PROTAGONISTAS E ITINERARIOS DE LA NUEVA CIVILIZACIÓN
Poner los fundamentos y dar inicio a la creación de una nueva civilización no puede ser obra de los que gobiernan y administran la vieja civilización, aquella que está en crisis y que es preciso superar. Los que gobiernan y administran un sistema económico y un orden político –y eso incluye a todos los partidos políticos y a sus dirigentes, tanto los que ejercen el poder como los que aspiran a ejercerlo, estén en el gobierno o actúen desde la oposición-, están decididamente insertos en él y deben desplegar su pensamiento y sus acciones desde posiciones estratégicas propias del ordenamiento social existente. De hecho afirman siempre los políticos que hay que ser ‘realistas’ y actuar en el mundo real.
¿Significa esto que poner los fundamentos y dar inicio a la creación de una nueva civilización tendrá que ser obra de ‘las bases’, de ‘los de abajo’, de las multitudes sociales que carecen de poder y que son, por definición, subordinadas, dirigidas, gobernadas? No parece razonable esperarlo, pues esas ‘bases’ y multitudes están fuertemente condicionadas
y son vitalmente dependientes del ordenamiento social existente, aún cuando éste los mantenga en situaciones desmedradas. Ellos son, por definición, dirigidos, no dirigentes; subordinados, no autónomos. Dirigidos por los que gobiernan y administran el orden social; por los políticos de gobierno o de oposición que se disputan la adhesión de las masas ciudadanas a cambio de favores y dávidas o mediante discursos demagógicos que expresan anhelos y aspiraciones de cambio, pero que los orientan siempre e inevitablemente a esperar que los cambios ocurran en el marco de la civilización dada. Y aún en los casos más o menos excepcionales en que desde las bases emergen dirigentes políticos destacados, o que en su accionar rebelde elaboren y generen sus propios grupos y organizaciones políticas, éstos se orientarán muy pronto a actuar al interior del orden político y administrativo vigente, aunque tengan la intención y la pretensión de cambiarlo. Se dice siempre: hay que cambiar el sistema ‘desde dentro’, conquistar el poder en las instituciones, para no permanecer marginales e ineficaces.
Así se da entre los gobernantes y los gobernados, entre los dirigentes y los dirigidos, una tácita y cómplice dialéctica de recíproca necesidad. Los gobernantes y dirigentes necesitan de los gobernados y dirigidos para ser y continuar siendo gobernantes y dirigentes. Y los gobernados y dirigidos necesitan a los gobernantes y dirigentes que
les ofrecen resolver sus problemas, y a los cuáles poder exigirles que se los resuelvan y que les indiquen qué hacer y a quienes seguir.
Por eso es tan difícil el cambio, el tránsito de una civilización a otra, la superación de un orden económico, político, social y cultural establecido. La pregunta clave es, entonces, ¿quiénes pueden poner los fundamentos y dar inicio a la creación de una nueva civilización?
¿Serán tal vez los intelectuales y profesionales de las diferentes disciplinas? Podríamos pensarlo, pues vemos que ellos suelen enunciar las críticas más radicales al orden existente, y parece razonable esperar que sean ellos los que propongan las ideas nuevas y los proyectos más innovadores. Pero el problema es que la inmensa mayoría de los intelectuales y de los profesionales son funcionales a la economía, a la política y a la cultura existentes. Sus disciplinas académicas son aquellas que sirven a la civilización moderna. Han sido formados en ellas y se han capacitado para servirlas, y de los resultados y la eficiencia que demuestren en hacerlo es que obtienen reconocimiento social y recompensa económica.
¿Cómo y de dónde, entonces, esperar que surja una nueva civilización? ¿Quiénes pueden ser los protagonistas de su creación?
Hay dinámicas evolutivas e históricas que orientan y atraen en esa dirección; pero en la realidad inmediata de los hechos, sólo podemos esperar que ocurra por iniciativa de personas particulares; de
hombres y mujeres que, sea que se encuentren entre las bases sociales o entre las élites intelectuales, culturales y políticas, tomen distancia del orden social existente, decidan libre y conscientemente autonomizarse del ‘sistema’, y llegando a ser autónomos, inicien búsquedas intelectuales y espirituales, y desarrollen iniciativas y proyectos económicos, políticos y culturales que sean portadores de ‘embriones’ o ‘células’ constituyentes de una civilización diferente y superior a la existente.
No importa ni interesa en qué situación social, económica o política se hayan encontrado antes. Lo decisivo es que inicien y desplieguen el proceso de su propia autonomización, que es indispensable para llegar a ser protagonistas de la creación de la nueva civilización.
Ahora bien, separarse y autonomizarse del ordenamiento social, cultural, económico y político existente no significa ponerse al margen ni instalarse en la periferia de la sociedad. Es, al contrario, levantarse por encima de él, ascender y acceder a un punto de vista superior, y en tal sentido implica alcanzar una cumbre que se constituye como un nuevo ‘centro del mundo’; pero no del mundo viejo en deterioro sino del nuevo que surge y se levanta por sobre aquél.
La pregunta que hay que hacerse es, entonces, ¿cómo se accede a la autonomía? ¿Cuáles son los caminos que conducen a esa cumbre más alta y central? ¿Qué itinerarios es preciso recorrer?
El estudio de los procesos históricos de creación de anteriores civilizaciones y la reflexión sobre el problema tal como se presenta actualmente, me llevan a pensar que hay tres posibles vías o senderos que convergen hacia la autonomía respecto a la civilización actual en crisis. Ellos son:
a) El sendero del conocimiento;
b) El camino de la práctica;
c) La vía del espíritu.
El sendero del conocimiento es difícil y es seguido por pocos. Requiere estudio, investigación y reflexión profunda. Significa realizar un proceso intelectual de asimilación crítica y consiguiente superación de los saberes que proporcionan las ciencias y las ideologías propias de la civilización en crisis, y desde allí acceder a una nueva y superior estructura del conocimiento. En el caso presente, se trata de alcanzar los que podemos identificar como ‘pensamiento complejo’ y ‘conocimiento comprensivo’.
El camino de la práctica es intentado por más personas, aunque llegar a la meta es algo que no logran todos los que lo emprenden. Porque es un proceso sacrificado que implica realizar un trabajo persistente y eficiente. Significa cambiar las formas de vivir, de consumir y de producir; emprender iniciativas riesgosas, buscar modos autónomos de subsistencia, abandonar el consumismo y la seguridad del empleo dependiente, y renunciar a las oportunidades que pueden proporcionar la economía
y la política establecidas. Requiere hacer fuertes opciones éticas y ser coherentes y consecuentes con ellas, aún en las más difíciles condiciones y circunstancias.
La vía del espíritu es la que conduce hasta las más altas cumbres, siguiendo atajos escarpados, exigiendo dar saltos en el vacío y requiriendo incluso aprender a volar. Quienes lo han seguido dicen que significa renunciar al propio yo y a todo particularismo, y seguir una senda luminosa de amor universal. Que quienes se inicien por esa vía han de estar dispuestos a entregarse enteramente a los demás. Y advierten que es una senda que puede ser también engañosa y falsa, si implica huir de la realidad humana y del compromiso social, siendo en tal caso no un ascenso hacia la cumbre sino una fuga hacia la nada.
Ahora bien, cualquiera sea el sendero, camino o vía hacia la autonomía que hayan seguido los pocos iniciadores de la nueva civilización, haberlo logrado no es suficiente, porque una civilización requiere integrar a los muchos. Es necesario que los que hayan ascendido vayan en busca de los que se han quedado abajo, esto es, de todos los que, dependientes, permancen aún inmersos en la civilización que decae. Hay que bajar a la llanura, encontrar a las multitudes y conducirlas de modo que también asciendan.
Para todos aquellos que hay que integrar, el ascenso será ahora más fácil, porque los caminos han sido abiertos, se han demostrado posibles y se puede
ver que conducen a un mejor vivir. Los iniciadores han ya descubierto y establecido, aunque aún en pequeña escala, los nuevos modos de vivir y de sentir, de pensar y de conocer, de relacionarse y de actuar que son constitutivos de la nueva economía, de la nueva política, de la nueva ciencia y del nuevo espíritu. Se trata, para todos ellos, de sumarse a algo que existe, de dar el salto hacia una vida nueva que ya es conocida y está probado que es mejor a la que se tenía.
Pero, como hemos dicho, ello no ocurre espontaneamente. Los iniciadores tienen que ‘ir a buscar’ a los que han de emprender la subida. Ascenso que será realizado por los mismos caminos que siguienron los primeros, y con la guía y el apoyo de estos.
Por el sendero del conocimiento las actividades conducentes serán las difusión, la comunicación y sobre todo la docencia: programas educativos y de formación; itinerarios de enseñanza y aprendizaje en niveles progresivos, desde los más sencillos hasta los más elevados, dependiendo de las capacidades que hayan desarrollado previamente los invitados a participar en ellos.
Por el camino de la práctica las actividades conducentes son las de promoción y organización, los servicios de apoyo, la coordinación de experiencias y la formación de redes, y todas aquellas acciones que faciliten, potencien y multipliquen la creación de nuevos emprendimientos
sociales, económicos, políticos y culturales que se orienten por principios éticos de solidaridad, justicia, libertad, trabajo y autonomía.
En cuanto a lo que corresponda hacer a quienes hayan seguido la vía del espíritu, es seguro que ya lo saben, o que lo descubren por sí mismos. Poco podría agregar; pero una indicación al respecto la podemos encontrar en un hermoso y profundo pensamiento de Antoine de Saint Exùpery, que dice que lo que los místicos viven como espíritu, en el silencio y la soledad de la montaña, las personas comunes y corrientes lo recibimos de ellos y lo vivimos como sentimiento, en el corazón.
Así, a modo de conclusión, propongo el texto donde encuentro dicho pensamiento, y en el cual cada palabra es atingente a todo lo que en este escrito hemos planteado.
“Malo es que el corazón prime sobre el alma, que el sentimiento prima sobre el espíritu. Así, me ha parecido que el que crea no debe someterse a los deseos de la multitud. Porque es su creación la que debe convertirse en deseo de la multitud. La multitud debe recibir el espíritu, y cambiar lo que ha recibido en sentimiento. Ella, como un vientre, debe cambiar el alimento que recibe en gracia y en luz.
Forja el mundo el que lo siente en su alma. Y así hace de su pueblo un himno. Pero he aquí que el pueblo teme la soledad y el paseo por la montaña. Pero es en ésta que se da el coloquio con las estrellas y la interrogación, y en el silencio hecho en rededor es que habla la voz que no habla sino en el silencio.
Y el que retorna de la montaña, vuelve amamantado por los dioses, y desciende sereno, cargado, trayendo su miel bajo su manto. Y solamente traerán miel los que hayan tenido la fueza de alejarse de la multitud.
Y siempre esa miel parecerá amarga, porque nadie ha conocido una transformación indolora.
Lo que se enseña quedará pegado a la piel como una vaina, para vestirnos como la serpiente con una piel nueva. Y el canto se convertirá en un coro, así como de una chispa puede brotar un incendio." (Ciudadela, XXIII)
Luis Razeto
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