ESTACIÓN SETENTA Y SEIS - EL ESPÍRITU HUMANO: UN REBELDE RADICAL

ESTACIÓN SETENTA Y SEIS

EL ESPÍRITU HUMANO: UN REBELDE RADICAL

 

Estaba tan entusiasmado bailando con Sabiduría que no advertí que el corro se fue alejando velozmente, destilando centellas, hasta que desapareció de mi vista.

Al ver la esfera vacía, estando solo con mi Dama, regresaron a mi mente las preguntas que no tuve ocasión de expresar en su momento.

Yo dudaba si preguntarle, sabiendo que ella podía satisfacer mis inquietudes, pero la reverencia retenía mis palabras.

No duró mucho ese estado porque ella me sonrió de un modo que hubiera hecho feliz a cualquiera y comenzó a decirme:

Ya te conozco bien, e intuyo que quieres saber cómo es que los humanos persiguen mediante el Arte y también por otros medios, tomar distancia de la Naturaleza, siendo que ésta es deliciosa y perfecta, llena de vida y armonía.

Te preguntas si no es precisamente por distanciarse de lo natural y buscar algo distinto y superior, que provienen todos los males y sufrimientos que la propia especie humana se produce a sí misma, destruyendo al mismo tiempo los naturales equilibrios ecológicos”.

Me sorprendí porque aún no me acostumbraba a que Sabiduría leyera mis pensamientos. Pero oculté mi sorpresa, sin percatarme de que si ella podía leer mis pensamientos también captaría mis sensaciones y sentimientos.

Entonces me tomó de la mano y me condujo frente a un grupo de seis estatuas de mármol blanco, de algo más de dos metros de alto cada una, dispuestas en semi-círculo.

Cada estatua representaba un hombre de cuerpo entero. Pero estaban inconclusas, en distinto grado de terminación cada una, de modo que la figura humana permanecía todavía atrapada en la piedra pero intentando liberarse de ella, lo que les daba una increíble fuerza emotiva.

 

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Mi Guía se mantuvo en silencio dejándome admirar el soberbio espectáculo durante un tiempo que en la Tierra bien pudiera haber sido una hora. Yo estaba impactado, pero finalmente, por decir algo, comenté:

Los Prigione, los Esclavos, los había visto solamente en fotografías. Es una lástima que Miguel Ángel no hubiera podido terminar estas soberbias esculturas.

Lo que sucede – me dijo Sabiduría sonriendo – es que no han comprendido el genio del escultor, que las concibió y realizó tal como aquí las ves, constituyendo las seis piezas una sola obra, lo que es difícil de apreciar porque mantienen las esculturas en diferentes museos”.

Enseguida, llevándome frente a la primera escultura, agregó:

Te pido que me escuches, porque es necesario hacer claridad en tu mente, y por tu intermedio, después, también en las de tus contemporáneos que sobre lo que es el hombre se encuentran desorientados y en tinieblas.”

Apreciando ahora de cerca cada Esclavo, me dispuse a escuchar a mi Guía, que no tardó en hilvanar un discurso que me dejó maravillado.

No las esculturas, sino el ser humano representado en ellas, es lo inconcluso, lo que está en proceso.

Cada una es perfecta y completa, lo que se comprende en su relación con la obra entera, creada para el mausoleo del Papa Julio II que nunca llegó a realizarse, y que responde a un grandioso proyecto del artista para representar la condición del hombre, un espíritu atrapado en la naturaleza, frente a la cual se rebela y liberta progresivamente.

Sí, los humanos son seres naturales, que poseen en su interior eso que llamamos espíritu, que es la potencia que los mueve a trascender lo material y a superar la naturaleza biológica y animal en que se origina y se mueve su existencia corporal.

El ‘estado de naturaleza’ es el mundo de la necesidad. De lo determinado por las leyes físicas y los instintos biológicos. El ser humano, por ese espíritu que hay en él, se rebela ante la naturaleza material que lo limita y restringe.

Esta dramática y agónica ‘condición humana’ es lo que Miguel Ángel representó genialmente en esta seria de esculturas de los esclavos, conocidas como inconclusas. Pero ellas no son obras inconclusas ni representan esclavos.

Estas figuras del hombre que se van esculpiendo, separando de la piedra, representan esa dualidad del hombre que es esclavo de la materia pero que busca trascenderla por su espíritu.

Esclavo despertando

 

Esta primera es El Esclavo Despertando. Puedes ver que en ella la figura humana está menos esbozada y más adherida a la piedra: es el espíritu que recién despierta y comienza a separarse de la materia”.

Pasamos enseguida a la segunda escultura, frente a la cual Sabiduría me dijo:

el esclavo joven

 

Este es El Esclavo Joven, en que se aprecia ya el rostro de un adolescente, con ojos curiosos y el cuerpo más perfilado y formado, aunque todavía adherido a la piedra.

El joven es un rebelde radical, en cierto modo un innovador empedernido que todo lo quiere cambiar. Él comienza a plantearse fines por sí mismo, no determinados por la naturaleza, no mecánicos, no puramente materiales ni orgánicos, y empieza a pensar con su propia cabeza y a actuar conscientemente”.

Avanzamos hacia la tercera estatua, una figura imponente.

 

esclavo atlante

 

Aquí está El Esclavo Atlante, que es el hombre que despliega su potencia y su fuerza, tomando sobre sus hombros un gran trozo de la misma materia en que está atrapado”.

Para liberarse y ser más, el hombre lucha, trabaja, inventa, crea y construye, aspirando a superar ese ‘estado de necesidad’, para acceder a una ‘condición de libertad’.”

Pasamos entonces a la cuarta escultura, que mi Guía ilustró con estas palabras:

 

esclavo barbudo

 

El Esclavo Barbudo representa a un hombre ya anciano, en que la barba nos indica que es el individuo maduro, dedicado al conocimiento y el saber sobre la naturaleza y a entender el sentido de la vida, lo que se aprecia por su rostro volcado a la misma piedra en que está siendo esculpido”.

Puedes ver – continuó Sabiduría mientras caminamos hacia la siguiente escultura –, que en los cuatro primeros ‘esclavos’ el hombre está todavía adherido al mármol, y las figuras no tienen el pulimiento de las más conocidas obras de Miguel Ángel.

Pero estas dos estatuas finales nos muestran al ser humano ya esculpido y pulido. En El Esclavo Rebelde el hombre aparece ya formado, casi enteramente desligado de la piedra de la que ha surgido, y expresando en el rostro y el gesto la rebeldía, la libertad que distingue al espíritu humano.

 

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La última escultura es El Esclavo Moribundo, que representa a un hombre que mira al cielo, liberado ya enteramente de la naturaleza en que los anteriores esclavos estaban aún atrapados”.

Recorrimos luego en sentido inverso el semicírculo que formaban las estatuas, mientras Sabiduría continuó ilustrándome sobre lo que somos y lo que hacemos los humanos.

Todo pensamiento, deseo y actividad del hombre, y toda la historia humana – la economía, la política, la cultura, el deporte, el juego, el arte, la literatura, las religiones, la filosofía, las ciencias – testimonian ese permanente anhelo del hombre, ese esfuerzo por trascender el orden natural y crear un mundo distinto.

Es como una ‘segunda naturaleza’, que construye y levanta por encima de la naturaleza física y biológica.

Incluso en el cumplimiento de sus necesidades y funciones propiamente biológicas que comparte con los otros animales, el humano busca darles un sentido, encontrarles un más allá.

Así, en la nutrición desarrolla la gastronomía; en la reproducción sexual despliega el romanticismo; en la lucha por la sobrevivencia se autoimpone la ética”.

Mi Guía se detuvo y mirándome a los ojos concluyó:

Se trata, la vida humana, de una lucha o agonía en la que caben solamente dos finales: o la naturaleza vence al espíritu humano y lo conduce a la muerte; o el espíritu vence a la naturaleza y, en el momento de la muerte del cuerpo, el espíritu se libera y continúa viviendo por siempre inmerso en el espíritu divino”.

 

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Cuando Sabiduría me hablaba, la belleza de su semblante se combinaba en mi mente con la profundidad que destilaban sus palabras, produciendo en mí un arrobamiento que me hacía difícil preguntar.

Tuve, pues, que ejercer gran dominio mental sobre mí mismo para plantearle los interrogantes que me surgieron en ese momento.

¿Hasta dónde puede llegar el hombre? – pregunté. – ¿Cuáles son sus límites? ¿Hacia dónde se encamina la humanidad?

¿Qué se puede esperar de los adelantos en la información y las comunicaciones? ¿Cuál es el sentido de la conquista del espacio? ¿Será posible conquistar el tiempo?

¿Podremos evolucionar emocional, intelectual, moral y espiritualmente? ¿Y qué pensar de la inteligencia artificial? ¿Nos extinguiremos como especie?

¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Será posible construir una nueva civilización? ¿Es posible desarrollar una ‘segunda naturaleza humana’?”.

Sabiduría me miró compasiva, pero igual me reprendió:

Demasiadas preguntas, que conviene que conduzcas a una sola. Pero dime: ¿acaso ya olvidaste lo que aprendiste en la primera esfera conversando con Pico della Mirándola?

¿No recuerdas que el ser humano es una naturaleza abierta, indeterminada, capaz de hacerse todas las cosas mediante su propia inteligencia y el ejercicio de su libertad?

El hombre evolucionará como decida evolucionar; llegará hasta donde llegue. Y su futuro, ni yo ni nadie lo puede saber de antemano. Responde, pues, por ti mismo tus preguntas.”

Algo molesto por la respuesta evasiva de mi Maestra repliqué:

Reconozco la debilidad de mi memoria y de mi intelecto, por lo que te ruego me tengas paciencia. Es que no logro resolver una contradicción que me aflige.

Exprésala con claridad y confianza, pues si te reprendo es por tu bien y para tu mejor aprendizaje y desarrollo” – me dijo amablemente.

Lo que no entiendo – le dije – es que el espíritu creativo que la naturaleza hizo surgir en nosotros, se vuelva contra la misma naturaleza, desagradecido, y la destruya sin miramientos.

Aunque podrías descubrirlo por ti mismo, te lo voy a explicar, no para evitarte el trabajo de pensar, sino porque si te equivocaras al respecto sería muy grave para la humanidad a la que tendrás que enseñar.

Ya sabes que los humanos quieren ser siempre más de lo que son actualmente, en razón del espíritu que busca desplegar sus potencialidades.

En el límite, aspiran a la perfección, por lo cual despliegan la sensibilidad, el intelecto, la razón, la voluntad, la acción.

El problema surge cuando el ser humano pretende ‘poseer’ las perfecciones que le permiten sus facultades; poseerlas en función de su pequeño yo individual, o en beneficio de una reducida colectividad.

Quiere poseer la verdad, el bien, lo bello, en vez de dejarse poseer por esos valores que lo trascienden y que son superiores a él.

Y desea todo aquello, aunque sea en pequeñas dosis, para sí mismo, y no desinteresadamente o con el fin de ponerlas al servicio de la humanidad.

En esa doble orientación posible, entre los dos caminos por los que puede optar el humano, se juegan el alcance y los límites de su realización.

O infla su yo, en sí y para sí, no importando lo que destruya a su paso; o disuelve su yo en un Otro universal, que incluye a todos los de su especie, a todas las formas de vida, y a todos los elementos que hay en la Naturaleza”.

Lo entiendo – dije –. Es el yo desmedido de muchos que acaparan riquezas, gloria y poder, lo que lleva a la especie humana a destruir la naturaleza, en vez de encontrar en ella las fuentes de su perfección.

Sabiduría asintió con la cabeza y agregó:

Es grave no tener conciencia de ser parte de la humanidad, de la naturaleza, de la vida y del Cosmos, a los cuales el humano debe su propia existencia.

Es preciso desarrollar conciencia de humanidad, conciencia ecológica, conciencia planetaria, conciencia cósmica.

Si el Creador del Cosmos puso en éste la posibilidad de generar a los humanos capaces de conocer y de amar al mismo Cosmos, ellos tienen la misión de conocer, amar y desarrollar el planeta que les dio la vida.

Sus facultades de entendimiento y de amor fueron generadas con el fin de que conozcan y amen las realidades física, biológica, consciente y espiritual, y que con base en ese conocimiento y en ese amor, las preserven y perfeccionen.

No hay contradicción entre la Naturaleza y el Espíritu. La misión trascendente del ser humano es hacer surgir en sí mismo el Espíritu, desde el cual y con el cual salvaguardar la ecología y el planeta, y desplegar el conocimiento, las artes, el amor y la espiritualidad en todas sus formas y manifestaciones.

Ya verás hasta qué alturas insondables puede llegar el ser humano si se lo propone. Para que lo comprendas cabalmente, conviene que permanezcamos todavía en esta esfera y que tengas aquí una nueva experiencia”.

 

Luis Razeto

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