Formular y desarrollar proyectos que puedan ser asumidos y realizados junto a otras personas y grupos. Promover una conciencia, una voluntad y un sentimiento común en torno a objetivos compartidos. Esto nos hace individualmente fuertes, potencia las realizaciones colectivas, y genera apoyos y convergencias entre quienes, siendo externos al proyecto, pueden favorecerlo, sentirse atraídos y animarse a participar e integrarse. Rehuir de quienes fomentan desavenencias y discusiones inconducentes que generan divisiones y luchas intestinas.
Es un hecho universalmente conocido que mientras mayor sea la unión de las conciencias, de las voluntades y de las emociones que exista entre las personas que forman un grupo y que se plantean objetivos y proyectos compartidos, más posibilidades tiene el grupo de lograr esos objetivos y de realizar exitosamente sus proyectos. A este hecho, aplicado al ámbito de la economía solidaria, le dimos hace años el nombre de ‘Factor C”, con que se lo está conociendo ampliamente. Pero éste no es un hecho exclusivo de la economía solidaria, sino un fenómeno social igualmente aplicable a todo tipo de unidades, organizaciones y grupos, en cualquier ámbito de la actividad humana.
En efecto, familias fuertemente unidas han sido realizadoras de grandes empresas y obras. Comunidades altamente integradas son las que más prosperan y destacan por la pujanza de sus iniciativas. Clubes deportivos, centros de estudio, corrientes y escuelas de arte, instituciones religiosas, organizaciones políticas, empresas económicas y entidades sociales de todo tipo, cohesionadas por la unidad de propósitos y de aspiraciones de sus miembros, obtienen resultados muy superiores a los que alcanzar otras organizaciones más grandes y aparentemente poderosas pero que se encuentran atravesadas por divisiones y conflictos internos. Los países con mayor integración social y mejor unificados por proyectos nacionales son los que destacan por sus realizaciones, y sus logros son considerados a menudo como verdaderos ‘milagros’ de desarrollo social.
Todos estos hechos nos hablan de la fuerza que genera la creación de una conciencia, una voluntad y una identidad colectivas. Es la energía que se despierta en todo grupo humano, cuando no se funda sobre elementos externos o de poder que coaccionan a sus integrantes y los mantienen unidos en base al puro interés o al temor, sino por la unidad de convicciones y de propósitos que tienen sus integrantes individuales. De ahí la importancia, para toda organización social, de elaborar participativamente ideas que la cohesionen, objetivos que motiven y muevan a sus miembros, e iniciativas y proyectos que puedan emprenderse colectivamente. En efecto, la fuente de la energía social que se genera en torno a tales objetivos y proyectos es resultado de la unión social elaborada y construida en la intimidad de cada persona que forma parte del grupo.
La amistad, el amor, la unión de conciencias, voluntades y afectos, entre los integrantes de un grupo humano, especialmente si esa unidad se construye en torno a ideas y objetivos de elevado valor humano y moral, tiene ante todo el efecto de potenciar las capacidades individuales de cada uno de sus miembros, porque estos se sienten apoyados por los otros, ganan confianza y seguridad en sí mismas, acrecientan su autoestima, les aumenta la convicción con que actúan, y no querrán ser vistos fallando o incumpliendo por sus amigos que trabajan y luchan junto a ellos. Ya Platón en El Banquete, decía que el amor acrecienta el valor y la fuerza de cada uno de los amantes, cuando enseñaba que las personas que se saben amadas por las otras “sienten extraordinaria vergüenza cuando son vistas en una acción fea”, mientras que “si hubiera alguna posibilidad de que exista una ciudad o un ejército de amantes y amados, no habría mejor modo de que administren su propia patria que ayudándose unos a otros. Y si hombres como esos combatieran uno al lado de otro, vencerían aún siendo pocos, por decirlo así, al mundo”.
La unión en torno a un proyecto compartido no sólo potencia a cada participante sino que también expande las posibilidades del grupo en cuanto tal. En efecto, el compartir un mismo objetivo y la voluntad de realizar un proyecto común, facilita la realización del trabajo colectivo pues todos se colaboran; favorece la adopción de las mejores decisiones pues se ponen en común las informaciones y los conocimientos de todos; se multiplican los recursos y las capacidades disponibles en cuanto todos están dispuestos a poner los que poseen al servicio de la causa común. Convocados a realizar una obra superior a las fuerzas de cada uno, y cuya realización exige de todos el máximo empeño, nadie querrá mostrarse pusilánime ni reservarse para sí las energías y recursos que puede poner al servicio de la obra.
Y hay aún más. Ningún colectivo humano actúa en el vacío social sino que se inserta siempre en una colectividad más amplia, e interactúa con otras personas y grupos con los que se encuentra y debe convivir.
Es de la mayor importancia ganarse la confianza de los otros, pues estos pueden ser sus aliados y compañeros, o sus detractores y adversarios. Para ganarse la estima y colaboración de quienes están en el entorno de cualquier grupo, iniciativa u organización, un factor realmente decisivo es siempre la unidad interna que muestren sus integrantes, y la altura de sus ideas, objetivos y proyectos. La cohesión que se aprecie existente en la intimidad del grupo será para los demás la mejor demostración de la bondad y calidad de sus propósitos, tornándose en consecuencia atractivo y generando un ambiente favorable en rededor. Quién entra en escena poniendo en evidencia conflictos internos, puede esperar una resistencia similar a la que espera a los que entran en cualquier ambiente social generando desorden y demostrando hostilidad o ánimo de combate con los que habrán de ser sus vecinos.
Por estas mismas razones por las que recomendamos una actitud integradora y generadora de proyectos de elevado valor moral y que puedan ser realizados junto a otras personas y grupos, es que planteamos la conveniencia de rehuir de quienes promueven desavenencias y discusiones inconducentes que generan divisiones y luchas intestinas.