CIUDADELA, TE CONSTRUIRÉ EN EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES
De este modo he meditado largo tiempo el sentido de la paz. Viene de los recién nacidos, de las cosechas logradas, de la casa por fin en orden. Viene de la eternidad, donde penetran las cosas cumplidas. Paz de granjas plenas, de ovejas que duermen, de lencerías plegadas, paz de la sola perfección, paz de lo que se transforma en regalo de Dios, una vez bien hecho.
Porque se me ha revelado que el hombre es en todo semejante a la ciudadela. Destruye los muros para asegurarse la libertad; pero ya es sólo una fortaleza desmantelada, y abierta a las estrellas. Entonces comienza la angustia de no ser. Que haga su verdad del olor del sarmiento que se enrama o de la oveja que se debe esquilar. La verdad se cava como un pozo. La mirada que se dispersa pierde la visión de Dios. Sabe más acerca de Dios el sabio que ha recogido, y no conoce nada más sino el peso de las lanas, que la esposa adúltera abierta a las promesas de la noche.
Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres.
(De Nota 2)