¿EN QUÉ SITUACIÓN NOS ENCONTRAMOS COMO CIVILIZACIÓN?
1. ¿Qué es y cómo se manifiesta una crisis de civilización?
Se habla actualmente de 'crisis' para referirse a muy diferentes situaciones y procesos. Escuchamos hablar de crisis financiera, de crisis política, de crisis educacional, de crisis energética, de crisis ecológica, de crisis del desarrollo, de crisis sistémica, etc., y cada una de estas expresiones alude a un aspecto de la realidad en que se observan contradicciones, desequilibrios y problemas graves que se prolongan durante años sin encontrar solución. En cierto sentido podemos asumir que cada una de esas 'crisis' es parte de una gran crisis que las incluye y abarca a todas, y que podemos identificar como una 'crisis de civilización'.
Sin embargo, ésta que llamamos 'crisis de civilización' no es simplemente la suma de varias crisis diferentes, sino un fenómeno histórico específico y particular, que es necesario comprender en su propio significado y en sus propias formas y contenidos, para que tomemos cabal conciencia de la situación en que nos encontramos hoy como individuos, como sociedades y como humanidad.
Aún más específicamente, se trata de la crisis orgánica de la civilización moderna, que tiene semejanzas con otras crisis de civilización que han ocurrido en el pasado, pero que es una crisis original y sin precedentes, en razón de sus características particulares y de su complejidad propia y singular.
Una civilización es un orden societal complejo que integra a una vasta población en un triple ordenamiento social. El económico, constituido por unas estructuras de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios necesarios para la subsistencia y reproducción de la vida, que garantizan la satisfacción de las necesidades individuales, familiares y colectivas. El político, constituido por una organización institucional, jurídica y administrativa que establece un régimen de autoridad y unos procedimientos de adopción de las decisiones, que garantizan el 'orden social', una vida civil integrada, y los indispensables niveles de libertad, justicia y seguridad personal y grupal. El cultural, constituido por las instancias y las actividades generadoras de los conocimientos, las ideas, los valores y los símbolos que proporcionan sentido y orientación a la vida de las personas y de los grupos, y en base a los cuales se elaboran las respuestas a los desafíos vitales, las soluciones a los problemas que enfrenta la sociedad, y los proyectos que amplían los horizontes a que pueden aspirar los individuos y la sociedad en su conjunto.
Para que podamos hablar de una verdadera civilización no es suficiente que existan una economía, una política y una cultura, siendo además necesario que se encuentren orgánicamente integradas, de modo que se sostengan, se consoliden, se refuercen y potencien mutuamente, en una dinámica de crecimiento, expansión y perfeccionamiento en el tiempo, en términos de un proceso histórico 'epocal', de larga duración.
Las civilizaciones se expanden, crecen y se perfeccionan en la medida que sus ordenamientos y dinámicas económicas, políticas y culturales sean capaces de integrar armónicamente a cada vez más numerosos individuos y más amplios grupos humanos, en sus particulares modos de organización económica, política y cultural. El gran historiador de las civilizaciones Arnold Toynbee señala que una civilización en su fase creativa se expande ejerciendo las que llama 'fuerza de irradiación' y 'fuerza de atracción', mediante las cuales va asimilando crecientes sectores de la población humana.
En sentido contrario, una civilización entra en crisis cuando sus estructuras y dinámicas económicas, políticas y culturales pierden sus capacidades de asimilación, integración y absorción activa de la población, de modo que las desasimilaciones son mayores que las asimilaciones, con el resultado que
sectores y grupos crecientes de la población van siendo marginalizados y excluidos de sus ordenamientos económicos, políticos y culturales. Lo señala Toynbee en estos términos: "Si una civilización comienza a perder su poder creador, las gentes por debajo de su superficie y allende sus fronteras, a las que está constantemente irradiando con su influencia y atrayendo hacia su órbita, comienzan a resistir la asimilación, con el resultado de que la sociedad queda dividida a pesar de sí misma por las tajantes líneas de separación entre una minoría dominante y un proletariado interno y otro externo. La minoría, que ha perdido el poder de influir y de atraer, busca en lugar de ello imponerse por la fuerza. El proletariado, interiormente 'extrañado' se mantiene dentro de la sociedad en desintegración, pero sin ser parte de ella, hasta que la desintegración haya ido tan lejos que la minoría dominante no pueda ya reprimir los esfuerzos del proletariado por segregarse." (A. Toynbee, Estudio de la Historia, vol. I, Emece Ediores, pág. 214)
Cuando una civilización entra en crisis, grandes cantidades de personas y de grupos toman distancia de los modos de hacer economía, política y cultura, se separan y desafectan respecto a los ordenamientos dados, entran en conflicto y antagonismo con el 'orden establecido', sintiendo que la economía no les garantiza adecuadamente la satisfacción de sus necesidades, aspiraciones y
proyectos, la política no los integra ni atiende adecuadamente sus intereses y proyectos, y la cultura deja de proporcionarles el necesario sentido de la vida, que es convincente cuando la población siente que las ideas, los valores y los símbolos son compartidos también por los grupos dirigentes y las élites intelectuales y morales de la sociedad.
Con todo, no es tan fácil asegurar que procesos o dinámicas tendenciales en que las exclusiones son más abundantes que las inclusiones, sean efectivamente manifestaciones de una crisis de civilización, pues podría tratarse de fenómenos de corta duración o de tendencias cíclicas superables en el marco de la civilización dada. O incluso, que la civilización pueda estar redimensionándose, achicándose a partir de un tamaño alcanzado anteriormente, pero sin implicar que sus pilares se encuentren deteriorados en lo esencial. ¿Cómo discernirlo?
La clave de análisis histórico que permite discernir que se trate efectivamente de una crisis de civilización y no de unas crisis de menor envergadura, es la pérdida de la organicidad básica entre la economía, la política y la cultura, que es propia de toda civilización. Ello ocurre cuando cada una de estas tres estructuras y procesos se desenvuelven con dinámicas propias, independizadas unas de las otras, de modo tal que se desconectan y entran en crecientes contradicciones entre ellas, y en
vez de reforzarse y potenciarse recíprocamente se amenazan en sus fundamentos. La organización económica deja de dar adecuado soporte a la organización política, y ésta deja de sostener a la organización económica, mientras la dinámica cultural va en direcciones independientes que no contribuyen a dar legitimidad ni a la economía ni a la política. Como consecuencia de todo ello la sociedad se desorganiza y la vida social se torna crecientemente caótica.
En el contexto de la crisis se multiplican y se agudizan los problemas económicos, sociales, políticos y culturales, que no pueden ser adecuadamente comprendidos, ni pueden elaborarse las respuestas progresivas que los resuelvan, en base a las estructuras del conocimiento y de la proyectación que son propios de la civilización en crisis. Ello, precisamente, porque esos 'paradigmas' cognitivos e ideológicos se fundamentan en una determinada articulación y organicidad entre la economía, la política y la cultura, que ya no existe.
Apliquemos estos conceptos en el análisis histórico, económico y político de la sociedad conteporánea, y busquemos respuestas a preguntas cruciales y acuciantes.
2. ¿Está en crisis la civilización moderna? ¿En qué se manifiesta?
Para responder estas preguntas son necesarias algunas precisiones preliminares respecto a lo que es y a cómo es la civilización moderna. Y para evitar malentendidos digamos de partida que la izquierda y la derecha, con todas sus variantes ideológicas y políticas, son partes de la civilización moderna. El capitalismo y el socialismo, el neo-liberalismo y las economías keynesianas, son igualmente partes de la civilización moderna. El liberalismo y el marxismo y las elaboraciones socialdemócratas intermedias, son también partes de la civilización moderna. La burguesía y la clase obrera, como también las clases burocráticas y tecnocráticas, son inherentes a la civilización moderna. El sindicalismo y las diversas otras organizaciones que movilizan a las masas en manifestaciones reivindicativas y de presión social, forman parte de la civilización moderna.
Entender todo esto (que implica asumir cabalmente el carácter internamente contradictorio y conflictivo de la civilización moderna), es de fundamental importancia para comprender la crisis de esta civilización, y el significado de la creación de una nueva civilización.
Porque ¿qué es la civilización moderna? Hablamos, por cierto, de la civilización occidental moderna, que abarca las Europas, las Américas y parte del Oriente Medio. Es una civilización que tiene
cinco siglos de historia. En lo económico, es la civilización del capitalismo, del estatismo, del industrialismo y del consumismo, que han combinado el mercado y la planificación, las empresas privadas y el sector público, en una institucionalidad que excluye a los menos eficientes según las lógicas competitivas del mercado, y los incluye a través de sistemas de protección social provistos por el Estado. El llamado 'Estado de bienestar' es una de las más refinadas e importantes realizaciones de la civilización moderna.
En lo político, la civilización moderna es la civilización del Estado. De los Estados nacionales, de los partidos políticos y de las burocracias administrativas, de los regímenes burocráticos y autoritarios y de las democracias representativas. Todos los actores políticos que intervienen en la lucha por el poder y que constituyen la 'clase política' de un país, están participando al interior de la organización política de la civilización moderna, y contribuyen a sostenerla y reproducirla. En la política moderna no hay confrontación entre quienes estén a favor de la civilización moderna y quienes estén en contra de ella, sino que se confrontan posiciones que enfatizan uno u otro de los aspectos constitutivos de esta civilización, y que en la lucha de unos contra otros y en sus períódicas alternancias en el poder,
contribuyen a consolidar y reforzar el sistema político moderno.
En lo ideológico la civilización moderna es la civilización del cientismo positivista, del naturalismo y el materialismo, de las sociologías y las ciencias económicas y políticas, que sustentan las variadas posturas ideológicas que van desde el neo-liberalismo hasta el marxismo. Cuando las personas 'se definen' por unas u otras de estas concepciones teóricas, están optando al interior de un mismo paradigma epistemológico y filosófico que comenzó a elaborarse en el siglo XVI y que se fue completando, difundiendo y adquiriendo hegemonía hasta llegar a nuestros días.
Tal es la civilización moderna. ¿Podemos afirmar que se encuentra en crisis? Y si es así, ¿desde cuándo, o en qué momento histórico puede decirse que comenzó su crisis?
Vimos que el fenómeno fundamental que marca la crisis de una civilización consiste en que sus estructuras y dinámicas económicas, políticas y culturales pierden sus capacidades de asimilación, integración y absorción activa de la población, de modo que las desasimilaciones son mayores que las asimilaciones, con el resultado que sectores y grupos crecientes de la población van siendo marginalizados y excluidos de sus ordenamientos económicos, políticos y culturales; y que tales 'desasimilaciones' se
manifiestan no solamente a nivel social (al interior de cada país) sino también en el plano internacional, expresándose en el hecho que países de la periferia se
separan de los centros económicos y políticos de la civilización que, así, experimenta cierta progresiva disgregación territorial.
Con este concepto básico de ‘crisis de civilización' podemos comprender que en las primeras décadas del siglo XX se manifestaron fenómenos y procesos configurantes de la que fue una primera 'gran crisis' de la civilización moderna. En efecto, la crisis financiera y económica de 1929-30 implicó al interior de todos los países el cierre de muchísimas industrias, gran desocupación y empobrecimiento de la población. En ese contexto se verificó una notable expansión de los movimientos obreros y de las ideologías comunistas, que amenazaron el ordenamiento político, jurídico, institucional, cultural y religioso. Y en el plano internacional comenzó la separación de Europa oriental a partir de la revolución rusa, y se produjo una gravísima ruptura del antiguo 'orden mundial' que derivó en la primera gran guerra.
Esa 'primera gran crisis' de la civilización moderna fue enfrentada a través de notabilísimos procesos que condujeron, por diferentes vías, a la re-inserción de la mayor parte de la población en el orden económico, político e ideológico de las naciones, y a un nuevo orden internacional.
Fueron tres y muy distintas las respuestas que se implementaron:
Una respuesta fue la del nazismo, el fascismo y los autoritarismos nacionalistas, que 'disciplinaron' a la población mediante el uso de la represión y de la fuerza, y que impulsaron la industrialización capitalista y el fortalecimiento del Estado combinando el poder de las burocracias administrativas y militares con las iniciativas financieras y empresariales plutocráticas.
Una segunda respuesta fue la del estalinismo, que sometió por la fuerza a las clases agrarias y plutocráticas tradicionales, eliminó a las categorías sociales 'parasitarias', disciplinó a la clase obrera y a las diversas categorías productivas, e impulsó la industrialización socialista bajo una rigurosa planificación estatal centralizada, generando un inusitado potenciamiento del poder económico, político y cultural del Estado soviético.
La tercera respuesta fue la del americanismo, que disciplinó a la clase obrera mediante la reorganización del trabajo en base al fordismo, la cadena de montaje y el control de 'tiempos y movimientos', impulsó el industrialismo con la estandarización de la producción y del consumo, cambió la mentalidad y la cultura con la masificación de los medios de comunicación y el cine, y reorganizó la vida política subordinándola al sistema financiero y productivo.
Esas tres 'respuestas' a la crisis la resolvieron sólo parcialmente al interior de cada sociedad, pero implicaron al mismo tiempo la exacerbación de la
dimensión internacional de la crisis, porque acentuaron la contradicción entre la tendencia a la transnacionalización de la economía y la orientación nacionalista de la política, y porque generaron un fraccionamiento ideológico de la civilización moderna. Ello incubó y condujo a la Segunda Guerra mundial, la manifestación más extrema de la crisis de la civilización moderna, pero cuyo desenlace militar y político dió lugar a amplias y profundas reorganizaciones de la economía, la política y las ideologías, restableciendo cierto grado de 'organicidad' entre ellas.
El 'americanismo', que había sido la más exitosa de las respuestas en el sentido de lograr mayor organicidad en las relaciones entre la economía, la política y la cultura propias de la civilización moderna, estableció su hegemonía financiera, económica y militar sobre gran parte del mundo. Las respuestas fascistas y autoritarias fueron derrotadas en la guerra o sucumbieron políticamente, dando lugar a una nueva 'respuesta' económica y política a la crisis, que se implementó en Europa central y América Latina, cual fue la de economías mixtas que impulsaron la industrialización con amplia participación del Estado, integraron la población al ordenamiento político mediante sistemas de protección social y de bienestar social, y establecieron
regímenes políticos ideológicamente pluralistas con predominio de concepciones moderadas, especialmente socialdemócratas y socialcristianas. La
respuesta estalinista a la 'gran crisis', favorecida por los resultados de la guerra, se expandió por gran parte
de Europa del este y se desplegó con gran fuerza y relativo éxito durante varias décadas, hasta que terminó cayendo por su propio peso, esto es, por la insoluble contradicción interna que la atravesaba, entre sus dinámicas económicas, políticas e ideológicas.
¿En qué situación nos encontramos hoy? ¿Puede afirmarse que la crisis de la civilización moderna ha sido históricamente resuelta, o está más bien en curso la que podríamos considerar como una 'segunda gran crisis' de la civilización moderna?
Algo fácilmente observable es la emergencia de nuevas y extendidas dinámicas de marginación y exclusión social. El fenómeno más evidente es la creciente desigualdad social, y en particular la desocupación que afecta especialmente y de modo creciente a los jóvenes y a los trabajadores menos calificados. Parece haber concluido una fase que duró varias décadas en que la economía fue capaz de integrar a cada vez más trabajadores y consumidores. Esas dinámicas se está revirtiendo en muchos países, en los cuáles ha empezado a observarse que las desasimilaciones son mayores que las asimilaciones.
Este fenómeno es realmente crítico, porque se manifiesta en un contexto marcado por una serie de tendencias contrapuestas y de contradicciones muy agudas entre la economía y la política, que no resueltas satisfactoriamente en las décadas anteriores,
han venido acentuándose desde la postguerra. En efecto, mientras la organización económica ha seguido tendiendo al internacionalismo y a la globalización, la organización política continúa desenvolviéndose en dimensiones nacionales y con fuertes tendencias al nacionalismo. Una importante excepción la constituye la formación de la Unión Europea, pero no puede dejar de notarse que en su interior se manifiesta también la contradicción entre la internacionalizacón económica y el nacionalismo político.
Más significativa aún es la contradicción dada por el hecho que, mientras la economía tiende a la concentración de la actividad y la riqueza en pocas manos, en la política se plantean fuertes exigencias y demandas de equidad e igualdad. De este modo la economía deja de ser funcional al orden político, y éste deja de favorecer y reglamentar adecuadamente la organización económica. Las dinámicas del mercado, desvinculadas de la organización política, tienden a concentrar la actividad y la riqueza en gigantescas corporaciones transnacionales, mientras los ciudadanos exigen a los gobernantes y a los
Estados que desarrollen políticas nacionales que generen igualdad de oportunidades y una distribución equitativa de la riqueza, lo que no puede realizarse desde una organización política que ha perdido en gran medida el control de la economía. Dicho de otro modo, las exigencias de la economía son contradichas por las exigencias de la política, y las exigencias de la
política son incompatibles con las exigencias de la economía. Consecuencia de todo ello es que el sentido común de los ciudadanos se desconecta tanto de la organización económica como de la organización política, que son ambas crecientemente deslegitimadas, resistidas y rechazadas por la población.
3. ¿Es posible restaurar la organicidad entre la economía, la política y la cultura en los marcos de la civilización moderna?
Lo que se observa actualmente en tal dirección es un poderoso proceso, gestado desde las grandes corporaciones y poderes financieros internacionales, tendiente a someter las políticas económicas de los Estados nacionales y los comportamientos de los ciudadanos, a las exigencias de la economía y el mercado. Con tales propósitos las grandes corporaciones han llegado a controlar los principales medios de información y comunicación,
desde donde difunden el consumismo y la despolitización de los ciudadanos, al tiempo que exigen a los Estados que mantengan los equilibrios macroeconómicos, garanticen el libre comercio y 'ajusten' el gasto público reduciendo los beneficios sociales.
El resultado de esto no puede ser otro que reducir las capacidades de inclusión de los sectores sociales empobrecidos en las dinámicas de la
economía, lo que redunda inevitablemente en aumentar la desafección ciudadana tanto respecto al ordenamiento económico como al político. No parece haber, así, respuestas eficaces y definitivas que surjan desde el interior de la civilización moderna, a la que parece ser una segunda gran crisis orgánica de ella.
Por otro lado, aunque el PIB global de los países insertos en la civilización moderna pueda estar creciendo, no debe descuidarse el hecho que está siendo medido con unidades monetarias de cuentas que se devalúan constantemente. Considérese también que la concentración de la riqueza continúa generando desigualdad y exclusión. Podemos concluir que el fenómeno esencial de la crisis se acentúa, mientras la contradicción entre economía, política y cultura continúa sin resolverse.
Pero hay un hecho nuevo que tal vez pudiera significar, si no una solución de la crisis, tal vez una nueva fase de expansión de la civilización moderna que atenúe sus contradicciones y le permita un nuevo período de desarrollo. En efecto, una gran parte de la
humanidad, prácticamente el continente asiático entero, que había permanecido ajeno a la civilización moderna, pudiera estar integrándose a ésta, generando nuevas dinámicas que le permitan enfrentar la crisis financiera, mantener los ritmos de crecimiento económico y re-abrir accesos de la población al consumo de bienes y servicios, sea a través del mercado o de las políticas públicas. Esto es lo que
afirman que significa, y esperan que continúe por mucho tiempo, el crecimiento de la economía de China y su integración a los mercados financieros y de commodities, insumos y productos industriales. Y en efecto, si no fuera por la enorme expansión que ha experimentado la economía china durante las últimas dos décadas,la situación económica de occidente sería probablemente catastrófica.
Pero si es así, lo que puede en realidad concluirse es que la civilización moderna ha ya experimentado durante dos décadas una prolongación de su funcionamiento, en crisis pero sin caer en desequilibrios mayores que la desarticulen totalmente. En efecto, la economía China ha significado para occidente:
a) una importantísima expansión de la demanda de commodities y de producción industrial;
b) una ocasión de alocación de grandes flujos financieros y de inversión que no encuentran oportunidades en los países occidentales de origen;
c) una fuente gigantesca de bienes de consumo que se obtienen a muy bajos precios, lo que redunda en un poderoso freno a la carestía y la inflación;
d) unos flujos financieros constantes que han permitido sostener los déficits públicos de las principales economías occidentales, y
e) un importante alivio al deterioro ambiental que inevitablemente genera el crecimiento industrial, porque se ha trasladado a China y contamina ahora gravemente aquellos territorios del lejano oriente.
Ahora bien, es precisamente este prolongamiento de la vida de la civilización moderna el que se presenta hoy cuestionado, porque la economía china no parece capaz de continuar indefinidamente cumpliendo esas funciones subordinadas, y comienza a disminuir su ritmo de crecimiento, de modo que lo más probable es que la crisis vuelva a acentuarse y agudizarse durante los próximos años en todo el mundo occidental. Cabe, pues, plantearse la pregunta:
4. ¿Será posible una solución 'interna' a la presente 'segunda gran crisis' de la civilización moderna?
Hemos visto que la actual 'segunda gran crisis' de la civilización moderna es la crisis de las sucesivas respuestas y soluciones parciales que se dieron a aquella primera gran crisis que sufrió en la primera mitad del siglo pasado.
Cierto es que la crisis de hoy se presenta en grados de intensidad y amplitud diferenciados en los diversos contextos determinados por aquellas respuestas a la crisis anterior, siendo más intensa en la periferia que en los países centrales. Pero siendo realmente una crisis de civilización, los afecta a todos en mayor o menor medida, de manera progresiva.
En este sentido, el derrumbe del socialismo real y del marxismo como concepción ideológica deben considerarse como un momento importante de
la crisis de la civilización moderna, que significó el derrumbe de una de las 'respuestas' que le habían permitido prolongar su existencia. Algo similar podemos decir respecto de la actual crisis financiera, así como también de la crisis del Estado de bienestar en varios países de Europa. La crisis de representatividad de los regímenes democráticos y de los partidos políticos, como igualmente la crisis del sindicalismo y de las luchas de masas, son partes de la misma crisis. Ya dijimos que no pueden considerarse como procesos que apunten a superarla, pues no son más que expresiones de la crisis, que de hecho la acentúan, profundizan y extienden.
Es importante observar que aquellas respuestas o 'soluciones' que se dieron a la primera gran crisis de la civilización moderna, han tenido una corta duración histórica, pues algunas de ellas ya han desaparecido, y otras han agotado o están con crecientes dificultades para sostenerse.
En este contexto es que cabe preguntarse: ¿son posibles nuevas respuestas 'internas' que permitan prolongar por algún tiempo adicional, o por un nuevo período histórico, la vigencia de esta civilización moderna? Y ¿será posible el tránsito hacia una nueva y superior civilización, y cómo podría iniciarse la creación de ésta? Son las preguntas centrales, cruciales, que necesitamos responder.
Para responderlas hay que preguntarse previamente por qué la 'gran crisis' que afectó a la civilización moderna el siglo pasado no dió lugar a
una nueva civilización, sino a respuestas y 'soluciones' – parciales, contradictorias y de corta duración histórica - que se concibieron, organizaron y procesaron al interior de los marcos económicos, políticos e ideológicos de la propia civilización moderna.
Para comprender por qué no surgió una nueva civilización desde la gran crisis del siglo pasado, es preciso saber que la creación de las civilizaciones es un proceso complejo y prolongado que requiere - además de la existencia de una profunda y extendida crisis de la civilización anterior -, dinámicas creativas de carácter intelectual, cultural y moral que establezcan nuevos fundamentos civilizatorios, y que sobre éstos se elaboren las nuevas respuestas a los grandes problemas económicos, políticos y culturales generados en, y no resueltos por, la civilización anterior.
Tales fundamentos de una nueva civilización y tales nuevas respuestas económicas, políticas y culturales, no habían sido siquiera pensados a mediados del siglo pasado, y menos fue posible su elaboración en el contexto de las brutales conflagraciones bélicas a que dió lugar la crisis, ni en una postguerra marcada por la 'guerra fría' en que se debió hacer frente a la gran destrucción provocada por la crisis misma y por las guerras. Había que 'reconstruir' el orden social, económico y político, más que inventar uno nuevo. Las respuestas a la crisis
se elaboraron, en consecuencia, al interior de los marcos conceptuales, ideológicos, económicos y políticos existentes, que se vieron internamente exigidos de realizar rápidos procesos de adaptación y renovación. Dicho de otro modo, no existían en aquellas circunstancias las condiciones que permitieran el surgimiento de iniciativas capaces de fundar una civilización nueva y superior: nuevas formas de hacer economía, nuevas estructuras de la política, nuevos fundamentos teóricos y culturales.
Así fue que, renovada, reforzada y urgida por las circunstancias, la civilización industrialista y consumista, capitalista y estatista, materialista y positivista - sacada del hoyo en que había caído, y llevada adelante por las respuestas y 'soluciones' que bastante improvisadamente pero con alta eficacia se organizaron -, experimentó una importante revitalización, que le permitió una nueva fase de despliegue y desarrollo de sus potencialidades, la cual
se extendió más o menos exitosamente hasta finales del siglo XX. Pero ha ocurrido que, primero cayeron las soluciones fascistas y autoritarias, en seguida lo hicieron los llamados 'socialismos reales', los movimientos obreros y los partidos comunistas, y finalmente han empezado a diluirse y a perder consistencia las democracias representativas, el Estado de bienestar, el 'americanismo' y el neo-liberalismo.
La situación en que nos encontramos actualmente es muy distinta de aquella en que debieron organizarse las soluciones a la 'gran crisis' de la primera mitad del siglo XX. Por un lado, la crisis actual, aunque extendida, profunda y grave, no presenta la intensidad y la agudeza, ni la velocidad de deterioro del orden social, económico y político que caracterizaron la 'gran crisis' del siglo pasado. Usando la conocida metáfora de la rana, en esta ocasión nos estamos 'cocinando' lentamente, mientras que en la gran crisis anterior la sociedad fue capaz de reaccionar al caer inesperada y abruptamente al agua hirviendo.
Esta 'segunda gran crisis' de la civilización moderna es una crisis que se arrastra lentamente y que va agravándose progresivamente casi sin darnos cuenta. Es una dinámica de deterioro y decadencia que se vino incubando lentamente y que se prolonga por décadas, afectando de manera diferenciada a los Estados y economías de las distintas áreas del mundo, siendo naturalmente más acentuada y evidente en las
zonas periféricas o menos centrales de la civilización moderna.
Otro aspecto a tener en cuenta es que las soluciones dadas a la 'primera gran crisis' después de la segunda guerra estuvieron centradas principalmente en la economía (que experimentó en consecuencia un notable crecimiento) y secundariamente en la política (que se renovó
parcialmente logrando expandir la participación de las capas intelectuales en ella), mientras que la dimensión cultural, ética y espiritual de la civilización no fue objeto de alguna renovación significativa sino que, por el contrario, continuó deteriorándose velozmente.
Esta carencia de renovación cultural, moral y espiritual, asociada al arrastre paulatino de la crisis económica y política que no alcanza manifestaciones agudas que obliguen a enfrentarla, tiene dos implicaciones importantes.
Por un lado, la conciencia de la crisis no es generalizada, y solamente los sectores más lúcidos perciben su magnitud e intensidad como verdadera crisis de civilización. Muchos piensan que se trata solamente de una crisis financiera, de una crisis de gobernabilidad, de una crisis de tal o cual ideología, de donde se llega a pensar que las soluciones pueden ser también parciales y procesarse en el marco del orden civilizatorio existente.
Por otro lado, no se elaboran desde el interior del sistema económico y político establecido, respuestas orientadas a reordenar y reorientar en profundidad la economía, la política y la cultura. No surgen internamente respuestas consistentemente renovadoras como fueron las que aseguraron la continuidad de la civilización moderna después de la gran crisis que la afectó en la primera mitad del siglo pasado. Las respuestas que en la actualidad se
intentan dar a esta nueva gran crisis parecen más bien orientadas a 'apuntalar' las estructuras que se deterioran, con 'soluciones' muy parciales y a menudo sólo cosméticas y adormecedoras.
Esto conduce a que la crisis de civilización en que estamos se acentúa progresivamente, de modo persistente y creciente, pero en una dinámica no suficientemente acelerada como para inducir a los responsables a pensar y organizar respuestas y soluciones globales, extensas y profundas. Pocos son los que toman conciencia de que enfrentamos una verdadera crisis de civilización que sólo podrá resolverse cabal y definitivamente mediante la creación y el tránsito hacia una civilización nueva y superior.
Pero hay algo más que considerar. Es el hecho que las 'soluciones' que hicieron posible la prolongación de la civilización moderna desde mediados del siglo pasado hasta ahora, han generado una nueva dimensión de la crisis, que en aquella época no existía, a saber, el deterioro ambiental, la crisis ecológica, el agotamiento de ciertos recursos no renovables muy importantes, el cambio climático, etc. Problemas éstos que no tienen solución posible en el marco de una civilización centrada en el industrialismo, el consumismo, el estatismo y el capitalismo, que por sus propias lógicas internas necesitan crecer constantemente para continuar existiendo. Crecimiento constante que es la causa de esta nueva y gravísima dimensión ambiental y
ecológica de la gran crisis actual de la civilización moderna.
El asunto es, entonces, que se torna necesario y urgente trabajar seriamente en la elaboración de los fundamentos conceptuales y en la creación de los pilares económicos, políticos, científicos y culturales, de una civilización nueva y superior. Porque de no hacerse pronto, estaremos como humanidad enfrentados a una prolongada decadencia civilizatoria, que podría incluso terminar con la vida civilizada y conducirnos casi sin darnos cuenta a una época de barbarie . Surge espontáneamente una nueva pregunta:
5. ¿Qué ocurre, socialmente, en una crisis de civilización? ¿Cuáles son las dinámicas que ella genera en la sociedad?
Tres son las orientaciones de la acción que espontáneamente tienden a verificarse en la población. La primera, que podemos representar con
la expresión 'sálvese quien pueda', es protagonizada por los individuos y sectores sociales que se encuentran mejor integrados en la economía y la política existentes. Sintiendo la amenaza de una posible futura exclusión, reaccionan de modo individualista buscando mejorar sus capacidades competitivas para lograr mantenerse insertados. Como ven a su alrededor los efectos persistentes de
las dinámicas de exclusión, esperan que sean otros los que sean afectados, y tratan de evitar o postergar el momento en que la exclusión los afecte a ellos mismos. Buscarán ser crecientemente competitivos en el marco de la economía y la política existentes, donde competirán con acentuada intensidad.
Un segundo tipo de respuesta que ocurre especialmente ante la exclusión ya experimentada o inminente, es la de quienes actúan contra los demás y por fuera del orden establecido. Se extiende la delincuencia, el aprovechamiento del desorden creciente, se multiplican las protestas callejeras y las reivindicaciones inorgánicas, todo lo cual no hace más que acelerar y profundizar la crisis orgánica de la civilización.
La tercera respuesta es la de quienes buscan protegerse de la crisis que los amenaza o que ya los afecta, organizando y desplegando junto a otros que viven similares condiciones, ciertas iniciativas y experiencias innovadoras, alternativas en lo económico, lo político y lo cultural, que aportan soluciones a los problemas reales y actuales, no ya en
los marcos y las lógicas de la civilización en crisis sino en la perspectiva de nuevos modos de vivir, esto es, de nuevas maneras de pensar y de sentir, de relacionarse y de actuar. Tales iniciativas – creativas, autónomas y solidarias - son las que abren caminos e inician la creación de una nueva civilización. Pero ¿hay razones para ser optimistas?
6. ¿Existen dinámicas emergentes que permitan pensar realistamente en el tránsito a una nueva civilización?
El ya citado Arnold Toynbee sostiene que cuando la 'minoría creativa' de una civilización en expansión, se convierte en 'minoría dominante' de una civilización en desintegración por haber perdido su capacidad de irradiación y atracción, desde aquellos que se escinden y autonomizan se genera una nueva dinámica creativa que irradia y atrae progresivamente a crecientes sectores sociales, de modo que se da inicia al tránsito hacia una nueva civilización.
Una civilización nace en el seno de la precedente en crisis, cuando algunas minorías especialmente conscientes comienzan a elaborar y establecer teórica y prácticamente, principios cognitivos, éticos y espirituales superiores a los de la civilización anterior. Sobre la base de tales principios empiezan a elaborarse, experimentarse y proponerse iniciativas y soluciones eficaces frente a los más graves problemas que generó y no supo resolver la civilización en crisis. Las nuevas formas de vivir, las nuevas estructuras económicas, políticas y culturales que se elaboran en base a esos principios cognitivos, éticos y espirituales superiores, empiezan a irradiar y a atraer progresivamente a la población escindida y crítica, a la que van asimilando e integrando en las estructuras económicas, políticas y culturales emergentes.
No es fácil saber con seguridad que ello esté ocurriendo con la fuerza suficiente. Pero puede afirmarse que existen actualmente, tanto a nivel teórico y científico como en el terreno de las iniciativas y experiencias prácticas, importantes procesos en los que puede apreciarse que se está trabajando en poner los fundamentos de la nueva civilización necesaria, y que se están experimentando variadas formas económicas, políticas, tecnológicas, educacionales y culturales 'alternativas', que pudieran ser portadoras incipientes de las formas y contenidos que pueda asumir ella en el futuro.
Es así que podemos identificar múltiples y variados gérmenes o embriones de una nueva civilización, ya presentes y operantes en la actualidad, que nos permiten apreciar que el tránsito pudiera haber comenzado y encontrarse, podemos incluso decir, en unos niveles de desarrollo significativos y auspiciosos. Pienso que es muy importante que seamos capaces de visibilizar estos avances y este tránsito, de modo que nos animemos a perseverar en ellos, a extenderlos y difundirlos, y a animarnos a crear otros nuevos con más clara conciencia de que la nueva civilización no sólo es posible sino que se está creando, y que, unos más y otros menos, estamos en parte ya viviendo y participando en ella.
Enumero a continuación algunos elementos de nueva civilización actualmente presentes y en desarrollo, dejando la advertencia que ellos constituyen sólo unas pocas entre muchas posibilidades de solución a los problemas que debemos enfrentar en los ámbitos económicos, políticos, científicos, tecnológicos, educacionales, etc.
- La expansión del uso de la bicicleta como medio de transporte.
- La generación de energías renovables y no contaminantes (fotovoltaica, eólica, hidráulica de pasada, biogas, etc.)
- El reciclaje y recuperación de desechos
- El Software libre
- Las redes sociales informáticas
- Los medios de comunicación por internet, radios comunitarias
- La educación e-learning y a distancia
- La educación en el hogar (Homeschooling)
- Escuelas y colegios de educación integral
- La agricultura orgánica o biológica
- La permacultura
- Medicinas naturales, terapias alternativas
- El trabajo autónomo y el trabajo asociado
- La autoconstrucción de viviendas
- Las micrompresas y pequeñas empresas asociativas
- Formas de economía solidaria, cooperativas, mutuales, etc.
- Las organizaciones de consumidores responsables
- El comercio justo, comercialización comunitaria, ferias libres
- Las finanzas éticas
- Los espacios de 'coworking'
- Las experiencias de monedas complementarias
- Los programas de desarrollo local
- Los presupuestos comunales participativos
- Centros independientes de investigación y formación.
- La economía colaborativa
- Concepciones teóricas y epistemológicas comprensivas y transdisciplinarias de la historia, la politica y la economía
- Éticas y Espiritualidades comprometidas con el desarrollo humano y la ecología.
La lista es ciertamente incompleta. Cada uno podrá agregar otros tipos de iniciativas y experiencias que, siendo portadoras de creatividad, autonomía y solidaridad, podamos considerar que también forman parte del tránsito hacia una nueva civilización.
Por otra parte es importante comprender que muchos elementos de la civilización moderna son recuperables y podrán 'pasar' a la nueva civilización, probablemente perfeccionados e integrados en estructuras más amplias e inclusivas. La crisis de la civilización moderna no ha de pensarse como el derrumbe completo del orden social, económico, político y cultural existente.
Entre una civilización y la siguiente no hay una ruptura histórica completa sino un proceso de
superación de los problemas y de las contradicciones insolubles en el marco de la civilización dada. Es debido a que el surgimiento de una civilización nueva se da en el contexto de la decadencia y deterioro de la civilización que la precede, mientras se observan los elementos de la crisis de la civilización que decae y los embriones de la que nace, que se tiende a pensar que las civilizaciones son como los individuos, que nacen, envejecen y mueren.
Esta concepción de las civilizaciones es errónea, y no corresponde a lo que ocurre históricamente. Es cierto que en la historia humana ha habido casos de civilizaciones que desaparecieron completamente, de modo que otras han debido surgir prácticamente sin continuidad con la anterior, creando un orden social completamente original. Pero esto, que era más habitual en la antigüedad, cuando los cataclismos sociales, ambientales, las pestes, las guerras, podían destruir civilizaciones completas, ha ido desapareciendo, y en las épocas más recientes y, sobre todo, tratándose de civilizaciones más extendidas y fuertes, hace que los elementos de una civilización que se conservan y que se prolongan e insertan en la civilización siguiente sean cada vez más amplios. Es menos lo que se pierde y más lo que se recupera, de una civilización, en la que le sigue. Esto es muy importante para comprender el significado de la crisis de la civilización moderna y el proceso de transición, ya iniciado, hacia una civilización nueva y superior.
Luis Razeto
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