CUARTA PARTE - EDUCACIÓN SENTIMENTAL (Diario de Lucía)

CUARTA PARTE

 

EDUCACIÓN SENTIMENTAL

 

Martes 14 de Junio de 2061.

Hace días que no escribo. El tiempo ha estado terrible y no he tenido la tranquilidad para sentarme y contar lo que me pasa. Las clases también han sido desordenadas. Vanessa nos habla un día de una cosa y otro día de otra. Me cuesta seguir las lecciones, porque habla muy rápido y no para nunca de hablar. Se ve que no es profesora, aunque le hace empeño. Tampoco logra mantener la clase en orden porque ella misma es desordenada. Pero es muy buena. El otro día, después de un temporal muy fuerte quiso saber cómo la habíamos pasado cada uno del curso, y después de clases ha estado ayudando a los que han tenido más problemas.

Hoy estuvo muy entretenido. Vanessa llegó con un espejo, dos tijeras, una peineta, un cepillo de pelo y un secador. Nos enseñó a cortar el cabello. Fue divertido. A las niñas nos dijo que era importante vernos bonitas. A los niños les dijo que tenían que ser fuertes. Cuando le conté a mi mamá me dijo que eso era sexista y que no estaba bien; pero a mí me gustó.

Fue divertido. A los niños los dejó a todos parecidos. Pero con las niñas fue distinto. Antes de empezar a cortar, nos hacía mirar bien cómo era el pelo de cada una, el color, los rizos, el grosor, la textura, el largo. Y también nos hizo observar la forma de la cara, si era redondeada o alargada, y si éramos más gordas o flaquitas, y si teníamos algo imperfecto que se pudiera ocultar con el peinado. Nos fue explicando cómo cada una podía verse más bonita según el corte del pelo. Cuando me miré al espejo después de que me lo cortó, me encontré más linda y me puse muy contenta.

A la salida del colegio me puse a esperar que terminara el curso de los grandes. Quería que me viera Raúl. Salió conversando con un compañero. Al principio no me vio, pero yo me acerqué y pasé delante de ellos. El que iba con Raúl me silbó, pero él le dio un empujón para que se callara. Yo seguí caminando y cuando ya estaba lejos me volví para ver si me miraba, pero no pude saber porque un grupo de niños estaba entre medio y no me dejó verlo. Me gustó que hiciera callar al que me silbó, porque no me gustan los niños atrevidos. Yo creo que Raúl es tímido con las niñas y eso también me gusta de él.

Miércoles 15 de Junio de 2061.

Hoy las clases comenzaron con harto alboroto. La Consuelo contó que a sus papás no les había gustado que en la Escuela le cortaran el pelo. La Josefina contó que a su mamá le encantó pero que el papá se enojó mucho. Ninguno de los niños tuvo problemas. Se produjo una discusión sobre los papás. Algunos decían que se metían en todo y no les daban libertad. Otros decían que los suyos eran comprensivos y los dejaban hacer lo que quisieran. Mis papás son de lo mejor. Me enseñan cómo hay que ser y me dejan pensar y decidir con mi propia cabeza. Tengo suerte de que sean ellos.

Rosita le preguntó a Vanessa si nos podía enseñar maquillaje. Dijo que todavía éramos muy chicas para eso. Pero se pasó toda la clase hablando de Cosmética. Dijo que fue uno de los ramos que estudió en el Instituto, y que ella se ganaba la vida trabajando en eso, embelleciendo a sus clientas. Nos habló de las cremas humectantes que sirven para limpiar la cara del exceso de grasa. Del corrector que disimula las ojeras y cualquier imperfección del rostro. De los polvos, coloretes y bronceadores. Del rímel, la sombra de ojos y los delineadores. Del rizador de pestañas y el cepillo de cejas. Del lápiz labial y el significado de sus colores.

Vanessa es divertida. Después de cada cosa que nos enseñaba repetía que no debía estar enseñándonos esas cosas y que era para cuando fuéramos más grandes. También nos dijo que todos esos productos son muy, muy caros; aunque también existen productos naturales que sirven igual. Pero no nos aclaró cuáles. Una niña dijo que su mamá usaba puré de palta para la cara. Se nota que a Vanessa le entusiasma eso de la cosmética, y que sabe mucho. Creo que ella trata de enseñarnos sobre lo que sabe. De matemáticas, de lenguaje, de historia y de ciencias sociales casi no nos ha enseñado nada. Estábamos fascinadas. También los niños. Nos reímos mucho cuando el Juan dijo que “así es como las mujeres engañan a los hombres”.

Viernes 24 de Junio de 2061.

Hoy el Tomás le preguntó a Vanessa que cuándo nos iba a enseñar sobre sexo. Al Tomás, Vanessa lo ha expulsado ya dos veces de la clase porque le dice cosas que a ella no le gustan, siempre de doble sentido. Pero esta vez la profe no alcanzó a enojarse, porque fueron varios los compañeros que apoyaron al Tomás. “Sí, señorita. Enséñenos sobre el sexo”, dijo uno. La Susana dijo que la sexualidad es una materia del curso, y la profe Antonella nos enseñó muy poco”. Yo no dije nada, pero quisiera que Vanessa nos enseñe, porque sé muy poco y tengo muchas preguntas que quisiera hacerle.

Vanessa quiso saber qué era lo que nos había enseñado Antonella. Como no le respondió nadie, yo conté que en el ramo de biología nos habían explicado cómo son los órganos sexuales del hombre y de la mujer, y sobre la reproducción, la menstruación, el acto sexual, la gestación, el embarazo y el parto. Me levanté y le mostré mi cuaderno con los apuntes que había tomado, incluso los dibujos que copié de la pizarra. El Tomás se levantó y dijo que no era eso lo que quería que le explicara la profe, sino sobre el orgasmo de la mujer y sobre hacer el amor.

Me pareció que Vanessa iba a responderle; pero de repente nos miró a todos. Creo que pensó que había algunos que eran todavía muy chicos para hablar de esas cosas. Entonces dijo que el tema quedaba para el lunes y prometió que va a respondernos todas las preguntas. Pero solamente una pregunta por cabeza, una sola pregunta por cada niño o niña, y que por eso pensemos bien lo que queremos saber. Yo quisiera preguntarle sobre cómo besar bonito y rico, pero no sé si me voy a atrever, porque los niños se ponen muy odiosos y seguro me van a molestar por preguntar eso.

El resto del día estuvo enseñándonos canciones infantiles colombianas. Nos contó que se las había enseñado su mamá cuando era niña y vivía en Venezuela.

Lunes 27 de Junio de 2061.

Vanessa cumplió la promesa, aunque no fue como esperábamos. Nos dijo que fuéramos al patio y nos fue haciendo pasar de a uno. Todos pudimos hacerle la pregunta que quisimos, así que no supimos todas las preguntas ni las respuestas, aunque después conversamos entre nosotras, las más amigas, y ahí supimos más.

Como estaba sola con ella me atreví a preguntarle cómo besar rico. Me preguntó si ya había besado a un niño o niña. Le dije que no, pero que había un niño que me gusta y que es con él que quiero tener mi primer beso. Entonces me dijo que todos los besos son distintos; que hay hombres que son apasionados y te agarran y besan fuerte, y otros más tímidos y tiernos que apenas te rozan con los labios. También me dijo que si soy yo la que tomo la iniciativa de besarlo, debo estar atenta, porque si agarro a besos a uno que quisiera un beso tierno podría dañar la relación porque él podría pensar mal de una. Por eso me dijo que es mejor ir de a poco, y que en el momento que pasara, yo sabría cómo hacer, pero que no tengo que pensar tanto en que me guste a mí sino en hacer lo que crea que a él le guste más. Me dijo también que no me preocupe mucho porque besar es muy fácil y que cuando estás con uno al que se quiere, se aprende muy fácil y que es siempre rico. Yo le pregunté que cómo sabe una cuándo está enamorada; pero me dijo que era sólo una pregunta por niña y que ya había respondido la mía.

Miércoles 29 de Junio.

¡Me encantó hoy día! Vanessa dedicó toda la mañana a enseñarnos a bailar. Hay muchos modos y estilos de baile. El que nos enseñó, que es el más fácil, lo llamó “estilo libre”.

Lo primero es comprender el ritmo de la música. Sirve ayudarse contando 1, 2, 3, 4 y empezar meciendo la cabeza para llevar el compás. Nos enseñó después a balancear el cuerpo, apoyando primero todo el peso sobre un pie y levantando el otro apenas del suelo. En cada cambio del tiempo del compás, hay que desplazar todo el peso al otro pie, y así comenzar a bailar lentamente. Poco a poco se va aprendiendo a bailar más rápido, si se quiere. Hay que mantener las piernas relajadas y doblar ligeramente las rodillas. Cuando se alterna el desplazamiento del peso de un pie al otro, o entre los tiempos del conteo, se puede dar un pequeño rebote. Cuando una balancea el cuerpo siguiendo el ritmo, hay que ir moviendo los pies, tratando que se ajuste al movimiento de la pareja pero cuidando de no pisarla.

Nos enseñó después a mover la cadera, siguiendo a los pies. Al desplazar el peso hacia el lado derecho, mover la cadera hacia ese lado, y haciendo girar un poco el cuerpo para darle más movimiento. Y desplazando un hombro hacia adelante y el otro hacia atrás, siempre siguiendo el ritmo. También inclinarse hacia adelante y hacia atrás.

El movimiento de los brazos es muy entretenido, con las manos abiertas es mejor, y moviéndolas. Ahí nos mostró muchos movimientos, no dejando nunca de moverse, intercalando distintos ángulos, círculos, arriba, abajo, a un lado y al otro, adelante y atrás, y otros movimientos de la manera más libre. O haciendo movimientos como mimos, representando lo que se nos ocurra.

Después de que dominamos un poco todo eso, nos enseñó que lo principal es seguir libremente los impulsos que uno sienta, moviendo los pies, el cuerpo, los brazos, el cuello, los hombros, las manos, las caderas, las rodillas, según el ritmo y la melodía de la música. Una puede ser muy creativa, y hay que arriesgarse e ir adquiriendo confianza con la práctica. El baile, nos dijo, hay que vivirlo, amarlo, disfrutarlo. No preocuparse de lo que podrían decir de ti los demás, porque cada uno es como es y baila como quiere. Si bailando no estás alegre, o no te sientes bien, déjalo, porque no es obligación tampoco bailar. ¡Me encantó!

Lunes 4 de Julio de 2061.

Hoy nos hizo clases el profe Adolfo, pero no nos enseñó matemática. Leímos la continuación del cuento del burro Lucero, porque nos explicó que se lo había encargado Antonella por teléfono, que todavía estaba en Santiago, recuperándose.

Nos explicó que hoy se celebra en Estados Unidos el día de la Independencia, que es muy importante para ellos, igual que para nosotros que celebramos nuestra Independencia el 18 de Septiembre. Celebrar la Independencia es muy importante en todas las naciones, nos explicó, porque fue el comienzo de nuestra historia como país soberano. Celebrar la Independencia nos hace saber y recordar cada año que tenemos Patria, que somos una Patria. Chile es mi Patria. El cuento trata sobre esto, y lo copio a continuación.

“ – Llegó septiembre – le dijo Abuelo a Lucero una mañana de sol espléndido. El borrico no sabía lo que eso significaba. Pero se daba cuenta de que algo estaba sucediendo.

Le parecía que el Sol estaba cada día adelantando un poquito su salida sobre la Cordillera de Los Andes y postergando en las tardes su puesta detrás de la Cordillera de la Costa.

Además de ser los días más largos y de acortarse las noches, pasaban en el campo muchas otras cosas, todas muy hermosas y alegres.

En el campo, por doquier, brotaban flores de los más variados colores, aromas y formas. Florecieron primero los ciruelos, los guindos y los almendros, y poco a poco lo hicieron todos los frutales del huerto: perales, durazneros, manzanos, membrillos, nogales, higueras, limones, naranjos, mandarinos. Y al mismo tiempo el césped se fue iluminando con campanillas, claveles, crisantemos, dalias, hortensias, lavandas, lirios, margaritas, rosas, pensamientos, violetas, jacintos, caléndulas, hinojos, alfalfas, rudas, lilas y tantas otras flores silvestres cuyos nombres Lucero no conocía, pero que aprendía a distinguir con la vista, el olfato y el gusto.

En las ramas de los árboles revoloteaban chincoles, gorriones, tencas, zorzales, picaflores, jilgueros, loicas, mirlos y tórtolas; andaban en parejas o en bandadas, y cantaban, arrullaban o gorjeaban, jugueteando, haciendo el amor y preparando nidos. En la tierra y entre los matorrales corrían familias enteras de codornices y de perdices, y en las alturas volaban bandadas de queltehues y tiuques, y a veces solitarios peucos y aguiluchos; y a lo lejos, sobre la cordillera, águilas y cóndores majestuosos dibujaban círculos en el cielo.

Se presentaron también un domingo, en la casa de Joaquín y de María, novedades que sorprendieron gratamente a Lucero. Acompañado por María y por Abuelo, seguidos por Rosalba, Andrés, Juan, Alberto y Matilde, y también por los perros y las gallinas, Joaquín izó en un largo mástil de cañaveral una gran bandera tricolor: rojo, blanco y azul con una estrella de cinco puntas. Y cuando las ramas de los árboles empezaron a moverse por una brisa tibia, los niños elevaron volantines de colores diversos.

Aquello fue como una señal para todo el pueblo, que en la semana estaba entero embanderado, y los cielos surcados por una multitud de volantines y cometas que competían por quién llegaba más alto sobre los cerros.

– Llegaron las Fiestas Patrias – era siempre Abuelo quien informaba a Lucero las novedades del mundo. Lo que eso significaba lo

comprendió Lucero muy pronto, cuando vio como en todas las casas del campo y también en el pueblo se oían los sones alegres de guitarras, charangos, acordeones, panderos y voces, que entonaban cuecas, refalosas, costillares y cachimbos.

– Lo que más me gusta es el rodeo – le explicó Abuelo. – Se realiza en la Medialuna. Le diré a Joaquín que te lleve a verlo, aunque no participan los burros sino los caballos.

Parece que Abuelo era capaz de convencer a su hijo, porque el domingo lo llevó, dejándolo atado a un árbol sobre un montículo desde donde Lucero lo vio todo.

Primero observó muy atentamente un deporte que llamaban la corrida. Una collera, compuesta por dos huasos y dos caballos, arreaban a un novillo alrededor de la Medialuna hasta un punto en que debían atajarlo, impidiendo que pasara más allá, y enseguida lo arreaban regresando al lugar de partida manteniéndolo lo más cerca posible del borde de la medialuna. Eso lo hicieron muchas veces, distintas colleras con diferentes novillos. Había unos hombres observando todo, evaluando el desempeño de las colleras, y otorgándoles “puntos buenos” y “puntos malos”, que Lucero no llegó a comprender a qué respondían. Él estaba emocionado por la belleza del espectáculo, pero al mismo tiempo le dolía que los novillos, arreados, empujados y atajados por las colleras, sufrieran cierto maltrato. A él no le gustaría que le hicieran lo mismo, y por eso se identificaba más con los sufridos novillos que con las soberbias colleras.

Cuando terminaron las corridas y se dio el premio a la collera ganadora, empezó otro deporte que anunciaron por parlante como “el movimiento de la rienda”. Este sí que encantó a Lucero, en especial porque pudo comprobar al final que los ganadores fueron, en varones, Moreno montado por don Marcos, y en damas, Alondra que se lució montada por la hija de su antiguo patrón, a la que Lucero le costó reconocer porque había crecido mucho y estaba muy engalanada vestida de huasa.

Durante las pruebas Lucero los animaba dando golpecitos en el suelo con las patas delanteras, y no pudo controlar su alegría al ver cómo ganaban todas las pruebas, empezando por el que llamaron “andares”, que consistía en marcha, trote y galope. Vino después “la entrada de patas”, en que al caballo al trote lo detenían en seco; “la troya”, en que corrían en círculo con varias vueltas cada mano; “el ocho”, galopando alrededor de un eje de unos diez metros, en forma de ocho; “el volapié”, en que el caballo giraba sobre una pata

buscando la vuelta con rapidez para enseguida salir en direccióncontraria por la línea de la arrancada; “las vueltas sobre parado”, en que el jinete montaba y desmontaba sin que el animal se moviera, y después haciéndolo retroceder, con movimiento uniforme y sin que el caballo abriera el hocico.

La fiesta culminó cuando todos se dirigieron a las ramadas y fondas, donde comieron asado, bebieron chicha y vino pipeño, y terminaron bailando cuecas y cumbias.

Cada cierto tiempo Abuelo iba a hablar con Lucero, y cada vez le contaba algo. Queriendo explicarle el significado que para los chilenos tenía celebrar las Fiestas Patrias, Abuelo le repitió varias veces un antiguo refrán que había aprendido de su difunto padre: “Para saber quién es, el ave canta”.

Abuelo miró a Lucero a los ojos, y dándose cuenta de que no le había entendido agregó, a modo de explicación:

– Y para saber quién es, el caballo relincha y el burro rebuzna. Y los chilenos cantamos tonadas, bailamos cuecas, comemos empanadas, hacemos asados, vamos al rodeo y a las ramadas.

Abuelo pensó que Lucero también era chileno y decidió llevarlo a conocer más de cerca la fiesta. Le sacudió el polvo del lomo y le alisó la piel para que todos vieran que era un burro hermoso.

Mientras recorrieron el parque donde se habían instalado las ramadas y fondas, Abuelo se encontró con el tejedor de mimbre que conversaba con la familia que trabajaba la totora; con el alfarero, el talabartero y el herrero que se reían y contaban anécdotas y chistes; con un grupo de tejedoras de hilo y lana que coqueteaban con los huasos que pasaban a caballo; con unos muchachos volantineros que discutían; con el carpintero y el panadero que hablaban de sus negocios; con el escobero, el sombrerero, el canastero y el curtidor que caminaban hacia el grupo de las bordadoras para invitarlas a bailar.

A todos Abuelo los saludaba y tenía algo que decirles. Lucero estaba muy orgulloso porque él lo presentaba por su nombre y todos alababan su porte, su dentadura, el color de la piel, su lozanía y belleza.

Sucedió que a medida que avanzaban de un grupo a otro, los artesanos de los distintos oficios antiguos invitaban a Abuelo a compartir con ellos un cacho de chicha o una “caña” de vino, con lo que el caminar de Abuelo se fue haciendo cada vez más inseguro y tambaleante.

Ya al anochecer Abuelo no sin dificultad montó en el burro y le dijo al oído:

– Ahora llévame Lucero, porque estoy mareado de tanto beber.

Viendo Lucero que Abuelo se quedó dormido apenas se acomodó en su lomo y que ya no lo guiaba con la rienda, y como ya conocía el camino, lo llevó a su casa. Lo hizo con mucho cuidado para que no se fuera a caer.

Abuelo se despertó al llegar, se bajó del burro y tambaleando y avanzando en zig-zag logró entrar a su casa.

Lucero, feliz por haber participado en la celebración de las fiestas patrias, se fue a descansar al establo. Le costó quedarse dormido, recordando todo lo que había conocido ese día tan especial.”

Miércoles 13 de Julio de 2061.

Hoy volvió Antonella. Nos dijo que estaba totalmente recuperada y sana. Me pareció que estaba algo triste y que no tenía el entusiasmo de antes. Pero fue sólo al comienzo, porque después ya estaba como siempre.

Nos contó que Vanessa se había ido, y que nos dejó sus saludos y cariños. Me hubiera gustado que viniera a despedirse, y se lo dije a la profe. Me explicó que tuvo que irse muy temprano por una urgencia, y que le pidió que la despidiera de nosotros. Le pregunté si va a volver y me dijo que no creía que regresara.

No sé por qué he estado triste y desganada. Siento que algo me está pasando, pero no sé qué puede ser. Mi mamá me dijo que estoy adolescente y no le dio importancia. No tengo ganas de escribir.

Viernes 15 de Julio de 2061.

Hoy hubo reunión de padres y apoderados en la escuela. Después, en la casa, cuando estábamos toda la familia en el comedor, al terminar de comer y antes de irnos a acostar, la mamá nos contó que en la reunión estaban los papás de los tres cursos, todas las profesoras y también Alejandro. La reunión fue para analizar entre todos las orientaciones pedagógicas de la Escuela, y para revisar las materias que nos enseñan.

Algunos papás pidieron que se agregaran clases de religión, otros querían clases de moral, y otros no estuvieron de acuerdo en ninguna de las dos. Aunque todos estuvieron de acuerdo en que se nos hiciera un curso sobre sexualidad, la discusión fue sobre qué y cómo enseñarnos, teniendo en cuenta que somos de distintos sexos y edades. No nos contaron más que eso, aunque yo y mis hermanos insistimos en que nos dijeran qué se había decidido. El papá nos explicó que no les correspondía a ellos informarnos, pero que en los próximos días tendríamos en la Escuela varias novedades que nos explicarían las profesoras.

Lunes 18 de Julio de 2061.

Hoy supimos las novedades que tendremos en la Escuela. No habrá clases de religión ni de moral ni de sexualidad. Lo que decidieron los papás junto con las profesoras, fue establecer en la Escuela tres Consultorios Abiertos, uno para cada curso, que funcionarán los jueves en la tarde. Ahí los niños podemos ir a plantear cualquier pregunta, sea sobre sexo, moral, religión, problemas psicológicos, de salud, relaciones, asuntos familiares, o lo que sea que nos inquiete.

Cada Consultorio estará formado por tres personas: una profesora y dos apoderados que se ofrecieron para colaborar voluntariamente. La profesora y los apoderados no serán del mismo curso en que está el niño, para que ninguno se sienta inhibido de hacer las preguntas que quiera porque esté ahí su profe, su papá o su mamá. Los Consultorios atenderán a los niños por orden de llegada, y si se juntan muchos, habrá que inscribirse con anticipación.

Me hubiera gustado que Vanessa estuviera todavía aquí y que fuera también consultora. Ojalá que algún día vuelva. Yo creo que lo que hizo ella al respondernos a cada uno por separado, que fue algo que nos pareció raro pero que todos valoramos mucho, influyó para que los papás y las profesoras decidieran lo de las preguntas personales.

Jueves 21 de Julio de 2061.

Aunque todavía no pasó un mes desde la última vez, hoy leímos otra parte del cuento del burro Lucero, que analizaremos poco a poco durante las clases de lenguaje. Antonella explicó que estaba muy cansada y que no había podido preparar la clase normal. Yo la entiendo, porque el trabajo de profesora es harto cansador, sobre todo cuando los niños no nos portamos bien en clases.

Copio ahora el cuento para tenerlo.

Lo que más hizo feliz a Lucero fue conocer a Reinita, una burrita hermosa y amistosa que vivía en la granja de don Humberto, que deslindaba por el norte con la de don Joaquín.

Lucero y Reinita se encontraban casi todas las tardes, él a un lado y ella al otro, separados por el cerco que dividía las dos granjas. Se miraban largamente, amorosamente, y se contaban sus cuitas y las cosas que les tocaba vivir cada día. Con el paso de los días y de sus encuentros, Lucero y Reinita se enamoraron.

Enamorarse por primera vez en sus vidas, fue para Lucero y para Reinita una experiencia que les cambió enteramente su mundo interior, y también la manera de mirar el mundo y de entender la vida.

Se sentían llenos de entusiasmo, felices de haber nacido y de vivir. La realidad entera les parecía hermosa y buena, la comida la encontraban más sabrosa, e incluso los trabajos más duros los realizaban con gusto. Se despertaban en sus cuerpos y en sus mentes unas energías nuevas, que no se habían nunca imaginado que pudieran existir. El trabajo y la vida tenían ahora pleno sentido, y cada cosa que pasaba les proporcionaba felicidad. Lo único malo de todo eso era que, cuando algún día no podían verse y conversar, se sentían vacíos y todo les parecía opaco y triste.

Ocurrió también que a medida que pasaban los días fue apareciendo en Lucero y en Reinita un deseo que nunca antes habían sentido: querían tocarse, acariciarse mutuamente, sentir la suavidad de la piel del otro, y por qué no, también besarse.

Un día decidieron que ya no podían seguir mirándose desde el otro lado del cerco. Lo planificaron todo con cuidado. Aprovecharían un domingo, a la hora en que las familias de sus patrones fueran a la Iglesia, para escapar hacia el cerro, donde podrían estar solos y decirse sin temor lo que sentían, él por ella y ella por él.

Fue así que un día domingo a mediodía, cuando sintieron sonar las campanas de la Iglesia, después de comprobar que en la casas no había quedado nadie, salieron los dos burros sin ser vistos. Eran tantos sus deseos de encontrarse que no les costó saltar por encima de las barras de sus establos, y como habían visto tantas veces que levantando un especie de palanca sus patrones abrían el portón de sus granjas, hicieron lo mismo sin mayor dificultad.

Y apenas se sintieron libres, siguiendo al trote cada uno su propio camino, llegaron casi al mismo tiempo a la cima de la colina donde habían quedado de encontrarse.

Desde allí, pasando al otro lado, se abría un tupido bosque de árboles nativos: quillayes, boldos, maitenes, espinos, coigües, litres, por sobre los cuales revoloteaban y cantaban los chincoles, gorriones, zorzales, jilgueros, tórtolas, picaflores, cernícalos, petirrojos, tiuques y muchos otros pájaros de la zona, cuyos cantos acompañaron a Lucero y Reinita en su loca carrera bosque adentro. Querían alejarse lo más posible de donde pudieran ser encontrados cuando sus patrones se percataran de su ausencia y partieran en su búsqueda.

Al fin Lucero y Reinita se detuvieron en un claro del bosque, donde crecía un prado verde y asomaban sobre el pasto flores de campo de todos los colores, y de suaves y dulces aromas: lirios, margaritas, correhuelas, campanillas, azucenas, violetas, pompón de cardo, amores secos, rosas de campo, manzanilla, frutilla silvestre, toronjil, suspiros, pilea, oreganillo y varias más.

Lucero y Reinita se miraron un largo rato en silencio manteniendo sus orejas empinadas y moviendo la cola de un lado al otro. Luego Lucero comenzó a balancearse de un lado a otro con agilidad, como una culebra, y luego a caminar con elegancia a su alrededor, hinchando el cuello y los muslos, como queriendo mostrar a Reinita toda su agilidad y su fuerza. Ella respondía dando pequeños saltitos con las patas posteriores, sin dejar de mirarlo y admirarlo.

Ambos extendieron los labios hacia adelante y adelantaron sus orejas, que es el modo como los burros se expresan todo el amor que sienten el uno por el otro. Lucero se acercó entonces a Reinita y apoyó su cabeza sobre el pescuezo de ella, acariciándola y empujando suavemente su pecho sobre el lomo de ella. Ahí iniciaron un baile sensual, siguiendo el cantar de un jilguero que los miraba desde lo alto de una rama.

Los jóvenes burros, enamorados y felices, hicieron el amor, inconscientes de las consecuencias que ello podía tener. Después se tendieron uno junto al otro sobre el césped y se quedaron profundamente dormidos. No vieron ponerse el sol ni salir la luna. Se hizo noche oscura sin que se dieran cuenta, estando muy lejos de su hogar.”

Viernes 22 de Julio de 2061.

Ayer tenía mucho sueño cuando terminé de copiar el cuento de Lucero. Lo acabo de leer otra vez y he pensado harto. La historia de Lucero con Reinita me aclaró bastante lo que es estar enamorada. Después de pensar un buen rato, llegué a la conclusión de que todavía no estoy enamorada de Raúl, pero que podría enamorarme de él si estuviéramos más tiempo juntos, y nos pudiéramos mirar, y conversar para conocernos mejor. Por eso no creo que Raúl esté enamorado de mí. Todavía no, pero pienso que podría enamorarse si me conociera mejor. Lo otro que pensé es que el primer beso lo voy a dar solamente cuando esté segura de estar enamorada.

Sábado 23 de Julio de 2061.

Estoy emocionada. El Raúl vino a mi casa. Yo le abrí la puerta, y cuando lo vi casi me desmayo porque anoche soñé con él, que paseábamos por un bosque montados en dos burros. En un momento los burros se acercaban y besaban, igual que en el cuento de Lucero. Pero entonces Raúl se me acercaba y nos besamos. Lástima que en ese momento me desperté.

Raúl me dijo que venía a estudiar con Alberto. Pero mi hermano había salido temprano con mis papás, porque los habían invitado a un trabajo voluntario en una tienda nueva que Alejandro y otra gente del campo están organizando. Raúl me preguntó que a qué hora volvería Alberto. Yo le mentí. Le dije que sería pronto y que lo esperara si quería. Lo hice pasar al living y me senté frente a él.

Yo quería hablarle, preguntarle muchas cosas, pero estaba como atontada porque no se me ocurría de qué conversar. Él tampoco decía nada, así que sacó un cuaderno y se puso a leer. Yo lo miraba tratando de que no se diera cuenta. Pero se dio cuenta, y entonces le pregunté si quería que le sirviera algo. Dijo que un vaso de agua estaba bien, y se lo llevé. Al tomar el vaso me rozó la mano con sus dedos y sentí como electricidad. Pero yo creo que él no sintió nada, porque tomó el vaso sin mirarme y bebió un sorbo. Después dejó el vaso en la mesa y siguió leyendo como si nada.

No sabía qué hacer para llamar su atención. Entonces se me ocurrió una idea genial. Le pregunté si sabía andar en bicicleta. Me dijo que sí, pero que no tenía una. Le dije que podíamos salir a dar una vuelta, porque yo tengo la mía y está la de Alberto.

Yo me lucí mostrándole que sé andar a gran velocidad, y también mantenerme arriba de la bicicleta casi sin avanzar. También me lucí soltando el manubrio y abriendo los brazos como volando. Pasó entonces que cuando él soltó una mano lo hizo justo delante de una piedra y se cayó, quedando tendido en el suelo. Yo le ayudé a levantarse, tomándolo de las manos. Tiene las manos grandes y fuertes. A la bicicleta no le pasó nada, pero vi que se hizo una herida fea en el codo, así que fuimos a la casa y le hice una curación, tal como nos enseñó Vanessa en la escuela.

Me dio las gracias, y antes de irse me dijo que aunque se había caído lo había pasado muy bien conmigo, y que fui muy linda por haberle curado la herida. Cuando se despidió me dio un beso en la mejilla, un beso que no era sólo de saludo, porque fue más fuerte y tenía los labios húmedos.

Me tendí en el sillón y me quedé soñando despierta hasta que llegaron mis papás y Alberto. Venían contentos y me contaron que estuvieron pintando la fachada de un local bien bonito, para un almacén comunitario. Yo no les conté nada, ni siquiera de que vino Raúl, porque no me preguntaron.

Martes 26 de Julio de 2061.

Hoy cumplí trece. En la escuela la profe y los compañeros me cantaron el Happy Birthday y todos me abrazaron deseándome felicidades. Yo me emocioné y casi lloro de alegría. Pero lo que más me gustó fue lo que pasó al terminar las clases. Yo me quedé esperando a Alberto, que sale un cuarto de hora más tarde. Si digo la verdad es que quería ver a Raúl, y saber si recordaría mi cumpleaños, porque el sábado cuando íbamos en bicicleta me preguntó qué edad tengo y yo le dije que hoy cumpliría los trece.

Raúl salió el primero de su curso, mirando a un lado y a otro. Cuando me vio caminó hasta donde estaba, me dio un abrazo deseándome feliz cumpleaños, y lo más lindo fue que sacó del bolsillo una hoja doblada en cuatro. Cuando me la pasó se puso colorado, y justo un amigo lo llamó, por lo que se dio media vuelta y se alejó. Yo quería abrir la hoja para ver lo que me decía, pero en ese momento pasó a mi lado Alberto y me dijo que vayamos a la casa porque la mamá me tenía una sorpresa. No sé si lo hizo adrede, pero al decirme eso ya no había sorpresa porque supe que me celebrarían el cumpleaños. Yo quería mirar el papel que me regaló Raúl, pero no quería que Alberto lo viera, así que lo guardé en mi bolso con los cuadernos.

El comedor estaba adornado con cintas y globos, y en la mesa había bebidas, galletas, dulces y una linda torta. Me fui corriendo al baño porque quería leer el regalo de Raúl. Era un dibujo a colores, muy lindo. Se veía una niña en bicicleta pedaleando con los brazos abiertos, como volando, y atrás un niño también en bicicleta que ponía mucho empeño en seguirla, tratando de no quedarse atrás, y que tenía una herida roja en el brazo. Primero me dio mucha risa, y después me emocioné hasta casi ponerme a llorar. Le di un beso al papel, fui a mi pieza y ahora lo guardo en este cuaderno de mi diario.

Mi fiesta de cumpleaños fue linda. Además de mis hermanos llegaron varias compañeras del curso. El deseo que pedí cuando soplé las velas de la torta fue que Raúl me dé un beso en la boca antes de que termine el año.

Domingo 31 de Julio de 2061.

Por primera vez me dieron permiso para ir a una fiesta de noche y quedarme a dormir en la casa de una amiga. Mi mamá me hizo miles de recomendaciones, pero yo estaba tan contenta que a todo le dije que sí aunque no le presté mucha atención a sus consejos.

La fiesta estuvo entretenida al comienzo, cuando jugamos, cantamos y bailamos. Yo practiqué todo lo que me enseñó Vanessa. Pero después la fiesta se puso pesada, porque abrieron cervezas y una botella de licor y algunos niños se emborracharon. El Tomás empezó a molestarnos a las niñas diciéndonos pesadeces y tratando de besarnos. A mí me empujó contra la pared y me aplastaba con el cuerpo, pero yo le dí un rodillazo muy fuerte en las bolas y se alejó chillando de dolor a sentarse en un sillón. Eso me lo enseñó hace tiempo mi hermano para defenderme si me acosaban. Yo no sabía que podía doler tanto y hasta me quedé preocupada pensando que le había hecho mucho daño; pero al Tomás se le fue pasando el dolor y como estaba borracho se quedó dormido.

Cuando bailé con el Juan encontré que estaba triste y nos sentamos a conversar. Ya no está en nuestro curso pero sigue siendo un amigo y por eso lo invitamos. Me contó que en la escuela Hidalguía donde ahora estudia, les hacen mucho deporte, gimnasia y ejercicios rudos de resistencia. Los sacan a trotar y correr mientras van cantando frases tontas. Nada de poesía ni lecturas. Mucha matemáticas y computación, que le cuesta entender. A él no le gusta esa escuela y quiere volver con nosotros, pero sus papás lo obligan a seguir allá.

A la doce empezaron a llegar papás y hermanos mayores a buscar a las niñas y niños, y el último se fue cuando eran más de las dos de la noche. Nos quedamos la Teresa, la Wendy, la Isabel y yo, que somos las más amigas y que teníamos permiso. Nos fuimos al dormitorio de la Teresa y conversamos hasta que nos quedamos dormidas como a las cinco de la mañana.

Las tres tienen más experiencia que yo con los niños, pero no les ha ido muy bien porque contaron puros problemas y ninguna está muy contenta.

La Teresa anduvo tres meses con un chico que se llama Diego, pero hace una semana terminaron. Dice que terminan y vuelven, terminan y vuelven, y que sufre mucho porque ella lo quiere, pero no sabe si él la quiere de verdad o es sólo su juguete, y que le parece que él quiere estar con ella cuando le da la gana, y no sabe si él se separa para andar con otra. Le pregunté qué hacen cuando están juntos, y me dice que se besan con lengua, y que ella se deshace de placer. Le pregunté también si conversan y qué más hacen, porque quería entender si el Diego está o no enamorado de ella. Nos contó que cuando se encuentran es por poco rato, y que casi no conversan porque después de que se besan él le dice que tiene otras cosas que hacer. Le dije a la Teresa que creo que el niño ese está puro jugando con ella y que lo deje. La Wendy y la Isabel estuvieron de acuerdo conmigo; pero la Teresa quiere volver a encontrarse con él porque lo echa mucho de menos y que hasta sueña con sus besos. Le dije que era tonta y me dijo que sí, pero que igual le gusta aunque sufra. La Wendy le aconsejó que agarre a besos a otro para así olvidarse del Diego.

La Wendy nos contó que a ella le pasa lo contrario que a la Teresa, porque el chico con el que sale, que es tres años mayor, es muy celoso y quiere estar siempre con ella, y todo el tiempo le pide que le dé su virginidad para así probarle que lo quiere; pero la Wendy no lo hace porque no está tan segura de quererlo. Nos contó que el niño una vez le gritó y que casi le pega después de que la vio jugando con unos compañeros. Le pregunté que por qué sigue con él si lo pasa mal. Dijo que él la cansa con tanta presión, pero que si él es celoso es porque la quiere de verdad. También tiene miedo de quedarse sola. Le dije que es mejor estar sola que mal acompañada. Se enojó conmigo y empezó a defender a su novio diciendo puras cosas buenas de él. No la entiendo. Yo no le aguanto a nadie que me grite, ni siquiera a mi hermano.

La historia de la Isabel es más complicada todavía. Ella es muy linda y más grande que nosotras. Está enamorada de un niño que está en el curso de mi hermano. El problema es que ese niño que no quiso decirnos quién es, está saliendo con una amiga de ella, y para peor, su otra mejor amiga está también enamorada del mismo chico. La Isabel nos dice que no sabe qué hacer, porque está muy enamorada, y le parece que el chico gusta de ella porque a veces la mira con ojos tiernos, y cree que si se pone lo puede conquistar. Pero no quiere pelearse con su amiga, que le cuenta lo feliz que es con él, y como son muy amigas le cuenta incluso que hacen el amor y los paseos que hacen y cosas así, por lo que la Isabel sufre mucho. Para peor, la otra amiga de Isabel que quiere al mismo chico, le habla siempre de él, y la Isabel no quiere hablar con ella del tema. La Wendy le dijo que tenía que escoger entre el chico y las amigas. La Isabel dice que lo sabe pero que no puede escoger porque quiere mucho a sus amigas y está perdidamente enamorada del chico.

Cuando me preguntaron qué me pasa a mí con los chicos, no les quise contar que me gusta el Raúl y que ni siquiera he besado nunca a un niño. Solamente les dije que todavía no me he enamorado. Les pregunté que cómo una sabe si un niño está enamorado de una. La Teresa me dijo que cuando te mira y le brillan los ojos es que está enamorado, pero que si te miran y ves que sólo tienen deseos sexuales contigo no hay que entregarles la virginidad. Ahora, pensando, creo que no me han mirado todavía de ninguno de esos dos modos. Entre tantas cosas de que hablamos aprendí harto sobre los besos. La Teresa se reía diciendo que es experta en besos y que aprendió a besar desde muy chica dándose besos en la mano y en el brazo frente al espejo.

Viernes 5 de Agosto de 2061.

Ha llovido y llovido y llovido, tres días sin parar. Las calles parecen ríos, y en todas las casas hay problemas. Yo creí que iban a suspender las clases, pero como era sólo lluvia sin vientos fuertes, hubo clases normales, aunque con menos alumnos.

En la escuela leímos la continuación del cuento de Lucero, que copio aquí en mi diario como siempre lo hago, porque me gusta mucho.

Lucero y Reinita despertaron al amanecer, alarmados, al oír los ladridos de una jauría de perros que se les acercaban amenazantes. Se alzaron velozmente y, sin pensarlo dos veces ni prestar atención a la dirección que tomaban, echaron a correr a todo lo que daban sus patas.

Media hora después, cansados y sudando por haber galopado sin parar, se detuvieron para mirar si todavía estaban en peligro. Los perros ya no los perseguían; pero ahora no sabían donde se encontraban. Lucero y Reinita se dieron cuenta de haberse internado en el bosque desconocido y estaban perdidos. No sabían donde estaban ni en qué dirección se encontraban sus hogares.

Don Joaquín, María, Abuelo y los cinco niños de la casa partieron en búsqueda de Lucero, y lo mismo hizo la familia del patrón de Reinita. Pero los humanos no podían siquiera imaginar que los burros se habían ido tan lejos y que estaban perdidos en medio del bosque. Estaban tan lejos que tampoco podían oir los fuertes rebuznos que los burros empezaron a dar para que los pudieran ubicar, sabiendo que sus patrones estarían buscándolos.

Pasó el día y esta vez Lucero y Reinita vieron ponerse el sol, salir la luna y las estrellas, y sintieron sumergirse nuevamente el bosque en la oscuridad y el silencio.

Como estaban juntos no tenían miedo, porque se animaban y daban fuerzas mutuamente. Y así se durmieron uno al lado del otro bajo un enorme sauce que los protegía un poco del frío. No podían imaginar que sus rebuznos habían llegado a los oídos de un cuatrero, que partió tras ellos bien premunido de una cuerda y acompañado por su perro sarnoso.

Los dos burros despertaron al mismo tiempo, sobresaltados al oir unas ramas que crujieron muy cerca de donde estaban. Lucero no alcanzó a pararse completamente cuando sintió que un lazo se le estrechaba en el pescuezo y lo tiraba con fuerza. Vio al hombre que lo mantenía atado y sintió al perro que le ladraba. Miró hacia donde esperaba ver a Reinita, pero solamente alcanzó a ver su cola cuando ella se alejaba escapando del peligro.

El hombre que lo había cazado lo tironeaba con fuerza. Lucero pensó que era el caso de hacer lo mismo que había hecho aquella vez que protestó y que nadie logró moverlo contra su voluntad. Puso firmes sus cuatro patas sobre el suelo, levantó la cabeza y se dispuso a resistir todo lo que fuera necesario.

Pero no contaba con que el perro sarnoso, siguiendo una orden perentoria del cuatrero, se le acercó por detrás y comenzó a morderle los tobillos. Lucero reaccionó intentando darle fuertes coces, pero el perro era astuto y lograba esquivar sus intentos. Y para evitar el peligro, el perro empezó a darle mordidas en el vientre, con lo cual Lucero comprendió que no tenía más alternativa que obedecer al cuatrero y ponerse a caminar tras él, aceptando que lo tirara de la cuerda.

Reinita detuvo su escapada y volvió sobre sus pasos, silenciosamente y sin hacerse notar. Quería ver a su enamorado, no dejarlo solo en tan grave peligro, y saber adonde lo llevaban. Pero el perro olfateó su acercamiento y la burrita no tuvo más opción que la de escapar lejos, perdiendo así el rastro de su amado Lucero. Tuvo suerte, porque antes de que cayera la noche por tercera vez fuera de casa, fue vista por don Joaquín quién la condujo a la granja de su vecino.

Allí Reinita lloró amargamente. Decidió que nunca más escaparía de la granja sin permiso.

Lucero, consciente de que no solamente había perdido a Reinita sino también su libertad, estaba triste y desolado. Pero no lloró, porque los burros machos no lloran.

Temía, sí, lo que podrían hacerle ese hombre malo que cargaba en el lomo, y su horrible y hediondo perro que no dejaba de dar vueltas a su alrededor y de darle pequeños mordiscos.

El cuatrero hablaba solo, como pensando en voz alta. Lucero de ese modo conoció una palabra que nunca había oído y cuyo significado no entendía. “Charqui”, era lo que decía el malvado que lo montaba. “Charqui de burro, éso es lo que voy a hacer contigo”, repetía sin cesar.

Lucero no comprendía el horrible destino que el cuatrero estaba proyectando para él; pero sabía que nada bueno podía esperar de un hombre que lo había esclavizado de ese modo cruel. El cuatrero, por su parte, era tan ignorante que no sabía que los burros son animales nobles, que por algo han sido decretados nada menos que por las Naciones Unidas, como Patrimonio de la Humanidad.

El cuatrero, el perro y el burro caminaron todo el día y parte de la noche sin descansar, porque el bandido quería alejarse lo más posible del lugar donde había robado lo ajeno. Temía que el dueño del borrico lo persiguiera. Sólo después de haber cruzado entero el bosque y haber salido a un camino de tierra, a menos de un día del rancho donde vivía, el malvado se sintió seguro y se dispuso a descansar.

Aseguró firme el lazo alrededor del pescuezo de Lucero, lo amarró con dos nudos al tronco de un roble, comió lo que llevaba en su mochila, y se sentó a dos pasos fuera del alcance del burro. Al poco rato estaba roncando. El perro estaba aún más cansado que su amo porque había corrido todo el día, y no tardó tampoco en dormirse profundamente.

Lucero estaba agotado, pero entendió que no podía dejarse dominar por el sueño, si quería aprovechar la oportunidad para recuperar su libertad. Tiró de la cuerda con todas sus fuerzas, pero logró apenas que el lazo se le apretara todavía un poco más en el pescuezo. Intuyo que la única posibilidad que tenía de escapar, era cortar la cuerda que lo mantenía atado al árbol.

Aunque nunca se había encontrado en tan grave aprieto, tuvo la intuición de que si mordía insistentemente la cuerda con sus fuertes dientes podría cortarla. Y empezó a hacerlo, con dedicación, con fuerza, con insistencia, durante horas.

Al final, la cuerda cedió y se cortó. Con tan mala suerte que antes de atinar a escapar, la cuerda cortada cayó justo en la cara del cuatrero, que se despertó, levantándose de un salto, blandiendo en su mano derecha un gran cuchillo, con el que siempre dormía porque, como siendo un ladrón, creía que todos los hombres eran de su misma condición.

Se abalanzó sobre el burro dispuesto a enterrarle el cuchillo en el pecho. No le importaba si moría, porque de todos modos para hacer el charqui tenía que matarlo. Pero Lucero pudo percibir en sus gestos y en su mirada aviesa la intención maligna del cuatrero. Se volvió entonces de revés dando un gran brinco, y con las dos patas traseras le dio al hombre una terrible coz que lo tiró a dos metros de distancia de donde estaba. En seguida se largó a correr.

Sintió que el hombre incitaba al perro a perseguirlo, pero el perro estaba tan cansado que al poco rato desistió y volvió derrotado donde su amo. Lucero estaba nuevamente en libertad.”

Lunes 8 de Agosto de 2061.

Hoy supe que se está abriendo otra Escuela, no muy lejos de la nuestra, y que están inscribiendo niños y niñas. Habíamos escuchado el rumor hace unos días, pero ahora ya sabemos que es verdad, porque el Juan se despidió del curso, explicándonos que su papá lo había cambiado a esa escuela nueva. Estaba triste por dejarnos y hasta se puso a llorar. Antonella lo abrazó y nosotros le dijimos que seguía siendo nuestro amigo. Después nos contó que la Escuela nueva se llama Hidalguía, y que fue creada por unos señores de una Colonia donde trabaja su papá. Al oír esto Antonella se sobresaltó, pero no dijo nada. El Juan nos contó después que en esa Escuela todos van a vestirse con un uniforme, y que tienen un lema: “Fuerza, Disciplina, Triunfo”. También dijo que el edificio es más grande que el nuestro y que tiene un patio entero pavimentado.

Le pregunté a la profesora si nuestra Escuela tiene un nombre y un lema. Dijo que ahora habría que ponerle un nombre, porque no era necesario para distinguirla cuando era la única que había en la ciudad. Sí tenemos un lema, aunque todavía no es oficial. Son cuatro palabras: “Conocimiento, Creatividad, Autonomía, Solidaridad”. Me gusta.

Miércoles 10 de agosto de 2061.

Hoy tuvimos una actividad entretenida. La profe la llamó Ejercicio de Reconocimiento del Entorno. Salimos a recorrer calles y plazas que están cerca de la escuela, en grupos de a tres, cada uno con algo para sacar fotografías. El objetivo era fijarnos en todas las cosas y en los hechos que viéramos, y cuando nos parezca que algo, aunque fuera un detalle, es interesante, o hermoso, o que pensemos que sea útil tener conciencia de que está ahí, le saquemos una foto. Cuando volvimos, Antonella fue mostrando en la pantalla las fotos, y nosotros teníamos que explicar por qué nos habían interesado esas cosas que fotografiamos. Aprendimos hartas cosas que siempre han estado ahí, pero que no nos habían llamado la atención. Es increíble la cantidad de cosas que hay en cualquier parte, y tantas cosas que suceden sin que normalmente les prestemos atención. Antonella dijo que en la vida es muy importante estar atentos a lo que hay y a lo que sucede a nuestro alrededor.

Lunes 15 de agosto de 2061.

No sé si estar contenta o triste. No es verdad, porque estoy feliz, aunque también un poquito triste, pero muy poquito. Lo que pasó es que a la salida de la escuela me estaba esperando Raúl. Me acompañó caminando hasta la casa. Me contó que el viernes se había despedido de sus compañeros de curso, porque se había cambiado a la Escuela Hidalguía. Yo pensé que estaba triste, como estuvo el Juan cuando sus papás lo cambiaron; pero me dijo que estaba feliz, y que había sido él mismo el que les rogó a sus papás que lo cambiaran. Hoy fue su primer día en esa escuela. Me habló entusiasmado de que todo era más rudo que en nuestra escuela, pero que él estaba decidido a adaptarse. Me dijo que allí les enseñaban a ser bien hombres. Eso me extrañó, porque yo siempre lo había visto algo retraído y tímido. Quizás por eso mismo quiso cambiarse, digo yo, a una escuela donde aprendería a superar sus complejos, o algo así.

Yo le dije que a mí, él me parecía bien hombre y que no me gustaba que se fuera. Me puse colorada al decirle eso, pero me gustó la sonrisa que le causó. Entonces me dijo que lo que más sentía era que ya no se encontraría todos los días con mi hermano, que era su mejor amigo, y agregó que también sentía mucho que estaría lejos de mí, pero que quería que nos encontremos los domingos a andar en bicicleta. Me contó que juntado las mesadas que le daban en la casa, lo que ganó trabajando los fines de semana, y con algo más que le dieron sus papás, se compró una bicicleta. Quedamos de encontrarnos el próximo domingo en la plaza. Quiero que esta semana pase rápido.

Miércoles 17 de agosto de 2061.

No sé qué me pasa. En las clases me distraigo y me pongo nerviosa cuando la profe me pregunta cualquier cosa. En las tardes, y sobre todo en las noches, a ratos me siento feliz y otras veces me dan ganas de llorar. En la casa las cosas no andan muy bien, porque Alberto dijo el otro día que quería que lo cambiaran a la Escuela Hidalguía y mis papás le dijeron que no, que jamás lo harían. Cuando preguntó por qué, mi papá dijo que era una escuela fascista. Mi hermano anda enojado y se encierra en su pieza. Yo estoy preocupada porque no me gusta pensar que Raúl esté en una escuela fascista. Espero que no sea cierto lo que dice mi papá, que siempre es muy exagerado. Me paso pensando en Raúl, recordando su sonrisa cuando le dije que para mí era bien hombre, y me quedo largo rato mirando el dibujo que me regaló en mi cumpleaños. Lo único que quiero es que pase rápido el tiempo y que llegue el domingo. Y rezo para que no vaya a haber un temporal.

Domingo 21 de agosto de 2061.

No sé qué pensar. Mejor lo escribo todo tal como sucedió. Raúl me estaba esperando con el uniforme de su escuela y con el pelo cortito. Al comienzo no lo reconocí. Se ve bien con el uniforme, como si fuera mayor; pero me gustaba más con sus rizos. También hablaba distinto. Antes lo hacía bajito, como susurrando. Ahora hablaba fuerte, casi gritando. Cuando le dije que no era necesario que me hablara así se disculpó, que no se había dado cuenta, y que en la escuela si no hablaba fuerte y seguro le hacían repetirlo.

Dimos varias vueltas a la plaza y después fuimos hacia el campo. Nos sentamos a la sombra de un árbol. Me dijo: “Quiero decirte algo que he estado pensando”. Me pareció que se complicaba por lo que tenía que decirme. Después de un rato me explicó que en su curso todos los compañeros tienen novia, menos el Juan, al que los demás no integran y le dicen que es ganso. Dando muchos rodeos finalmente me preguntó si yo quería ser su novia.

Yo había soñado tanto con este momento, pero no me gustó el modo en que me lo dijo. No me dijo que me quería, y me pareció que si deseaba estar conmigo era para no desmerecer ante sus compañeros de curso. Le dije que tenía que pensarlo y que le respondería el próximo domingo.

Le pregunté que cómo son las novias de sus compañeros, porque quería saber si eran más grandes que yo. Me dijo que eran todas lindas, y que entre ellos hablaban mucho de eso, que era como una competencia. Ya me estaba dando rabia, pero entonces dijo que ninguna era tan linda como yo.

Cuando le dije que tenía que pensarlo se puso triste. Yo no sé si fue torpe y que por tímido que no se atrevió a decirme que me quiere. Pero si quiere una novia para mostrarla, que se busque otra. Tengo una semana para pensarlo. Ya no estoy segura de estar enamorada.


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