Hay tres actitudes generales o disposiciones del espíritu que, según cual de ellas sea la que predomine en el individuo, lo determinan como una persona conservadora, crítica o creadora.
La actitud o disposición de espíritu propia de las personas conservadoras consiste en mirar preferentemente hacia el pasado, valorando lo que ha sido y lo que han aportado las generaciones pasadas a la vida y al bienestar presentes.
Son personas conscientes de que la vida humana tal como hoy existe tiene orígenes ancestrales, recoge saberes y valores que han sido transmitidos de generación en generación, y mantiene formas organizativas e institucionales resultantes de procesos históricos complejos, en que innumerables personas comprometieron y aportaron trabajos, actividades y luchas con gran esfuerzo y muchas veces con heroísmo.
Las personas en que predomina esta valoración del pasado, tienden espontáneamente a pensar que lo que existe debe ser conservado, y que tarea principal de la generación presente es preservar intacto ese legado y trasmitirlo a la generación siguiente, garantizando de ese modo la subsistencia, la continuidad histórica y el desarrollo de la vida.
La actitud o disposición de espíritu propia de las personas críticas consiste en mirar básicamente el presente y juzgarlo desde la propia experiencia, sin considerar las dificultades que han debido superarse a lo largo de la historia para que la humanidad haya llegado al estado presente, y sin prestar mayor atención a los adelantos y mejoramientos que ofrece la realidad actual en comparación con situaciones anteriores.
Son personas conscientes de las contradicciones de la realidad social, de los problemas y dificultades que enfrentan las personas en las sociedades actuales, de las injusticias, desequilibrios y sufrimientos existentes. Los críticos quisieran cambiarlo todo, o lo más amplia y profundamente posible, sin detenerse suficientemente a considerar las dificultades que implica la creación de realidades nuevas que sean mejores o superiores a las existentes.
Piensan que la tarea principal de la generación presente es desmontar o destruir las estructuras que nos han sido legadas por las generaciones pasadas, y que sólo así podrá surgir una realidad donde los problemas, dificultades, sufrimientos, desequilibrios y contradicciones del presente habrán desaparecido y no volverán a presentarse.
La actitud o disposición de espíritu propia de las personas creativas consiste en poner preferentemente la mirada en el futuro, y en prefigurarlo y proyectarlo conforme a las propias aspiraciones e ideales. Los creadores consideran el pasado y el presente con desapego, valorándolos no por las que pudieran ser sus riqueza o su carencias, sino por los desafíos que plantean, por las potencialidades que ofrecen para realizar proyectos y obras inéditas, y por los recursos que ponen a disposición de las actividades y obras que quieren ver realizadas.
Son personas independientes y autónomas, que no se sienten ligadas por tradiciones ni lealtades atávicas, ni tampoco por organizaciones y grupos consolidados. Están orientados por ideales que quieren y esperan ver realizados en el futuro, y se ponen al servicio de su creación.
Piensan que la tarea principal de la generación presente es crear un mundo nuevo sin destruir lo existente sino transformándolo y perfeccionándolo, mediante la introducción en la realidad presente, de obras nuevas, de ideas originales, de búsquedas de nuevos y mejores significados y sentidos.
Son conscientes de lo que cuesta realizar y crear lo nuevo, y valoran las realidades existentes realizadas por las generaciones pasadas. Porque aspiran a algo mejor y superior a las realidades dadas, son también críticos y conscientes de las necesidades de transformación. Pero no se quedan en ello sino que miran hacia el futuro, experimentando a menudo la crítica de los conservadores que los consideran ilusos o idealistas, y de los críticos que los consideran insuficientemente comprometidos en la lucha contra lo existente.
En una época como la nuestra, marcada por transformaciones profundas y aceleradas, en que una civilización decae y comienza a surgir una civilización nueva, en la que se acentúa la crítica de las estructuras e instituciones dadas, que se desmoronan lentamente; en la que cunde consiguientemente el temor a lo desconocido que se ve venir inexorablemente; y en la que se valora por sobre todo la innovación, creemos que la disposición de espíritu que mira al futuro no como algo ‘que viene’ sino como lo que podemos inventar y realizar, es la actitud creativa la más necesaria de fomentar y expandir. Pero ello sin despreciar sino reconociendo y recogiendo con equilibrio los valores y sentidos que aportan tanto los conservadores que miran hacia el pasado como los críticos atentos al presente.
Las actitudes metodológicas que hemos expuesto y propuesto en este libro pretenden ser expresiones de la disposición de espíritu necesaria para asegurar un mejor futuro para nosotros mismos, para las generaciones futuras, y para la humanidad entera, en la época y el contexto histórico en que nos ha correspondido vivir, pensar y actuar.
Es fácil concluir que debemos ser conservadores de todo lo bueno que nos han legado las civilizaciones anteriores, críticos de todo lo negativo que observamos en la civilización presente, y creadores de obras, dinámicas, procesos y estructuras que se proyecten hacia una nueva y mejor civilización. Más difícil es comprender cuáles sean y cómo podamos desplegar las actitudes necesarias para ser y actuar consecuentemente con todo ello. Pienso que es esencial, indispensable e ineludible, conocer y desarrollar las ‘actitudes metodológicas’ apropiadas.