ESTACIÓN NOVENTA Y SEIS - RECORRIDO POR LOS SIETE VALLES DE BAHÁ’U’LLAH

ESTACIÓN NOVENTA Y SEIS

RECORRIDO POR LOS SIETE VALLES DE BAHÁULLAH

 

No me fue posible ver el rostro de quien me condujo por la siguiente esfera, pues estaba oculto por un velo impenetrable.

Sin embargo pude entender, por la imagen que lucía en la portada del libro que mantenía en su mano y que había yo apreciado en el ápice del admirable Templo que, cual gigantesca flor de loto ilumina la ciudad de Santiago desde las alturas de la precordillera de Los Andes, que se trataba del Profeta de la fe Bahá´i.

 

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Él me guió por Siete Valles de indescriptible belleza, que según explicó, "jalonan la jornada del caminante desde la morada del polvo hasta la Patria Celestial".

Cada uno de esos valles tenía un nombre, que recuerdo porque se fijaron indeleblemente en mi alma, igual que algunas de las enseñanzas del Guía; pero apenas malamente puedo describir esos Valles, por ser muy insuficientes mis capacidades intelectuales y estéticas, comparadas con tanto conocimiento y belleza que se encontraba en ellos.

El primero que visitamos fue el Valle de la Búsqueda. Allí las almas, con santa paciencia – me dijo el Guía – "procuran pasar del plano de la inconsciencia al reino del ser. Presencian un mundo de seres anhelantes buscando al Deseado.

"A cada momento encuentran un asunto a ponderar, a cada hora se percatan de un misterio. Buscadores de verdad, no se distraen y solamente persiguen el objeto de su búsqueda, que es la unión con su amada, sacrificando todo lo demás.

"En este valle el caminante mora en toda tierra y en toda región. En cada rostro busca la belleza del Amigo; en cada país indaga por el Amado. Se une a todos y busca la compañía de cada alma, pues quizás pueda descubrir en alguna mente el secreto del Amigo, o contemplar en algún semblante la belleza del Amado".

El segundo era el Valle del Amor, donde los caminantes ya no se percatan de sí mismos ni de nada a su alrededor. "No disciernen ya entre ignorancia y conocimiento, entre duda o certeza. En este estado el amante no piensa sino en el Bienamado y no busca refugio salvo en el Amigo."

Me dijo que "para merecer la locura del amor, el hombre ha de tener cordura abundante; para merecer los lazos del Amigo, ha de estar pleno de espiritualidad. Para que el espíritu pueda ser purificado, y ya limpio pueda conocer la grandeza del Señor de los Mundos, han de arder en el fuego del amor los satánicos velos del yo."

De allí pasamos al Valle del Conocimiento, donde "se abre la vista interior" y se "entreabre el portal de la verdad y la piedad, y se cierran las puertas de las vanas imaginaciones".

El caminante, "con ojos interiores y exteriores atestigua los misterios de la resurrección en los dominios de lo creado y en las almas de los hombres, y purificado su corazón, comprende la sabiduría divina en las infinitas Manifestaciones de Dios. En el océano discierne una gota, y en una gota contempla los secretos que atesora el mar".

 

Arte Bahai

 

"Aprecia la clara providencia de las obras del Verdadero, diciendo a cada paso: No puedes ver ningún defecto en la creación del Dios de Misericordia. Percibe justicia en la injusticia, y en la injusticia merced. En la ignorancia encuentra ocultos muchos conocimientos y, manifiestas en el conocimiento, innumerables sabidurías".

Después de atravesar el Valle del Conocimiento el caminante llega al Valle de la Unidad. "En esta posición traspasa los velos de la pluralidad, huye de los mundos de la carne y asciende al Cielo de la Singularidad. Oye con el oído de Dios y con Su ojo contempla los misterios de la Creación Divina.

"Contempla todas las cosas con el ojo de la unidad, y ve los rayos refulgentes del Sol Divino brillando por igual sobre todas las cosas creadas desde la Aurora de la Esencia, y ve las Luces de la Singularidad reflejada sobre toda la creación".

El siguiente Valle que recorrimos fue el del Contento. "En este Valle el caminante siente las brisas del Contento Divino soplando desde el plano del Espíritu. Quema los velos del deseo y con el ojo interior y exterior percibe dentro y fuera de todas las cosas el día de Dios".

"De la congoja pasa al arrobamiento, de la angustia al regocijo. Su aflicción y su dolor ceden paso al deleite y embeleso. Aunque en apariencia, en este Valle los caminantes pueden habitar en el polvo, interiormente están entronizados en las alturas del Significado Místico; se alimentan de las Ilimitadas Mercedes de los Significados interiores, y beben los delicados Vinos del Espíritu.

"En este plano el viajero ve en todo la belleza del Amigo. Aun en el fuego ve el rostro del Bienamado. En la ilusión, contempla el secreto de la realidad y lee en los atributos el enigma de la Esencia. Ha consumido los velos con sus suspiros y de una sola mirada ha apartado las mortajas, con ojo avizor contempla la nueva creación y con lúcido corazón comprende las verdades sutiles."

Luego de recorrer los planos del Contento más puro, el caminante llega al Valle del Asombro, y es lanzado al Océano de la Grandeza.

"Creciendo su asombro cada instante. Queda atónito ante la Belleza del Todo Glorioso. A cada momento contempla un mundo maravilloso, una nueva creación, y va de asombro en asombro y queda anonadado ante las obras del Señor de la Unidad.

"Habiendo escalado las cimas del asombro, el caminante entra en el Valle de la Verdadera Pobreza y la Nada Absoluta."

"Esta estación – dijo el Guía que me enseñaba los misterios de los Siete Valles – es la muerte del yo y la vida en Dios, el ser pobre en uno mismo y rico en el Deseado. La pobreza a la que aquí se alude significa ser pobre en las cosas del mundo creado y rico en las del Mundo de Dios, pues cuando el amante verdadero y amigo devoto alcanza la Presencia del Amado, la radiante belleza del Bienamado y el fuego del corazón del amante, encenderán una llamarada y quemarán todos los velos y envolturas. Más aún, todo lo que él posee, desde el corazón a la piel, arderá en llamas hasta que nada quede, salvo el Amigo".

"Aquellos que se remontan hacia el Cielo de la Singularidad y alcanzan el Mar de lo Absoluto, consideran esta Ciudad –estación de la vida en Dios– como el estado más avanzado de los conocedores místicos, y la patria más lejana de los amantes."

"En todos estos viajes – me advirtió el Guía – el caminante no ha de desviarse ni un ápice de la "Ley", pues éste es ciertamente el secreto del Sendero y el fruto del Árbol de la Verdad; y en todas estas etapas debe tomarse del manto de la obediencia a los Mandamientos y asir el cordón del huir de todo lo prohibido, para que pueda ser nutrido por la Copa de la Ley e informado de los Misterios de la Verdad".

Al final del recorrido el que fue mi Guía se elevó al cielo hasta desaparecer de mi vista. Sabiduría, que me había seguido en silencio se puso a mi lado y me anunció que pasados diecinueve días y sus noches sería el momento de ascender a la novena esfera del Paraíso, que sería la última de mi viaje.

 

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(Abdu'l Bahá) 

 

"En esos diecinueve días – me dijo –, conviene que ayunes, no bebiendo ni comiendo nada desde que el Sol se levanta en la mañana hasta que se oculta en la tarde. Sólo entonces podré llevarte al supremo encuentro".

Me encaminé hacia un desierto para cumplir el requisito.


 

Luis Razeto

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