SÉ QUE SÓLO EL ESPÍRITU GOBIERNA A LOS HOMBRES - Antoine De Saint-Exúpery

SÉ QUE SÓLO EL ESPÍRITU GOBIERNA A LOS HOMBRES

Sé ya, y ante todo, que no alcanzaré de este modo una verdad absoluta y demostrable y susceptible de convencer a mis adversarios, sino una imagen que contenga al hombre en potencia y que favorezca aquello que me parece noble en él, al someter a ese principio todos los otros. (...)

Porque si mi imagen es fuerte, se desarrollará como una semilla; luego es capital su elección. (...) En cuanto a aquéllos que reprocharán al rostro elegido el ser gratuito y el someter a los hombres a lo arbitrario como el invitarlos a morir por la conquista de algún oasis inútil bajo el pretexto de que la conquista es bella, yo responderé que toda justificación está fuera del alcance, porque mi rostro puede coexistir con todos los otros igualmente verdaderos, y nosotros combatimos, a fin de cuentas, por dioses que son elección de una estructura a través de los mismos objetos.

(...) Y si corresponde a mi espíritu saberlo, no lo reconoceré más que por su resonancia en mí, como ocurre con la belleza del templo. Y es a la manera del ciego que se guía hacia el fuego por medio de sus palmas, ese fuego que no le es conocible por otra cosa que por su propio contentamiento, que lo buscaré y lo encontraré. (Si digo que Dios habiéndome extraído de sí, me atrae por su gravitación). (...) Y si llamo dios a ese sol desconocido que gobierna la gravitación de mis pasos, quiero leer su verdad en la eficacia del lenguaje.

Yo, que domino esta ciudad, soy esta noche como el capitán de un navío en el mar. Porque tú crees que el interés, la felicidad y la razón gobiernan a los hombres. Pero yo te he refutado tu interés y tu razón y tu felicidad, porque me pareció que denominabas interés o felicidad, simplemente, a aquello hacia lo cual tendían los hombres, y yo no tengo nada que ver con las medusas que cambian de forma; en cuanto a la razón que va hacia donde se quiera, me pareció una huella en la arena de algo que está por encima de ella. (...)

Mas yo, que domino la ciudad y soy como el capitán de un navío en el mar, sé que sólo el espíritu gobierna a los hombres, y que los gobierna absolutamente.

Porque si el hombre ha entrevisto una estructura, escrito el poema, y acarreado la simiente en el corazón de los hombres, entonces se someten como servidores el interés, la felicidad o la razón, que serán expresiones en el corazón o sombra sobre el muro de las realidades, del cambio de tu simiente en árbol.

Y contra el espíritu no está en tu poder el defenderte. (...) Por eso te haré transformar. (...) Porque no conocen la dirección que han tomado, y creen actuar por interés o por gusto de la felicidad, o por la razón, y no saben que 

razón, gusto de la felicidad o interés, cambian de forma y de sentido según el imperio.

Y que en el que yo les propongo, el interés que existe es el de estar animado, como para el niño de jugar el juego más exaltante. La felicidad de cambiarse y de durar en el objeto de su creación. Y la razón de legislar con coherencia.

 

(De la Nota 142)