ESTACIÓN DOCE - ENCUENTRO CON MACBETH, LAS TRES BRUJAS Y SHAKESPEARE

ESTACIÓN DOCE

ENCUENTRO CON MACBETH, LAS TRES BRUJAS Y SHAKESPEARE


Viajar en cuerpo y alma por los espacios infernales me tenía muy cansado. Necesitaba reparar mis fuerzas físicas y mentales, por lo que pedí al Maestro que nos detuviéramos.

Estiré los brazos y las piernas para relajarme, me senté apoyando la espalda en un peñasco a orillas del sendero, y cerré los ojos.

Aparecieron frente a mí, de improviso, tres brujas inconfundibles, que con ronca voz y al unísono decían: “Lo bello es feo; lo feo es lo bello”.

¿Cuándo volveremos a encontrarnos, con el trueno, con el rayo y la tormenta, reunidas las tres?” – preguntó la bruja primera.

Cuando el caos sea completo – respondió la segunda. “Bien se gane o se pierda. Ganen unos o los otros, la armonía se habrá roto. Unos se impondrán y otros serán sometidos. No importando quién sea finalmente el opresor y quién el oprimido, el caos será el resultado inevitable del conflicto entre violentas voluntades opuestas”.

Dónde nos encontraremos?” inquirió la primera.

En el desierto, el lugar de las tentaciones; allí donde el hombre se encuentra solo con su conciencia, solo con su libertad, sin condicionamientos exteriores en los cuales apoyarse”.

¿Con quién nos encontraremos esta vez?” – quiso saber la tercera.

Con Macbeth” – explicó la segunda.

En ese instante se alzó la primera bruja gritando: “¡Marx, ya voy!”.

Enseguida la segunda: “¡Freud me llama!”.

Y la tercera: “¡Sartre, mi mentor, me espera!”.

Alzaron fuerte la voz las tres: “La niebla, el aire impuro atravesemos. ¡Aprisa, vamos!”.

Las brujas se elevaron en el aire y se esfumaron.

Quedé perplejo, confundido. Una escena similar había visto, muchos años antes, en una representación de Macbeth, de Shakespeare.

Transcurrido un momento escuché alarmas policiales y vi a un Presidente acompañado de sus guardias, ministros y parlamentarios. Se acercó a ellos un capitán de policía, ensangrentado, que les dio noticias sobre la rebelión.

Fue un combate duro, e indeciso quedó el resultado, como dos luchadores que terminan exhaustos. Pero el valiente Alcalde Macbeth, arriesgando la vida y en medio de la acción represiva, se abrió camino, enfrentó y habló a los rebeldes, y logró que se dispersaran”.

Se fueron todos. Apareció ante mis ojos un extenso páramo. Con estruendo de tormentas, rayos y truenos, surgieron nuevamente las tres brujas repitiendo: “Lo bueno es malo; lo malo es lo bueno”.

¿Dónde estuviste, hermana?” – preguntó la bruja tercera.

Sublevando el antiguo orden social e incitando al caos. Creando insatisfacción y conflictos sociales, levantando a los de abajo, promoviendo la lucha entre las clases” – respondió la bruja primera.

 

Peregrinación 12 Brujas de Goya

 

¿Y dónde, hermana, tú?”.

La bruja segunda explicó: “Desarmando el antiguo orden mental y promoviendo el caos. Reemplazando el alma por el inconsciente, el sacerdote por el psiquiatra, y exacerbando los instintos del placer, el poder y la muerte”.

¿Y qué has hecho tú?” – interrogó la primera bruja a la tercera.

Destruyendo el antiguo orden moral y creando el caos. Trastornando el sentido de la existencia, enterrando los antiguos principios y mandamientos, decretando una ética subjetiva, relativa a las situaciones y circunstancias del actuar de cada uno”.

Se escucharon tambores y marchas. “Es Macbeth, que ya llega” – dice una.

Las tres brujas se toman de las manos y cantan: “Hermanas hechiceras, como heraldos del mar y de la tierra, dando vueltas, girando, tres por ti, tres por mí, sean tres más, nueve así. ¡Silencio, que ya acabó el conjuro!”.

Llega Macbeth acompañado de Banquo, su fiel asesor.

¿Quiénes son estas personas, de aspecto tan extraño que no parecen seres de la Tierra aunque habiten en ella? ¿Están vivas? Hablen, si es que pueden”.

La bruja primera: “¡Salve! Alcalde Macbeth”.

La bruja segunda: “¡Salve! Primer Ministro Macbeth”.

La bruja tercera: “¡Salve! Macbeth, a ti, que serás Presidente”.

Macbeth se estremece al oír esos augurios que tan bien suenan a sus oídos.

Banquo se dirige a las brujas.

Digan, en nombre de la verdad, ¿son espectros, o más bien exactamente lo que parecen? Han saludado al Alcalde con su grado actual, y enseguida crearon en él una expectativa de ascensos, que parecen extasiarlo. Si pueden penetrar el tiempo y decir qué grano crece y cuál no, anuncien también a mí lo que seré, que nada imploro, ni me asustan su favor o su odio.”

Estación 12 Ulises

Serás menos grande que Macbeth, aunque más grande” – dijo la primera bruja.

Serás menos dichoso que Macbeth, aunque más dichoso” – agregó la segunda.

No serás Presidente, sino padre de presidentes” – concluyó la tercera.

Entonces, Macbeth, con voz de mando, a las brujas: “No se vayan, sus oráculos están incompletos. Díganme más. Porque es verdad que soy Alcalde; pero estoy lejos de ser Primer Ministro. Y llegar a Presidente es algo inimaginable. Díganme ¿de dónde sacan esos anuncios, que parecen profecías?”.

Pero en ese instante las brujas desaparecieron, tan imprevisibles como habían llegado.

Macbeth comentó en voz alta: “¡Si se hubieran quedado! Pero se desvanecieron como desaparece en el viento el aire que respiro”.

Banquo: “¿Estuvieron de verdad aquí o hemos comido drogas, de esas que vuelven prisionera a la razón?”.

Macbeth: “¿Seré Primer Ministro? ¿Y Presidente? ¿No fue acaso lo que anunciaron?”.

Banquo: “Esas fueron exactamente sus palabras, y el tono con que hablaron”.

Se callan, pues en ese momento entra en escena Ross, el Ministro de Defensa del Gobierno, que extiende la mano a Macbeth, diciendo:

Vengo en nombre del Presidente para felicitarte, agradecer tu lealtad, y anunciar que te ha nombrado Primer Ministro, en recompensa por tus servicios a la Patria”.

Banquo, hablando para sí: ¡Cómo! ¿Puede el diablo decir la verdad?”.

Cuando Ross se retiró dijo Macbeth a su asesor: “Lo más grande está aún por llegar. Si se cumplió lo primero, también llegará lo segundo”.

Banquo, cauteloso: “Eso, si lo crees ciegamente, podría llevarte a que ardieses en deseos de aquél título superior. Pero es extraño, pues a veces, para llevarnos a la perdición, los instrumentos de lo oscuro dicen verdades, y nos cautivan con juegos que parecen inocentes, para luego traicionarnos de manera irreparable”.

Macbeth: “Amigo, ¿no ves que se cumplió lo primero que dijeron esos seres? Hablaron con la verdad, como inicio feliz de un hecho mayor, culminante. Quizás si esta instigación no sea mala; pero, si lo fuera, ¿por qué da muestras de cumplirse y comienza con una verdad? Y si es buena, ¿por qué parece una tentación, cuya imagen eriza mis cabellos y me hace latir fuerte el corazón, contrariando lo que es propio de mi naturaleza?

En mi pensamiento, el delito no es más que una fantasía, pero agita de tal manera mi condición de hombre, que ahoga en conjeturas toda posibilidad de acción. Ocurra lo que ocurra, si el azar quiere que sea Presidente, será a su hora y a su tiempo.

Hasta entonces, amigo, guarda silencio absoluto sobre todo esto. Ahora vayamos a rendir cuentas al Presidente y a expresarle nuestra lealtad y sumisión, como corresponde a un Ministro”.

Las escenas se sucedían ante mí como en un teatro. La siguiente fue ver a Macbeth rindiendo honores al Presidente. Éste le agradecía su fidelidad y el inestimable servicio de controlar a los rebeldes.

Perdí la confianza en el exministro que acabo de destituir. Creí que era un caballero y deposité en él toda mi confianza” – explicó, agregando, pensativo: “No existe un arte que permita descubrir en un rostro lo que trama en su alma”.

Mientras esto decía el Presidente, pude intuir los pensamientos íntimos de Macbeth: “Un obstáculo se atraviesa en mi camino. ¡Estrellas, oculten su fuego! Que la luz no permita que se vean mis oscuros deseos escondidos. Que no vean los ojos lo que hacen las manos; pero que se cumpla lo que tanto deseo”.

Ahora, señor Presidente, permita que me retire, pues debo estar con mi esposa, a la que dejé para cumplir los deberes de mi cargo”.

Se va. Aparece en escena Lady Macbeth, la esposa del recién nombrado Primer Ministro. Ha sabido las incitaciones que las musas, y también las masas, le han hecho a Macbeth para que luche junto a ellas y asuma la presidencia. Está sola y habla para sí, en voz baja.

Es ya Primer Ministro y será Presidente, como le han prometido. Pero su naturaleza es demasiado bondadosa como para tomar el camino más breve. Él quisiera ser grande, no le falta ambición, pero carece del odio que debe acompañarla para ser eficaz. Quisiera obtener mediante sus méritos lo que con vehemencia desea. No quiere jugar sucio, romper el orden democrático, aunque no escatima triunfar en éste mediante engaños.

¡Ven pronto! Para que pueda yo vaciarte mi coraje en los oídos, y azotar por el brío de mi lengua todo lo que te aparta de la banda presidencial, con la que la suerte, las masas y los augurios sobrenaturales te quieren revestir.

¡Espíritus, vengan! ¡Vengan a mí, puesto que instalaron en mi mente los pensamientos de una gran batalla! ¡Arranquen mi femineidad y llénenme de pies a cabeza con la más potente ambición!

¡Que se bloqueen todas las puertas del arrepentimiento! ¡Que no me atrapen sentimientos naturales que perturben mi propósito, o que le den tregua a su ejecución!

¡Vengan hasta mis pechos de mujer y transformen mi leche en vino! Vengan, ideas potentes aunque irracionales, que aspiran a que el viejo orden natural sea destruido”.

En ese instante se presenta Macbeth, y su esposa levanta la voz, apasionada:

 

Peregrinación 12 Lady Macbeth

 

Esposo mío, para engañar al mundo, toma del mundo la apariencia. Da la bienvenida a las masas rebeldes. Diles que su protesta es la misma tuya. Adopta el inocente aspecto de la paloma, pero sé tú la víbora que ocultas. ¡Cuenta conmigo en todo!

Mi gran Primer Ministro, siento ya el futuro venir a nosotros, que dará a nuestras vidas esplendor, soberanía, dominio y poder”.

Macbeth responde a su mujer: “Si todo terminara en la conquista del poder, convendría hacerlo pronto. Pero no podremos evitar las consecuencias asegurando el éxito permanente. Se me juzgará por las consecuencias.

Levantar las expectativas del pueblo para conquistar el poder; y luego tener que reprimirlo para restablecer el orden, puesto que aumentará la miseria, el conflicto social y la decadencia moral, es lo que me hace dudar. La historia entera enseña que la dictadura es la consecuencia inevitable del populismo.

La ambición empuja mi deseo; pero al sobrepasarse e ir demasiado lejos, se derrumba”.

Replica Lady Macbeth: “¿Por qué te acobardas? ¿Te asusta que tus actos y tu valentía sean proporcionales a tus deseos? Pues, desde hoy, tu ascenso será la medida de mi amor. ¿Acaso quieres poseer lo que ornamente nuestra vida, y vivir como un cobarde, dejando que a ‘quisiera’ le siga un ‘no me atrevo’?”.

Macbeth: “¿Y si fallase?”.

Lady Macbeth: “¿Quién? ¿Nosotros? Tensa hasta donde puedas las cuerdas de tu valor, y no fallaremos. Eras un hombre cuando te atrevías, y serás más hombre, mucho más, si fueses aún más de lo que eres.

Ni tiempo ni lugar eran propicios cuando me hablabas de tus sueños; sin embargo, tú querías crearlos. Y ahora que se presenta la oportunidad, abatido te quedas”.

 

Peregrinación 12 macbeth de Welles

 

Macbeth, después de un momento de silencio: “¡Basta, te lo suplico! Tengo el valor que cualquier hombre tiene, y no hay quien se atreva a más. ¡Está decidido! Concentraré todas las fuerzas de mi cuerpo y de mi mente en esta contienda.

¡Adelante! Y engañemos a todos fingiendo inocencia. Que esconda el rostro hipócrita lo que conoce el falso corazón”.

Salen de la escena y se presenta Hécate, la reina de las hechiceras, que se pone frente a las tres brujas.

Pareces irritada – le dice una, a lo que Hécate responde:

¿Acaso no tengo motivos, brujas insolentes y temerarias? ¿Cómo habéis osado hablar con Macbeth y traficar en enigmas asuntos de vida y muerte, mientras yo, vuestra maestra en sortilegios, artífice secreta de los maleficios, no fui ni convocada a ejecutar mi parte, ni tampoco a mostrar nuestro arte en todo su esplendor?

Y lo que es peor, todo lo que habéis hecho fue por un tipo caprichoso, malvado y violento, que al igual que muchos sólo procura sus intereses. Poned ahora remedio y castigadle; así, partid y a las cavernas de Aqueronte venid a buscarme con el alba, que allí acudirá él para saber de su destino. Preparad los utensilios, los conjuros, vuestros filtros y todo lo demás. Me vuelvo al aire, que he de emplear la noche en un fatal y trágico designio.

De la curva de la luna pende una gota que exhala hondos misterios, la que he de recoger antes de que caiga a la tierra, y destilada por los filtros mágicos, hará surgir espíritus artificiales con la fuerza debida a su ilusión, que le conducirán hacia la ruina. Despreciando el destino, llevará sus expectativas más allá del temor. Vosotras lo sabéis: la confianza es, para los mortales, la peor enemiga”.

Me estremeció el graznido de un cuervo que movía sus alas negras sobre la rama de un espino seco. El corazón me palpitaba como queriendo salirse del pecho. Un nudo en la garganta me dificultaba respirar. La angustia, como nunca antes la había experimentado, me oprimía.

Voló el cuervo y me quedé completamente solo en el desierto. En cualquier dirección mi vista se perdía en el horizonte como en un mar interminable de arena.

Reaparecieron las oscuras formas de las brujas. Disperso en el ambiente, el hedor de su maldad retorció mis entrañas. Sentí sus ásperas y destempladas voces que me llamaban, al tiempo que con envolventes movimientos de sus brazos me atraían.

Me dejé caer de rodillas. De lo más hondo de mi alma afligida una vehemente plegaria se elevó a los cielos: “¡No dejes que caiga en la tentación! ¡Líbrame del mal! ¡No dejes que caiga en la tentación, y líbrame del mal!”.

Entonces, como una suave melodía de fondo, se fue extendiendo a mi alrededor el Ave María de Schubert.

Las notas y acordes, como estableciendo un círculo protector infranqueable, impedían que las hechiceras se aproximaran. Poco a poco fue desapareciendo la angustia de mi alma.

Sentí voces amables. Abrí los ojos, comprendiendo al instante que había soñado. Pues ahí estaba, a dos pasos de distancia, el Maestro conversando con una persona de amplia frente, cabello largo y aspecto distinguido.

Supe de quién se trataba porque Dante exclamó:

¡Cuánto te habrás divertido, querido Shakespeare, imaginando y escribiendo esa escena en que las tres brujas preparan la pócima mágica!”.

El británico se levantó sonriente y comenzó a recitar, siendo seguido por el mismo Dante, intercalando entre ellos los parlamentos de las brujas:

“ –Tres veces maulló el gato atigrado”.

“– Tres veces. Y una gimió el puercoespín”.

“ –¡Ya es hora, ya es hora! En torno al caldero dad vueltas y vueltas y en él arrojad la víscera infecta. Que hierva primero el sapo que cría y suda veneno por treinta y un días, yaciendo dormido debajo de rocas: que sea cocido en la mágica olla”.

 

Peregrinación 12 Brujas

 

“– Dobla, dobla la zozobra; arde, fuego; hierve, olla. Rodaja de bicha que vive en la ciénaga, aquí, en el puchero, que hierva y se cueza, con dedo de rana y ojo de tritón, y lengua de víbora y diente de lución, lana de murciélago y lengua de perro, pata de lagarto y ala de mochuelo. Si hechizo potente habéis de crear, hervid y coceos en bodrio infernal”.

“– Dobla, dobla la zozobra; arde, fuego; hierve, olla. Escama de drago, colmillo de lobo y momia de bruja, con panza y mondongo de voraz marrajo de aguas salinas, raíz de cicuta en sombras cogida, hígado que fue de judío blasfemo, con hiel de cabrío y retoños de tejo que en noche de eclipse lunar arrancaron, narices de turco y labios de tártaro, dedo de criatura que fue estrangulada cuando una buscona la parió en la zanja. Haced esta gacha espesa y pegada; con los ingredientes de nuestro potingue echad al caldero entraña de tigre”.

“– Dobla, dobla la zozobra; arde, fuego; hierve, olla. Enfriad el caldo con sangre de mico y firme y seguro será nuestro hechizo”.

Dante y Shakespeare se tomaron de las manos e hicieron ronda alrededor de un caldero imaginario, saludaron con venia a un público igualmente imaginario, y estallaron en carcajadas.

Se sentaron enseguida y continuaron conversando. Yo me mantuve inmóvil, sin atreverme a mostrar que los había visto jugar y que los seguía escuchando.

Me maravilla la agudeza y hondura de tu comprensión de las debilidades del ser humano – dijo Dante. Cuán fácilmente se corrompe al hombre que carece de una sólida formación moral, y que es movido por la ambición y por la búsqueda del placer, del poder y de la gloria.

Cuesta muy poco manipular a las personas mediante el miedo, la lisonja, la promesa de premios, la amenaza de castigos. Cómo es fácil seducirlas con mentiras y subyugarlas con ingenuas creencias, dulces sentimientos, emociones violentas, falaces razones.

Mostraste cómo basta poner en la imaginación de un hombre un deseo, una expectativa, una idea, para que él solo comience a elucubrar los medios para realizarlos, sin que le importe que sean justos y correctos. Le resulta suficiente que sean eficaces, lo más directos posibles.

Los hombres y las mujeres se pliegan ante el más fuerte sin ofrecer verdadera resistencia, y buscan su propia fortaleza sumergiéndose en la masa anónima, que anula su libertad individual.

Cómo les cuesta tomar decisiones y optar con libertad de espíritu. Con qué facilidad procrastinan y eluden sus deberes.

Magnífica la representación que haces en tus obras, apreciado William, de la falta de voluntad que muestran hombres y mujeres cuando se trata de hacer el bien que les sugiere el corazón, mientras que su voluntad se potencia cuando se proponen ejecutar las maldades que anidan en su mente”.

 

Peregrinación 12 william shakespeare

 

Me conmueve – replicó Shakespeare – recibir tan elevados juicios sobre mi obra, cuando provienen de quien admiré infinitamente, y sin cuyas obras las mías no hubieran alcanzado la altura lograda.

Ese Infierno que creaste, amigo Dante, es la más sublime expresión poética de la maldad humana, que por mi parte busqué representar mediante el arte dramático”.

El vértice de tu obra – sentenció Dante – lo alcanzas en la representación del castigo que inevitablemente cae sobre el desalmado. Yo representé la punición describiendo las penas del Infierno que corresponden al condenado, según su maldad y pecado. Tú, en cambio, pusiste el Infierno en el interior mismo del malvado, que lo experimenta ya en su vida terrena.

Qué magnífica la representación del remordimiento, en aquella escena en que Macbeth ve ante sí, y no puede sacar de su mente, el puñal ensangrentado con que asesinó al Rey. Y las alucinaciones sucesivas con sus víctimas, hasta la pérdida final de la razón.

Cuán cierto es que la inmoralidad conduce, si no al desquiciamiento o la locura, al menos a razonar con lógica torcida, llevando al error, a equivocarse en las decisiones, anticipando de ese modo la caída del que mal actúa”.

Shakespeare notó mi presencia. Sin dilación sentenció que era ya la hora en que debía dejarnos.

Me alcé rápidamente expresando mi vehemente deseo de conocer al gran William Shakespeare; pero éste se desvaneció después de abrazar a Dante.

No te aflijas por no haberlo conocido en persona – me dijo el Maestro enseguida. “El verdadero conocimiento de una persona se alcanza a través de sus obras, que son aquello donde su espíritu queda objetivado y permanece, disponible para ser conocido y amado por quien lo desee”.

Soñé con Macbeth. Pero el Macbeth de mi sueño parecía más un político de mi tiempo que un antiguo Lord escocés” – expliqué.

Lo sé” – dijo Dante, agregando: “Cambia menos el alma humana que las condiciones y circunstancias en que actúa”.

Y sin mayor comentario me invitó a continuar el recorrido del Infierno.


Luis Razeto

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