medio de la acción del Estado: las invocaciones a la dignidad, la soberanía, lo multicultural y mega diverso en el caso de Bolivia y Perú, por ejemplo, encierran la reivindicación de identidades culturales subyugadas, no plenamente reconocidas o al menos no equiparadas en estatuto de igualdad como puede ser el caso de los pueblos indígenas. Inevitable suponer que la ‘prosperidad para todos’ en Colombia apunte a corregir las condiciones de distribución de los recursos en uno de los países con mayor desigualdad no sólo en América Latina, sino en el mundo entero.8 No menos significativo es el reiterado llamado a los valores que se encuentra en el programa de Gobierno de Chile, valores que perfilan una forma de sociedad en la cual se reivindica la familia, como núcleo central de la sociedad, y a la mujer. Los breves textos extraídos de los documentos en mención ilustran aún más este punto.
Es claro, entonces, que en documentos que pudieran considerarse técnicos aparecen claras elecciones en términos de valores. ¿Qué dinámicas y mecanismos intervienen en estas elecciones? A ellos les subyacen la construcción de consensos en intricados contextos
8.- En 2012 Colombia, considerado por el Banco Mundial un país de ingreso medio alto, registró un índice de Gini de 0.539, evidenciando progresos en cuanto al comportamiento de este indicador en los tres últimos años. Colombia pasó de ocupar del puesto 6, con la peor distribución del ingreso, al 19 en el contexto mundial. En América Latina pasó del tercero al séptimo lugar.
políticos, es decir de poder, en donde resultan en el camino ganadores y perdedores. Esto constituye en sí mismo otro desafío ético que interpela a las políticas públicas.
Tabla 1
Algunos documentos guías para el desarrollo nacional en 5 países seleccionados
País |
Documento |
Texto |
Bolivia |
Plan Nacional de Desarrollo 2007: Bolivia digna, soberana, productiva y democrática para vivir bien |
‘Que en virtud del mandato social conferido al Gobierno Nacional, existe la necesidad imperiosa de articular la implementación de políticas económicas y sociales en el marco del Plan Nacional de Desarrollo, que se viene ejecutando, a través de una nueva concepción del desarrollo de políticas y estrategias económicas, que establecerán un nuevo patrón de desarrollo; un nuevo enfoque social y comunitario; una nueva matriz productiva y la inserción internacional, promoviendo la participación efectiva de las organizaciones sociales, comunitarias, ciudadanas y productivas, para erradicar la pobreza y la exclusión social’.(p.1)
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Colombia |
Plan Nacional de Desarrollo 2010 -2014 Prosperidad para todos |
‘El sueño de un país seguro y en paz, con bajos índices de pobreza y con una población educada y trabajando. El sueño de un país con empresas pujantes, social y ambientalmente responsables, que conquistan los mercados internacionales con bienes y servicios de alto valor agregado e innovación. Un país integrado a la economía mundial con una infraestructura y un entorno de competitividad que transforma las ideas en negocios, los negocios en empleo, el empleo en más ingresos, y por ende, en menor pobreza y mayor bienestar y progreso social.’ (p.20)
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Chile |
Sociedad de Valores con Calidad de Vida (Programa de gobierno) |
Para hacer realidad la sociedad de valores con calidad de vida a la que aspiramos es necesario apoyar y fortalecer la familia, institución básica donde mejor se transmiten los valores de nuestra sociedad. Además, es necesario valorar y reconocer la importancia que tiene la mujer en una sociedad moderna, integrada y que brinda oportunidades a todos. Por ello, reafirmamos el compromiso con los valores que orientan a nuestra sociedad: con el valor de la vida, especialmente de una persona inocente e indefensa como el niño que está por nacer; con el valor de la familia, con el valor del buen trato y el respeto entre los chilenos; con el valor de hacer de Chile un país más justo, más solidario; con el valor de ser un país más respetuoso con nuestros adultos mayores, con nuestros niños, con nuestra cultura y tradiciones, y con nuestra naturaleza. También reafirmamos nuestro compromiso con la libertad de conciencia, de culto y la igualdad religiosa. Todos esos valores que viven en el alma de los chilenos serán respetados y promovidos en nuestro Gobierno.
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Ecuador |
Plan Nacional Para el Buen Vivir 2009 -2013 |
Revolución ética, para garantizar la transparencia, la rendición de cuentas y el control social, como pilares para la construcción de relaciones sociales que posibiliten el reconocimiento mutuo entre las personas y la confianza colectiva, imprescindibles para impulsar este proceso de cambio en el largo plazo. P. 5
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Perú |
PLAN ESTRATÉGICO DE DESARROLLO NACIONAL AL 2021; Estado soberano y nación milenaria, multicultural y megadiverso pleno de alegría y futuro. |
‘Los criterios empleados en el Plan Bicentenario se sustentan en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el desarrollo concebido como libertad y en las Políticas de Estado del Acuerdo Nacional.’ (p.1)
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Fuente: Elaboración de la autora
Un examen a los Objetivos de Desarrollo del Milenio ofrece un ángulo complementario en cuanto a los vínculos posibles entre Ética y Políticas Públicas. Aquí el dilema tiene que ver con tomar decisiones respecto a los problemas que se eligen tratar y cómo resolverlos. Es decir, con el establecimiento de una escala de prioridades en cuanto a la selección de los problemas. ¿Qué es lo más o lo menos importante por resolver, corregir, paliar o minimizar? Llamemos a éste, el primer nivel de decisión. Una vez identificado el problema, se debe elegir ahora el mejor curso de acción, entre varios posibles, para superar o corregir el problema. Llamemos a este el segundo nivel de decisión.
Si bien esta pudiera considerarse una forma simplificadora de sintetizar los complejos procesos que intervienen en el diseño de políticas públicas, para propósitos del argumento, cumple su cometido: enfatizar sobre la cadena interminable y compleja de decisiones sobre las que aquellas se construyen. Decisiones que obedecen a la consideración de criterios y racionalidades, a veces contrapuestas entre sí. No siempre un análisis de costo-beneficio justifica la toma de una decisión. Otros criterios, inspirados en valores o en consideraciones morales o éticas pueden intervenir. ¿De qué manera los Objetivos de Desarrollo del Milenio pudieran ilustrar la acción e interacción de los dos niveles de decisión indicados arriba y sus respectivas consecuencias?
Bajo el auspicio de las Naciones Unidas, 189 países lograron en el año 2000 llegar a un acuerdo respecto a ocho objetivos de desarrollo humano que deberían cumplirse hacia 2015. Éstos atacaban 8 problemas considerados como graves. La Tabla 2 los presenta en el mismo orden de presentación desde su formulación. Desde entonces, los conocidos como Objetivos de Desarrollo del Milenio han marcado la pauta a la hora de elaborar las agendas de desarrollo en países y regiones enteras, dando lugar a políticas públicas sociales en ellos inspiradas.
Es innegable la importancia de estos objetivos y de los problemas que pretenden resolver. Lo que se quiere plantear aquí es que este listado es el resultado de una elección entre muchas posibles. ¿Por qué estos problemas y no otros? ¿Por qué numerar como el primero la erradicación de la pobreza y el hambre y no por ejemplo la desigualdad? Las prioridades establecidas son el resultado del uso de criterios enraizados en lógicas económicas o políticas. ¿Qué tanto arraigados en opciones éticas explícitas y deliberadas está por verse?
Tabla 2
Objetivos de Desarrollo del Milenio
Nº |
Objetivo de Desarrollo del Milenio |
1 |
Erradicar la pobreza extrema y el hambre |
2 |
Lograr la enseñanza primaria universal |
3 |
Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer |
4 |
Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años |
5 |
Mejorar la salud materna |
6 |
Combatir el vih/sida, la malaria y otras enfermedades |
7 |
Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente |
8 |
Fomentar una alianza mundial para el desarrollo |
Fuente: http://www.un.org/es/millenniumgoals
Las decisiones sobre esas elecciones tienen consecuencias. Aquí, como en otros casos, lo que se prioriza contribuye a hacer invisible o a marginar otros fenómenos. El solo hecho de establecer un orden de 1 a 8 tiene una incidencia en la atención que se le presta, por lo menos de cara a la gente del común que no de los expertos o especialistas.
Ahora bien, si seleccionar los problemas que se pretender resolver, en este caso los problemas asociados con el desarrollo humano, implica complejas decisiones, igualmente la forma en que tales problemas se definen conlleva nuevas actos de elección. En consecuencia, los cursos de acción posible que estas elecciones sugieren son, las más de las veces, múltiples. Existe más de una forma de atacar los problemas del desarrollo, particularmente cuando se tienen en cuenta las condiciones de contexto y la diversidad de actores involucrados. De entre las varias alternativas posibles, a su vez, se deberá proceder a elegir. ¿Cuáles son las implicaciones éticas ante el reconocimiento de la existencia de esta intrincada cadena de decisiones?
Examinemos, para el caso, los objetivos de desarrollo del milenio 1 y 8, probablemente los de mayor y menor reconocimiento respectivamente, y las metas correspondientes.
Tabla 3
Objetivos de Desarrollo del Milenio 1 y 8 – Metas
Nº |
Objetivo |
Meta |
1 |
Erradicar la pobreza extrema y el hambre |
Meta 1.A: Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas con ingresos inferiores a 1 dólar por día.
Meta1.B: Lograr el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidos las mujeres y los jóvenes
Meta 1.C: Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas que padecen hambre
|
8 |
Fomentar una alianza mundial para el desarrollo |
Meta 8.A: Atender las necesidades especiales de los países menos desarrollados, los países sin litoral y los pequeños estados insulares en vías de desarrollo
Meta 8.B: Continuar desarrollando un sistema comercial y financiero abierto, basado en reglas establecidas, predecible y no discriminatorio
Meta 8.C: Lidiar en forma integral con la deuda de los países en vías de desarrollo
Meta 8.D: En cooperación con el sector privado, hacer más accesible los beneficios de las nuevas tecnologías, especialmente las de información y comunicaciones
|
Fuente: Elaboración de la Autora con base enhttp://www.un.org/es/millenniumgoals/global.shtml
Las metas asignadas para alcanzar el objetivo de erradicación de la pobreza y el hambre sugieren una definición de pobreza cuyo núcleo gira en torno al ingreso monetario. Son pobres extremos quienes tienen ingresos inferiores a un dólar diario. Los enunciados de las metas encierran múltiples elecciones que invitan a plantear preguntas respecto a las decisiones tomadas. ¿Por qué definir la pobreza en función del ingreso y en esa cantidad determinada? ¿Cuáles son posibles alternativas de definición de pobreza? ¿Por qué un dólar y no otra suma mayor o menor? ¿Por qué ‘reducir a la mitad’ cuando el objetivo se plantea en términos de ‘erradicar’? Estas y muchas otras preguntas se pueden plantear sobre el objetivo y las metas adoptadas. Es probable que muchas de estas preguntas, a escasos 2 años largos del horizonte temporal propuesto para su cumplimiento, tengan sus respuestas. Es probable también que estas respuestas esencialmente justifiquen de buena manera las metas adoptadas. El punto en cuestión aquí es destacar que tanto este objetivo, como las metas que lo acompañan, son los resultados de elecciones y decisiones que involucran dimensiones valorativas. Ellas implican una concepción y una visión del ser humano, de sus necesidades y de lo que es bueno para su desarrollo. A todo ello subyace una escala de valores y prioridades.
El objetivo de erradicación de la pobreza tiene como sujeto al individuo y algunas de sus condiciones básicas de la existencia material. El objetivo 8 que se refiere a la construcción de una alianza para el desarrollo tiene como sujeto al conjunto del planeta. Su enunciado es de por si, ya bastante vago y ambiguo. ¿A qué tipo de alianza hace referencia? ¿Alianza entre quiénes y bajo cuáles condiciones? ¿En torno a qué concepción de desarrollo? Algunas respuestas a estos interrogantes se encuentran en las metas que se plantean para este objetivo. Indiquemos por ahora, que los términos en los cuáles estás metas se plantean resaltan las condiciones de asimetría entre quienes forman parte de esta alianza: los países menos desarrollados o en vías de desarrollo y los que no lo son. El diccionario define alianza como ‘un acuerdo o pacto para concurrir a un mismo fin’. ¿Todos los participantes en esta alianza comparten el mismo fin? Muchas preguntas más quedan abiertas y al avanzar en la búsqueda de sus respuestas nuevos desafíos éticos empiezan a ver la luz.
El supuesto de base, en los dos ejemplos presentados, es que es posible elegir. Ello implica el ejercicio de la libertad. En la medida en que estos procesos no se producen en abstracto y son los individuos, los seres humanos, quienes toman decisiones y realizan las acciones resulta indispensable indagar sobre las condiciones bajo las cuales ellos actúan, las relaciones sociales de poder en las que se mueven, el conflicto de intereses que eventualmente pueden enfrentar, entre muchas otras circunstancias que inciden en la construcción de una escala valorativa que subyace la acción. Se discutirán algunos aspectos de este tema en la siguiente sección.
Concluyamos esta sección intentando una respuesta a la pregunta con la que inicia. En la medida en que las políticas públicas se orientan al logro del bien común en campos de acción en los cuales los recursos son las más de las veces limitados, los actores involucrados diversos y los intereses en juego múltiples y contrapuestos; y en la medida en que a todo ello subyacen valores que se priorizan y privilegian en detrimento de otros, se hace necesario tomar conciencia práctica y tangible de la inevitable convergencia entre ética y políticas públicas. Para quienes se desenvuelven en el universo de las políticas públicas esta es en sí misma una elección y, como dijera el poeta Neruda: ‘Eres libre de tomar las opciones que quieras, pero eres prisionero de sus consecuencias.
III
Las consideraciones anteriores son apenas esbozos de los intrincados ámbitos en los cuales es indudable la necesidad y urgencia de una perspectiva ética en las políticas públicas tanto como práctica y como componente sustantivo de análisis. Muchas otras aristas quedan por explorar, problematizar y reflexionar. Por ejemplo, ¿Quiénes y en qué condiciones se plantean y enfrentan los desafíos éticos derivados de las políticas públicas? ¿Quiénes intervienen en la selección de los problemas y su respectivo curso de acción? ¿Es éste el terreno solamente de los expertos, quienes se aproximan a la formulación y vigilancia del ciclo de las políticas públicas con óptica técnica y casi de ingeniería social? La búsqueda de respuestas a estos interrogantes amplía aún más la frontera dentro de la cual el vínculo de la ética con las políticas públicas encuentra su campo, pero ahora en otra dirección no menos imbuida de elecciones y valores.
En efecto, la búsqueda del buen vivir o del mejoramiento de la calidad de vida de las personas, objetivo central y razón de ser de las políticas públicas en contextos democráticos, no puede deslindarse de la consideración, en primer lugar, de aquellos sobre quiénes recaen tales políticas, quienes también tienen su voz. Ello, además de las voces de otros actores posibles que tienen también roles por desempeñar. En Estados democráticos la variedad de actores intervinientes se encuentra en función del rol, el tamaño y el alcance que se le quiera dar al Estado.
La última década del siglo XX y la primera del XXI han atestiguado, de cierta manera, el movimiento del péndulo en cuanto a la función asignada al Estado. De una propuesta neo-liberal que lo reduce y apunta a la descarga de sus responsabilidades, a una que reconsidera las necesidades de un Estado fuerte y actuante como regulador y garante de derechos, las políticas públicas han visto desfilar, aparecer y desaparecer, actores de variada naturaleza. Entre ellos: las instituciones internacionales que financian el desarrollo, los gobiernos nacionales y sub-nacionales, los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales de desarrollo, las fundaciones empresariales animadas por el ideario de la responsabilidad social, los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil que representan particulares grupos de interés (mujeres, indígenas, afro-descendientes, campesinos, minoría sexuales, solo para mencionar algunas).
En este marco, ¿cómo no plantearse las ineludibles relaciones de poder que se producen, las más de las veces, en tremendas condiciones de asimetría? ¿Cómo no estimar la fuerza del discurso hacia la promoción de la participación y control ciudadano bajo la égida de la tristemente conocida y célebre inscripción aparecida en un muro de la Universidad de California en Berkeley, citada por Jordi Borja9‘Yo participo, tú participas, él participa, nosotros participamos, vosotros participáis, ellos deciden’? El desafío ético que aquí se plantea es cómo superar la oposición entre el ‘ellos’ que detentan el poder y el ‘nosotros’ que le reclaman al poder, para construir un ‘todos nosotros’ en el cual el espíritu predominante sea la colaboración desinteresada y genuina en pos del logro del bienestar común.
Lo que está en juego en las profundidades de este desafío ético es cómo trascender la embriaguez producida por el ejercicio del poder en la cual prospera sin dificultad el individualismo exacerbado, para abordar una ética del servicio en la cual la conciencia, el interés y la sensibilidad genuinas y altruista por el bienestar de los demás, ya sean individuos o colectividades, debería predominar para todos.
9.- Borja, J. (1987). Descentralización y participación ciudadana. Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local.
Resulta inevitable, en esta reflexión sobre los vínculos posibles entre Ética y Políticas Públicas hacer explícita, finalmente, la cuestión relativa al enfoque multi/inter disciplinar que la subyace. Aquí emerge otro de los desafíos que enfrenta un mundo complejo. El nexo entre ética y políticas públicas remite también a la forma como se articulan campos disciplinares que parecieran encontrarse tradicionalmente en las antípodas del pensamiento y de la acción: La filosofía y la Administración Pública.
En la introducción de su libro Ethics and public policy: A philosophical inquiry (2011), J. Wolff se pregunta cuál puede ser la contribución de un filósofo moral y político como él al campo de las políticas públicas. Entre las ideas que elabora plantea una de especial interés: la manera como se ha desarrollado la filosofía va en contravía de los requerimientos básicos para la formulación, diseño e implementación de las políticas públicas. Mientras la primera apunta a establecer puntos de vistas heterogéneos y divergentes, la segunda se orienta a construir consensos, así sean mínimos en aras de lograr el bien común. El punto no es menor. Además de indicar un interrogante fundamental en torno a las condiciones de posibilidad de un diálogo interdisciplinar, sugiere la existencia de lógicas y dinámicas disciplinares cuyas diferencias parecieran infranqueables a la hora de plantear sinergias y enriquecimientos mutuos en aras de trascender su carácter estrictamente teórico hacia el terreno aplicado y práctico de la acción con incidencia significativa en la vida de las personas. En cualquier caso es de felicitar y dar la bienvenida a este acercamiento desde la Filosofía hacia las políticas públicas.
En un mundo donde pareciera dominar la tecnología, en el cual se imponen velocidades vertiginosas que contrarrestan la posibilidad de un ejercicio reflexivo el cual se ve supeditado a la urgencia que llama a la acción, y en donde se impone con privilegio la maximización de la relación costo - beneficio en virtud de los escasez de los recursos, el pensamiento ético pareciera, a primera vista, fuera de lugar en el ámbito de las Políticas Públicas. ¿Estarán dispuestos los Administradores Públicos a recibir las contribuciones que desde su campo de experticia filósofos como Wolff proponen? ¿Estarán los profesionales de la formulación del ciclo de políticas, programas y proyectos, inclinados a la reflexión filosófica que les exija indagar sobre el tipo de valores éticos y morales que priorizan? ¿Estarán prestos a transitar por los terrenos de la Filosofía Moral y de la Ética para lograr forjar espacios imprescindibles de intersección? Ojalá que sí. Los desafíos de un mundo complejo así lo reclaman.
Finalmente, frente a los desafíos éticos que impone cada vez con mayor intensidad y rigor este mundo complejo, el ser y el deber ser, en el marco de las políticas públicas, invocan la interiorización y el ejercicio de aquellas virtudes que desde la Grecia antigua invitan al despliegue de una dimensión superior en lo humano y en lo social. Una en que la justicia y la equidad dominen y la generosidad prime sobre la codicia. A quienes perciben en esta perspectiva ecos de candidez, frente a su desencantamiento de la naturaleza del ser humano y sus potencialidades éticas, no queda más que proponerles, ante el fracaso estruendoso de otras fórmulas, intentar ésta, pues lo que se encuentra en riesgo es finalmente la supervivencia del colectivo. Todo está por ganar.
Referencias
Bolivia: Plan Nacional de Desarrollo 2007: Bolivia digna, soberana, productiva y democrática para vivir bien. Decreto supremo 29272 Gaceta Oficial de Bolivia. http://www.planificacion.gob.bo/sites/folders/marco-legal/29272_ds.pdf;
Colombia: Plan Nacional de Desarrollo 2010 – 2014 Prosperidad para todos. https://www.dnp.gov.co/LinkClick.aspx?fileticket=NOQVO8cdJaA%3D&tabid=82
Chile: Programa de Gobierno Sociedad de Valores con Calidad de Vida
http://www.gob.cl/programa-de-gobierno/valores-y-calidad-de-vida/introduccion/
Ecuador: Ecuador 2009 – 2013 Plan Nacional para el Buen Vivir http://www.planificacion.gob.ec/plan-nacional-para-el-buen-vivir-2009-2013/
Guerrero Orozco, Omar, “Moral en políticas públicas”, Revista de Administración Pública, México, Núm. 86, mayo de 1994, pp. 63-68.
MacIntyre, A. C. (1984). After virtue: A study in moral theory. Notre Dame, Ind: University of Notre Dame Press.
Merino, M. (December 01, 2008). La importancia de la ética en el análisis de las políticas públicas. Reforma y Democracia, 41.
Perú: Plan Estratégico De Desarrollo Nacional Al 2021: Estado soberano y nación milenaria, multicultural y megadiverso pleno de alegría y futuro http://www.mef.gob.pe/contenidos/acerc_mins/doc_gestion/PlanBicentenarioversionfinal.pdf
Wolff, J. (2011). Ethics and public policy: A philosophical inquiry. Milton Park, Abingdon, Oxon: Routledge