LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL COMO EXPERIENCIA COGNITIVA DE LA ‘REALIDAD PROFUNDA’
El objeto propio de los sentidos y de la percepción corporal son las cosas, los objetos físicos que se nos muestran en la vista, el oído, el tacto, el olfato, el gusto. El objeto propio de la conciencia interior son los fenómenos conscientes: las emociones y sentimientos, la propia interioridad de la conciencia y todo lo que se presenta en ella. El objeto propio del intelecto racional son las ideas y conceptos, los números y figuras geométricas, los símbolos y las representaciones mentales.
Estas tres facultades y fuentes del conocimiento se encuentran conectadas en la mente de los individuos, de manera que conocemos la realidad de las cosas en un acto o proceso único por el cual simultáneamente percibimos las cualidades sensibles de los objetos, los inteligimos conceptual, numérica, geométrica y simbólicamente, y tomamos conciencia de aquello que conocemos y del hecho mismo de conocerlo, sintiéndonos de algún modo afectados por lo que percibimos, comprendemos y sentimos interiormente.
Esas son nuestras facultades o capacidades cognitivas ‘naturales’ y espontáneas, que nos habilitan para vivir y orientarnos en el mundo, y comunicarnos unos con otros.
Pero esa realidad sensible, inteligible y y consciente no parece ser toda la realidad, pues hay personas que manifiestan haber tenido otro tipo de experiencias cognitivas, que les hacen conocer dimensiones más profundas de la realidad, que a veces llaman espirituales, o absolutas, o metafísicas, o divinas, o mistéricas, o sagradas.
Independientemente de estos nombres con que se las identifica, podemos asumir que más allá de lo que conocemos habitualmente con los sentidos, el intelecto y la conciencia, se encuentra oculta una dimensión profunda de la realidad que puede llegar a asombrarnos.
A dicha realidad que no sabemos expresar bien y que por tanto asumimos como un ‘misterio’, parece que podemos tener acceso en determinadas circunstancias. Lo interesante y curioso es que parece que a dicha realidad profunda podemos, no acceder pero sí asomarnos a ella, desde los sentidos y la percepción, aguzando la mirada sobre las cosas naturales; o desde la propia interioridad, aguzando la autoconciencia, o desde el intelecto racional, aguzando la intelección.
Según los autores espirituales, la realidad profunda se nos revela, en ciertos estados de purificación ética que implica descentrarse del yo, mediante la universalización de nuestra conciencia, y al revelársenos y acceder a ellas, se nos despierta una nueva capacidad cognitiva, esto es, lo que podemos llamar nuestra espiritualidad.
Podemos pensar que esa agudización y esa purificación de nuestra percepción, de nuestra conciencia, de nuestro intelecto, que nos permiten asomarnos a esa realidad profunda, las podemos preparar, educar, mediante procesos y dinámicas y métodos que los mismos hombres y mujeres ‘espirituales’ suelen aconsejar y enseñar.
Ahora, ¿qué es esa realidad profunda y ese misterio que se nos revela y que nos despierta? Algunos lo llaman Dios, otros lo llaman TAO, otros la dimensión absoluta, o Eso, o el Uno, o el Espíritu, o un Tú personal. Tal vez sólo al encontrarlo, al ponernos en contacto con esa realidad profunda, podremos llegar a atisbar de qué se trata, a entender algo sobre qué es eso.
Luis Razeto
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