LA GRAN ESCLAVITUD: CUANDO EL REBAÑO APLASTA AL HOMBRE - Antoine de Saint-Exupéry

LA GRAN ESCLAVITUD: CUANDO EL REBAÑO APLASTA AL HOMBRE

 

—La masa -me dijo mi padre- odia la imagen del hombre, pues la masa es incoherente, sube en todas direcciones a la vez y anula el esfuerzo creador. Es malo que el hombre aplaste al rebaño. Pero no busques allí la gran esclavitud: se muestra cuando el rebaño aplasta al hombre.

Así, en nombre de derechos oscuros, los puñales que herían los vientres alimentaban cada noche los cadáveres. Y lo mismo que se arrojan las basuras, se los llevaba en la aurora a los aledaños del campamento, donde nuestros sepultureros los cargaban como si cumplieran un servicio de limpieza. Y recordaba las palabras de mi padre: «Si quieres que sean hermanos, oblígalos a construir una torre. Pero si quieres que se odien, arrójales granos…» .

Y comprobábamos poco a poco que perdían el uso de las palabras que ya no les servían. Y mi padre me paseaba por en medio de esas caras ausentes que nos miraban sin conocernos, embrutecidas y vacías. No proferían más que esos gruñidos vagos que reclaman el alimento. Vegetaban sin penas ni deseos, ni odio, ni amor. Y he aquí que muy pronto dejaron de lavarse y de destruir sus parásitos.

Éstos prosperaron. Entonces comenzaron a aparecer los chancros y las úlceras.

Y el campamento a apestar el aire. Mi padre temía la peste. Y sin duda también reflexionaba sobre la condición del hombre.

—Me decidiré a despertar el arcángel que duerme sofocado bajo su basura. Porque no los respeto; pero a través de ellos respeto a Dios…

 

(De la Nota 11)