ESTACIÓN SESENTA Y OCHO - ¿UN TRIÁNGULO AMOROSO?

ESTACIÓN SESENTA Y OCHO

¿UN TRIÁNGULO AMOROSO?

 

Como filosofía aprobó mi comentario me atreví a aseverar con convicción:

La ciencia es inductiva. La filosofía es deductiva: extrae consecuencias razonando en base a los primeros principios o axiomas del pensamiento.

Esta vez la dama me miró frunciendo el ceño, desaprobando, y moviendo el índice como quien reprocha a un niño me dijo con ironía:

Seguramente aprendiste eso en el colegio, y como buen escolar, repites lo que te enseñaron”.

Por segunda vez me sonrojé avergonzado. La dama, si lo notó, no lo dio a entender, pues continuó:

Te equivocas porque te apresuras en sacar conclusiones, y queriendo hacer distinciones claras descuidas reconocer la complejidad del conocimiento. Mi amiga Ciencia, y también yo, aplicamos tanto la inducción como la deducción, pero lo hacemos de maneras diferentes”.

Te pido, pues, que me ilustres sobre la relación entre la ciencia y la filosofía. Reconozco que no me han enseñado bien y tengo muchas dudas y seguramente errores sobre ello.

Dudar, reconocer errores, y pedir consejo al que sabe más, es lo que corresponde a todo auténtico buscador de la verdad, por lo que te confesaré con total confianza la relación que mantenemos Ciencia y yo.

Nos amamos, con un amor que es sensual y espiritual, y que se ha venido acrecentando a medida que crecemos. Nos encontramos todas las tardes, y ella me cuenta los adelantos que va realizando en sus investigaciones.

 

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Yo reflexiono sobre lo que me enseña, y le cuento mis propias elaboraciones, que ella escucha con atención.

No creo faltar a nuestro amor si te digo que en ocasiones, a Ciencia le cuesta comprender lo que le explico, porque como ya te dije, Filosofía no es fácil y el pensamiento abstracto requiere un entrenamiento especial.

Además, yo soy mayor que ella, tengo más experiencia acumulada. Convivir con Ciencia es para mí algo delicioso, que me ha hecho crecer enormemente. Y estoy segura de que ella también está madurando con lo que yo le enseño. Mira que ya me dieron deseos de ir a encontrarla”.

Te agradezco la confidencia; pero por favor, no te vayas todavía, pues aún no me has enseñado lo que sabes sobre lo que es la realidad y cuál es el fin de la existencia.

Ésa – me dijo Filosofía – es una de las cuestiones sobre las que Ciencia y yo no llegamos todavía a entendernos, porque ella insiste en negar que el Universo tenga fines en su evolución.

Dice que la materia no tiene conciencia, y que sólo un ser consciente puede fijarse objetivos y actuar en orden a alcanzarlos. Pero yo le argumento que sí, que el Universo tiene conciencia, y tú mismo, que eres parte del mismo, lo evidencias.

Lo que yo concluyo, analizando lo que la misma Ciencia me ha enseñado, es que el Universo ha evolucionado en una dirección precisa”.

¿En cuál dirección, puedes decirme?

En la precisa dirección de llegar a conocerse a sí mismo, lo que se comprende si no miramos la evolución desde el comienzo hacia adelante, sino desde el final hacia el comienzo.

 

René François Ghislain Magritte

(René François Ghislain Magritte)

El Universo, en su evolución, después de muchas peripecias y vueltas, generó seres conscientes, inteligentes, libres y capaces de amar. ¿No podemos, entonces, concluir que el Universo ha evolucionado en la precisa dirección y con la finalidad de crear esos seres capaces de conocer y de amar al propio Universo? ¿No te parece lógico?”.

Sí – le respondí. – El problema es que la materia no tiene conciencia, por lo que si ha evolucionado así, no lo ha hecho con la finalidad de lograrlo, sino tal vez por puro azar.

Razonas igual que Ciencia, porque crees que lo que está antes en la línea del tiempo es lo único que puede causar lo que sucede después; y en aquello que está antes, sólo ves materia inerte.

Pero ¿qué tal si el Universo, desde sus orígenes, no es puramente material? Mira que generó vida, por lo que, al menos potencialmente, la vida ya estaba en la materia desde la cual emerge.

Y la vida generó conciencia, inteligencia y razón, por lo que al menos potencialmente, la conciencia, la inteligencia y la razón, estaban ya presentes en la vida desde la cual emergieron”.

Es una hipótesis razonable – comenté.

Sí, es razonable, y tiene base empírica en la evolución de la materia, de la vida y de la conciencia misma. Para entenderlo, basta darse cuenta de que la clave para entender qué es un primate, no está en una especie anterior, sino en la especie que generó.

¿Qué es un primate pre-humano? Un animal que tenía en sí la potencialidad de ser Homo Sapiens. ¿Qué es la materia? Una realidad que tiene en sí la capacidad de generar la vida y la conciencia”.

Me quedé pensando. Filosofía, dándose cuenta de que yo estaba reflexionando, respetó mi silencio. Después de varios minutos le dije:

Antes de encontrarme con Ciencia, se me apareció y conversé con Sabiduría. Ella me dijo que el Universo fue creado por el Sumo Bien, y que el fin del Universo es dar gloria a su Creador, y que la realización plena del ser humano es conocer y amarlo a Él.

Tú me dices, en cambio, que el fin del Universo al generar a los humanos, es que conozcamos y amemos al universo que nos generó. ¿Qué me dices al respecto?

Esta vez me pareció que Filosofía se ruborizó, e igual como hizo ella conmigo, la miré como si no me hubiera dado cuenta. Sólo esperé su respuesta, que después de unos minutos llegó:

No te puedo mentir, y me sentiría mal si no te respondo con la verdad. Sucede que, a veces, sin que Ciencia lo sepa, me encuentro con Sabiduría. Ella es tan hermosa y tan pura que me estoy enamorando de ella.

La verdad es que en ocasiones Ciencia me aburre porque se resiste a volar. A veces siento que ya tiene poco que enseñarme. En cambio Sabiduría … ¡ah! Sabiduría es …, no sé cómo decirlo, sí, lo diré, es un espíritu superior.

Justamente, hace poco, en nuestro último coloquio de amor, me dijo que conocer y amar al Universo es un modo de conocer y amar a su Creador; y que de un conocimiento y amor al otro conocimiento y amor, hay sólo un paso. Yo, todavía estoy pensando en eso”.

Filosofía no esperó que yo dijera algo más. Se levantó, metió sus pies al agua, se levantó el vestido para que no se le mojara y caminó hacia la otra orilla. No resistí la curiosidad y le pregunté:

¿Con cuál de tus amores vas a encontrarte ahora? ¿Con Ciencia? ¿Con Sabiduría?

Se giró, noté que su cara se pintaba de carmín, me regaló una amplia sonrisa, y alzó los hombros en un gesto que me daba a entender que aún no lo decidía.

 

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(Renoir)

 

Luis Razeto

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